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La primera vacuna contra la malaria no es la panacea, pero ayudará

Bueno, pues ya están aquí. Después de una paciente espera, por fin conocemos los resultados finales del ensayo clínico en fase III –el último requisito previo a la comercialización– de la vacuna RTS,S/AS01, la inmunización contra la malaria que llevamos muchos años esperando y en la que estaban depositadas las mayores esperanzas de atajar la lacra que cada minuto acaba con la vida de un niño en África.

Un eritrocito (glóbulo rojo) infectado por parásitos de la malaria (coloreados en azul). Imagen de National Institutes of Health (NIH) / Wikipedia.

Un eritrocito (glóbulo rojo) infectado por parásitos de la malaria (coloreados en azul). Imagen de National Institutes of Health (NIH) / Wikipedia.

El resumen de la historia, según publica esta semana la revista The Lancet, es que las cifras de protección son modestas, como ya nos habían adelantado los datos que se han ido publicando desde 2011. De hecho, incluso peores de lo apuntado por los primeros resultados: en conjunto y en el mejor de los casos, cuando la vacunación inicial se refuerza con una dosis de recuerdo, en niños de entre 5 y 17 meses de edad en el momento de iniciar el tratamiento se obtiene una protección del 32% contra la malaria severa, y del 35% contra las hospitalizaciones asociadas a la enfermedad. En recién nacidos de entre 6 y 12 semanas, los números son aún más desalentadores: una reducción del 26% en los episodios clínicos, sin protección significativa contra los casos graves. Todo ello a lo largo de un período de seguimiento máximo de hasta cuatro años.

Para colocar las cifras en un cierto contexto de comparación, recordemos que la vacuna contra la fiebre amarilla, que suelen recibir los turistas antes de viajar a los trópicos, tiene una eficacia de más del 90% y protege de por vida, aunque durante años se prescribía una dosis de recuerdo a los 10 años que la Organización Mundial de la Salud dejó de recomendar en 2013 por innecesaria. Por el contrario, los programas de inmunización generales no suelen incluir la vacuna contra el cólera, cuya protección desciende por debajo del 50% después de los primeros dos años.

Distribución de redes antimosquitos en Mbanza Congo (Angola). Imagen de USAID Africa Bureau / WIkipedia.

Distribución de redes antimosquitos en Mbanza Congo (Angola). Imagen de USAID Africa Bureau / WIkipedia.

De todo ello se desprende que la vacuna RTS,S/AS01, desarrollada por la compañía GlaxoSmithKline y cuyo estudio lideró durante años el médico español Pedro Alonso (actualmente director del Programa Mundial de Malaria de la OMS), no será el arma definitiva contra la epidemia. Pero es la mejor arma que hoy tenemos; y teniendo en cuenta la devastación que provoca la enfermedad, la vacuna puede salvar miles de vidas al año. En palabras del autor de contacto del estudio, Brian Greenwood, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, «a pesar de que la eficacia desciende con el tiempo, RTS,S/AS01 aún aporta un claro beneficio». «Dado que en 2013 hubo un número estimado de 198 millones de casos de malaria, este nivel de eficacia potencialmente se traduce en la prevención de millones de casos de malaria en niños».

La lectura alentadora de la historia es que, además, no se trata de una promesa a largo plazo, sino que es ya una realidad presente en nuestras manos. Al término de la fase III, un fármaco ya puede conseguir los permisos necesarios para su comercialización. Según Greenwood, «la Agencia Europea del Medicamento (AEM) evaluará la calidad, seguridad y eficacia de la vacuna basándose en estos datos finales. Si la AEM da una opinión favorable, la OMS podría recomendar el uso de RTS,S/AS01 en octubre de este año. Si se licencia, RTS,S/AS01 sería la primera vacuna humana licenciada contra una enfermedad parasitaria».

Es probable que la vacuna contra la malaria reciba un tratamiento parecido a la inmunización contra el cólera, que solo se administra en zonas de alto riesgo y sin descuidar el resto de medidas dirigidas a combatir la transmisión de la enfermedad. Los extranjeros que visitan países donde hay cólera no suelen recibir la vacuna, salvo que por motivos profesionales vayan a estar en contacto directo con enfermos o vayan a sufrir otro tipo de exposición de alto riesgo. Dado que la malaria no se contrae a través de los afectados sino que hace falta la intervención del vector, el mosquito Anopheles, es previsible que el uso de la vacuna se restrinja exclusivamente a las poblaciones nativas de alto riesgo. Y en los lugares más castigados por la enfermedad, añadirá un frente más de lucha contra el parásito.

De hecho, en un comentario adjunto al estudio en The Lancet, dos responsables de la OMS advierten de que la financiación para la administración de la vacuna no debería detraerse de las actuales medidas. En su web, la OMS ya ha añadido el siguiente comentario: «La vacuna se evaluará como una medida adicional, no sustitutiva, de las actuales medidas de prevención, diagnóstico y tratamiento. La necesidad de redes insecticidas de larga duración, tests de diagnóstico rápido y terapias combinadas basadas en artemisinina continuará si RTS,S/AS01 llega a estar disponible y a utilizarse».