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¿Y para cuándo el Nobel de Física a Brian May?

El mundo está hoy dividido entre quienes aplauden la concesión del Nobel de Literatura a Bob Dylan, y quienes reclaman un Grammy para Francisco Correa o un Oscar para Rodrigo Rato. Pero, en realidad, nadie dijo que este premio estuviera reservado a lo que comúnmente entendemos como un escritor profesional.

Conviene recordar las palabras literales de Alfred Nobel en su testamento sobre la concesión del premio «a la persona que haya producido en el campo de la literatura la obra más sobresaliente en una dirección ideal». Según leí en alguna parte hace tiempo, hubo discusiones en la Academia Sueca, la encargada del fallo anual, sobre qué quiso decir exactamente Nobel cuando escribió «en una dirección ideal». Algunos lo interpretaban como un sinónimo de «perfecto», mientras que otros defendían un significado equivalente a «idealista».

Pero está claro que esta segunda interpretación no ha dirigido la concesión del premio en muchos casos, empezando por mi admirado Hemingway. Tal vez sí ha primado en la decisión de premiar a Dylan, pero hay también precedentes de premios Nobel de Literatura que no han ido a parar a manos de escritores convencionales. Me viene a la cabeza el caso de Winston Churchill (1953), que escribió libros, y muchos, pero a quien se le concedió el premio por sus discursos políticos.

Pero a lo nuestro, que en este espacio es la ciencia. Se me ha ocurrido que esta es una buena ocasión para recordar en este y próximos días a otros músicos consumados cuyos nombres salen en los papeles científicos (he dicho «músicos consumados»; no incluyo en la lista al físico de partículas del LHC, divulgador televisivo y reconocido guapo Brian Cox, que en los años 90 fue teclista de un grupo poppy bastante hortera).

Abundan por ahí las listas que citan los nombres, pero que no suelen explicar en concreto en qué consiste el trabajo científico de dichos músicos. No se preocupen: yo se lo cuento. Aunque, si les soy sincero, ya les adelanto que realmente ninguno de ellos va para premio Nobel, al menos de momento.

Comenzamos hoy con ningún otro que

Brian May

Arriba, Brian May. Abajo, Isaac Newton. Imágenes de Wikipedia.

Arriba, Brian May. Abajo, Isaac Newton. Imágenes de Wikipedia.

Sí, todos sabemos que el exguitarrista de Queen es astrofísico, y que su presencia es uno de los mayores reclamos del festival científico Starmus que hasta ahora ha venido celebrándose en Tenerife. Pero ¿qué ha aportado May a la astrofísica? Quiero decir, además de estar convirtiéndose en un clon de Isaac Newton…

En 1970, May tomaba dos decisiones importantes: comenzaba su doctorado en Astrofísica y cofundaba un grupo llamado Queen. Cuatro años después, el éxito meteórico de la banda le apartaba (casi) definitivamente de otros tipos de meteoros y del objeto de su tesis, la luz zodiacal.

Se trata de una débil franja de luz que puede observarse sólo en los cielos nocturnos prístinos, y que está causada por la dispersión del resplandor solar por el polvo que flota en el espacio. Se llama zodiacal porque se aprecia mejor en el plano de la órbita terrestre, donde se sitúan las constelaciones del Zodiaco. La luz zodiacal es la principal fuente de iluminación del cielo en las noches sin luna.

Y aunque esto del polvo zodiacal les pueda sonar más a amor libre y Flower Power, lo cierto es que en 1972 May publicó su primer estudio como becario nada menos que en la mismísima revista Nature. Dos años después le seguía otro estudio en la también muy prestigiosa Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. En estos trabajos, May y sus colaboradores analizaban el movimiento del polvo zodiacal estudiando el espectro de la luz que nos hace llegar. Pero aquel mismo año, May daba la patada a la astrofísica para volcarse en la música.

Hasta 2006. Ya alcanzado ese momento de su vida en el que podía comprarse una isla y hundir el bote, May reanudó su tesis doctoral, que leyó en 2007: A Survey of Radial Velocities in the Zodiacal Dust Cloud, o Un estudio de las velocidades radiales en la nube de polvo zodiacal. Desde entonces ha publicado al menos otros dos estudios. Uno de ellos, como autor secundario en 2009, era una propuesta sobre el empleo de misiones espaciales para recoger polvo zodiacal del espacio como objeto de estudio.

El más reciente, en 2013, estudiaba la luz zodiacal para determinar las contribuciones relativas de cometas, asteroides y polvo interestelar a esa nube. Que, por si les interesa, son respectivamente del 70%, 22% y 7,5%. O en otras palabras, que la gran mayoría de ese polvo disperso en el Sistema Solar procede de cometas.

Puede que el área de estudio de Brian May no suene de lo más excitante. Pero sus estudios abordan un campo poco investigado que tiene importancia para comprender cómo funciona nuestro Sistema Solar. El hecho de que no haya muchos investigadores trabajando en el movimiento de la nube zodiacal le permitió recoger sus observaciones de los años 70 más de tres decenios después, y publicar una tesis que aún tiene vigencia. Y por cierto, para astrofísicos en ciernes y fanáticos de Queen, la tesis está editada en formato de libro y a la venta.

El espectáculo debe seguir

Cuando se cumple una semana de la noche más oscura de París, me van a permitir que hoy me acoja a Mixtas para citar las palabras de un astrofísico llamado Brian May. Pero estas no las escribió como científico, sino en calidad de compositor y guitarrista de Queen. En 1990, May creó un tema dedicado a su amigo y compañero Freddie Mercury, ya entonces casi abatido por una enfermedad que en aquella época era una sentencia de muerte segura.

Estatua de Freddie Mercury junto al lago Léman en Montreux (Suiza). Imagen de S_Werner/Wikipedia.

Estatua de Freddie Mercury junto al lago Léman en Montreux (Suiza). Imagen de S_Werner/Wikipedia.

May compuso una de las canciones más hermosas, potentes y emotivas de la historia de la banda. También una que exigía una voz versátil y poderosa, solo al alcance de alguien como Freddie Mercury, con su registro vocal de más de cuatro octavas. Sin embargo y cuando llegó el momento de grabar el tema, Freddie estaba ya muy debilitado por su enfermedad, por lo que May le preguntó si podría hacerlo. «I’ll fucking do it, darling», le respondió. Y no solo lo cantó; en palabras de May, lo mató, lo laceró.

Pero lo cantó pocas veces, quizá solo una: Freddie moría el 24 de noviembre de 1991. Ni siquiera hubo posibilidad de grabar un vídeo, por lo que el clip oficial de la canción se convirtió en un homenaje a su carrera, una recopilación de fragmentos de sus actuaciones.

The Show Must Go On es un tema que habla del dolor de la pérdida y del sufrimiento por seguir adelante en un mundo incompleto. Tal vez por ello no sorprenda con qué fidelidad puede aplicarse a otras pérdidas, ni que leyendo hoy su letra parezca casi escrita a propósito con ocasión de los atentados del 13-N en París.

La traducción que figura a continuación es mía. The Show Must Go On incluye algunos versos oscuros, con alusiones y expresiones de significado algo ambiguo. Mi traducción trata de adecuarse al que en mi opinión era el sentido que May pretendía transmitir, en el contexto en que la letra fue escrita.

Una aclaración sobre el vídeo que incluyo más abajo. Nadie ha cantado este tema como Freddie Mercury. Esa laceración de la letra de la que hablaba Brian May estremece, pone los pelos de punta. Y sin embargo, he elegido otra versión, la que cantó Elton John en directo en 1997. Después de la muerte de Freddie, Queen interpretó la canción en público por primera vez en el concierto de homenaje celebrado en 1992 en Wembley (Londres). Fue Elton John quien se encargó de tratar de suplir la pérdida irreparable. Cinco años después, Elton John repitió, pero en esta ocasión en París, en el Teatro Nacional de Chaillot.

Pero mi elección de esta versión no se justifica únicamente porque fuera París el escenario, ni porque la actuación del ballet Béjart aportara un elemento estético que intensificaba el dramatismo del desgarrado poema de Brian May. Es el valor de la pérdida de quien nunca regresó al micrófono tras el 24 de noviembre de 1991, y de quienes nunca regresaron a sus casas, a sus trabajos, a su gente y a sus vidas tras el 13 de noviembre de 2015, cuando simplemente creían que salían para pasar el rato bebiendo una cerveza, picando algo de cena o escuchando un poco de rock.

Espacios vacíos, qué sentido tiene vivir
Lugares abandonados, sé que llevamos la cuenta
Una y otra vez, ¿alguien sabe qué estamos buscando?
Otro héroe, otro crimen sin sentido
Detrás del telón, en la pantomima
Resiste, ¿alguien está dispuesto a seguir soportándolo?
El espectáculo debe seguir
El corazón se me rompe dentro
Mi maquillaje se estropea
Pero mi sonrisa persiste
Pase lo que pase, lo dejaré a la suerte
Otra pena, otro amor fallido
Una y otra vez, ¿alguien sabe qué sentido tiene vivir?
Creo que estoy aprendiendo, acercándome
Pronto habré doblado la esquina
Afuera está amaneciendo
Pero dentro, en la oscuridad, muero por ser libre
El espectáculo debe seguir
El corazón se me rompe dentro
Mi maquillaje se estropea
Pero mi sonrisa persiste
Mi alma está pintada como las alas de las mariposas
Los cuentos de hadas de ayer crecen pero nunca mueren
Puedo volar, amigos míos
El espectáculo debe seguir
Lo afrontaré con una sonrisa
Nunca me rendiré
Que siga el espectáculo
Me pondré al frente, sobreactuaré
Tendré que encontrar las ganas de seguir adelante
Con el espectáculo
El espectáculo debe seguir