De la nueva sociedad 3.0 organizada horizontalmente en red que ha enterrado la edad contemporánea. ¡Bienvenidos a la edad digital!

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La era de los procesos

Imagen: Open Source Way bajo licencia CC.

Alguien debería remezclar aquella frase de John Lennon (¿o era de Eric Clapton?): “La vida es aquello que pasa mientras haces otra cosa”. Puede ser un remix simple, mero maquillaje: la vida es eso que te pasa mientras no logras un objetivo. O mejor: la vida es aquello que te pasa mientras deambulas por un proceso imprevisible. Hagamos una prueba. Mira a la pantalla de tu ordenador. Entiéndela como algo más que un conjunto de plasma y aluminio. Piénsala, por ejemplo, como una suma de borradores, prototipos no usados, distribución, conversaciones, estudios de mercado, reuniones, recomendaciones, mejoras y futuros reciclajes.

Demos un paso más. Marchando una frase lapidaria: los objetos no existen. No te esfuerces en intentarlo: los contornos de las cosas se diluyen. Los objetos son algo más. Una experiencia colectiva en un espacio atemporal y distribuido, por ejemplo. Y solo existen gracias a un proceso compartido.

Ahora, algunos argumentos. En el año 2006, el reverenciado Tim O’ Reilly, dejó claro que la era del 1.0 se caracterizó por los “productos”. La era del 2.0 que inauguraba en aquel texto megacitado estuvo protagonizada por los servicios. Algo de cajón, vaya: no entiendas un site como un producto sino como un servicio web. Y en esta incipiente mutación de Internet 3.0 –esa mezcla de web semántica, territorio interactivo y geolocalización– aterrizamos de lleno en la era de los procesos.

No te esfuerces: nunca llegarás a la versión alfa, definitiva, de nada. El mundo está mejor en beta: en constante prueba, investigación y proceso. Para quien siga pensando que su ordenador es apenas un pedazo de aluminio, aquí van seis argumentos (en beta) sobre la era de los procesos.

1. La informática es un proceso. Desde que Richard Stallman saliese del prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT) por la rigidez de sus patentes, el mundo de la informática ha dado un giro radical. Stallman, hackeando los principios del copyright, creó la licencia copyleft. Y con ello brindó a programadores y usuarios de todo el mundo la libertad de copiar, distribuir, estudiar, modificar y mejorar el software.

¿Existe mejor ejemplo de proceso que un programa de software libre en constante cambio, mejora y remezcla? El código fuente de un programa es apenas una primera línea de un proceso imprevisible. El éxito del sistema operativo Linux, en constante mejora gracias a una comunidad distribuida de programadores, ha puesto en jaque los productos cerrados de Microsoft. Y el movimiento open source, que libera el código de programación aunque no compartan todos los principios éticos del movimiento del software libre, está poniendo patas arriba el mundo tecnológico.

Abre tu código. Colabora en el proceso. Lo que Stallman no sospechaba es que su ética informática, su copyleft, contaminarían a otros ámbitos como la cultura.

2. La arquitectura es un proceso. Si eres concejal de urbanismo, olvídate de inaugurar plazas con fuentes llenas de patos de mármol falso. Si eres un ciudadano, concéntrate en esta frase: no necesitamos la arquitectura, tenemos Facebook.

Es el título de un polémico artículo del arquitecto holandés Edwin Gardner. En realidad, en boca del propio autor, la frase era una provocación para destacar que “una de las funciones de la arquitectura urbana es crear espacios para el discurso social y muchos discursos sociales han sido habilitados por internet y por las redes sociales”.

El espacio virtual convive con el espacio material. Y el proceso urbanísitico bottom up –de abajo arriba– se ha convertido en el epicentro del nuevo urbanismo. El Campo de Cebada en Madrid, un solar colectivo en Getxo, el proyecto Dreaming Hammar de Noruega (cocinado colaborativamente por Ecosistema Urbano) o una plaza de gestión comunal en Errentería son pruebas líquidas (no cuadra decir sólidas, perdón) de la pujante arquitectura-proceso. El hecho de que algunos arquitectos estén subiendo sus planos a la web con licencia abierta Creative Commons también refuerza el proceso-remix frente a la obra física.

3.La cultura es un proceso. Intenta olvidar la cultura estática y el público pasivo. La cultura como sinónimo de productos físicos (papel, plástico) fue apenas una pesadilla del pasado, vaya. La nueva gestión horizontal de la cultura dinamita todo. Un evento –digamos un concierto o un recital poético– deja de ser algo exclusivamente presencial. Se multiplica gracias a herramientas de streaming y a la vida paralela en redes sociales.

Lo presencial tiene un constante feedback desde diferentes esferas. Y la retransmisión en diferido perpetúa el evento o creación. Aunque quizá sea el cine el ámbito que mejor resuma el paradigma de la cultura como un proceso.

La película española El cosmonauta, que lleva años en un proceso de cofinanciación y cocreación, es cine-proceso en estado puro. Durante tres años han contado con la ayuda de 3.757 productores y 502 inversores (microfinanciadores). Han recaudado casi 500.000 euros colectivamente. Y han incentivado un intenso debate en red durante el rodaje.

El documental de Stéphane Grueso 15M.cc, sobre el movimiento 15M, confirma la senda procesual de la cultura. El cineasta cuelga en un blog, además de en YouTube, las entrevistas íntegras que realiza. Es posible que algunas de las personas que van acompañando el proceso de las entrevistas nunca asistan al producto final. El documental-producto no es tan importante. El proceso compartido sí lo es. Por si fuera poco, las imágenes en bruto estarán disponibles online. Cualquier persona podrá editar su propio documental. Y el proceso tiende a infinito.

4.Los objetos son procesos. No te empeñes: tu pantalla es mucho más que un objeto. Los edificios, como decíamos, no son exclusivamente algo físico. Y tu coche podríamos dejar de considerarlo como un conjunto de piezas y diseño. El caso del Fiar Mio, el modelo que la multinacional italiana codiseñó con los usuarios, confirma la supremacía del proceso sobre el objeto. Y el proyecto Local Motors, en el que se diseñan coches con un crowdsourcing distribuido y abierto, riza el rizo del coche work in progress.

5.El marketing es un proceso. Ya no existen marcas, apenas plataformas sociales. Ya no funciona la publicidad disruptiva (yo te vendo la moto, tú asistes en tu sofá). Ya no sirve hablar de uno mismo en un anuncio cerrado. Si tu estrategia para vender consiste en contratar a un famoso para que, por ejemplo, como chocolate en un anuncio, tal vez deberías pensar en cambiar de profesión.

Si abusas del storytelling (un cineasta conocido hace un clip comercial), tu marca puede estar en peligro. Si has conseguido que la comunidad de consumidores hable de tu marca y cuente historias alrededor de ella, sobrevivirás. Y seguramente te guste la definición (en beta) de commons marketing de Olmo Gálvez: “una estrategia de marketing distribuida en la que las personas, grupos e instituciones conectadas por una idea, la transforman, la distribuyen y la hacen propia en red, partiendo de un ADN previamente generado, en beneficio de la sociedad en general”.

Y seguro que te encanta la campaña ‘Name your plane’ de cocreación que Boeing lanzó para cocinar su modelo Dreamliner. Bienvenidos al avión-proceso: medio millón de personas de 166 países contando historias alrededor de su fabricación.

6. La democracia es un proceso. La democracia 1.0 consistía en un objeto: un parlamento físico ocupado por personas fijas que se regía por normas casi inalterables. La democracia objeto, estática durante cuatro años (o más, dependiendo del país), rompe el verticalismo en un día de participación (elecciones). Pero el código fuente es propietario: nadie lo puede modificar.

La democracia 2.0 es un servicio de un grupo de profesionales o de un país a un conjunto de ciudadanos. Está basada en el diálogo y en la participación. Las consultas son constantes. Hum. Cierto: la democracia, con excasísimas excepciones, sigue siendo un objeto 1.0. Un objeto monolítico, vertical, de contornos fijos y software propietario. Sin embargo, ciertos mecanismos de innovación social puestos en marcha por el movimiento 15M o por Occupy Wall Street, adelantan una democracia 3.0 en red, distribuida y en real time. Durante la explosión del 15M se destacó hasta la saciedad la importancia del proceso, de la convivencia, de buscar soluciones colectivamente en las diferentes asambleas.

Algunos prototipos de participación política como el Twittómetro (que permitía votar vía Twitter las decisiones de la asamblea de la Puerta del Sol) o el proyecto Demo 4.0(que permitiría la votación ciudadana de cada ley a costa de restar sillas de diputados) iluminan el futuro cercano de la democracia-proceso. La deliberación, la cocreación de soluciones, el outsourcing legislativo, acabarán cogiendo el testigo de la democracia objeto. El proceso ya ha comenzado.

Este texto fue publicado en el número de verano de la revista Yorokobu.

Adhócratas al poder

 

Este texto mío aparece en el número de junio de la revista Yorokobu. Las ilustraciones son de Velckro (muy recomendable sus trabajos).

Cory Doctorow, un aclamado escritor de ciencia ficción y activista digital, imaginó un mundo sin burócratas en su primera novela, Tocando Fondo: en el reino mágico, en 2003. En el futuro utópico del libro, los fans gobiernan Disney World y la reputación social es la divisa más valiosa. El mayor interés de los políticos es desarrollar proyectos participativos de cultura popular. Los burócratas, simple y llanamente, no existen. El mundo, gobernando por un equipo flexible, rotativo y multidisciplinar, se aleja de los pasados distópicos y de las democracias imperfectas del siglo XX. Doctorow bautizó su sistema ideal de gobierno como adhocracia.

En realidad, Cory Doctorow no estaba inventando nada. El concepto de adhocracia fue creado en 1964 por los pensadores Warren G. Bennis y Philip E. Slater para intentar describir un nuevo modelo de organización flexible, intuitiva e innovadora. Incluso ya había existido durante la Segunda Guerra Mundial un prototipo de organización del futuro concepto de adhocracia: los equipos ad hoc (aquí y ahora) que los ejércitos montaban y disolvían después de terminar una misión específica y transitoria. Pero fue durante el poshippismo de los años setenta cuando el concepto de adhocracia maduró gracias a pensadores como Henry Mintzberg o Alvin Toffler. Ambos desconfiaban del mundo vertical. De las soluciones cuadradas. De los expertos endogámicos. Del farragoso aparato de las organizaciones grandes. De los gobiernos. De las burocracias. Y por eso se esforzaron en crear un imaginario de adhocracia, un cuerpo teórico de organización flexible, multidisciplinar y dinámica.

El futuro imaginado por Cory Doctorow ya ha llegado. Es presente. La crisis económica mundial y la popularización de internet están dinamitando un modelo enroscado en los viejos paradigmas. Estamos aterrizando de lleno en la era de las organizaciones de poder (cracia) ad hoc (aquí y ahora). Organizaciones post it. Grupos pop up de acción. Organizaciones netamente adhocráticas. Pero con un matiz de inteligencia colectiva, colaboración, crowd sourcing  y descentralización no previstas por los teóricos setenteros.

Ejemplos no faltan. Una legión de traductores generan subtítulos de series, películas y documentales con total eficiencia. Cualquier foro ciudadano –forocoches.com,burbuja.info…– sustituye al más selecto de los clubs de expertos. El proyecto de carriles bici de una ciudad lo diseñan colaborativamente sus ciudadanos (como el caso de Madrid y MediaLab Prado). La educación se abre en proyectos transversales, como Edumeet o el Open Source Creation, que Edgar Barroso sugiere desde la Universidad de Harvard. Las soluciones urbanísticas se cocinan en conjunto entre geeks, vecinos, urbanistas, diseñadores y/o artistas (como hace el aclamado estudio Ecosistema Urbano o el belga Lateral Thinking Factory).

Paradójicamente, España, el país del ‘vuelva usted mañana’, el país en el que los niños soñaban con ser funcionarios, es una potencia adhócrata. El ámbito del urbanismo es, quizá, el más evidente. En España surgieron prestigiosos colectivos multidisciplinares que trabajan siempre en equipo y que, incluso, se niegan a hablar a título individual, como ZuloarkPaisaje Transversal o Todo por la Praxis. Este enjambre de sociólogos, economistas, arquitectos, artistas, informáticos y adhócratas inclasificable sustituyó el grito del Do it Your Self (DIY) por el DIWO (Do it with others). La competición por la colaboración. Y la espiral parece no haber más que empezado.

En el País Vasco opera una de las empresas que mejor encarna los ideales difusos de la adhocracia: Conexiones improbables. Esta empresa bilbaína incorpora siempre a un artista en sus procesos de consultoría. Conexiones Improbables trabaja, en sus propias palabras, en “proyectos de investigación colaborativa y cocreación”. Vale la pena detenerse en su declaración de intenciones: “[Conexiones Improbables] se basa en los paradigmas de la innovación abierta y en los principios de la intersección entre ámbitos, disciplinas y personas diversas. Así, pone en relación artes, pensamiento, ciencia, empresa y gobernanza en la búsqueda de nuevas preguntas y respuestas”.

¿Qué conexión improbable necesita una organización para dejar de ser burocrática? ¿Encajan los nuevos modelos de organización surgidos en un mundo altamente digitalizado con las definiciones clásicas de adhocracia? ¿Qué organigrama tendría una adhocracia perfecta? Henry Jenkins, en su ya clásico libro Convergencia cultural (2006), calificaba la adhocracia de la siguiente manera: “Se caracteriza por la falta de jerarquía. Cada persona se enfrenta a un problema basado en sus propios conocimientos y habilidades, y el liderato cambia según va evolucionando el proyecto. Es una cultura que convierte el conocimiento en acción”. Lo estático, en palabras de Jenkins, pasa a ser una constante “tensión dinámica”.

¿Será que la adhocracia, en el nuevo milenio, no es exactamente una organización y sí una hoja de ruta? ¿Un estado de ánimo poroso que impregna todo? ¿Una nueva receta de conocimientos remezclados? ¿Un nuevo marco de convivencia de disciplinas? Marco Lampugnani, del estudio de arquitectura italiano Snarkive, describiendo su forma de trabajo en un proyecto de la localidad italiana de Aulleta, brinda algunas pistas: “Reconocemos la imposibilidad de tener proyectos complejos; abrazamos las competencias no ortodoxas y la participación de la sociedad mas allá de la simple comunicación”.

Los proyectos dejan de ser algo cerrado, definitivo, en alfa. Todo pasa a un eterno “estado en beta” (inestable, inacabado), como suele afirmar Ethel Baraona, fundadora del estudio DPR-Barcelona. Curiosamente, Ethel es una de las comisarias asociadas de la Istanbul Design Bienal, que se celebrará en octubre, y tiene como eje la adhocracia. “Bienvenidos a la era de la adhocracia –escribe el comisario Joseph Grima–. La adhocracia atraviesa las convenciones y dinamiza estructuras para capturar oportunidades, autoorganizaciones, y desarrolla inesperadas metodologías de producción”. La adhocracia, continúa Joseph, “habita lo horizontal, el reino rizomático de las redes en el que la innovación –inventiva, subversiva, antidogmática, espontánea– puede venir de cualquier lugar”.

La adhocracia, en el nuevo milenio, prima las conexiones por encima de los objetos, personas o productos. El vínculo, los hilos, es más importante que la existencia física de los elementos aislados. La adhocracia podría ser un remake de la teoría subatómica, que considera las partículas algo inestable, mero movimiento, apenas una probabilidades de ser. Nadie sabrá nunca dónde se encuentra una partícula subatómica: apenas tendrá una aproximada probabilidad de estar en alguna parte. Por eso, las partículas apenas pueden ser entendidas incorporadas en un sistema interconectado. La relación entre las partículas es la única razón de ser de un átomo (y de un equipo adhócrata).

El belga Michel Bauwens, máximo responsable de la Foundation for P2P Alternatives, suele afirmar que movimientos como Occupy Wall Street o el 15M son los prototipos de organizaciones del futuro, modelos de una adhocracia perfecta. Bauwens elogia con entusiasmo, por ejemplo, el Street Vendor Project que Occupy Wall Street puso en marcha en las calles de Nueva York. El movimiento resolvió un problema de una forma colectiva. Los restaurantes colindantes a Zuccotti Park se estaban arruinando porque el movimiento Occupy recibía muchas donaciones de comida. A través de un Wiki, Occupy resolvió el gasto de una parte de las donaciones en dichos establecimientos.

¿Ha cambiado mucho la definición de adhocracia desde aquella primera intuición de Bennis y Slater? ¿Será que la ciencia ficción de Cory Doctorow se ha quedado anticuada en apenas una década? La adhocracia en la era digital se disfraza de la inteligencia colectiva preconizada por Pierre Levy. Camina de la mano del espíritu colectivo de la Wikipedia. Coquetea con esa nueva ilustración abierta cocinada por amateurs de la que habla el sociólogo Antonio Lafuente. Se difumina en la sociedad P2P de intercambio y colaboración vislumbrados por Yochai Benckler. Y su definición-acción muta hacia nuevos territorios oblicuos en los que el paradigma del experto Peter Walsh se funde con la horizontalidad de las redes. El colectivo Paisaje Transversal, por ejemplo, relaciona la adhocracia con un sueño de “una plataforma abierta y transdisciplinar, es decir, una infraestructura que sirva para propulsar proyectos”.

Volvamos a un detalle del utópico mundo adhócrata de Cory Doctorow. Profundicemos en su divisa oficial, el whuffie: una moneda efímera, social y, prácticamente, intangible. El whuffie es algo así como la reputación social de cada persona. Algo parecido a la puntuación en sitios eBay (subastas) o del couch surfing (comunidades de viajeros).

Traduciendo: como si el karma de agregadores de noticias, como Menéame o Barrapunto, tuviesen un valor monetario. La reputación funciona como una divisa. El vínculo entre partículas genera reputación. Y la red conectada de la adhocracia, aparte de solucionar problemas colectivos, genera un sistema sostenible donde ya no hay lugar para la soledad subatómica de las partículas.

Mi web: bernardogutierrez.es Fundador de la red futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa

El manifiesto crowd

 

Hace unos años que aterrizamos en la era del crowd (multitud auto organizada). De las smart mobs (multitudes inteligentes) que intuyó Howard Reingold o el crowd sourcing preconizado en el libro-gurú Wikinomics estamos haciendo la transición hacia el crowdfunding (financiación), el crowdthinking (pensamiento colectivo), el crowdcuration (comisariados colectivos) o el crowdcreating (creación conjunta). Por ello, Juan Freire y Antoni Gutiérrez Rubí se han lanzado de lleno en el proyecto Manifiesto crowd, que pretende investigar sobre la inteligencia colectiva, la innovación abierta y la era de la multitud conectada.

Más que un libro, que será lanzado a finales de 2012 por Alienta Editorial, el Manifiesto Multitud es un proceso. La redacción del libro tendrá un «formato colaborativo y se forjará a lo largo de seis sesiones de trabajo en escuelas de negocios relevantes». Os dejo que un extracto del site del Manifiesto crowd y con un vídeo de Juan Freire, toda una declaración de intenciones.

«Manifiestocrowd pretende resolver las siguientes preguntas: ¿el mundo ha cambiado la forma de comunicarse y organizarse a través de las tecnologías?, y, a pesar de que hay un gran número de empresas que se están transformando, ¿por qué hay empresas aún resistentes a cambiar la forma de pensar y de relacionarse con su entorno? La hipótesis del libro es que no todas las empresas aún visualizan de una forma global el porqué es importante en la sociedad red pensar en el crowd como un elemento transversal en su organización. Pretende analizar a través de seis miradas de donde procede la inteligencia, cómo se puede poner en marcha y aprovechar y cómo esto afecta a las organizaciones en general, y a las empresas en particular. El análisis y la cartografía de los procesos de transformación, con numerosos ejemplos, servirá para explicar porqué se están transformado las empresas, cómo lo están haciendo y las razones porqué algunas aún son resistentes al cambio. Al final del libro queremos ofrecer las premisas básicas donde pensamos que se sustenta la empresa que incorpora el crowd en su ADN, el manifiesto crowd».

Mi web: bernardogutierrez.es Dirijo la consultora futuramedia.net En Twitter soy @bernardosampa