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Crítica: ‘Exodus: Dioses y reyes’, el espectáculo por encima de todo

En una superproducción de las características de Exodus: Dioses y reyes, épica y bíblica, lo que menos suele importar es el guión (lo que tampoco considere que sea un punto a su favor), lo que se valora es su sentido del espectáculo visual, los decorados y las recreaciones del pasado con ingentes cantidades de extras. Y tener en cuenta que más que una nueva versión del clásico Los Diez Mandamientos, de Cecil B. DeMille (por cierto, una de las películas más taquilleras de toda la historia del cine), se trata de una película de Ridley Scott.

El relato de Moisés, el profeta y guía espiritual que llevó a su esclavizado pueblo hebreo hacia la Tierra Prometida, liberándole del yugo egipcio que sólo lo consideraba materia prima para construir sus monumentos funerarios, cinematográficamente está vinculada a esa superproducción de 1956 que protagonizó Charlton Heston. En ella, Cecil B. DeMille no escatimó metraje, más de 3 horas y media, para ofrecer al público la historia más grande jamás contada. Varias generaciones posteriores la recordarían como una de las superproducciones modélicas en su género. Algo que muy probablemente no ocurrirá con Exodus (aunque a Ridley siempre le quedará el consuelo de que Gladiator sí que ha quedado como emblemática del péplum hecho a lo grande).

Exodus Dioses y ReyesReconozco que es una valoración muy personal, pero sus 50 primeros minutos me hicieron pensar que me hallaba ante una superproducción que podía alcanzar cotas notables. La parte con el general Moisés (Christian Bale) y su (casi) hermano el príncipe Ramsés (Joel Edgerton) aún bajo el mando del faraón Seti (John Turturro) presenta a los personajes como humanos, con defectos y virtudes; y la batalla que le sigue, la de Qatesh contra el posible intento de invasión de los hititas, impresionante pese a su abuso de los efectos digitales. Muy buen uso de los exteriores, rodados en su mayor parte en parajes de Almería y Fuerteventura y que lucen perfectos para la recreación de ese Antiguo Egipto; junto con la música de Alberto Iglesias, sin desentonar y sin imponerse por encima de sus imágenes.

Pero lo que prosigue a partir del destierro de Moisés no está a la altura. Sí en cambio, falta por venir lo mejor de la función, lo más espectacular. Y esto es la visualización de las Diez Plagas que azotaron Egipto: físicas y palpables (pese a los cocodrilos, exageradísimos en su tamaño); o la esperadísima secuencia del paso por el Mar Rojo con Moisés liderando a los 600.00 hebreos perseguidos por los carros de combate y soldados de Ramsés. Es el plato fuerte, el que los espectadores más esperan, y es apabullante, también más realista que en el filme de DeMille. Esto sucede a las dos horas y pico, por  lo que después es de agradecer que despache rápidamente lo que prosiguió, como el episodio del Becerro de Oro, o que la elaboración de las tablas con los Diez Mandamientos siga un cauce distinto más íntimo. Sin más lecturas políticas o étnicas, Exodus pretende alejarse de su vertiente más religiosa para centrarse en posibles lecturas universales, la de la eterna lucha de la libertad de los pueblos contra sus opresores y, al fin y al cabo, cine de evasión que es lo que es.

Exodus Dioses y Reyes 2014Pero por el camino, el guión no sólo se va perdiendo hasta casi desaparecer. No se entiende (o no entendí) el porqué Moisés es el elegido o es especial; podría haber sido cualquier otro (el anciano Nun, que interpreta Ben Kingsley, sin ir más lejos). La sensación es que a Dios (cuya manifestación humana en la película obviaré para no desvelar nada más), una divinidad airada, vengativa y despiadada propia del Antiguo Testamento, le hubiera bastado cualquier otro con una pizca de carisma o sangre en las venas para su objetivo. Y las siete plagas (diez contando las que sufrieron conjuntamente amos y esclavos), unido a esa indefinición de personajes, provocan que uno llegue a sentir bastante más compasión por las calamidades y desgracias de los egipcios (muchos de ellos amigos y admiradores de Moisés) que por la de los hebreos.

Luego están los innumerables secundarios, sin identidad, apareciendo y desapareciendo por allí. ¡Qué desaprovechados están Sigourney Weaver (Tuya), Ben Kingsley (Nun), Golshifteh Farahani (Nefertari, o Nefretiri en inglés), Aaron Paul (Josué) o Andrew Tarbet (Aarón, hermano mayor de Moisés y una de las figuras clave de esta historia Bíblica, que no de la película), entre tantos otros! María Valverde hace lo que puede con sus escenas como Séfora, la esposa de Moisés. El Ramsés (menos capacitado para gobernar, más cobarde, menos fuerte que Moisés) que interpreta el australiano Joel Edgerton acaba siendo un villano de una sola pieza, sin más, desdibujado a pesar del amor que demuestra por su hijo o por las dudas que le asaltan sobre la culpabilidad y destierro de su “hermano”. Habrá que esperar al Director’s Cut del Blu-ray y DVD para comprobar si tienen algo más de jugo, aunque me temo que este desaguisado con los secundarios y el guión no lo arregla ni Dios.

 

Puntuación:

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( Imágenes: Hispano Foxfilm )