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‘Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?’, el humor de tópicos y culturas funciona

Los chistes sobre los clichés de carácteres y formas de ser regionales o nacionales son infalibles para provocar la risa, o al menos esbozar alguna maliciosa sonrisa. También suponen pequeñas venganzas, dardos envenenados contra rivales históricos. En la insuperable Un pez llamado Wanda (A Fish Called Wanda), yanquis y británicos se las tenían constantemente, y ambos supieron reírse con ella cuando se estrenó en 1989 pasando a los anales de la historia como una de las mejores comedias cinematográficas.

El humor local dificílmente logra traspasar fronteras, expandirse a territorios donde esas bromas y puyas no puedan ser reconocidos, identificables. Sin embargo, con los más de 50 millones de euros recaudados y 8,6 millones de espectadores que pasaron por taquilla para ver aquí Ocho apellidos vascos, el mayor fenómeno de taquilla del cine español de todos los tiempos, y una cifra inimaginable, ni por asomo, cuando sus responsables la concibieron, hacen que poco o nada importe que pueda ser o no escasamente exportable.

Las peculiaridades, etiquetas y diferencias del “otro” (rara vez se reconoce la paja en el ojo propio), de las características más chocantes de otras culturas y formas de vida tuvo en España su mayor exponente hace casi 50 años con la comedia La ciudad no es para mí, dirigida por Pedro Lazaga y estrenada en 1966. Paco Martínez Soria arrasó (más de 4,2 millones de espectadores en cines, y batiendo récords de audiencia en sus pases televisivos) interpretando a su pueblerino aragonés Agustín Valverde y, del mismo modo que tienen también fama los maños, no sólo dando la nota por su franqueza sino en esos contrastes entre la honradez y naturalidad, también acomodado a lo antiguo, a las tradiciones de «toda la vida» y al pasado, frente a las maneras de los urbanitas de la capital de Madrid, más a lo suyo, complicándose innecesariamente la existencia, con menos tiempo para todo pese a sus libertades y avances sociales o tecnológicos. En esta pequeña batalla, lógicamente, quien se ganaba las complicidades y simpatías era el bueno de Paco Martínez Soria/Agustín Valverde.

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