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¿Se para el tiempo cuando estáis juntos? De qué depende…

No solo en el amor. La percepción del tiempo es una variable importante e influyente para los animales y seres humanos. Sin embargo, la duración subjetiva del tiempo a menudo difiere de la objetiva y, cuando esto ocurre se siente una distorsión, podemos notar que el tiempo pasa más rápido o más lento que la realidad.

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Hay algunos factores estudiados por la ciencia que ya se saben que intervienen en la precisión de la percepción del tiempo, como la emoción, la excitación, el alcohol, la atención, la dificultad de una tarea o la memoria.

¿Pero qué ocurre con la variable de género? ¿Hombres y mujeres perciben de igual forma el paso del tiempo en una relación?

El pasado año, se publicó en Frontiers in Psichology un estudio sorprendente sobre la velocidad a la que pasa el tiempo cuando estás con una persona que te gusta.

Confirmando la hipótesis de los autores, resultó que el tiempo vuela para los hombres pero se ralentiza para las mujeres pero, ¿qué puede explicar esta diferencia?

Si acudimos a las teorías propias de la psicología evolutiva, asumimos que las mujeres son el sexo que más invierte en la elección de una ‘pareja adecuada’.

Esto es, cuando una mujer percibe que una pareja potencial es físicamente atractiva, presta atención a otras características de ese hombre para hacer una elección muy razonada (por ejemplo, estatus, inteligencia, cualidades o defectos de su personalidad…) gastando muchos recursos mentales en esa evaluación del otro.

Este esfuerzo mental haría que, para las mujeres, la duración percibida de la cita fuera más larga.

«Para los hombres, derivamos la hipótesis opuesta, porque de acuerdo con las teorías evolutivas, los hombres tienden a ser menos selectivos que las mujeres y pueden sentirse atraídos por parejas potenciales en función principalmente de su atractivo físico».

Ellos no utilizan muchos recursos evaluando otras características de la potencial pareja y pueden sentirse más motivados para hablar relajadamente y experimentar esta conversación como algo agradable y divertido. En consecuencia, pueden estimar el tiempo transcurrido como más corto.

¿Te ha pasado?

 

¿Emociones antes de nacer?

Las investigaciones sobre comunicación no verbal también llegan al útero materno. Antes de nacer ya podemos estudiar el comportamiento y las reacciones faciales de los bebés y, con la tecnología ecográfica de 4D, el análisis de estos movimientos cada vez son más certeros y elocuentes.

Un reciente estudio publicado por la Universidad de Durham es el primero en indicar que los fetos son capaces de detectar prenatalmente información quimio-sensorial transmitida por compuestos de sabor provenientes de la dieta materna.

Concretamente, reaccionaban de forma muy distinta al sabor dulce de la zanahoria y al sabor más amargo de la col rizada. En el primer caso se registraron rostros más compatibles con expresiones faciales placenteras y agradables, por contra, con el sabor amargo se detectaron movimientos faciales más compatibles con el desagrado y el llanto.

«Varios estudios ya habían sugerido antes que los bebés pueden saborear y oler en el útero, pero se basan en los resultados posteriores al nacimiento, mientras que nuestro estudio es el primero en ver estas reacciones antes del nacimiento«, aclara una de las autoras del estudio que publica la revista Psychological Science.

Algunos medios han extrapolado estos resultados al área de las expresiones emocionales, afirmando que los bebés ‘son felices’ con la ingesta de zanahoria y que les ‘da asco’ sentir el sabor de la col.

Tal y como apunta mi compañero Alan Crawley, hablar de emociones en este contexto sería malinterpretar los resultados de esta investigación: «Los estudios prenatales han corroborado empíricamente que la expresividad de sus rostros está relacionada con el sabor del alimento. ¿Es eso prueba de que la cara expresa emociones desde el nacimiento? No. Podrían ser reflejos o movimientos para reducir o aumentar la exposición sensorial a un gusto, solo por nombrar algunas alternativas».

Añade también la mención de Daniel Robinson, profesor de la Facultad de Medicina Feinberg: «No deberíamos interpretar que estas acciones faciales en fetos son señales de felicidad o desagrado. ¿No es algo obvio? ¿Por qué deberíamos asumir que esas muecas son emociones? Creo que ningun investigador descarta la posibilidad de que esos movimientos puedan considerarse actos faciales del asco, pero entre descartar y afirmar hay un largo tramo».

El rostro cumple muchas más funciones que la de solo expresar emociones y, conscientes de ello, los propios autores del estudio han sido bastante cuidadosos con el empleo de la terminología neutra «movimiento facial» a diferencia de la tradicional «expresión facial» para explicar los resultados de su investigación.

 

Referencia: Ustun, B., Reissland, N., Covey, J., Schaal, B., & Blissett, J. (2022). Flavor Sensing in Utero and Emerging Discriminative Behaviors in the Human Fetus. Psychological Science.

La clave para recibir ayuda en situaciones de emergencia

Según la ciencia, para recibir ayuda también hay que saber hacerlo bien, en este caso, gritar bien. Existen dos cuestiones de comportamiento importantes a tener en cuenta, la primera se relaciona con la comunicación no verbal:

Y es la de ser lo más precisos posible sobre nuestra necesidad de ayuda.

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Los investigadores han demostrado que centrar la petición de auxilio en una sola persona, a través de un contacto visual directo, eligiendo pocas palabras, aumenta el compromiso y la responsabilidad social de ese testigo.

Si la petición es general, al aire, gritando sin solicitar el socorro de alguien en concreto, se produce un ‘efecto espectador‘ de ignorancia pluralista.

Es decir, cuantos más espectadores hay en una situación que requiere ofrecer ayuda, hay una menor probabilidad de cooperar, porque se diluye la responsabilidad y pensamos que ‘ya lo hará otro’, o que ‘si nadie actúa por algo será’, ‘quizás yo quede mal, me ponga en peligro o cometa un error’.

Para corregir estos efectos, hay que elegir a un testigo y pedirle ayuda directa.

La segunda clave se relaciona con el lenguaje, con escoger bien las palabras. Esto ocurre sobre todo en el caso en el que se produce una disputa entre un hombre y una mujer.

En esa situación, se genera incertidumbre en los testigos, ya que no saben discernir si el ataque y la urgencia es inminente o solo se trata de una discusión de pareja.

Los estudios han revelado que los espectadores se mostraban bastante menos dispuestos a ayudar a una mujer que gritaba algo así como: ¡No sé por qué me casé contigo!, porque pensaban que se trataba de un asunto privado y su intervención podría resultar inoportuna o incluso ridícula.

Sin embargo, si la víctima gritaba: ‘¡No te conozco!‘, se incrementaba la ayuda notablemente. ¿Por qué?

Con esas tres palabras (no te conozco) se eliminaba el grado de incertidumbre de los observadores y no desconfiaban de la emergencia, de este modo, sí sabían que el intento de agresión o acoso era grave y la petición de auxilio era urgente.

 

*Referencias:

José Luis Martín Ovejero

Robert B. Cialdini – Influencia: La psicología de la persuasión.

 

¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando halagamos a los demás?

Está claro que a todos nos gusta recibir piropos (respetuosos) y que nos hablen bonito pero, ¿qué ocurre en nuestro cerebro cuando nosotros somos quien halagamos a los demás?

Fotografía Pxhere. CC0 Dominio publico

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Es importante aclarar que los cumplidos que emitimos deben ser honestos, no decirlos por decir o por quedar bien, sino porque realmente pensamos bien de la otra persona y nos sale de dentro transmitirlo, es entonces cuando nuestro cerebro se activa en áreas muy similares a cuando recibimos halagos.

Así lo demuestra un reciente estudio de la Universidad alemana de Heidelberg. Dedicados a estudiar el fascinante sentimiento del amor y sus implicaciones cerebrales, recopilaron las interacciones románticas de parejas consolidadas mientras enviaban y recibían cumplidos.

Mediante resonancia magnética funcional, los expertos registraron que los patrones de activación cerebral durante el intercambio de cumplidos se correspondían con áreas relacionadas con la empatía y el procesamiento de la recompensa, particularmente al seleccionar y enviar mensajes positivos a su pareja.

Esto indica que la anticipación de la reacción positiva de su persona amada (al recibir ese halago) ya era altamente gratificante.

Por lo tanto, estos resultados pueden tener implicaciones importantes para explicar los mecanismos neurobiológicos que protegen y estabilizan las relaciones amorosas,  y que construyen un aspecto tan relevante de la vida y de la salud humana.

La felicidad que sentimos al hacer sentir bien a los demás con nuestras palabras no es una cuestión subjetiva, estos resultados nos muestran que nuestro cerebro nos proporciona una gratificación real.

 

Consigue más propina este verano con ayuda de la comunicación no verbal

La ciencia ha demostrado que hay ciertos tips muy útiles a la hora de conseguir mayor propina por parte de los clientes, porque nos conecta mejor emocionalmente con ellos, porque al demostrar físicamente una amabilidad real se puede obtener una mayor recompensa en el contexto laboral.

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Por supuesto, en esta conducta influyen la personalidad, la cultura, el tipo de servicio, la cuantía del pedido, etc, pero sí que hay ciertos patrones comunes que pueden aumentar las probabilidades de recibir un plus económico por tu buen hacer.

En un post anterior ya analizamos algunas claves que las investigaciones han sugerido que funcionan, como la de dirigirte al cliente por su nombre, el contacto visual, o darle un ligero toque en una zona neutral de su cuerpo (hombro, brazo, zona superior de la espalda) al llevarle la cuenta.

No te pierdas este vídeo del psicólogo Alan Crawley con nuevos consejos para conseguir mejores propinas.

Aprende a diferenciarte del resto y pon en marcha ciertos trucos que la ciencia ha demostrado que funcionan; como elogiar la decisión de los clientes, repetir su comanda en voz alta para constatar las anotaciones tomadas, hacer más preguntas abiertas o tener ciertos detalles con el cliente.

¡No te pierdas el cómo y el porqué!

En comunicación, ¿la mujer tiene más ventaja que el hombre? La ciencia responde

Se ha investigado mucho sobre quién tiene más ventaja en la comunicación humana… ¿Será el hombre o la mujer? Aunque lo cierto es que Darwin ya nos dio la respuesta hace más de 150 años…

Fotografia CCO

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En la sociedad existen muchos estereotipos al respecto, tales como que las mujeres tenemos más sensibilidad, que los hombres son más racionales, que las mujeres somos enrevesadas, los hombres más sencillos, o que las mujeres mentimos más que los hombres (ya refutamos este mito).

La realidad es que la comunicación y la conducta humana es el resultado de la suma de factores culturales y sociales, pero también biológicos, y hay diferencias de género según los estudios.

Existen ciertas evidencias que demuestran que mientras ellos son más eficientes en tareas relacionadas con la resolución de problemas visoespaciales y de razonamiento numérico, ellas son mejores en pruebas de velocidad perceptiva y fluidez verbal, lo que supone cierta ventaja en lo que a habilidades comunicativas se refiere.

La resonancia magnética ha evidenciado que cuando la mujer se comunica cara a cara, se activan entre catorce y dieciséis zonas clave en ambos hemisferios cerebrales, que se usan para decodificar palabrascambios en el tono de voz y señales del lenguaje corporal. En cambio, el hombre presenta activación entre cuatro y siete de estas zonas.

Tal y como apuntan algunos estudios, las mujeres tienen un 11% más de neuronas que los hombres en los centros especializados en el lenguaje y la escucha.

«El principal centro de la formación de emociones y recuerdos, el hipocampo, es también más grande en ellas, del mismo modo que los circuitos para el lenguaje y para percibir emociones».

Pero como decíamos al principio de este post, Charles Darwin en 1871 fue el primer autor que puso de manifiesto diferencias ventajosas de la mujer sobre el hombre. Según sus estudios, las hembras de todas las especies observadas (inclusive la nuestra) tienen capacidades cognitivas superiores a la de los machos y una autonomía asombrosa en la elección de sus parejas para el apareamiento.

Por supuesto, las conclusiones de Darwin no fueron bien recibidas en la época y recibió un sinfín de críticas por describir ciertas habilidades femeninas superiores.

Hoy día encontramos muchos datos que apoyan aquellas controvertidas teorías de Darwin, por ejemplo que las mujeres se comunican mejor que los hombres y, de hecho, hablan menos, según un estudio de la Universidad de Manchester realizado en el año 2010.

«Los hombres articulan más palabras que las mujeres en un día, pero tienen un dominio más débil de la lengua en situaciones sociales, lo que les hace utilizar las mismas palabras varias veces y parecer poco convincentes», explicaron los investigadores británicos.

Según destaca Lescano, las sucesivas investigaciones permiten explicar al menos dos “ventajas” en comunicación de la mujer sobre el hombre: su capacidad discursiva argumental y su habilidad semiótica.

«En una discusión, las mujeres generalmente suelen focalizarse en aspectos argumentales que no son los centrales del tema en cuestión. La estructura discursiva se desplaza hacia temas tangenciales y hasta inconexos con el tema central, pero con una coherencia irrefutable. Esto sucede sutilmente y es complicado regresar al punto inicial».

La habilidad semiótica (manejo de signos y símbolos) se refiere a la capacidad de comprender las “señales” del entorno sin necesidad de explicaciones verbales. Un cajón a medio cerrar, un ticket de una compra olvidado o un dato cualquiera registrado en un papel, será suficiente para hilvanar hechos y sacar conclusiones con un margen de error reducido.

¿Mentirse a uno mismo? Sí, pero poco

Nos resulta imposible no mentir. Todos lo hacemos, con mejor o peor intención. Una investigación de la Universidad de Massachusetts, con estudiantes universitarios, encontró que el 60% mintió al menos una vez durante una conversación cotidiana de 10 minutos; muchos mintieron varias veces, pero normalmente la motivación para hacerlo no era del todo maligna:

Con los desconocidos, intentaban parecer más agradables y competentes de lo que eran, se vendían mejor… ¿Realmente esto también sería una forma de autoengaño, verdad? Para reforzar nuestra dignidad y amor propio, queremos parecer mejores de lo que sabemos que somos.

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El autoengaño, o el arte de mentirse a uno mismo, es una estrategia que utiliza nuestro cerebro de manera inconsciente, según los estudios, también todos lo hacemos en algún momento y normalmente es un mecanismo de defensa inofensivo, pero a veces puede causar serios problemas.

El autoengaño adaptativo (no perjudicial) se manifiesta por ejemplo cuando no conseguimos una meta importante para nosotros e intentamos minimizar el asunto para sobrellevarlo mejor.

En pequeñas dosis y con baja frecuencia este pensamiento es beneficioso, pero si se repite puede mantenernos en una zona de confort infinita y evitar que arriesguemos, que cambiemos, que tomemos decisiones importantes, que evolucionemos o que asumamos nuevos retos. Nos inmoviliza y esto es limitante y peligroso.

En otras ocasiones, mentirnos a nosotros mismos nos sirve para proteger nuestro ego y autoestima, pero esto tampoco es saludable porque nos aleja de pulir aquellos defectos o comportamientos que realizamos de manera poco adecuada.

Por ejemplo, justificamos que somos muy celosos solo porque nuestra pareja nos da motivos. Esta falta de autocrítica y autoconocimiento nos evita crecer y superar ciertos rasgos desadaptativos.

El psicólogo Arthur C. Brooks afirma que: «La verdadera felicidad comienza cuando te dices la verdad, incluso cuando duele. Engañarse a sí mismo no debería tener sentido lógico».

Y es cierto que todo el mundo se autoengaña en algún grado, pero no por ello es un hecho inofensivo. En niveles altos, se asocia con mala salud mental. En niveles moderados, puede protegernos temporalmente de los sentimientos negativos, pero aún existe una barrera para el profundo bienestar: el que proviene de vivir con integridad.

Fingir para conseguir un objetivo es positivo, fingir para siempre, ya es otra cosa. Es decir, si hablar en público no es tu fuerte, puedes tratar de aumentar tu coraje antes de una presentación diciéndote a ti mismo: «¡Vamos, yo puedo, soy un gran orador!». Te ayuda, te potencia, te da energía.

Pero el autoengaño se vuelve francamente peligroso cuando se bloquean verdades que son dolorosas pero importantes de enfrentar, como una relación abusiva o una adicción, manteniendo la dependencia y negando la necesidad de tratamiento.

En el año 2016, descubrieron que los adictos al alcohol y las drogas mostraban puntuaciones elevadas de autoengaño, incluida la negación activa («Puedo dejarlo cuando quiera») y amnesia selectiva («No estaba borracho anoche»).

Parece que en la receta de la felicidad, debemos añadir solo una pizca del ingrediente del autoengaño para proteger nuestros sentimientos y hacernos la vida algo más fácil. El autoconocimiento y el análisis de la realidad es fundamental para nuestra salud y para evitar situaciones peligrosas para nosotros y los demás.

 

*Fuentes:

Autoengaño: una introducción

Quit Lying to Yourself

 

«No se van por el dinero»: el motivo por el que se abandona una empresa

Que trabajamos por un salario digno es una realidad. Nos quejamos de lo poco que cobramos, negociamos, peleamos, exigimos un aumento, pero esto no es la causa más habitual a la hora de decidir dejar o cambiar de trabajo.

Fotografía de uso libre: Pixabay License

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Una publicación del MIT Sloan nos abre los ojos sobre lo que ya se denomina toda una revolución social: ‘The Great Resignation‘ (la gran renuncia). Y es que el año 2021 ha batido un récord histórico en cuanto al éxodo masivo en el entorno laboral estadounidense.

Más de 24 millones de empleados tomaron la decisión de dimitir en su trabajo, un número sin precedentes que ha llamado la atención de analistas y sociólogos. No todos los sectores se han visto dañados por igual, los más afectados fueron el retail (minoristas textiles), consultoría e internet, los menos tocados son el sector de las aerolíneas y las aseguradoras de salud.

Pues bien, después de todo el minucioso análisis (que animo a leer), por tipos de empleado, empresas, tecnología, salarios, cargos y otras tantas variables, el resultado es bien interesante y sorprendente:

El factor más significativamente relevante en la tasa de abandono fue el de ‘una cultura corporativa tóxica’.

Esta causa resultó 10 veces más importante que la retribución económica para predecir el índice de rotación.

Por cultura tóxica entendemos a aquellas compañías con falta de ética profesional, que no fomentan la promoción interna, que no promueven la diversidad, la equidad y la inclusión, en definitiva, los trabajadores se sienten poco valorados y respetados.

Comprobamos que la gestión emocional en el trabajo es clave para general sentimientos de pertenencia, seguridad y estabilidad.

Una asertiva y continua comunicación con los empleados, la movilidad lateral (no todos siempre quieren ascender, pero sí asumir nuevos retos o dinamizar sus tareas diarias), promover eventos sociales que unan a trabajadores de diferentes rangos en ambientes distendidos y fuera de la rutina y del estrés habitual, el teletrabajo o la flexibilidad horaria, pueden contribuir a revertir la ‘cultura tóxica’ de una empresa.

«No todo son emociones básicas»: mensaje importante para los seguidores de la comunicación no verbal

¿Te suenan las emociones básicas?, ¿Paul Ekman?, ¿la serie de Lie to me (Miénteme)? Seguro que sí, y eso está genial… Pero quizás te estés perdiendo los revolucionarios trabajos y teorías de Rusell o Fridlund por ser más desconocidos pero no por ello menos interesantes…

Hoy contamos con una firma invitada excepcional, Alan Crawley, psicólogo, gran investigador y divulgador de la comunicación no verbal científica, nos envía un mensaje para la reflexión sobre el estudio y la práctica de este apasionante mundo:

Alan Crawley (fotografía cedida por el autor para este medio).

Darwin no se lo imaginó. Por allá en 1872 cuando publicó su libro: “La Expresión de las Emociones en los Hombres y los Animales”, jamás se le ocurrió que a día de hoy sus ideas serían defendidas a capa y espada.

En la actualidad, afirmar que algo fue dicho por “Darwin” o “Ekman” parece garantía de validez científica; pero no, no lo es.

Nuestros tiempos son extraños. Cada vez contamos con más información, pero parece que no necesariamente sabemos más (Tetlock & Gardner, 2016).

Todo lo contario, en ocasiones, la avalancha de estudios científicos publicados de una semana a otra parece bloquear el camino. Y no hay teoría que logre allanar ese camino. Estamos atrapados bajo la nieve de publicaciones y nadie ve la salida.

El terreno de las expresiones faciales es el mejor ejemplo. Es el tema más estudiado de esta disciplina. De los 1000 papers más citados, más de 400 tienen el término “expresión facial” en el título (Plusquellec & Denault, 2018). Pero, cuidado.

Existen por lo menos cuatro teorías diferentes, con más o menos evidencia científica, cada una es válida en algunos aspectos (BET, BECV, Visión Dimensional, y ‘Appraisal’ theory). Ninguna lo explica todo, ninguna está completamente errada.

Sin embargo, solo una se repite a viva voz en libros, cursos y redes sociales: la teoría de las emociones básicas de Ekman (BET). ¿Y toda la evidencia en su contra?, ¿y las teorías alternativas? No se puede seguir barriendo toda la controversia bajo la alfombra.

Lamentablemente, no hay un consenso académico que logre acallar la cacofonía de voces que una y otra vez vociferan: “El rostro expresa las 6 emociones básicas”.

La cara comunica mucho más que emociones.

Una expresión facial puede transmitir también intenciones, cogniciones, juicios de valor, rasgos de la personalidad, mensajes sociales, actitudes, esfuerzo físico, ilustrar las palabras, y mucho más.

Es un craso error creer que mayoritariamente los movimientos de la cara se asocian directamente a emociones, y peor aún, ignorar todos los otros tipos mensajes o confundirlos con “emociones”.

Ha llegado la hora de que científicos y practicantes dejen sus diferencias de lado. En realidad, no es que este sea el momento, sino que llevamos años sin lograrlo y cada vez se vuelve más imperativo.

En ocasiones, ni siquiera los científicos pueden sentarse en una mesa a debatir las ideas que hoy se imparten en posgrados, se aplican en situaciones policiales o moldean los algoritmos de softwares de ‘reconocimiento’ de emociones.

Así, será difícil resolver el enigma de lo que el rostro comunica. En las grandes palabras de Caroline Keating (2016): «La expresión [facial] está tratando de decirnos algo sobre la naturaleza de la emoción que aún no entendemos«.

La Comunicación No Verbal necesita un nuevo rumbo, liderado por quienes con responsabilidad difunden los conocimientos con fundamentos científicos y de practicantes comprometidos con compartir su conocimiento y formular ideas en conjunto con los investigadores.

No se trata de tener razón, se trata de mejorar el conocimiento que tenemos. Se trata de difundir el conocimiento verdadero. Se trata de trabajo en grupo.

Los divulgadores debemos proponer alternativas productivas y realistas para sofocar el terrible incendio de las promesas falsas de los discursos pseudocientíficos. Y debemos estar abiertos al diálogo con disidencias.

De este modo, podremos ofrecerle al público la información más idónea. No basta con lo que estamos haciendo. Lo siento, no lo creo. Podemos hacer más.

Hoy sabemos sobre las expresiones faciales mucho más que hace 60 años, pero parece que a medida que aumentan las respuestas, también lo hacen la cantidad de preguntas sin contestar. Puede que el mayor aprendizaje sea que todavía no las entendemos.

¿Esto qué significaría para los investigadores o practicantes?

Lo anticipó mi estimado Paul Bouissac hace veinte años, semiótico internacional de lo más respetado: “El principal desafío para la semiótica de los gestos será poder cuestionar sus modelos y teorías implícitas”.

¿Comenzamos?

Además de a Ekman, podemos leer las investigaciones de Alan J. Fridlund, Carlos Crivelli, José Miguel Fernández-Dols, Lisa Feldman Barret, James Russell, Hillel Aviezer, Dacher Keltner, entre otros tantos más…

Y, por supuesto, yo añado seguir a Alan Crawley porque realmente es la persona con la que he ido actualizando mis conocimientos y ofrece una perspectiva diferente y muy rigurosa de la comunicación no verbal. Gracias Alan.

 

*Referencias:

Bouissac, P. (2002). Descrevendo gestos: limites, escalas e perspectivas. DeSignis, (3), 0021-36.

Darwin, C. (1872). The expression of the emotions in man and animals. New York: Philosophical Library.

Keating, C. F. (2016). The life and times of nonverbal communication theory and research: Past, present, future. In APA handbook of nonverbal communication. (pp. 17-42). American Psychological Association.

Plusquellec, P., & Denault, V. (2018). The 1000 most cited papers on visible nonverbal behavior: A bibliometric analysis. Journal of Nonverbal Behavior42(3), 347-377.

Tetlock, P. E., & Gardner, D. (2016). Superforecasting: The art and science of prediction. Random House.

 

Lenguaje no verbal de Putin: su cuerpo muestra la conducta de ataque de la forma más primitiva

La comunicación no verbal se explica de forma biológica y de forma cultural. Ambas variables influyen y son importantes a la hora de realizar cualquier análisis de comportamiento.

Vladimir Putin siempre ha destacado por su mueca impasible, por lo parco en gestos con manos y brazos, por ser tacaño en sonrisas y por su mirada firme y sostenida.

Pero esta descripción corresponde realmente con la sociedad rusa, una cultura de baja expresividad corporal de cara al exterior, por supuesto que sienten como todos, pero contienen más sus emociones a los demás.

Por ejemplo, solo ríen cuando realmente están felices, la sonrisa para ellos no es un indicador social de afabilidad, educación o aprobación.

Para la cultura rusa, sonreír sin razón a extraños en público, a menudo se juzga como un signo de enfermedad mental o inteligencia inferior.

Entonces, ¿Putin es una persona carente de emociones? ¿No sonríe? Sí que lo hace, pero cuando está cómodo de verdad, de hecho, lo vimos hace poco días en su encuentro con el Presidente de Argentina.

Evidentemente, en su declaración de guerra no esperaremos que muestre emociones positivas. Pero emociones aparecen y no tanto como una ‘filtración emocional’ sino como toda una declaración de intenciones.

¿Qué nos encontramos? Decenas de microexpresiones de asco, desprecio e ira. Las emociones compatibles y esperadas al hablar de guerra, las sensaciones que mueve el odio, el rencor, el poder ambicioso…

Porque aquí entra en juego la biología, además del desarrollo cultural, todos somos animales, mamíferos, simios, que se culturizaron y desarrollaron un lenguaje, pero con bastante posterioridad a la comunicación no verbal que nos conectaba con el medio y con la manada.

Tal y como apunta acertadamente mi admirado compañero Mario Russo: «Putin es todo un simio agresivo«. Su cuerpo no hace más que mostrarse continuamente en disposición a la conducta de ataque de la forma más primitiva.

Abre los brazos para ocupar más espacio, para parecer más grande, fuerte e imponente, baja la cabeza pero manteniendo la mirada directa, desafiante, abre sus fosas nasales, se inclina hacia adelante.

Los pocos gestos que realiza son autoritarios e inquisitivos, por ejemplo cuando dice: «Quien quiera detenernos…», aquí utiliza el dedo acusador, amenaza y amedrenta no verbalmente, dándole potencia a su advertencia verbal.

Algo que también maneja y realza en su oratoria a través de los silencios, que no pausas, ejecuta largos silencios tras las frases que para él son importantes y contienen un significado de alto impacto.

Hasta el psicópata más puro es capaz de sentir emociones y hasta de experimentar empatía, aunque las gestiona y expresa de forma diferente al resto.