En un plano superior: Recordando la escena del beso en ‘Suspense’ (1961)

Suspense (The Innocents) escena beso

¿No fue el pasado 13 de abril el Día Internacional del Beso? Escenas de besos, en el cine, hay muchas. Que hayan perdurado, muchas menos. Por otra parte, no es que precisamente Suspense (The Innocents, 1961) vaya escasa de momentos, escenas y planos memorables, pues por alguna razón es una de las películas más perfectas que jamás se hayan rodado. Pero, este instante sorprende, sobre todo al espectador que vea por primera vez esta adaptación de la famosa novela Otra vuelta de tuerca (The Turn of the Screw).

En la alcoba y rodeados de oscuridad, un niño de diez años, Miles, besa a su institutriz, Miss Giddens, en los labios. Lo hace con pasión, como lo haría un adulto preso de una irresistible atracción sexual. ¿Y ella? Pasa del desconcierto y asombro inicial a dejarse llevar, turbada. Sí. Una escena demasiado atrevida para su época, a inicios de los sesenta.

Deborah Kerr, que tenía 40 años cuando la película se estrenó en el Reino Unido, y en la que muy probablemente sea su mejor interpretación, encarna a la bella y ambigua heroína de la novela de Henry James. El niño tan encantador como inquietante está interpretado por el joven Martin Stephens de 12 años quien, curiosamente, el año anterior había intervenido en otra imprescindible obra maestra del género fantástico, El pueblo de los malditos (Village of the Damned, 1960).

Dos pequeños huérfanos, Miles y su hermana Flora (Pamela Franlin), herederos de una inmensa fortuna y viviendo en una enorme mansión victoriana, supuestamente poseídos por el espíritu de unos criados fallecidos; y una decidida Miss Giddens dispuesta a erradicar ese mal de los niños en esta historia de fantasmas que posee su “vuelta de tuerca”. La intachable adaptación dirigida por Jack Clayton, contando con Truman Capote entre los guionistas, nos conduce a un relato de terror gótico y psicológico que logra acrecentar los índices de inquietud y perturbación como pocas veces se haya experimentado. Los niños pueden ser tan inocentes (como alude directamente el título original) como unos pequeños diablillos crueles, y Miss Giddens más que una salvadora quizás sea una histérica y neurótica reprimida sexualmente (los abundantes planos de la boca y sus labios en la película insinúan mil y una posibilidades) que cree ver fantasmas donde no los hay.

El final de la película de Jack Clayton (de resolución ¿feliz?) es, de alguna manera, solo el principio; el comienzo del desasosiego, de pensar que algo en realidad ha ido mal, muy mal. Una película imitada y copiada multitud de veces (el mismo Amenábar se inspiró en ella para Los otros); y la fotografía de Freddie Francis magistral, tanto en los interiores como en los exteriores, a la luz del día como en las noches de supuesta calma o azotadas por el viento, no hizo sino contribuir a esta condición perturbadora potenciando las tonalidades claroscuras en la iluminación de los personajes, el lado luminoso y el oscuro presente en cada uno de sus rostros. Buena prueba de ello, el plano destacado del beso; un momento que prácticamente se repite, aunque ya con connotaciones distintas, en la escena final.

 

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Extra bonus:

Aunque los más puristas puedan llevarse las manos a la cabeza, he encontrado en Youtube este vídeo que recoge la célebre escena del beso de Suspense, aunque lo hace con la canción de fondo de la canción The Infant Kiss, perteneciente al álbum Never for Ever (1980), de Kate Bush. Un tema precisamente inspirado por esta película y escena.

La canción le da un aire igualmente extraño a las imágenes; pero lo más importante, además de poder ver la citada escena, es impresionante comprobar tanto el trabajo de la puesta en escena y dirección de fotografía como la impresionante actuación de Miss Deborah Kerr.

 

Y los títulos de crédito, insuperables, que empiezan con 45 segundos con fondo en negro con la canción infantil O Willow Waly antes que aparezca el logo de 20th Century Fox (en su época, algunos proyeccionistas pensaron que se trataba de un error de la copia)… seguido de otro fundido a negro, sonidos de cantos de pájaros, los primeros títulos de crédito y los sollozos y plegarias que ilustran la desazón de Miss Giddens.

 

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