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¿Qué significa que Alonso sufrió «una descarga eléctrica de 600 vatios»?

Debo empezar aclarando que no tengo la menor idea sobre Fórmula 1 y que no soy seguidor de este deporte, si es que puede calificarse de tal sin que rechine la pantalla. Pero la semana pasada leí algunos titulares de prensa en los que un expiloto declaraba que Fernando Alonso había sufrido «una descarga de 600 vatios», e imagino que tal vez algunos aficionados con cierto conocimiento habrán barruntado que al asturiano se le estaba tratando como si fuera una tostadora o una minipímer, ya que el vatio es una unidad de potencia.

En efecto, afirmar que alguien es víctima de una descarga de 600 vatios no dice absolutamente nada. Es una cifra vacía, un dato de por sí completamente irrelevante, tanto como si escribimos que un hombre de 80 kilos sufrió una caída o que un coche de 200 caballos se estrelló contra un muro. Lo realmente importante sería saber desde qué altura cayó el hombre, si fueron dos metros o doscientos, o a qué velocidad circulaba el coche, si a dos kilómetros por hora o a doscientos.

En cuanto a la electricidad, suele decirse que son los amperios los que matan. Lo que realmente determina la gravedad de una descarga eléctrica, la diferencia entre el calambre y la electrocución, es la intensidad de la corriente que recorre el cuerpo de una persona, una magnitud que se mide en amperios. Pero siendo así, ¿por qué siempre se habla de las descargas en voltios y no en amperios?

La respuesta es que, cuando alguien sufre un accidente con una instalación eléctrica, el único parámetro conocido y objetivable es la tensión o diferencia de potencial en la línea. Este es un valor fijo; por ejemplo, 12 voltios para la batería de un coche, 230 voltios en el caso de un enchufe casero, o entre 1.000 y 400.000 voltios para las líneas de alta tensión.

En cuanto a la corriente (los amperios), podemos saber cuál es la que lleva el cable; pero si nosotros nos añadimos al circuito, lo importante es la intensidad que atraviesa nuestro cuerpo, y este no es un valor constante para todas las situaciones. Podemos calcularlo gracias a la vieja y fiable Ley de Ohm:

V = I × R

Es decir, la diferencia de potencial o tensión eléctrica es igual al producto de la intensidad por la resistencia. Por tanto:

I = V ⁄ R

Así, para calcular la intensidad, los amperios, no solo necesitamos conocer el voltaje sino también la resistencia, que se mide en ohmios. La resistencia mide la oposición del material al paso de la corriente; un metal como el hierro, que es buen conductor, tiene una resistencia mucho menor que un aislante eléctrico como la goma o el cristal. El cuerpo humano es un mal conductor de la electricidad, sobre todo la piel, pero su resistencia varía enormemente en función de que esté seca o mojada. Algunas cifras que se manejan hablan de que un cuerpo humano seco puede tener una resistencia de unos 100.000 ohmios, descendiendo a solo 1.000 si la piel está humeda.

Esta diferencia de resistencia puede ser cuestión de vida o muerte si sufrimos una descarga eléctrica. Así ocurre cuando estamos secos:

I = V / R = 230 / 100.000 = 0,0023 A = 2,3 miliamperios (mA)

Una corriente de 2,3 miliamperios nos produce un simple calambrazo. Veamos, en cambio, qué sucede cuando estamos mojados y nuestra resistencia se desploma hasta los 1.000 ohmios:

I = V / R = 230 / 1.000 = 230 mA

Aunque los daños dependen del tiempo que dure la descarga, una corriente de 230 miliamperios provoca fibrilación ventricular, daños nerviosos, contracción muscular y, probablemente, la muerte.

En todos los casos, hay que tener en cuenta que sufrimos una descarga eléctrica porque abrimos a la corriente una vía de paso a través de nuestro cuerpo; la electricidad nos atraviesa porque encuentra una diferencia de potencial y corre para nivelarla, del mismo modo que una pelota rueda cuesta abajo para reducir su energía. Por eso tocar una línea eléctrica con una sola mano llevando suelas de goma es infinitamente más seguro que hacerlo con los pies descalzos, especialmente si están mojados. Y por esta razón un pájaro puede posarse en una línea de alta tensión sin sufrir ningún daño, ya que sus dos patas se encuentran al mismo potencial y la corriente no encuentra ningún motivo para atravesar su cuerpo.

Un ejemplo de cómo la resistencia modifica los efectos de la electricidad lo encontramos en la película de Frank Darabont La milla verde (1999), basada en una novela de Stephen King. Cuando se ejecuta a un reo en la silla eléctrica, se coloca sobre su cabeza y bajo el electrodo una esponja empapada en solución salina para disminuir la resistencia al paso de la corriente y, teóricamente, lograr que esta detenga el corazón sin causar otros daños; algo que obviamente no se consigue, ya que el cuerpo es un mal conductor. Con una tensión de 2.000 voltios, la corriente que atraviesa el cuerpo es de unos letales 2 amperios.

En la película, un guarda malintencionado evita mojar la esponja al colocarla en la cabeza del preso Eduard Delacroix. Con la esponja seca, la electricidad encuentra una resistencia mucho mayor y se dispersa por la piel. La corriente no es inmediatamente mortal, pero causa un dolor extremo y daños corporales demoledores mientras los guardas prolongan la duración de la descarga para acabar con la vida del reo, que queda convertido en una especie de calefactor de resistencia humana al transformar en calor una buena parte de la energía eléctrica. Podemos pensar en las bombillas tradicionales con filamento de tungsteno, un material que conduce la electricidad mejor que el hierro y que a pesar de ello desperdicia el 95% de la energía en forma de calor, motivo por el cual estas lámparas se han ido retirando de la circulación. En el caso de un ser humano, el resultado es que literalmente el cuerpo se cocina vivo entre inmensos sufrimientos.

Aunque no hay registros de casos como el de la película, sí se produjo algo parecido en la ejecución de Jesse Tafero, un preso ajusticiado en Florida en 1990. Según se cuenta, el día señalado no se disponía de una esponja natural, y los guardas emplearon una sintética comprada en un comercio local. Incluso empapada en solución salina, una esponja de baño fabricada en plástico conduce la electricidad mucho peor que una natural. El resultado fue que Tafero tardó siete minutos en morir después de tres descargas consecutivas, y durante el proceso su cabeza ardió en llamas.

En este vídeo se compara el efecto mostrado en La milla verde con un experimento real llevado a cabo para un documental, en el que se simula el caso de Tafero con el cadáver de un cerdo. Después de la descarga, puede verse cómo la cabeza del animal chorrea grasa fundida.

Pero volviendo al caso que motivaba este artículo: ignoro por completo si un coche de Fórmula 1 utiliza baterías de 12 voltios como cualquier turismo, pero incluso esta pequeña tensión puede ser peligrosa si la corriente que nos atraviesa está en el rango de los 10 o 15 miliamperios, ya que a este nivel los daños empiezan a ser ostensibles y se experimenta ese típico efecto de «quedarse pegado». Es por esto que las baterías de automóvil se emplean como instrumentos caseros de tortura.

Pero además, y según leo en la Wikipedia, los coches de Fórmula 1 disponen de un sistema llamado KERS que recicla la energía de la frenada para aumentar la potencia, como ocurre en los trenes, y que en los sistemas autorizados puede proporcionar hasta 120 kilovatios de potencia durante 6,67 segundos. A falta de otros datos, lo que parece claro es que el voltaje debe ser alto para mantener la intensidad de corriente en un rango adecuado para los cables normales; probablemente de cientos de voltios, y por tanto más que suficiente para matar. Alguna web apunta que estos sistemas están preparados para un máximo de 500 voltios y 1.000 amperios, y un artículo menciona que los mecánicos llevan guantes aislantes hasta los 1.000 voltios. Si realmente Alonso sufrió una descarga y si se originó en este sistema, bien podría decirse que tiene suerte de seguir vivo.

Por si alguien desea entretenerse con algunos cálculos, la potencia eléctrica producida por una corriente atravesando una diferencia de potencial nos la da la primera Ley de Joule:

P= V x I,

donde P es la potencia expresada en vatios.