James Horner, grande entre los grandes

James Horner

Diría que cualquier amante del cine que empezara a desarrollar su cinefilia, y amor por las bandas sonoras, durante la década de los 80 comprobará hasta qué punto su educación e intereses cinematográficos van íntimamente vinculados con las músicas de James Horner. Uno podía alcanzar el éxtasis con las composiciones de Bernard Herrmann, Miklós Rózsa, Max Steiner, Nino Rota, Elmer Bernstein, George Deleure, Ennio Morricone… pero, allí estaban sobre todo los dos «grandes» en pleno apogeo y actividad, los maestros John Williams y Jerry Goldsmith. Y a ellos dos, no tardaría en sumarse Horner.

Por aquellos años, intentaba grabar con un vieja cinta de cassette algunos de sus temas más representativos de quien, decían, era el mejor «imitador» de John Williams. Eran piezas de bandas sonoras como las de Los 7 magníficos del espacio, Krull, Proyecto Brainstorm, Gorky Park o Tiempos de gloria captadas desde algún programa de radio, con sonido a menudo bastante lamentable, lleno de ruidos. Pero allí las tenía. No tardaría en comprarme, en original y también en cassette, bandas sonoras como las de Willow y Campo de sueños, o en vinilo Fievel y el nuevo mundo, y dos obras maestras tan atmosféricas, angustiosas, como Aliens y El nombre de la rosa, ambas tan alejadas de ese sonido épico e  intimista con melodías absolutamente retentivas que me fascinaban desde la primera escucha. James Horner había entrado en mi pequeña y selecta lista en la que cada novedad suya me resultaba un acontecimiento, y a ella no tardarían en sumarse otros compositores «imprescindibles» del momento como Basil Poledouris, Hans Zimmer o Bruce Broughton (de quien estuve buscando durante años, desesperadamente, su maravillosa banda sonora de El secreto de la pirámide. En cambio, Silverado, otra joya, era facilísima de encontrar).

Mi primer compact lo compré en 1992, y fue Los últimos días del Edén (Medicine Man) de Jerry Goldsmith. Este encuentro con el formato digital se produjo además por accidente. Había encargado la banda sonora, en cassette, en una tienda de venta a distancia. Sin embargo, sus responsables debieron decidir que era hora de que me pasara al sonido compact disc y, por un afortunado error y al precio de un cassette, me llegó el pedido. Desde entonces, adiós cassettes.

Los famosos premios Oscar siempre pasaron bastante de Horner. Claro que fue nominado en 10 ocasiones, entre bandas sonoras y canciones, y obtuvo 2 estatuillas, las dos por Titanic, pero precisamente ésta no era una de las bandas sonoras más características del más puro sonido Horner. Y, entre lo más divertido de su estilo, estaba el «parabará», un leiv motiv musical de tan sólo cuatro notas que repetía a menudo en sus composiciones. Eran como una firma personal (en Proyecto Brainstorm llegaba a sonar hasta 17 veces seguidas en poco más de un minuto).

No pretendo ser exhaustivo en su obra, pero de entre sus trabajos de los últimos 20 años es imposible no recordar Braveheart, Leyendas de pasión, Apolo 13, Apocalypto, Una mente maravillosa, La tormenta perfecta o Avatar. James Horner estaría sin duda entre mis 10 compositores favoritos de toda la historia del cine. Y su fallecimiento, prematuro, a los 61 años y en un trágico accidente de avioneta, el pasado 22 de junio, me arranca más que una lagrimita, me arranca a pedacitos un trozo de mi nostalgia cinéfila, me lanza a la melancolía y al agradecimiento, a recordar que a él, a Horner, le debo buena parte de mi vida cinéfila.

Les dejo con tres selecciones, no porque las considere las mejores sino porque de alguna manera las considero muy representativas de su música y trayectoria. Son Krull (1983) y el tema Ride of the Firemares, la primera banda sonora por la que llamó la atención; y Leyendas de pasión (1995), con el corte titulado The Ludlows, un prodigio de ese sonido entre épico e intimista tan característico de Horner; más la citada recopilación de «parabarás».

El resto de enlaces puestos en los citados títulos del post también llevan al enlace a su banda sonora en Youtube.

 

 

 

( Imagen cabecera, vía TheGuardian.com )

 

 

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