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Hipótesis sobre el Partido X

El Partido X es infantil. El Partido X es naïf. El Partido X es la Patrulla X. El Partido X es el demonio antidemocrático. La irrupción en el panorama político del Partido X, el #partidodelfuturo, ha estado marcada por la polémica. Y por muchas críticas. Incluso del fuego amigo. Algunas voces que yo respeto muchísimo, como Ignacio Escolar, Iñigo Sáenz de Ugarte, Merche Negro o Amalio Rey han criticado al Partido X. En este post, Amalio Rey señala críticas muy concretas (vale la pena leerlo). La principal crítica lanzada contra este partido ecléctico, fresco y enigmático que nació el pasado 8 de enero con una rueda de prensa virtual y descentralizada es una: el anonimato de sus miembros.

La crítica es buena. Necesaria. Puede ayudar mucho al Partido X (y a cualquiera). Sin embargo, considero que se está intentando explicar la existencia del Partido X desde lógicas del pasado. Desde la lógica del sistema de partidos. Desde la lógica del personalismo. Desde la lógica del liderato. Desde la lógica del mundo analógico. O desde las lógicas del viejo marketing digital. El Partido X, sospecho, es otra cosa. No podemos exigirle lo mismo que a los partidos que han transformado la democracia española (y por extensión, mundial) en una cleptocracia monogámica, en un monólogo vertical al servicio del capital financiero. Mejor pensar que el Partido X es otra cosa. El mismísimo Manuel Castells, en su brillante texto El partido del futuro, hace una excelente e intuitiva radiografía del mismo. Como creo que tengo bastante claro lo que el Partido X no es, me limitaré a escribir un conjunto de hipótesis sobre el #PartidodelFuturo de la forma más simple posible. Confundo realidad con deseo, lo sé. Pero creo que es parte del juego. Tal vez algunos, tras estas líneas, reparen que las imperfecciones y supuestos errores del Partido X son parte de la estrategia.

El Partido X es una campaña de denuncia. Todos los pasos dados por el Partido X forman parte de una estrategia de denuncia de la actual democracia. Si alguien critica que su logo es cutre, reconoce de alguna manera que el ‘marketing’ e imagen son fundamentales en la política, que los partidos, de alguna forma son marcas/construcciones de mercado. Que en el primer vídeo del Partido X aparezcan actores presentando el mismo, es una ácida denuncia. Un buen actor, entendí tras ver el vídeo, puede ser un buen político. Un buen político puede ser un buen actor: sabe interpretar, mentir, actuar. O sea: la actual política es un teatro.

El Partido X es una estrategia de marketing. Crear misterio es una de las principales estrategias de las agencias de maketing. Tom Himpe, en su libro, La publicidad de vanguardia, afirma que el ‘Sé intrigante’ es uno de los ejes a seguir en la nueva era de la publicidad. Cita, entre otros, la exitosa campaña de Google Glat (Google Labs Aptitude) o Yayasan Rebana Indonesia (desarrollada por JWT). El Partido X, no revelando su identidad, creando un enigma, están usando una estrategia del marketing de nuestros días. Si los partidos políticos utilizan las estrategias de marketing de, por ejemplo, las marcas de perfumes, ¿por qué el Partido X no puede hacer lo mismo? De hecho, el Partido X está usando habilidosamente todas las estrategias que recomienda el gurú Tom Himpe. El vídeo de El Hundimiento de Hitler subtitulado que abre este post encaja con el ‘Sé lúdico’ y ‘Sé contagioso’ del libro. La estrategia del Partido X también usa las técnicas del ‘Sé espectacular’, ‘Sé experimental’, ‘Sé sociable’, ‘Sé poseíble’ (la X eres tú, somos todos), por ejemplo.El Partido X está usando bien las técnicas de construcción de virales y memes en la red. Sacarían mejor nota en un curso de Master of Business Administration de Harvard, por ejemplo, que la mayoría de partidos existentes. Su estrategia viral en redes está funcionando. 200.00 personas vieron su primer vídeo. Su número de seguidores en Twitter, en apenas unos días, ya alcanza 17.810.

El Partido X es un consenso de mínimos. El Partido X asegura que apenas tiene un punto en su programa: Democracia y punto. En realidad, se puede desglosar en cuatro propuestas: Referéndum obligatorio y vinculante, Wikigobierno, Derecho a voto real y permanente y transparencia en la gestión pública. La estrategia podría calificarse como un ‘consenso de mínimos’ para reiniciar la democracia. Un consenso de mínimos que el que el movimiento 15M buscó en sus inicios, cuando las plazas de España estaban todavía llenas de indignados. El Partido X es un consenso de mínimos como el ‘plan de rescate ciudadano’ de Democracia Real, que apenas tiene cinco puntos para rescatar personas y no bancos. En la era red, como explica Marga Padilla en su reciente El kit de la lucha en Internet, los consensos de mínimos son una nueva columna vertebral agregadora. Anonymous decidió apoyar a Wikileaks, a pesar de sus diferencias, porque la libertad de la red les unió. Tenemos más cosas que nos unen que las que nos separan (uno de los lemas de los nuevos movimientos sociales). Por eso, tener apenas cuatro puntos para reiniciar la maltrecha democracia española puede ser más efectivo que tener cien. El partido Equo, en las pasadas elecciones, cometió un error: intentar tener una respuesta para cada pregunta/problema. A pesar de su elogiable actitud abierta – las propuestas se redactaron una wiki abierta -, se equivocaron de estrategia. Se perdieron en un farragoso proceso de metadebate.

El Partido X es una identidad colectiva. El anonimato de los miembros del Partido X – no comunican quiénes son, qué candidatos tienen – ha sido criticado duramente durante. El anonimato, como afirma el prestigioso sociólogo Marc Augé, es una de las principales características de lo que el llama sobremodernidad. El anonimato, en la era digital, da pie a una nueva conciencia colectiva más flexible que la individual, más ágil que la masa, más imprevisible que el grupo. Vivimos en la era de los enjambres (el concepto fue desarrollado por Kevin Kelly) no jerárquicos y de los fenómenos emergentes (muy trabajados por Steven Johnson) en el que el todo es algo más que la suma de sus partes. Por eso, el anonimato del Partido X es más que una estrategia de marketing. Jugar con el anonimato es un movimiento del Partido X que coquetea con el concepto de inteligencia colectiva y con la horizontalidad sin líderes que defiende el 15M. «Si no hay rostros, lo que queda son ideas, son prácticas, son iniciativas», como afirma Manuel Castells. Veremos si la estrategia funciona. Y qué pasa si el Partido X llega a presentarse a las elecciones. Intuyo, que si lo hace, lo hará con listas abiertas.

El Partido X es un virus troyano. El Partido X, viendo que el poder enquistado en su búnker de la (cutre) Transición no escucha las demandas de sus ciudadanos, ha decidido intentar cambiar el sistema desde dentro. Una crítica repetida hasta la saciedad contra el 15M es que intenta cambiar el sistema desde fuera. Ahora que nace un partido para cambiarlo desde dentro, tampoco vale. ¿En qué quedamos? El Partido X, pues, podría ser un virus troyano, una estrategia de infección. Quiere saltar los muros de la corrupta Troya para diseminar un consenso de mínimos que dé paso a una nueva democracia en red. De nuevo, Manuel Castells nos regala vislumbres del asalto troyano: «Tal vez llegue un momento en que las listas electorales requieran nombres, pero incluso entonces no necesariamente serían líderes, porque se pueden sortear los nombres entre miles de personas que estén de acuerdo con una plataforma de ideas».

El Partido X es un dispositivo inacabado. El Partido X es un dispositivo inacabado. Los dispositivos inacabados forman parte del ADN de la era red. Un dispositivo inacabado tiene el código abierto. Su código, proceso, contenido y herramientas están a disposición de todos. Cualquier persona puede mejorarlos, utilizarlos. El Partido X pretende construir un dispositivo a disposición de todos. Son los otros los que tienen que acabar/completar el dispositivo. El Partido X renunciará al control del dispositivo. El control, al contrario que en el resto de partidos, no es lo más importante. Otro detalle importante: el Partido X es un dispositivo inacabado que pretende generar recursividad. El biólogo chileno Humberto Maturana usa una bella metáfora para explicar la recursividad. Si las ruedas de un carro giran sobre el barro, el carro no se mueve y el observador ve una repetición. Si las ruedas giran y producen movimiento, el movimiento es recursivo. El Partido X pretende que su dispositivo sea usado por otros y provoque un movimiento político-social en nuestra democracia. Su primer jaque (aquí detalles) va en esa dirección: pretende que sus propuestas se debatan en el Consejo de Ministros de abril. Si otro partido (hola IU, hola EQUO-Compromís) decide propiciar el debate y apropiarse del dispositivo-propuestas, el Partido X habrá conseguido activar la recursividad.

El Partido X es un truco. Quizá la hipótesis más importante. El Partido X no deja de ser un truco construído por hacktivistas, diseñadores, programadores, activistas, creativos, abogados y variopintos ciudadanos. El Partido X no se presentará nunca a las elecciones. Se limitará a denunciar, a criticar, a co-crear, a co-construir, a agitar un debate necesario. El Partido X, creando un dispositivo recursivo, está construyendo un proceso.Un proceso colectivo, distribuido, incontrolable. Sueña con corroer los cimientos de una democracia estancada, imperfecta y blindada ante la ciudadanía. Las imperfecciones y errores que le achacan al Partido X (ese truco redondo) pueden ser sus principales armas.