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Crónica: ‘Boyhood’, la vida y nada más… o nada menos

Ellar Coltrane y Ethan Hawke en Boyhood

Ellar Coltrane y Ethan Hawke en ‘Boyhood’. FOTO: Universal Pictures

“Papá, lla magia no existe, ¿verdad?” le pregunta un niño que empieza a dejar atrás su infancia a su padre. Sucede en Boyhood (Momentos de una vida), de Richard Linklater, y es la película del momento. La película de la que todos hablan, o deberían hacerlo, y de la que se volverá a hablar, y mucho, más adelante con los Oscar. Y es que nunca, repito, nunca hasta ahora se había realizado en la gran pantalla una propuesta como esta, fabricar una ficción cinematográfica a lo largo de 12 años con los mismos actores. Concretamente, se centra en el joven Mason (Ellar Coltrane) desde los 6 hasta los 18 años.

Como precedentes más ilustres (y no vale lo de decir que tengo a un conocido que ha ido filmando los momentos más especiales de su hijo desde que nació, hace 25 años, y luego colgó el video en Youtube), se han citado la serie documental The 7up Series, de Michael Apted, o los 4 largometrajes y 1 corto sobre el personaje de Antoine Doinel que dirigió François Truffaut interpretado por Jean-Pierre Léaud durante 20 años. Y, claro, el propio Linklater con su trilogía romántica de culto iniciada con Antes del amanecer (1995). Añadiría, sin ánimo de ser exhaustivo, a Daniel Radcliffe y su evolución durante una década en la saga Harry Potter. Pero, Boyhood es única en su especie, y esta por si sola ya es una razón de peso para recomendarla encarecidamente.

Boyhood. Ellar Coltrane y Lorelei Linklater

Ellar Coltrane y Lorelei Linklater. FOTO: Richard Linklater

Richard Linklater ha tardado una docena de años en plasmar su obra, en cambio nosotros, afortunadamente, no deberemos esperar tanto tiempo para terminar de verla. Tuvo a bien condensarla en 2 horas y tres cuartos de duración que, por otra parte, y es de agradecer, no se hacen cansinas.

Una sucesión de escenas de las etapas de la vida de Mason, hijo de padres separados, que van conformando un mosaico con el único nexo de unión del mismo fluir de la vida, buscando esos diminutos detalles que marcan, instantes que derrotan o de los que valen la pena; o esos amigos, parientes o meros transeúntes que se van uniendo y separando por el camino.

No hay nada que no se haya contado antes ni tampoco nada que nos parezca especialmente excepcional en la vida de Mason. Recurriendo al título de una película de Bertrand Tavernier, Boyhood trata de La vida y nada más… o nada menos. Así que en esa cotidianidad, paso del tiempo, encuentros y desencuentros va ocurriendo lo extraordinario, sorprendiéndonos de la manera en la que nos podemos llegar a identificar en más de uno de sus pasajes.

La implicación de los actores ha sido absoluta, sobre todo la de su cuarteto protagonista. A parte de Ellar Coltrane como Mason está Lorelei Linklater, su hermana ficticia en la película e hija del propio director en la realidad; una Patricia Arquette inmensa interpretando a Olivia, la madre (y a ella le corresponden algunas de las escenas y diálogos más desgarradores); o Ethan Hawke en el rol de padre progresista y enrollado (el actor también lo fue con su amigo Linklater, avalándolo anímica y económicamente a sacar el proyecto adelante año tras año).

Hay además una estupenda selección de canciones en la banda sonora (su función, la  de ofrecer pequeñas cápsulas de felicidad); y un magistral empleo de la elipsis: los saltos en el tiempo con los cambios físicos de los protagonistas son increíbles.

La historia de Mason se cierra (cinematográficamente) a sus 18 años trazando casi un círculo, el de la misma vida, a pocos años de distancia de la edad de cuando sus padres le concibieron. Fue ese el comienzo también para ellos de los verdaderos problemas y decepciones en su nueva edad adulta y repentina paternidad. El círculo no acaba de cerrarse porque deja a Mason pendiente de su destino, con otras esperanzas y expectativas, a la espera de sus propias decisiones y errores, quizá más afortunado quizá no. Un carpe diem envenenado. El gran o mediocre espectáculo de la vida prosigue.

Y ahora es cuando recupero la frase con la que iniciaba esta crónica, la de “Papá, la magia no existe, ¿verdad?”. Pues a veces sí, en películas como ésta, aunque tal vez ni sea perfecta, fusionando la vida con el arte. Extrayendo poesía de lo banal. Indagando sobre lo que nos hace seguir adelante.

Y para concluir esta generosa, por extensión, dosis de trascendencia crítica que podría resumirse en un must-see («debe verse»), les dejo con un curioso montaje fotográfico.

boyhood

FOTO: Melissa McEwan

La transformación de Ellar Coltrane, a lo largo de los 12 años de rodaje, en un montaje creado por Melissa McEwan en Shakesville.com y a partir de las imágenes promocionales de un gift en Photbucket.

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