‘Un italiano en Noruega’ o… ¿de qué se ríen los italianos?

BCN Film Fest

Un italiano en Noruega (Quo Vado?)

( ©A Contracorriente )

Los italianos se ríen con sus costumbres y su forma de ser, con el contraste entre identidades y culturas que más conocen, las suyas propias. Un italiano en Noruega (Quo vado?, 2016) ha sido todo un fenómeno en taquilla en el país transalpino atrayendo a las salas de cine a diez millones de espectadores. De la misma manera, Bienvenidos al Norte (Bienvenue chez les Ch’tis) vendió en Francia el récord de veinte millones de entradas en 2008; o aquí mismo, Ocho apellidos vascos posee el honor de ser la película más vista en nuestras pantallas con 9,5 millones de espectadores en 2014.

Con cuatro películas juntos, desde Cado dalle nubi (2009), el tándem formado por Gennaro Nunziante, como director y guionista, y Checco Zalone, como actor y también guionista, han ido triunfando con cada estreno más y más en la taquilla de su país hasta tocar el cielo. Checco Zalone es todo un ídolo en Italia después del colosal éxito de Un italiano en Noruega o las desventuras de un funcionario público que se niega perder su puesto de trabajo fijo ni aunque sea a cambio de una tentadora indemnización por despido. Checco es el nombre también de los cuatro personajes cinematográficos que ha interpretado, y es su nombre artístico. El real es Luca Pasquale Medici, presentador, guionista, cómico, actor y compositor (siempre incluye algunas de sus canciones en las películas).

Un italiano en Noruega (Quo vado)

( ©A Contracorriente )

Es obvio que el choque de culturas en esta su nueva propuesta se fundamenta en los tópicos de esos italianos vulgares, charlatanes, ruidosos y apasionados, en contraste con el carácter civilizado, callado, ordenado y frío de los noruegos. No faltan las ocurrencias sobre mafias, espaguetis, la telerrealidad o Al Bano y Romina Power, pero el grueso de su humor, más blanco que negro, apunta a la clase funcionaria. El trabajo perfecto para un tipo egoísta, acomodado, gorrón, caradura, consentido y machista como Checco que a sus más de treinta años aún vive a costa de sus padres, y en casa de estos, y con una novia con la que se niega a comprometerse en forma de matrimonio. Checco es alguien que sabe sacarle partido a todo lo que sea gratis y vivir a cuerpo de rey sin dar golpe, y la guinda es el poder disfrutar de cantidad de permisos remunerados o pagas extras. Su vida dará un vuelco inesperado cuando, al negarse a firmar su finiquito en pro de una reestructuración de la administración pública, una pérfida burócrata (Sonia Bergamasco) le destine al lugar más inhóspito y peligroso posible, a una estación científica en el Polo Norte para mantener alejados a los osos polares y, casualidades de la vida, se tropiece allí con la mujer de sus sueños, Valeria (Eleonora Giovanardi). «La Cameron Diaz de las biólogas», según le describirá a su madre.

Un italiano en Noruega (y que curiosamente, empieza en algún lugar de África) es de esas comedias con las que es fácil reírse con ellas o… de ellas. Tampoco aspira a realizar grandes análisis sociológicos ni a hacer arte (recupera como secundario a Lino Banfi, que participó en innumerables comedietas eróticas, y muy exportables, en los 70, y que aquí interpreta al veterano senador que aconseja a Checco sobre no ceder en nada para conservar su «puesto fijo de trabajo»); pero sin ir más lejos, en menos de media hora ya proporciona unas cuantas escenas hilarantes. Está la escena que visualiza el porqué llegar a ser funcionario es el trabajo soñado por Checco desde que era niño, al compás de Felicità (precisamente uno de los clásicos de la canción popular italiana y del repertorio de Al Bano y Romina Power). Y otra muestra de su comicidad (también una de los preferidas del propio actor, Checco Zalone) con la pequeña discusión que mantiene en su despacho, del departamento provincial de caza y pesca (y donde se gana la vida básicamente solo timbrando permisos y licencias), con un conciudadano preocupado por si el hecho de regalarle una perdiz puede ser constitutivo de un delito de corrupción o coacción alguna (algo tan de actualidad, también en Italia). Y Checco intentando convencerle que para nada. Que para él la perdiz.

Presentada dentro de la sección Cinema amb Gràcia, en un intento de dignificar un género habitualmente tan menospreciado, del Sant Jordi BCN Film Fest de Barcelona, llega a nuestros cines este mismo viernes 28 de abril. Y es una buena oportunidad para zambullirse en la comedia popular itálica, en la que la sutileza no es precisamente una cualidad, y comprobar eso, qué les hace gracia a los italianos, y que no es tan distinto a lo que nos hace reír también a nosotros.

 

Posts relacionados:

Días de rosas, libros y cine: BCN Film Festival

Richard Gere, el hombre que lo conseguía todo

Un Festival no nace sin dolor de parto, en el blog de Juan Carlos Rivas

 

Los comentarios están cerrados.