Cápsulas de cine
( ‘Alien: Covenant’ ©Fox )
Casi cuarenta años dan de sí, y para muchos cambios. Desde el terror visceral y orgánico de Alien (1979), título de referencia del género que recogía y actualizaba toda la mitología clásica anterior sobre las amenazas de criaturas extraterrestres, a la actualidad la verdadera preocupación, según su mismo director, Ridley Scott, ya no procede del espacio exterior o de seres biológicos gestados de manera natural sino, una vez más, de aquí mismo en la Tierra y a raíz de la intervención humana. De lo sintético, de aquello que no ha sido gestado en el vientre materno sino en la computadora, entre bits y elaboradísimos programas informáticos: la inteligencia artificial.
Con el inicio de una nueva trilogía con Prometheus (2012), los alienígenas de la famosa película y secuelas quedaban en un segundo plano. Un cierto clamor popular hizo que en la reciente Alien: Covenant volvieran, pero el veterano cineasta británico ya dejaba claro que los xenomorfos cada vez le interesaban menos, que el gran peligro adoptaba la forma de David (Michael Fassbender), el «sintético» que supuestamente debía ayudar a los humanos en sus misiones tripuladas. Una criatura capaz de llegar a obtener unos conocimientos y capacidad de raciocinio ilimitados. Un dios dispuesto a todo para evolucionar, incluso matar a su padre/creador o exterminar razas enteras, fueran terrestres o de otros mundos.
