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"Ya no se hacen películas como las de ahora"

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Faltó Wert… Y casi todos los demás

Sin estar presente, un político fue protagonista en una noche de actores. Todo el mundo hablaba de lo mismo: ¿Por qué no viene a los Goya el ministro de Cultura, José Ignacio Wert? Le llamaron de todo: chulo, cobarde, irresponsable o, simplemente, incapaz. Un ministro de Cultura debe estar en los Goya, decían, entre otras cosas porque le va en el sueldo. Pero a Wert no se le esperaba, y no llegó.

No fue el único. Tampoco lo hizo el público, y eso es también preocupante. La escena era desoladora: el escenario de la gala, el Hotel Auditorium, está perdido en la carretera de Madrid a Barcelona. Un lugar feo y rodeado de autopistas, descampados y, no podía ser de otra manera, barro, porque en la noche de los Goya siempre llueve y hace frío. Pero me parece que ese no es el único motivo por el que, a la entrada al evento, sólo hacían ruido (y estaban) unos doscientos “indignados”: trabajadores de Coca Cola, miembros de Stop Desahucios y figurantes que pedían mejores condiciones laborales.

Terele Pávez y Javier Bardem, en los Goya'2014

Terele Pávez y Javier Bardem, en los Goya’2014

No había fans. No había cinéfilos. No había, sencillamente, público. Como en los cines. Javier Bardem, Juan Diego Botto, Ana Belén, Eduardo Noriega o Fernando Trueba se preguntaban cómo era posible que el ministro de Cultura no hubiera ido a verles, pero no por qué tampoco habían ido los demás, el resto de los españoles.

¿La gala? Ni mejor ni peor que las anteriores. Simplemente, me pregunto si habrá alguien que la vea no por obligación (es decir, sin ser académico, periodista cinematográfico o ministro de Cultura), sino por placer, y por qué. ¿Qué encuentran? La de este año duró tres horas: el tiempo suficiente para un programa doble con Plácido y Viridiana, Qué he hecho yo para merecer esto y La ardilla roja o, por ceñirnos a este año, 3 bodas de más y Gente en sitios.

Me parece una forma mucho más amena de amar, homenajear, promover y conocer el cine español. Un cine que desconozco si es bueno o malo (¿en comparación con qué?), pero que, de eso no tengo duda, es mejor que su ministro, su gala y las dotes para el marketing de sus estrellas y responsables. Porque faltó Wert, pero tampoco estuvieron Penélope Cruz, Antonio Banderas, Maribel Verdú, Mario Casas o Pedro Almodóvar. ¿Y ellos? ¿Tenían también mañana alguna reunión importante? ¿No es el cine español, al final, el que casi siempre también se hace el harakiri a sí mismo?

Un paseo con Batman por el lado más triste del sueño americano

Lo dice Alan Moore: los superhéroes son nefastos por hacer todavía más pueril nuestra pueril sociedad. Estoy de acuerdo, pero reconozco mi debilidad por Batman. Me gusta que su único superpoder sea disponer de una enorme cantidad de pasta para sufragar sus cruzadas. También su motivación principal, la venganza. O su origen violento, el impacto que me causó de pequeño leer cómo, en un callejón, sus padres eran asesinados durante un atraco. Y, claro, me gustan su oscuridad y su malditismo, su aura de perdedor, su tristeza eterna.

'Napoleon Street', de Rémi Noel

‘Napoleon Street’, de Rémi Noel

En la última trilogía cinematografía sobre sus andanzas Christopher Nolan captó a la perfección todo lo que digo. Pero también lo ha hecho un fotógrafo francés, Rémi Noel, que ha retratado a Batman en ambientes desoladores, amplificando su desamparo y, a la vez, reflejando la enorme melancolía de ciertos paisajes estadounidenses.

«Encontré el muñeco en la habitación de mi hijo en 1998, cuando él tenía unos seis años», me explica Noel a través de un correo electrónico, «y empecé a fotografiarlo de vez en cuando. En mi casa en París, durante unas vacaciones en Grecia o, finalmente, durante mis viajes por EE UU».

Esas fotos estadounidenses son las que más llaman mi atención. Es impactante ver al superhéroe que más quieres reducido a la mínima expresión, diminuto en comparación con la gigantesca tristeza y descomunal tamaño de una carretera perdida de Texas.

'Beyond the Sea', en Galveston (Rémi Noel)

‘Beyond the Sea’, en Galveston (Rémi Noel)

«La primera vez que vi al muñeco», añade Noel, «le faltaba un brazo. Fue al pegárselo cuando me lo imaginé crucificado, lo que me inspiró para la primera fotografía. Después, he ido imaginando y buscando escenarios al viajar por América donde Batman podía ser representado». Mucho estaba previsto por Noel, pero también sucedieron cosas inesperadas: en la fotografía Beyond the sea, por ejemplo, el fotógrafo no podía imaginar que un pájaro se acercaría a Batman y contemplaría con él el mar.

'Third Avenue', en Nueva York (Rémi Noel)

‘Third Avenue’, en Nueva York (Rémi Noel)

Entre 2004 y 2012 Noel viajó a Texas cuatro veces para hacer un mapa de fotografías artísticas del estado. Con la única compañía del Batman de juguete, visitó Dallas, Houston o Marfa en un viejo coche intentando capturar el lado más triste del sueño americano. Reconoce haberse inspirado en Jack Kerouac, Edward Hopper y Robert Frank, y creo que lo ha logrado: bastan una Nikon rudimentaria, un superhéroe minúsculo y mucho talento para mostrarnos que, aquí y en América, queda ya poco espacio para superhéroes y sueños.

El cine, en ‘Estado crítico’

Es como lo de los incendios en verano o el penúltimo puesto en Eurovision: en España hay cosas que no cambiarán jamás, y una es la de que el cine está en crisis. O son las películas españolas, que dice la gente que son muy malas, o que no se vende una entrada, porque está todo muy caro, pero en España parece que el cine nunca ha ido demasiado bien.

Oscar para 'Volver a empezar'Pero lo de ahora es peor. Porque el cine sobrevivió a Marisol, Tobi o Parchís, a Garci recogiendo un Oscar vestido de primera comunión y a enemigos como el videoclub o las Mama Chicho, pero nunca llegó a la situación actual. Es como lo del rinoceronte blanco: el cine lleva años extinguiéndose, pero parece que lo de ahora va en serio. La piratería, los precios, la última de AlmodóvarNo es que el cine se muera en España: es que la gente lo quiere, casi, asesinar.

Y es grave porque, no nos engañemos, somos un país muy peliculero. Ya sólo entramos en los cines en los que ponen Zara o HyM, pero nos siguen haciendo luz de gas y estamos a punto de morir con las botas puestas. Seguimos fantaseando con a quién dedicaremos nuestro Oscar. Y todos escondemos en nuestro interior a un crítico, lo que no es demasiado difícil porque suelen ser muy bajitos.

Scarlett JohanssonEs así: como la halitosis, la caspa o Marujita Díaz, el cine ha existido siempre y así seguirá sucediendo. Así que resignación y entereza, hermanos: habrá que encontrarle su lado positivo y tratar de disfrutar. Ya saben: ver películas en las que salgan Scarlett Johansson o Michael Fassbender desnudos, escuchar de vez en cuando la voz de Gracita Morales, comentar lo nuevo de nuestro director favorito aunque esté en peor forma que Casillas…

Lo que sea: metámosnos en la sala y, ya de paso, en este fregado espantoso, y acometamos el enésimo blog de cine. ¿La diferencia? Que aquí no engañamos a nadie: Casillas, Almodóvar, el cine y hasta Gracita Morales están en una profunda crisis, la misma que atravieso yo y, probablemente, tú. Así que no os preocupéis: pase lo que pase aquí dentro, ya sólo nos quedará mejorar.