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"Ya no se hacen películas como las de ahora"

Archivo de noviembre, 2013

No fumes tanto, Eva Mendes

Se comete un grave error con Eva Mendes: convertida por algún desalmado manager en una bomba sexual, la mayor parte del público no se da cuenta de lo extraordinaria actriz que es. A mí me pasa exactamente lo mismo: debe de ser buena, porque nunca me ha molestado verla, pero me interesa sobre todo por lo tremenda que está.

Eva Mendes en 'Sólo una noche'.

Eva Mendes en ‘Sólo una noche’.

Sin embargo, Mendes dista mucho de ser perfecta. Sí, es muy divertida, habla a la perfección el castellano (bueno, algo mejor, habla a la perfección el latino) y, por decirlo finamente, tiene un pelo extraordinario. Es irresistible: he visto a periodistas respetables a punto de electrocutarse por llenar la grabadora de babas entrevistándola.

Pero también tiene algo que la aleja mucho de la perfección: fuma, bastante, y encima lo hace en lugares donde está prohibido.

Es algo de lo que por algún motivo la prensa nunca ha querido hablar. Hay algo más: consultando en Google, es difícil encontrar una foto de Eva Mendes fumando. En cambio, es muy sencillo ver millones de imágenes en las que posa desnuda. Por cierto, las recomiendo fervientemente.

En resumen: hay muy poca información del asunto. ¿Por qué?

Es extraño: bebe alcohol y, por lo menos en público, lo hace con moderación. Tiene una sonrisa que le sale por los lados como dos retrovisores, y unos ojos que echan chispas. Y hasta ha hecho buenas películas, como Teniente corrupto o Sólo una noche, donde encima estaba fenomenal.

Pero se obstina en fumar en lugares donde se supone que está prohibido, poniendo así en grave peligro su salud y la de los que la rodean.

 

Miguel Ángel Muñoz: «El cine español se valora mucho más en el extranjero»

Cruza el charco cada dos por tres: que si una serie en México, que si un curso de interpretación en Los Ángeles… O, claro, el estreno de alguna película en España como Viral, que llega a los cines el viernes. «Llevo bastante tiempo fuera», explica Miguel Ángel Muñoz, «pero mis raíces están aquí, y la imagen que tenemos de nuestro cine no se corresponde con la realidad. Está infravalorada. Exportamos mucho talento, y en el extranjero se valora lo que hacemos… Es una pena que las cosas que leo fuera sobre el cine español no las lea en los periódicos españoles».

 

El actor Miguel Ángel Muñoz (foto: B. Doral)

El actor Miguel Ángel Muñoz (foto: B. Doral)

 

Así de contundente se muestra el actor, que en julio cumplió 30 años y al que llevamos viendo desde hace dos décadas. Empezó por pura casualidad: no hay antecedentes artísticos en la familia y a él lo que le gustaba era el fútbol. «Hasta que un día una amiga de mis padres me propuso ir a un casting, y salió bien. Les preguntaron a mis padres si podía ir a probar, y poco después estaba haciendo una película como El palomo cojo, con monstruos como Paco Rabal o Carmen Maura».

A los 14 años vino el primer pelotazo televisivo: Al salir de clase. A los 16, otro éxito absoluto: Compañeros. Pero fue a los 18 cuando todo explotó con Un paso adelante, donde como Rober, uno de los protagonistas, tuvo que aprender a cantar o bailar. «Fue un fenómeno social, y luego vino el grupo musical…» La pregunta es de rigor: ¿Cómo hace uno para, tan joven y tan famoso, no volverse un completo idiota? «Mientras hacía Al salir de clase veía, sin ser uno de los protagonistas, que casi no podíamos salir a la calle, pero también que a los tres meses de terminar la serie ya nadie me pedía un autógrafo. Fue un shock, pero me vino muy bien. Con el paso del tiempo te das cuenta, viendo la carrera de otros, de que la fama no tiene nada que ver con la calidad como actor, y eso te ayuda a tener los pies en el suelo. La fama se agradece, pero no es lo más importante».

Sin embargo, es innegable, Muñoz es famoso. Lo demuestran sus más de 137 mil seguidores en Twitter, herramienta de promoción que él mismo maneja y de la que está «desintoxicándose». «Cuando llegué a México hace unos años, no paraba… Y de pronto me di cuenta de que estaba todo el día compartiendo cosas, retuiteando otras y subiendo todo lo que se me pasaba por la cabeza. Así que, desde hace un año, he decidió quitarme Internet del móvil: así sólo puedo conectarme cuando tengo wifi, aunque sigo usando mucho Twitter en momentos como este, para promocionar lo que hago».

Lo que hace en estos momentos es, precisamente, promocionar Viral, película cercana al terror pero que no se ahorra alguna que otra broma y que, de paso, habla de las redes sociales y los reality shows. En ella Muñoz da vida a Frank, un director de cine andaluz («decidimos que fuera andaluz para crear más empatía con el público, y nos metimos en un buen jardín con el tema del acento») que desengrasa de vez en cuando la trama. «Me gusta que la película toque esos temas porque los jóvenes están hambrientos por salir en la tele, o por tener muchos seguidores en las redes sociales, sin saber que también puede ser peligroso. Muchos chicos confunden la realidad con lo que vemos en Internet: la tecnología nos facilita la vida, pero también puede alejarnos porque pasamos demasiado tiempo navegando y perdemos de vista lo que nos rodea».

Y lo que nos rodea es, claro, la crisis. La del cine y la del país en general. Sobre la primera, Muñoz no tiene dudas: «El cine, tanto el español como el extranjero, le gusta a la gente, es necesario. Pero la crisis aprieta mucho, y si no tienes ni para comprar el pan cómo vas a pensar en cines o teatros.. Pero hay ganas. Se vio con la Fiesta del Cine. Confío en que la situación económica mejore, porque el cine también lo notará». Y, mientras, recomienda para los que todavía se atreven a ir las salas dos películas además de Viral: Gravity («donde se ve que los latinos tienen ahora el poder en Hollywood, y que va a hacer carrera en los Oscar») y una que llegará próximamente, Dallas Buyers Club, «donde Matthew McConaughey hace un trabajo espectacular como enfermo de SIDA».

 

‘El consejero’: Todos juntos y revueltos

Una película que comienza con Penélope Cruz y Michael Fassbender practicando sexo oral no puede ser mala.

Una película en la que Cameron Diaz está cubierta de tatuajes y folla con un Ferrari (sí, folla con un Ferrari) tiene que valer la pena.

Y una película escrita por el autor de La carretera y rodada por el padre de Alien o Blade Runner ha de ser una obra maestra.

Pero esto último, por desgracia, no es cierto.

Javier Bardem y Cameron Diaz en 'El consejero' (FOX)

Javier Bardem y Cameron Diaz en ‘El consejero’ (FOX)

Es verdad que El consejero, que se estrena el viernes, no es una mala película. Cuenta con un reparto lujoso. Tiene frases memorables. Y un rollo fronterizo y salvaje, marginal e irresistible, que nos remite a las mejores canciones de Calexico o los más adictivos libros de Don Winslow.

También es verdad que ver a Cameron Diaz hacer guarrerías vale la pena. La rubia está casi irreconocible (tiene el rostro más deformado que Mickey Rourke tras una noche de marcha) pero sigue acumulando morbo. Es la gran vencedora de la fiesta, por encima de los divertidos Brad Pitt y Javier Bardem, de la eficiente Penélope Cruz o del elegante pero algo perdido Fassbender.

Porque ese es el problema, lo que impide que El consejero sea una obra maestra: el caos. Los personajes deambulan por la pantalla sin que muchas veces sepamos muy bien qué les pasa. No es por falta de palabras (a veces sufren una verborragia ridícula), sino porque lo contado y lo sugerido no siempre se ponen de acuerdo. Quizá es que Cormac McCarthy es demasiado hondo para reducir una trama compleja a dos horas. Probablemente es que a Ridley Scott le faltó una dosis de peyote para perderse de viaje con sus personajes.

Este viaje a la locura humana tiene una carrocería imponente y un motor de ocho cilindros, pero se queda sin gasolina a medio camino y nos deja algo tirados en el medio del desierto.

La desconocida mujer que escribe los tuits de las grandes estrellas

Cuando Channing Tatum se contonea en una película miles de personas se relamen, pero eso no es nada comparado con lo que provocan sus chistes en Internet.

Zac Efron no tiene tantos músculos, pero sí una sonrisa angelical. Todavía no ha hecho una película potable, pero si alza una de sus perfiladas cejas millones de chicas lo retuitearán con histeria.

No, Channing: sabemos que con esos deditos no escribes tus tuits.

No, Channing: sabemos que con esos deditos no escribes tus tuits.

 

Porque a Tatum le siguen casi 18 millones de personas a través de Twitter, Instagram y Facebook, y con Efron pasa algo parecido: tiene casi 17 millones de admiradores entre las tres redes sociales.

Grave, sí, ¿pero saben lo peor de todo? Que ninguno de los dos escribe una sola de las palabras que tanto emocionan a sus fans.

Lo siento. Había que decirlo. Su abrumador éxito en Internet se debe a una negra diminuta y desconocida, LaQuishe Wright, con más o menos el mismo carisma en la Red que un político español.

Eso sí, su historia es mucho más emotiva y humana que la de Rubalcaba o Rajoy. En 2004, tras deambular por varios empleos, Wright creó una empresa de diseño web y marketing que no lograba arrancar, pero la cosa fue todavía peor cuando dos años después le diagnosticaron una grave enfermedad a su bebé de diez meses.

Wright entró en una depresión, hasta que una película la rescató del pozo: un musical llamado Un paso adelante. Si la han visto probablemente les habrá dado ganas de suicidarse, pero a LaQuishe le pasó lo contrario: para que luego digan que el cine mediocre sólo sirve para recibir subvenciones.

La cosa no quedó ahí. LaQuishe terminó de espantar su pena creando una web consagrada a su nuevo ídolo, Channing Tatum Unwrapped, donde aplicó sus conocimientos de marketing cibernáutico y que en un solo mes ya tenía 30.000 usuarios únicos. El bebé se curó. Los padres de Tatum le felicitaron por la web sobre su hijo. Y, finalmente, el milagro se completó: el propio actor contactó con ella para pedirle que su página fuera su web oficial.

El resto ya os lo he contado: la vida digital de Tatum quedó en manos de la hábil Wright, que después ha sumado como clientes a Zac Efron, Paul Walker o el escritor Nicholas Sparks (en cuyos lacrimógenos libros se basan algunas exitosas películas de los últimos años). La tipa es una auténtica genia propulsando carreras con mensajitos de móvil.

Querida LaQuishe: no soy digno de que entres en mi blog, pero si lo haces y te animas a hacer conmigo lo que has hecho con tus chicos prometo aprender a bailar y ponerme tan cachas como ellos.

Confirmado: Hollywood está muerto

Los muertos vivientes están de moda: basta entrar en una oficina de Bankia o ver Intereconomía para darse cuenta. Lo curioso es que, gracias al ilustrador Matt Buschla plaga zombi también se ha adueñado del cine clásico, convirtiendo las grandes películas de nuestra vida en algo parecido a un concierto del Dúo Dinámico.

 

'Grease' y 'E.T.', reinterpretados en 'Hollywood is Dead' (Matt Busch)

‘Grease’ y ‘E.T.’, reinterpretados en ‘Hollywood is Dead’ (Matt Busch)

Busch, al que no pienso criticar porque está calvo, es enorme y tiene los brazos cubiertos de tatuajes, es un ilustrador de cierto prestigio en la industria. Trabajó en el diseño de los personajes de Matrix o El señor de los anillos, colaboró con la serie Perdidos y, tras muchos años relacionado con Lucasfilm, recibió en 2009 un curioso encargo: dibujar seis carteles en clave zombi de la saga de La Guerra de las Galaxias para una campaña viral de Death Troopers (una novela de terror ambientada en el universo Star Wars).

Los carteles se convirtieron en un éxito, y Busch se dio cuenta de que ahí podía haber negocio. La avalancha de producciones relacionadas con los muertos vivientes debió estimularle, y el dibujante empezó a rehacer carteles históricos pasados por un filtro Walking Dead. Para monetizar el asunto, puso en marcha una campaña en Kickstarter para publicar un libro con todas las ilustraciones (más de 200), y ha sido un éxito: en tres semanas (le han sobrado seis días) ha reunido 18.000 dólares, 5.000 más de los que pedía. 

Hollywood is Dead (Hollywood está muerto), que así se llama el libro, mortifica clásicos como Desayuno con diamantes, Grease, E.T o El mago de Oz. Busch asegura no utilizar ordenadores ni nada parecido en el proceso, y viendo sus antebrazos no pienso ponerlo en duda: hace primero un cartel muy parecido al original y, mientras escucha algún disco de Julio Iglesias para inspirarse, lo cubre por una pátina de terror.

A la gente le encanta. Está claro: somos nosotros los que estamos hambrientos de zombis, y no al revés. 

¿Qué hay en los Oscar del cine porno?

Más allá de que se celebran en Las Vegas en vez de en Los Ángeles, no hay mucha diferencia con los otros Oscar: las estrellas desfilan y posan en la alfombra roja, los periodistas intentan llamar su atención para preguntarles por su próximo proyecto y los fotógrafos las retratan con sus mejores trajes de gala.

Ceremonia de entrega de los premios AVN'2013 (http://avnawards.avn.com)

Ceremonia de entrega de los premios AVN’2013 (http://avnawards.avn.com)

 

O, en realidad, sí que hay mucha diferencia. En pleno rodaje ellos no podrían pasar de lado por la puerta de tu casa, ni necesitarían ningún palo para ayudar a unos niños a bajar una pelota de un árbol.

Y ellas, cuando suben a recoger su premio, casi nunca se lo dedican a su familia: sus padres se avergüenzan de lo que ha terminado haciendo su niña y no quieren saber nada de ella.

Eso sí: aquí también hay billones de dólares en movimiento, rivalidades feroces, amistades sinceras y muchos espectadores, cientos de miles, que contemplan la gala con la misma emoción con la que tú ves recibir el Oscar a Halle Berry o a Tom Hanks.

También hay un escenario fastuoso, y presentador: la grosera y deslenguada Lisa Lampanelli es, en mi opinión, la más divertida de los últimos años. Hay números musicales y trucos de magia en los que, casi siempre, lo que desaparece es la ropa. Y hay discursos inolvidables. Como aquel en el que una chica, tras ganar un premio por haberse cepillado a 620 tíos durante 16 horas seguidas (la película se llamaba 620), aconsejaba con lágrimas en los ojos a las actrices más jóvenes: «Tenéis que ahorrar, chicas, y pensar en el día de mañana, porque no seremos jóvenes y bellas siempre».

Y, esto es lo más importante, hay premios. Decenas, cientos de premios. Están los clásicos premios, como el de mejor película, actor, actriz o dirección artística.

Y están los que sólo se pueden entregar en esta gala, como el de mejor coito interracial, mejor película fetichista con pies o mejor escena de sexo entre madurita (MILF) y chaval. Los fans, por cierto, también dan sus galardones: a la escena más caliente del año, a la mejor promesa aficionada (mi favorita es Abby Cross) o a los mejores pechos.

Podéis votar hasta un día antes de la entrega de premios. Si no tenéis las manos muy ocupadas, hacedlo: las estrellas del porno también tienen su corazoncito.

 

* Los premios AVN (Adult Video News), los Oscar del cine porno, se entregarán en el Hard Rock Hotel & Casino el 18 de enero de 2014. Será la 31ª edición de una gala a la que puedes asistir: las entradas cuestan entre 175 (apenas verás el cogote del tipo de delante, o algo peor) y 3.000 dólares (pase VIP que permite el acceso, incluso, al backstage).

El Test Bechdel: ‘stop’ al cine machista

En 1985, la escritora y dibujante Alison Bechdel se percató de que todas las películas que veía estaban protagonizadas por hombres o, en su defecto, por mujeres que sólo hablaban de hombres. Fue entonces cuando decidió crear, con mucha ironía, el «Test Bechdel», una clasificación cinematográfica que distinguiría a las películas que se salieran del camino (masculino) imperante. ¿Los requisitos para obtener un aprobado? Sólo tres: que haya en la película dos personajes femeninos con nombre propio, que hablen entre ellas a lo largo del metraje y, por supuesto, que hablen de otra cosa que no sean varones.

'Lazos ardientes', de los hermanos Wachowski

Muchos años después, el «Test Bechdel» se está poniendo de moda en lugares como Suecia. Cuatro cines, el Bio Rio de Estocolmo, el Roy de Gotemburgo, el Spegeln de Malmö y el Röda Kvarn de Helsinborg han empezado a proyectar (y publicitar) películas que cumplen con los requisitos de Bechdel, convirtiéndose en un fenómeno de público.

Morena, simpática y, aunque suene un poco machista, muy atractiva, Ellen Tejle es la directora del Bio Rio, un cine especializado en películas alternativas y relacionadas con los derechos humanos, los valores democráticos, la igualdad de género o la defensa del medio ambiente.  «Ese tipo de contenidos», me explica, «no entran en conflicto con el entretenimiento, sino todo lo contrario: se complementan. Nuestro objetivo es proyectar películas que tengan un profundo efecto en el espectador pero, pese a buscar historias que representen a toda la sociedad, nos resulta muy complicado hallar títulos centrados en la perspectiva femenina. Cuando vimos que les pasaba lo mismo a otras salas suecas decidimos reflexionar sobre el tema, y subrayarlo con el sello del «Test Bechdel».

El objetivo, cuenta Tejle, es «destacar lo poco igualitaria que es la industria del cine. Vivimos en un mundo en el que las historias femeninas no son tan valoradas como las de los hombres, pero hay un enorme potencial en ellas. Esperamos que, involucrando al espectador, algunas lleguen a tomar vida en la pantalla».

Que conste: el «Test Bechdel» no tiene nada que ver con la calidad de la película, ni tampoco se detiene en clasificarla como machista, feminista o cualquier otra definición. Simplemente, busca que la gente se dé cuenta de lo poco representadas que están las mujeres en las películas, ya que reconocer ese hecho sería el primer paso para cambiar la situación.

¿Qué películas no obtendrían, nunca, un aprobado en el test? Para Tejle, sin ninguna duda, toda la avalancha actual de títulos sobre superhéroes. «Estoy muy cansada de esas películas», explica, «de las de ahora y de las que llevo viendo toda mi vida. ¿Por qué tantos hombres? ¿Por qué las mujeres pintan tan poco en ellas? ¿No hay ninguna alternativa?»

Las mujeres suponen, aproximadamente, la mitad de los espectadores que van a ver una película. Sin embargo, sólo una de cada diez películas está dirigida por una mujer. El «Test Bechdel» tiene mucho de broma pero, desde luego, es sintomático: el porcentaje de protagonistas femeninas en las cien películas más taquilleras del año en EE UU ha bajado del 16 al 12% en el último lustro, y menos de la tercera parte de los personajes con diálogo en las películas estrenadas en EE UU en 2012 eran mujeres.

 

Lo que no te contaron de las estrellas de ‘Los juegos del hambre: En llamas’

Que sí, que lo sabe todo el mundo: Los juegos del hambre: En llamas se estrena este viernes. Sus protagonistas estuvieron la semana pasada en Madrid. Dieron una concurrida rueda de prensa. Y la premiere de la película, el miércoles por la noche en el madrileño Cine Callao, fue un exitazo. Pero… ¿Que no sabemos de Jennifer Lawrence y Josh Hutcherson? ¿Qué hicieron en España? ¿Que no hicieron?

Premiere de 'Los juegos del hambre: En llamas'

Pues sobre todo… Trabajaron. La gira era agotadora: el lunes Londres, el martes Berlín, llegaron el miércoles a las tres de la mañana a Madrid y ese mismo día, a las nueve de la noche, tenían que salir para Roma antes de volar a París. Sí: son estrellas. Cobran un pastón. Pero el tute no se lo quita nadie.

¿Cómo moverse de un lado a otro a tanta velocidad? Por supuesto, en avión privado. O mejor dicho, en dos aviones privados, porque Lawrence y Hutcherson viajaban con otras 26 personas acompañándoles. Aterrizaron en Europa en un vuelo intercontinental comercial (en primera, por supuesto), pero luego es más cómodo moverse en aviones más pequeños y pagados por cada distribuidora local.

La guapa Lawrence, que a sus 23 años es todo un dechado de seriedad y profesionalidad, llevaba solo para ella una estilista, una peluquera, su publicista… Y, claro, una maquilladora. La maquilladora no era una cualquiera sino Ve Neill, ganadora de tres Oscar por Bitelchus, Señora Doubtfire y Ed Wood. Cuando no está en un rodaje no pierde el tiempo, y acompaña en sus giras a estrellas como Lawrence.

¿Y Hutcherson? Ahí va un cotilleo: está muy acostumbrado a pisar Madrid. ¿Por qué? Por qué va a ser: por amor. El joven tiene novia… ¡Española! Los responsables del junket (que así se llaman este tipo de fregados periodístico-promocionales) pensaban que era una fan más que intentaba colarse en el set de entrevistas, hasta que insistió en que era muy amiga de Josh. Y tanto que lo era: él pidió que la dejaran pasar y, según parece, ambos pasean con cierta frecuencia por Madrid.

¿Algo más? Pues sí: quizá, lo más curioso. Jennifer Lawrence es una belleza, una de esas mujeres que mi padre decía «de bandera»: alta, pechugona y llena de curvas. Pero no es indestructible: tanto viaje, tanto avión, tanto trasnochar, la tenían el destrozada. Pero nada de quedarse en la habitación descansando: el día estaba repleto de obligaciones. Así que, para estar más cómoda y afrontarlas de mejor humor… La actriz dio todas las entrevistas de televisión en zapatillas de andar por casa. O, mejor dicho, de andar  por hotel, porque eran las clásicas pantuflas que todo establecimiento de lujo regala a sus visitantes.

Adrián Lastra: «Me cabrean mucho el paro y las medidas que no están arreglando nada»

Buenas noticias para sus admiradores y admiradoras: Adrián Lastra es, efectivamente, un cielo. Lo avisan sus compañeros. La persona que lleva su imagen. Y puede corroborarlo cualquiera que hable con él: nacido en 1984 en Madrid, está en pleno ascenso profesional pero parece no haber cambiado. «Acabo de salir del gimnasio», cuenta, «intentando desestresarme un poco. Es el único lugar donde mi cabeza se está un poco quieta».

Es normal que ande un poco estresado, porque no para. Podemos verle en el cine, donde ha hecho Fuga de cerebros 2, Primos (por la que fue candidato al Goya) o Temporal, que se estrena este viernes. En el teatro, donde protagoniza el musical Hoy no me puedo levantar. O en la tele, donde estará próximamente con Galerías Velvet, cuya primera temporada está a medio rodar.

Adrián Lastra

«No me puedo quejar, desde luego», explica, «porque la situación que vivimos es muy mala: desempleo o precariedad, gente que no puede llegar a fin de mes ni al final del día… De eso habla Temporal: de la mierda que estamos viviendo. Pero la película, que es muy humilde, le da una vuelta de tuerca y logra arrancar una sonrisa».

Temporal es, en efecto, una película humilde e independiente. Otro ejemplo del cine al que nos está acostumbrando una industria, la española, que atraviesa un momento difícil. «No me gusta hablar de películas pequeñas o cine pequeño», aclara el actor, «porque Temporal no lo es. Es humilde, no aspira a triunfar en la taquilla, pero sí a contar de manera detallista, con mucho trabajo y de manera maravillosa, la historia de cinco personas».

Adiós, entonces, a las grandes producciones y al concepto «estrella» del cine. El actor tendrá que ser más humilde… O no será. «Hacer películas como se hacían antes es imposible. Somos muchos profesionales y cada vez hay menos trabajo. Espero que la situación remonte o, simplemente, tendremos que adaptarnos todos. Lo hizo Paco León con Carmina o revienta, y es maravilloso: actualizarse, apostar por otro sistema, reinventarse».

Otra cosa, claro, es el teatro. Hablamos de Hoy no me puedo levantar, el musical basado en canciones de Mecano. «Lo que vivo con esa obra es pura felicidad», concede, «porque me da lo que siempre he soñado. Estamos dándole una vuelta de tuerca a los personajes de un musical: ya no es sólo cantar o bailar sino, sobre todo, interpretar. Con Colate hemos creado un personaje real, un chico de pueblo que llega cargado de sueños al Madrid de los ochenta y que, además de cosas bonitas, encuentra cosas más feas como la droga. Pura realidad».

Actúa, canta, baila… En resumen: ¿el típico caso de niño que, desde pequeño, sueña con ser artista? «¡Para nada!», desmiente entre risas. «Yo quería ser futbolista, como todos los niños, pero Operación Triunfo me hizo cambiar. Se estrenó cuando tenía 17 años y me despertó algo que no tenía… ¡Me apetecía cantar! Mi padre cantaba y en mi casa he oido mucho flamenco, pero al ver OT vi que se me podía dar bien. Que entonaba. Que me apetecía lanzarme. Estaba estudiando electrónica, pero vi que ese era mi reto, y me gustan mucho los retos».

Y ahí sigue, de reto en reto. El próximo es aprender idiomas («no quiero ir a Hollywood, porque me daría una leche importante, pero sí trabajar en Europa, Sudamérica, Centroamérica…) y, por supuesto, seguir en contacto con sus seguidores, cada vez más. «Me gusta mucho Twitter, pero depende del dia y de cómo me levante. Es una forma de compartir tu vida profesional y privada, como un regalo para la gente que te sigue, pero a veces tengo que controlarme porque soy hiperimpulsivo y no puedo escribir las cosas ofensivas que me apetecen cuando me cabreo». ¿Y, por ejemplo, qué le cabrea? «Infinitas cosas. El paro. O las medidas que presuntamente se toman. Que me digan que todo se está arreglando, que va a mejor, mientras miro a mi alrededor y encuentro justamente lo contrario».

La voz de Scarlett Johansson

Si le diesen un premio a la actriz más fotogénica, sería sin duda para Scarlett Johansson. Porque al natural está estupenda, pero es en las películas y las sesiones de fotos cuando se transforma en un ser de otro planeta. ¿Aunque saben lo que realmente sobrecoge al tenerla delante? Su voz.

Scarlett Johansson

Es un motivo (más) para ver cine en versión original: escuchar la voz de Scarlett Johansson, y no ver su rostro haciendo carantoñas absurdas mientras oímos a alguna desconocida apropiándose de su arma. Porque la voz de Scarlett es eso: un arma. Suena como una fruta caliente abriéndose para que te la comas. Suena ronca y peligrosa y, de pronto, suena dulce e infantil. Ella, claro, sabe usar su voz como un buen cocinero sabe regular la temperatura del horno. Como un buen masajista sabe cómo calentar tus músculos. Como… Bueno, da igual.

No soy el único que lo sabe: los italianos, que entienden mucho de estas cosas, acaban de darle el premio a la mejor actriz del festival de Roma a la voz de Scarlett Johansson. Porque la cara de la actriz no aparece en un solo fotograma de Her, lo nuevo de Spike Jonze, pero sí su voz: interpreta a un sistema operativo informático que habría hecho perder la cabeza de Steve Jobs.

De eso va Her: de cómo un escritor solitario, encarnado por Joaquin Phoenix, inicia una honda y obsesiva relación con el sistema operativo de su ordenador debido a su seductora voz (y a su personalidad, que no todo va a ser eso). A Johansson no le hace falta su físico para ser divertida, sexy o desgarradora: le basta con su voz, que vale un premio romano. Y todavía habrá gente que irá a ver la película doblada y, a la salida, dirá que Scarlett Johansson lo hacía fenomenal.