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"Ya no se hacen películas como las de ahora"

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Los magistrales y gélidos ’12 años de esclavitud’ de Steve McQueen

Van, poco a poco, llegando las grandes películas del año. Se supone que las repasamos por el horizonte próximo de los Oscar, pero no: los Oscar son una falacia. Tienen el mismo peso cinematográfico que los pechos de Irina Shayk. Son una brillantísima herramienta de marketing, pero no se engañen: no sirven para nada a la hora de valorar los mejores trabajos cinematográficos de la temporada.

Chiwetel Ejiofor y Michael Fassbender en '12 años de esclavitud' (DEA PLANETA)

Chiwetel Ejiofor y Michael Fassbender en ’12 años de esclavitud’ (DEA PLANETA)

Uno de ellos es 12 años de esclavitud. Se hablaba de ella desde mucho antes de que se estrenara, y no por casualidad: Shame, de 2011, nos deslumbró a todos (¿hay alguien en la sala a quien no le gustara?), y poder ver ahora qué pensaba su director, el negro Steve McQueen, sobre la esclavitud en EE UU ya nos hacía contar las horas sin pensar en estatuillas ni nada parecido.

El estreno fue hace unas semanas, y si no la han visto haganlo antes de dejarse manipular por los premios (por cierto, no creo que gane muchos de los nueve a los que opta): es una película modélica (salvo algún error de casting), magnífica e imprescindible, pero también es una película fría.

Ojo: ser frío no siempre es malo. La frialdad puede ser sinónimo de ecuanimidad, racionalidad o justicia, pero uno contempla 12 años de esclavitud y tiene el corazón acelerado, en tensión, encogido pero nunca parado. La película nos atrapa pero no nos rompe. Y supongo que contemplar la muerte, o la inhumana vida, de millones de esclavos negros debería romperle el corazón a cualquiera.

Steve McQueen y Chiwetel Ejiofor en el rodaje (DEA PLANETA)

Steve McQueen y Chiwetel Ejiofor en el rodaje (DEA PLANETA)

Quizá tenga algo que ver con la forma de dirigir (o de ser, no le conozco) de McQueen: como en Shame, nos sume en una historia terrorífica en la que no llegamos a sentir el corazón del protagonista. En Shame, esa era la gracia: la gelidez absoluta de un tipo que al principio renuncia a sentir y, de pronto, se desespera por no poder conseguirlo y desiste de seguir intentándolo. Es ahí cuando descubrimos por qué no sentíamos su corazón: no existe. Él tampoco lo encuentra. Está muerto. Es de piedra.

Ahora, McQueen nos pone de nuevo al lado de otro tipo frío, porque alguien capaz de ver cómo le roban todo (incluida su mujer y sus dos hijos) pero con la inteligencia y practicidad suficientes para salir adelante tiene una frialdad innegable. La película me recuerda un poco a El pianista (quizá, no por casualidad, los dos protagonistas son músicos): la cobardía, la frialdad, muchas veces son el único pasaporte para sobrevivir.

Pero el propósito de McQueen, creo, no es narrar la simple historia de un hombre sino de toda una raza. Nos habla de la raza blanca a través de una colección de repugnantes e inolvidables personajes (salvo el de Pitt, grotesco), pero sobre todo nos habla de la raza negra.

Fotograma de '12 años de esclavitud' (DEA PLANETA)

Fotograma de ’12 años de esclavitud’ (DEA PLANETA)

Porque a través del protagonista y de sus compañeros de infierno el director quiere ofrecernos otro punto de vista: sí, los negros lloramos y sufrimos, fuímos despreciados y despedazados, pero quizá no sólo sobrevivimos los más fuertes físicamente (como nos han contado tantas veces) sino también los más inteligentes, fríos, prácticos y, perdón por la palabra, cobardes. Los que fueron capaces de volverse casi completamente inhumanos en medio del infierno blanco.

El que una película nos mantenga pegados a la butaca casi dos horas y media es maravilloso, pero que encima nos lleve a preguntarnos sobre las motivaciones de un hombre, de todos los que le rodean e incluso de toda una raza, desvela lo ambiciosa, magistral y autosuficiente que es 12 años de esclavitud. Quizá es esa autosuficiencia la que nos ofende en McQueen: era divertida cuando se posaba en un tipo guapísimo (y blanco) con una polla enorme, pero necesitamos un poco más de populismo facilón cuando denuncia el martirio de millones de inocentes, negros, como él.

Hollywood cambia a superhéroes y zombis por personajes bíblicos

Primero fueron los superhéroes. Después, los zombis. Y 2014 será el año de los personajes bíblicos: se prevé una avalancha de estrenos basados en el libro sagrado durante los próximos meses, con nombres como Russell Crowe, Ridley Scott, Darren Aronofsky o Christian Bale implicados en diferentes proyectos.

Es lógico: hay unos 2300 millones de cristianos en el mundo, lo que implica un enorme potencial en taquilla. Cada capítulo de la miniserie televisiva La Biblia fue seguido sólo en EE UU por once millones y medio de espectadores, una pista de que algo parecido podría suceder en los cines. La Pasión de Cristo (o, antes, Ben Hur, La túnica sagrada o Los diez mandamientos) recaudó, con un presupuesto de  22 millones de euros, casi 500. Y, en días en los que escasean las buenas historias, la Biblia está llena de ellas sin necesidad de pagar a nadie por los derechos de autor.

Jennifer Connelly y Russell Crowe en 'Noé' (PARAMOUNT)

Jennifer Connelly y Russell Crowe en ‘Noé’ (PARAMOUNT)

Ahí está Noé, que aterrizará en España el 4 de abril con Russell Crowe como estrella principal, Anthony Hopkins como Matusalén y Jennifer Connelly y Emma Watson dando vida a la mujer e hija del protagonista, La película cuenta unos efectos especiales apabullantes y un doble objetivo por parte del director, el siempre interesante Darren Aronofsky (Réquiem por un sueño, El luchador y Cisne negro): mostrar hasta dónde puede llegar la maldad humana y reflexionar sobre el cambio climático.

Unos meses más tarde, a final de año, llegará de la mano de Ridley Scott (Alien y Blade Runner) Éxodo, con Christian Bale como Moisés, Aaron Paul, Sigourney Weaver y Ben Kingsley en el reparto y rodada casi íntegramente en España (en concreto en Almería y Fuerteventura), donde miles de personas se presentaron a las pruebas para elegir figurantes. Otro proyecto sobre Moisés, Gods and Kings, está en la cuerda floja: iba a ser dirigido por Steven Spielberg, pero su retirada podría llevar a Ang Lee a coger el timón.

Cartel estadounidense de 'María' (LIONSGATE)

Cartel estadounidense de ‘María’ (LIONSGATE)

También a final de año se estrenará María, promocionada como la precuela de La pasión de Cristo, con rostros como los de Ben Kingsley (hará de Herodes) o Julia Ormond (será Isabel, prima de María y madre de San Juan Bautista) y la joven Odeya Rush como protagonista absoluta. Otro título, Hijo de Dios, no tiene todavía fecha española de estreno, pero llegará: el portugués Diogo Morgado da vida a Jesús, está producida por Roma Downey y Mark Burnett y dirigida por Christopher Spencer, presentes los cuatro en la citada serie La Biblia.

Hasta aquí lo seguro, pero hay más: se rumorea desde hace meses que Will Smith debutará como director con La redención de Caín, escrita por su cuñado Caleeb Pinkett y que daría un giro vampírico a la historia de los hijos de Adán y Eva. En 2012 empezó a hablarse de que Brad Pitt encarnaría a Poncio Pilato en un proyecto de Warner Bros, que también tiene los derechos de Unholy Night, la desenfadada novela de Seth Grahame-Smith que describe a los Reyes Magos como unos ladrones. Y hasta el polémico Paul Verhoeven (Robocop e Instinto básico) lleva años buscando financiación para hacer realidad su visión de Jesucristo.

‘El consejero’: Todos juntos y revueltos

Una película que comienza con Penélope Cruz y Michael Fassbender practicando sexo oral no puede ser mala.

Una película en la que Cameron Diaz está cubierta de tatuajes y folla con un Ferrari (sí, folla con un Ferrari) tiene que valer la pena.

Y una película escrita por el autor de La carretera y rodada por el padre de Alien o Blade Runner ha de ser una obra maestra.

Pero esto último, por desgracia, no es cierto.

Javier Bardem y Cameron Diaz en 'El consejero' (FOX)

Javier Bardem y Cameron Diaz en ‘El consejero’ (FOX)

Es verdad que El consejero, que se estrena el viernes, no es una mala película. Cuenta con un reparto lujoso. Tiene frases memorables. Y un rollo fronterizo y salvaje, marginal e irresistible, que nos remite a las mejores canciones de Calexico o los más adictivos libros de Don Winslow.

También es verdad que ver a Cameron Diaz hacer guarrerías vale la pena. La rubia está casi irreconocible (tiene el rostro más deformado que Mickey Rourke tras una noche de marcha) pero sigue acumulando morbo. Es la gran vencedora de la fiesta, por encima de los divertidos Brad Pitt y Javier Bardem, de la eficiente Penélope Cruz o del elegante pero algo perdido Fassbender.

Porque ese es el problema, lo que impide que El consejero sea una obra maestra: el caos. Los personajes deambulan por la pantalla sin que muchas veces sepamos muy bien qué les pasa. No es por falta de palabras (a veces sufren una verborragia ridícula), sino porque lo contado y lo sugerido no siempre se ponen de acuerdo. Quizá es que Cormac McCarthy es demasiado hondo para reducir una trama compleja a dos horas. Probablemente es que a Ridley Scott le faltó una dosis de peyote para perderse de viaje con sus personajes.

Este viaje a la locura humana tiene una carrocería imponente y un motor de ocho cilindros, pero se queda sin gasolina a medio camino y nos deja algo tirados en el medio del desierto.