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"Ya no se hacen películas como las de ahora"

Archivo de febrero, 2014

Faltó Wert… Y casi todos los demás

Sin estar presente, un político fue protagonista en una noche de actores. Todo el mundo hablaba de lo mismo: ¿Por qué no viene a los Goya el ministro de Cultura, José Ignacio Wert? Le llamaron de todo: chulo, cobarde, irresponsable o, simplemente, incapaz. Un ministro de Cultura debe estar en los Goya, decían, entre otras cosas porque le va en el sueldo. Pero a Wert no se le esperaba, y no llegó.

No fue el único. Tampoco lo hizo el público, y eso es también preocupante. La escena era desoladora: el escenario de la gala, el Hotel Auditorium, está perdido en la carretera de Madrid a Barcelona. Un lugar feo y rodeado de autopistas, descampados y, no podía ser de otra manera, barro, porque en la noche de los Goya siempre llueve y hace frío. Pero me parece que ese no es el único motivo por el que, a la entrada al evento, sólo hacían ruido (y estaban) unos doscientos “indignados”: trabajadores de Coca Cola, miembros de Stop Desahucios y figurantes que pedían mejores condiciones laborales.

Terele Pávez y Javier Bardem, en los Goya'2014

Terele Pávez y Javier Bardem, en los Goya’2014

No había fans. No había cinéfilos. No había, sencillamente, público. Como en los cines. Javier Bardem, Juan Diego Botto, Ana Belén, Eduardo Noriega o Fernando Trueba se preguntaban cómo era posible que el ministro de Cultura no hubiera ido a verles, pero no por qué tampoco habían ido los demás, el resto de los españoles.

¿La gala? Ni mejor ni peor que las anteriores. Simplemente, me pregunto si habrá alguien que la vea no por obligación (es decir, sin ser académico, periodista cinematográfico o ministro de Cultura), sino por placer, y por qué. ¿Qué encuentran? La de este año duró tres horas: el tiempo suficiente para un programa doble con Plácido y Viridiana, Qué he hecho yo para merecer esto y La ardilla roja o, por ceñirnos a este año, 3 bodas de más y Gente en sitios.

Me parece una forma mucho más amena de amar, homenajear, promover y conocer el cine español. Un cine que desconozco si es bueno o malo (¿en comparación con qué?), pero que, de eso no tengo duda, es mejor que su ministro, su gala y las dotes para el marketing de sus estrellas y responsables. Porque faltó Wert, pero tampoco estuvieron Penélope Cruz, Antonio Banderas, Maribel Verdú, Mario Casas o Pedro Almodóvar. ¿Y ellos? ¿Tenían también mañana alguna reunión importante? ¿No es el cine español, al final, el que casi siempre también se hace el harakiri a sí mismo?

De cómo (y por qué) Lego conquistó también las pantallas de cine

De Billund a los salones de medio mundo. De las tribulaciones de un carpintero danés a Hollywood. En el largo camino que va de 1934 a 2014, Lego ha pasado de ser una diminuta fábrica de juguetes de madera a una pujante multinacional y, ahora, todo un gigante del entretenimiento, una marca reconocible y universal capaz de saltar del mercado de las construcciones infantiles a la industria de los videojuegos y, también, el cine.

El protagonista de 'La Lego Película', Emmet (WARNER)

El protagonista de ‘La Lego Película’, Emmet (WARNER)

Porque Lego lleva años produciendo series y películas orientadas al mercado doméstico (televisión y DVD), pero este viernes se ha estrenado en todo el mundo La Lego Película, una superproducción dirigida por dos realizadores en auge (Phil Lord y Chris Miller), con la participación de una larga lista de estrellas (Will Ferrell, Liam Neeson o Channing Tatum) y, sobre todo, la presencia de personajes por cuyos derechos mataría cualquier empresario del entretenimiento: Batman, Superman, Gandalf o los galácticos Han Solo, Lando y Chewacca.

¿Lo raro? Que la película, que probablemente será un éxito (y ha costado unos 45 millones de euros) es una gamberrada total. Un delirio. Una especie de Toy Story espídico, no demasiado infantil y con más capas que una cebolla forrada en papel de plata. Eso sí: Lego está por encima de todo. La Lego Película es, seguramente, el anuncio más caro (y uno de los más brillantes y divertidos) de la historia.

«La película, la producción, es de Warner», explica Alfonso Torrón, brand manager y relaciones públicas de Lego en España y Portugal, «pero cuenta con nuestra aprobación y asesoramiento para cumplir con su funcionalidad: enseñar lo que es el mundo Lego». En efecto, cada fotograma (a excepción de los últimos y delirantes minutos, de los que prefiero no hablar para no arruinar sorpresas) se desarrolla en distintos «mundos Lego”, está protagonizado por enloquecidos muñequitos Lego y, aún así, consigue arrancarnos más de una descarada sonrisa. «En España se piensa en Lego como un juego educativo y, quizá, un poco aburrido, pero en la película se ve que Lego es pura emocionalidad, diversión y licencias, porque Batman, Superman o El Hobbit forman parte del argumento y también de nuestra marca. En la película puede pasar cualquier cosa; con nuestras piezas y tu imaginación, también».

Batman y otros famosos personajes de 'La Lego Película' (WARNER)

Batman y otros famosos personajes de ‘La Lego Película’ (WARNER)

La idea de la película partió de la propia Lego, pero la boyante empresa danesa ni se planteó producirla: prefirió proponérsela a los grandes estudios de Hollywood y Warner dijo que sí. Lego corre con una pequeña parte de los costes de producción, pero tendrá derecho a un buen mordisco de los beneficios (una cifra «muy confidencial», dice Torrón) y los derechos de algo importante: todo lo que tiene que ver con la película… Pero no es la película en sí. Es decir: Lego venderá (y cobrará) los sets con escenas de La Lego Película, que probablemente serán un éxito. Como lo son, y lo serán, las cajas en torno a los muchos personajes (los citados Batman o Superman, por ejemplo) que desfilan por la cinta.

¿La próxima estrella de la casa? Según parece no será el protagonista, el simple y simpático Emmet, ni la deliciosa heroína Supercool, sino los personajes de Star Wars. Porque Disney hizo primero películas y luego juguetes, Lego recorrió el camino contrario y ambos se han encontrado: tras firmar acuerdos de exclusividad sobre juegos de construcción de Aviones, Iron Man, Spiderman o el Capitán América (en resumen, Marvel, también de Disney) ahora tienen entre manos un arsenal de posibilidades con Star Wars. «Con sus películas Disney potencia nuestras ventas», explica Torrón, «y nosotros enriquecemos sus licencias. Es un win to win». Y tanto que lo es: conozco tipos de cuarenta años que se pasan medio fin de semana, fascinados, montando su R2D2 gigante con piezas de Lego, y que ahora babean pensando en lo que traerán las nuevas aventuras galácticas. “Star Wars ya era una de las líneas principales de Lego Iberia», dice entusiasmado Torrón, «y después de 14 años va a mas. Y queda lo mejor: veremos un boom importante con el Episodio VII, para el que Disney tiene previstos muchos y grandes planes de revitalización de la marca».

Así que, eso es seguro, habrá varias cajas de muñecos y ladrillitos de plástico sobre el Episodio VII, y no se sorprendan si después, entre episodio y episodio, entre spin-off y spin-off, nos encontramos con una Legopelícula sobre La Guerra de las Galaxias, como ya pasó en los videojuegos con la propia saga, con Indiana Jones o El Señor de los Anillos. ¿Lo mejor? Que, viendo La Lego Película, quizá no sea algo terrible: sí, puro negocio, pero también desparpajo, emotividad, aire fresco y entusiasmo para coleccionistas, fanáticos de las lego-construcciones y, visto lo visto, cinéfilos exigentes.

Así han evolucionado los efectos visuales en el cine en los últimos 25 años

De la hipnótica visión de los dos soles sobre las arenas de Tatooine a los zarpazos de un famélico tigre en un bote en alta mar: 25 años separan ambas imágenes, pero La Guerra de las Galaxias y La vida de Pi tienen en común haber ganado el Oscar en la categoria de mejores efectos visuales, reintroducida en la gran fiesta del cine en 1977.

Parece un premio menor, pero el vídeo demuestra que las películas que se llevan este galardón dejan, casi siempre, una profunda huella. Es evidente que los Oscar no suelen orientarse a títulos poco comerciales, pero en el caso de los ganadores de esta estatuilla la lista parece muy similar a la que haría cualquier cuarentón con los títulos que le hicieron amar el cine: las tres primeras entregas de Star Wars, las dos de Indiana Jones o títulos como Superman, Alien, Cocoon o ¿Quién engañó a Roger Rabbit? están entre los elegidos.

Quizá a partir de 1989, con Abyss, puede detectarse un cambio: de la mano de James Cameron los ordenadores adquieren un mayor protagonismo y comienzan a acaparar esta categoría. Ojo: detrás de las máquinas también se esconden artistas. El increíble asesino líquido de Terminator II nos dejó a todos con la boca abierta, al igual que mirábamos con estupor y admiración a las maravillosas criaturas que robaban el protagonismo a los humanos en Parque Jurásico. Detrás de los efectos de ambas películas se esconde, por cierto, la mano de Dennis Muren, el hombre récord en esta categoría con 16 candidaturas y seis Oscar.

Sandra Bullock y George Clooney en 'Gravity' (WARNER BROS.)

Sandra Bullock y George Clooney en ‘Gravity’ (WARNER BROS.)

Así, y pasando por Forrest Gump, Titanic, The Matrix o Avatar, llegamos a los premios de este año. Gravity, El Hobbit: La desolación de Smaug, Iron Man 3, El llanero solitario y Star Trek: En la oscuridad son las cinco candidatas, con claro favoritismo (en mi opinión) para la primera. A veces criticamos la sobrecarga de imaginería digital del cine actual, pero al menos en esta categoría la Academia suele tener buen gusto: más allá de efectos digitales y explosiones, el Oscar suele ir a parar a imágenes que, además de valer mil palabras, permanecen mucho tiempo en retinas y memorias.

Otra cosa: el autor del montaje es Nelson Carvajal, un tipo de Chicago muy hábil tanto a la hora de editar como de escribir, y autor de varios trabajos muy interesantes en su página web.

En torno a la culpabilidad (o inocencia) de Woody Allen

“La sospecha debe inducir al examen, nunca a la decisión”. La frase es de un escritor y monje gallego, Benito Jerónimo Feijoo, pero resulta idónea para explicar la situación de un tipo de costumbres poco monacales y bajo una enorme sospecha mediática: Woody Allen.

Los hechos sucedieron hace casi 22 años, pero cada cierto tiempo reaparecen y la acusación no es ligera: una de las hijas adoptivas de la que fue su pareja durante doce años, Mia Farrow, afirma que Allen abusó sexualmente de ella cuando era una niña.

El escándalo saltó en 1992, pero hace dos semanas, tras un homenaje a Allen durante los Globos de Oro, el hijo biológico del director y Mia Farrow, Ronan, le acusó de haber abusado de su hermanastra cuando tenía siete años. Este sábado la cosa fue todavía más lejos: la presunta víctima, Dylan (ahora llamada Malone), ha publicado una carta en un blog del New York Times donde cuenta su versión de lo ocurrido y denuncia al director.

Vaya por delante: admiro y adoro al Woody Allen cineasta, actor y escritor. He visto todas sus películas siempre con interés, muchas veces con agrado y, personalmente, simpatía. Me cae bien: me ha hecho disfrutar como pocos en una sala de cine y me gusta su actitud, tan alejada de todo lo que uno espera en una estrella.

Por eso me apetece revisar lo ocurrido para responder a una pregunta personal y moral: ¿Es Allen un enfermo que debería estar en la cárcel o, simplemente, un tipo algo extraño al que su exnovia no ha perdonado que la abandonara?

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El noviazgo Allen-Farrow
Entre 1979 y 1980 Woody Allen, actor, director y guionista de éxito, y Mia Farrow, una estrella de Hollywood, empiezan una relación amorosa. Él ya ha tenido unas cuantas novias actrices (como Diane Keaton o la joven Stacey Nelkin, con la que acababa de romper y a la que conoció cuando ella tenía 17 años), y Farrow tampoco es ninguna santa: se casó con 21 años con Frank Sinatra (él tenía 50) y después con el músico André Previn, que dejó a su mujer, Dory, por ella.

Una relación especial
Además de muchas películas en común (entre ellas obras maestras como Zelig, Broadway Danny Rose, La rosa púrpura del Cairo o Delitos y faltas), Woody y Mia tuvieron un noviazgo muy particular: no sólo no se casaron sino que, durante doce años, nunca vivieron juntos. Él permaneció en su apartamento de la neoyorquina 5ª avenida mientras Farrow y sus hijos ocupaban un enorme piso en Central Park West. 

La familia Farrow
Porque sí: Farrow era madre de familia numerosa. Durante su matrimonio con Previn la actriz tuvo tres hijos biológicos y tres adoptados, seis niños que nunca consideraron a Allen una figura paterna (era difícil, porque Allen nunca durmió una noche en la casa de su novia), sino algo parecido al “novio de mamá”. Todos menos una niña adoptada, la coreana Soon-Yi, que será capital en la historia. 

Los tres hijos comunes
Sí: no vivían juntos, pero Allen y Farrow tuvieron tres hijos durante su relación. Dos fueron adoptados: un niño, Moses, y una niña, Dylan (ahora llamada Malone), presunta víctima de los abusos de Allen. El tercer vástago es Satchel (ahora llamado Ronan), nacido en diciembre de 1987 y único hijo biológico de la pareja.

La bomba estalla
En 1991, todo se va al infierno: durante una visita al apartamento de su novio Mia Farrow descubre unas fotos de su hija adoptiva, Soon-Yi, posando desnuda y en actitud pornográfica ante la cámara. En ese momento la chica tenía 19 o 21 años (no está muy clara su fecha de nacimiento), y el cineasta 56. A Farrow se le viene todo abajo: según parece, ella animó a Woody y a Soon-Yi a salir, ir al baloncesto y ver cientos de películas juntos dado su carácter afín.

Así estaba la pareja
El hallazgo no fue más que el detonante de una relación que no pasaba por su mejor momento. Dicen que el nacimiento de Satchel empezó a complicar las cosas: una difícil cesárea, los mimos de Farrow al pequeño y el llanto constante de éste enfriaron a la pareja. Según parece a Allen nunca le gustó demasiado su hijo: le llamaba “el pequeño bastardo” (según Farrow) y, cuenta una amiga de ella, Casey Pascal, no le quería “porque siempre quiso tener una niña”.

¿Infidelidades de Farrow?
Puede que haya otro motivo por el que Allen no tragaba a su hijo: porque quizá no lo era. Por despecho, o a lo mejor porque esa es la verdad, eso dijo hace poco Mia Farrow en una entrevista a Vanity Fair, donde afirmaba que Satchel/ Ronan era “posiblemente» hijo de Frank Sinatra. En sus palabras, llenas de rencor hacia Allen, la actriz dice que Sinatra siempre fue “el gran amor de su vida” y que siguió acostándose con él durante su noviazgo con Allen.

Ronan Farrow, en una imagen reciente (GTRES)

Ronan Farrow, en una imagen reciente (GTRES)

El día clave
Nada más descubrir las fotos de Soon-Yi, Farrow rompió el noviazgo con Allen, y ambos comenzaron a negociar la custodia legal de sus tres hijos comunes. No era una batalla frontal, hasta que el 4 de agosto de 1992 sucedieron cosas que, todavía hoy, son difíciles de discernir.

Mia Farrow y todos sus hijos están en la granja familiar de los Farrow en Bridgewater, Connecticut. Pese a su fobia al campo y estar en pleno proceso de separación, Allen abandona Nueva York para visitar en pleno verano a su exnovia y sus hijos. Según él, fue un día normal, como otro cualquiera, tanto que hasta se quedó a dormir en un hotel cercano a la granja antes de volver al día siguiente a la Gran Manzana.

Pero la versión de Mia Farrow (y de su hija) es muy diferente: según ellas, al día siguiente de la visita de Allen la pequeña Dylan, de siete años, le dijo que su padre adoptivo había abusado sexualmente de ella en un altillo de la vivienda, sometiéndola a tocamientos mientras la distraía con el tren de juguete de uno de sus hermanos. Según explicó después Farrow a Vanity Fair, no era la primera vez que pasaba algo raro entre Allen y la niña: aseguraba que había una ley no escrita en el hogar por la que Woody nunca podía quedarse solo con la pequeña, con quien estaba “obsesionado”.

Según Farrow, sus múltiples visitas (más de veinte) durante esos años a una psicóloga infantil, la doctora Susan Coates, respondían a esa preocupación, y ella no era la única que lo había notado: hasta su propia madre, Maureen O’Sullivan, le había preguntado alguna vez a su yerno por qué se empeñaba en ser siempre él quien le daba crema solar a Dylan.

El vídeo 
La historia del altillo es la que ahora Dylan (o Malone, como a sus 28 años, casada y escritora, se llama) ha contado en la web del New York Times. Pero todo suena algo extraño… ¿Qué hacía Allen yéndose hasta Connecticut para, en el rancho familiar de su ex (a la que acompañaban sus hijos, unos cuantos familiares y un ejército de niñeras), abusar sexualmente de su hija adoptiva?

Hay otro hecho extraño: un vídeo. Cuando Dylan le confesó a su madre lo sucedido con Allen, Farrow cogió una cámara y grabó el testimonio para entregárselo a las autoridades. Sin embargo, no lo hizo hasta tres días después, y según parece el contenido de la cinta no es lineal sino que tiene cortes que sugieren que la charla de Dylan ha sido editada y manipulada. Los médicos que atendieron a la niña durante semanas testificaron que su historia carecía de consistencia, y una niñera de la familia, Monica Thompson, también aseguró que Farrow había presionado a todo el servicio para que declarara, y mintiera, en contra del director. 

El proceso legal
Durante más de cuatro años de acusaciones escandalosas Farrow y Allen pelearon por la custodia de sus tres hijos comunes, Moses, Dylan y Satchel, que finalmente recayó en la actriz. Allen se gastó varios millones de dólares y, aunque perdió el juicio y varias apelaciones, no fue nunca procesado por abusos sexuales. El jefe de la policía de Connecticut, los médicos y el juez dijeron que la acusación de Farrow era infundada y que el testimonio de Dylan era “una historia inventada por el estrés de vivir una volátil e insana situación familiar, o por haber sido metida en la cabeza por la madre”. El veredicto, eso sí, dictaminó que Allen no podría ver nunca más a Moses y, en el caso de Satchel (su hijo biológico, o el de Sinatra), sólo bajo supervisión. Respecto a Dylan (que ya se llamaba Malone y tenía 15 años), se negó a volver a ver a Allen, aunque éste la escribió en dos ocasiones bajo seudónimo para decirle que tanto él como Soon Yi (“su padre y su hermana”, decía) la echaban de menos.

Woody Allen y Soon-Yi, con sus dos hijas en Barcelona (GTRES)

Woody Allen y Soon-Yi, con sus dos hijas en Barcelona (GTRES)

Los protagonistas, ahora
Allen y Soon-Yi siguen juntos desde que el escándalo de las fotos estalló: se casaron en Venecia en 1997 y tienen dos hijas adoptadas, Bechet Dumaine (nacida en 1999) y Manzie Tio (2000). Allen ha llevado una vida completamente normal, estrenando películas cada añoDylan se cambió de nombre, primero por Eliza y después por Malone, está casada y ha vivido alejada de los focos hasta que el sábado publicó, según parece indignada por el homenaje en los Globos y la candidatura de Allen al Oscar, la carta donde le denuncia. Respecto a Farrow, no se le ha vuelto a conocer pareja, rueda de vez en cuando alguna película y vive centrada en sus hijos (ha adoptado seis niños más) y distintas actividades relacionadas con obras benéficas. El hijo biológico común con Allen, Ronan, tiene 26 años, es abogado, ha participado en algunas películas, ataca cada cierto tiempo a su padre (siempre por su relación con Soon-Yi) y, desde luego, se parece muchísimo más a Sinatra que a su presunto progenitor.

¿Conclusión?
Es tan aventurado e injusto decir que Allen es inocente como lo contrario… Pero prefiero pensar que lo es. Es obvio que no es un tipo muy cuidadoso en el terreno sentimental (estar liado con la hija de tu novia es feo) y que siempre le han gustado las jovencitas (no lo oculta: muchas de sus películas están llenas de referencias al tema), pero no creo que eso le convierta, automáticamente, en la bestia depredadora que nos quiere vender Farrow. Respecto a Mia… Que tantos años después saliera diciendo que se acostaba con Sinatra tampoco la deja en muy buen lugar en todo lo que respecta a su relación con Allen, y la historia del vídeo tampoco me parece normal. En cuanto a Dylan/Elize/Malone… Está claro que, hasta ahora, ella es la gran víctima de lo sucedido. He consultado a algunos psicólogos (los tengo muy a mano), y ven posible que una niña de siete años, presionada por su madre durante muchísimo tiempo, llegue a creer como real algo que no sucedió, aunque tampoco quieren pillarse los dedos.

En resumen… No lo sé. Pero los médicos que examinaron a Dylan no encontraron nada raro, los especialistas que la entrevistaron encontraron muchas contradicciones en su relato y la historia de que Allen se escabulló gracias al dinero y la fama tampoco es tan digerible: dinero y fama nunca le han faltado, precisamente, a Mia Farrow. Así que seguiré como hasta ahora: viendo el cine de Woody Allen y considerándole un genio, respetando además una frase que habré oído en mil películas: “Todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario”, cosa que aún no ha ocurrido.

Phillip Seymour Hoffman, o cómo resultar grandioso encerrado en tipos mediocres

Varios medios se han atrevido a adelantarlo: una sobredosis de heroína (sustancia con la que coqueteaba desde hace muchos años) ha acabado con la vida de Philip Seymour Hoffman, uno de los actores más llamativos de las últimas dos décadas.

Phillip Seymour Hoffman, en Venecia'2012

Phillip Seymour Hoffman, en Venecia’2012

Una jeringuilla colgando del brazo izquierdo y dos papelinas con algo parecido a caballo (había unas cuantas vacías) en la habitación de su casa parecen confirmar que este camaleón no supo, o no quiso, cargar con el peso de la fama y el éxito. Ambos, en su caso, eran merecidos: durante su corta carrera (le hemos podido disfrutar durante apenas 17 años) Hoffman deja varios papeles inolvidables y, sobre todo, un sello de autenticidad, una personalidad inconfundible y una apariencia, aunque muy variable, única.

Si hubiera que definir al actor con una palabra, esta podría ser intensidad. Uno cierra los ojos y no puede evitar recordarle bañado en lágrimas, tartamudeando o agitándose dentro del cuerpo de algún personaje desgraciado con el que, quizá, tenía más de un problema en común. Tres son los papeles de Hoffman que más recuerdo ahora mismo, quizá por ser los primeros en los que le disfruté: los de Boogie Nights, Happiness y Magnolia, tres películas magníficas en las que clavaba a tres tipos mediocres y vulgares, a los que su grandeza actoral convirtió en inolvidables.

Desde entonces una ristra de trabajos, casi siempre, aplaudidos por el público y la crítica. El Oscar por Capote estaba cantado, aunque no me gustó la película y su trabajo me pareció, casi, caricaturesco. Creo que la última vez que le vi fue en The Master, donde estaba irreprochable. Y, en el camino, infinidad de títulos, en casi todos ellos cambiando de peinado, modificando el acento, casi siempre tirando al exceso (no era lo que se dice una presencia discreta) pero siempre inconfundible.

Fallecido con apenas 46 años, deja mujer (Mimi O’Donnell, una diseñadora de vestuario) y tres hijos: Cooper Alexander, Tallulah y Willa, que por desgracia ya sólo podrán ver las múltiples caras tras las que se camuflaba su padre y nunca más a su papá de verdad.

Los magistrales y gélidos ’12 años de esclavitud’ de Steve McQueen

Van, poco a poco, llegando las grandes películas del año. Se supone que las repasamos por el horizonte próximo de los Oscar, pero no: los Oscar son una falacia. Tienen el mismo peso cinematográfico que los pechos de Irina Shayk. Son una brillantísima herramienta de marketing, pero no se engañen: no sirven para nada a la hora de valorar los mejores trabajos cinematográficos de la temporada.

Chiwetel Ejiofor y Michael Fassbender en '12 años de esclavitud' (DEA PLANETA)

Chiwetel Ejiofor y Michael Fassbender en ’12 años de esclavitud’ (DEA PLANETA)

Uno de ellos es 12 años de esclavitud. Se hablaba de ella desde mucho antes de que se estrenara, y no por casualidad: Shame, de 2011, nos deslumbró a todos (¿hay alguien en la sala a quien no le gustara?), y poder ver ahora qué pensaba su director, el negro Steve McQueen, sobre la esclavitud en EE UU ya nos hacía contar las horas sin pensar en estatuillas ni nada parecido.

El estreno fue hace unas semanas, y si no la han visto haganlo antes de dejarse manipular por los premios (por cierto, no creo que gane muchos de los nueve a los que opta): es una película modélica (salvo algún error de casting), magnífica e imprescindible, pero también es una película fría.

Ojo: ser frío no siempre es malo. La frialdad puede ser sinónimo de ecuanimidad, racionalidad o justicia, pero uno contempla 12 años de esclavitud y tiene el corazón acelerado, en tensión, encogido pero nunca parado. La película nos atrapa pero no nos rompe. Y supongo que contemplar la muerte, o la inhumana vida, de millones de esclavos negros debería romperle el corazón a cualquiera.

Steve McQueen y Chiwetel Ejiofor en el rodaje (DEA PLANETA)

Steve McQueen y Chiwetel Ejiofor en el rodaje (DEA PLANETA)

Quizá tenga algo que ver con la forma de dirigir (o de ser, no le conozco) de McQueen: como en Shame, nos sume en una historia terrorífica en la que no llegamos a sentir el corazón del protagonista. En Shame, esa era la gracia: la gelidez absoluta de un tipo que al principio renuncia a sentir y, de pronto, se desespera por no poder conseguirlo y desiste de seguir intentándolo. Es ahí cuando descubrimos por qué no sentíamos su corazón: no existe. Él tampoco lo encuentra. Está muerto. Es de piedra.

Ahora, McQueen nos pone de nuevo al lado de otro tipo frío, porque alguien capaz de ver cómo le roban todo (incluida su mujer y sus dos hijos) pero con la inteligencia y practicidad suficientes para salir adelante tiene una frialdad innegable. La película me recuerda un poco a El pianista (quizá, no por casualidad, los dos protagonistas son músicos): la cobardía, la frialdad, muchas veces son el único pasaporte para sobrevivir.

Pero el propósito de McQueen, creo, no es narrar la simple historia de un hombre sino de toda una raza. Nos habla de la raza blanca a través de una colección de repugnantes e inolvidables personajes (salvo el de Pitt, grotesco), pero sobre todo nos habla de la raza negra.

Fotograma de '12 años de esclavitud' (DEA PLANETA)

Fotograma de ’12 años de esclavitud’ (DEA PLANETA)

Porque a través del protagonista y de sus compañeros de infierno el director quiere ofrecernos otro punto de vista: sí, los negros lloramos y sufrimos, fuímos despreciados y despedazados, pero quizá no sólo sobrevivimos los más fuertes físicamente (como nos han contado tantas veces) sino también los más inteligentes, fríos, prácticos y, perdón por la palabra, cobardes. Los que fueron capaces de volverse casi completamente inhumanos en medio del infierno blanco.

El que una película nos mantenga pegados a la butaca casi dos horas y media es maravilloso, pero que encima nos lleve a preguntarnos sobre las motivaciones de un hombre, de todos los que le rodean e incluso de toda una raza, desvela lo ambiciosa, magistral y autosuficiente que es 12 años de esclavitud. Quizá es esa autosuficiencia la que nos ofende en McQueen: era divertida cuando se posaba en un tipo guapísimo (y blanco) con una polla enorme, pero necesitamos un poco más de populismo facilón cuando denuncia el martirio de millones de inocentes, negros, como él.