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Por suerte, las heces podrían venir en cómodas cápsulas

Leo hoy en el blog de mi compañero Juan Revenga un divertido artículo sobre las donaciones pagadas de materia fecal para trasplante en EE. UU. Llevaba yo tiempo queriendo meter las manos en este asunto del trasplante fecal, y hasta ahora me había resistido a hacerlo por la razón que se entiende fácilmente releyendo despacio esta frase.

La infección intestinal con Clostridium difficile persistente es, como cuenta Juan y sugiere el nombre del bicho, una dolencia complicada y potencialmente mortal, además de escatológicamente profusa. La terapia con antibióticos no solo es ineficaz, sino que llega a ser perjudicial por eliminar la flora beneficiosa sin afectar al invasor insidioso. Como alternativa, desde los años 50 del siglo pasado se viene ensayando el trasplante de materia fecal de individuos sanos para que su ejército de bacterias combata al intruso.

Esporas de 'Clostridium difficile'. Imagen de Cjc2nd / WIkipedia.

Esporas de ‘Clostridium difficile’. Imagen de Cjc2nd / WIkipedia.

Este procedimiento es eficaz, pero es de imaginar que no del todo aplaudido por aquellos a quienes se les comunica que les van a colocar una sonda nasogástrica –ya de por sí algo desagradable– para que puedan contemplar cómo por el interior del tubo avanza hacia su fosa nasal… El plan B es la vía rectal, desde luego más hecha al tráfico de este tipo de mercancía, pero más bien en operación salida.

Ahora, un reciente avance quizá llegue al menos a evitar el desasosiego del trance nasogástrico o rectal. Investigadores del Hospital General de Massachusetts han logrado que el trasplante de microbiota fecal funcione cuando se administra en una cómoda cápsula congelada sin que el paciente pueda apreciar lo que contiene, aunque lógicamente estará informado de ello.

El avance se ha publicado en la revista médica JAMA a tiempo de su presentación el pasado octubre en una conferencia en la Sociedad Estadounidense de Enfermedades Infecciosas. Según el primer autor del estudio, Ilan Youngster, «los procedimientos que se han utilizado hasta ahora –colonoscopias, tubos nasogástricos, incluso enemas– tienen riesgos potenciales y provocan incomodidad a los pacientes. El uso de cápsulas simplifica inmensamente el procedimiento, haciéndolo accesible a una población mayor».

Los investigadores ya habían experimentado previamente con la congelación de las muestras antes de su administración por las vías usuales. El éxito de este método les permitió crear un banco de heces congeladas que evitaba la necesidad de conseguir muestras frescas para cada paciente. El siguiente paso era facilitar el tratamiento. Para ello reclutaron a un grupo de donantes por internet y recogieron su materia prima para seleccionar los lotes más adecuados, procesarlos, congelarlos a -80º C y empaquetarlos en cápsulas resistentes al ácido que pudieran llegar intactas al intestino. Luego las administraron a un grupo de 20 pacientes a razón de 15 cápsulas por cabeza durante dos días consecutivos, «que la mayoría de ellos ingirió en unos pocos minutos», según los autores.

El procedimiento logró la curación de 18 de los 20 pacientes, aunque cuatro de ellos necesitaron una segunda ronda. Este porcentaje de éxito del 90% es similar al que se consigue con los métodos invasivos de trasplante fecal. Los autores esperan extender su estudio para comprobar la seguridad y la eficacia del tratamiento a largo plazo antes de que pueda estar disponible para su uso general.

Youngster aprovecha la ocasión para desaconsejar una práctica que, por increíble que parezca, existe: «Mientras tratamos de hacer este tratamiento más accesible a los pacientes, es importante recordar al público el peligro potencial de probar con una preparación casera utilizando materia fecal de familiares o amigos». Según un artículo en el diario The New York Times, algunos de estos trasplantes caseros incluso se han mostrado en vídeos en YouTube, una información que no tengo ninguna intención de contrastar.

Otros equipos y compañías están investigando en la misma línea e incluso tratando de mejorar aún más la presentación del producto final convirtiéndolo en un polvo liofilizado cuyo origen nadie pueda sospechar. De momento, los autores del estudio de JAMA están satisfechos de que el procedimiento funcionara sin que los pacientes llegaran siquiera a vomitar las cápsulas, algo que habían previsto y que habría aumentado aún más la ya de por sí repugnante naturaleza del experimento.