( ©eOne )
Esta semana se han presentado los primeros tráilers de dos superproducciones de carácter fantástico. Y, lo peor, ambos me han decepcionado. Ni siquiera se han acercado a ponerme la miel en los labios. Todo al contrario. Me invitan al rechazo, a huir de las salas donde las proyecten.
Los artífices del marketing y todas esas personas que idean las promociones y cómo deben de ser los tráilers sabrán mucho más que yo sobre vender una película. Pero estoy cansado de que me lo cuenten prácticamente todo.
Se sabe, desde hace tiempo, que un gran número de espectadores, demasiados, acuden a ver una película por su argumento (y por el renombre de las estrellas que aparezcan). Y conocedores de ello, las cabezas pensantes que idean los tráilers más que dejarnos con ganas, con la ilusión de descubrir el espectáculo (si es que lo hay) por nosotros mismos, se ceban en ello. El elemento sorpresa desaparece casi por completo.