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Sí, hay restos de plancton marino en el exterior de la ISS

Ya expliqué ayer los antecedentes de esta curiosa historia, que podría abrir el camino hacia un descubrimiento insospechado: la presencia de restos de bacterias y plancton marino en el exterior de la Estación Espacial Internacional (ISS). Como detallé en el artículo anterior, las declaraciones de Vladimir Soloviov, responsable del sector ruso de la ISS, fueron difundidas en agosto de 2014 por la agencia ITAR-TASS, tratadas de forma confusa por los medios, soslayadas por la NASA y solo corroboradas a medias por la agencia espacial alemana DLR, que habló de ADN bacteriano pero no de microbios vivos ni de plancton marino.

Para tratar de esclarecer qué había de cierto en la historia y cuál era el alcance de los descubrimientos, hace unos meses traté de contactar con los responsables del presunto hallazgo. Vladimir Soloviov, el autor de las declaraciones originales, es un antiguo cosmonauta, científico y doctor en Ciencias Técnicas, dos veces Héroe de la Unión Soviética, y hoy preside el Consejo Asesor Científico y Técnico para los Programas de Investigación Científica y Aplicada en Estaciones Espaciales Tripuladas (STAC), el órgano que gestiona los proyectos de investigación en el sector ruso de la ISS. El STAC pertenece al Instituto Central de Investigación en Construcción de Máquinas (TsNIIMash), un organismo que desarrolla ingeniería aeroespacial militar, como misiles balísticos y sistemas de defensa aérea, y que a su vez depende de la agencia espacial rusa Roscosmos.

Una vez conseguida una fuente en el TsNIIMash, traté de contactar a través de ella con la responsable de los experimentos sobre microorganismos en el exterior de la ISS, Elena Shubralova. Pero dado que el TsNIIMash es un instituto dedicado a la defensa militar, digamos, to cut a long story short, que navegar por la burocracia rusa no ha sido fácil. Finalmente no se me facilitó el acceso a la doctora Shubralova, quien por otra parte no habla inglés. A cambio, fui invitado a la Conferencia Internacional Investigaciones y Experimentos en la Estación Espacial Internacional, que se celebrará del 9 al 11 de abril en el Instituto de Investigación Espacial de la Academia Rusa de Ciencias (IKI RAS) en Moscú y en la que Shubralova expondrá sus resultados. Pero obviamente, mi economía no me permite semejante dispendio.

Al menos, mi fuente me proporcionó un informe escrito por Shubralova en octubre de 2014 y en el que –en ruso, y que traduje con las herramientas automáticas al uso– se repasan los objetivos, los resultados y las conclusiones de las investigaciones sobre la presencia de microorganismos en el exterior de la ISS. A continuación resumo lo más relevante de este documento.

El cosmonauta Oleg Artemyev toma muestras de una ventana de la ISS el 19 de junio de 2014. Imagen de artemjew.ru.

El cosmonauta Oleg Artemyev toma muestras de una ventana de la ISS el 19 de junio de 2014. Imagen de artemjew.ru.

En 2010, un consorcio de instituciones rusas de investigación bajo la dirección del TsNIIMash y la corporación RSC Energia puso en marcha el experimento TEST, estudio experimental de la presencia de condiciones de vida en el exterior de los módulos de la ISS y de la posibilidad de microdestrucción de elementos estructurales bajo la acción de la microflora. Se trataba de investigar si la posible presencia de microorganismos sobre las naves espaciales podría dañar sus estructuras, sobre todo de cara a viajes espaciales de larga duración como una posible misión a Marte.

«La superficie exterior de los módulos de la ISS, en órbita durante 15 años o más, es una base ideal para estudios experimentales sobre la conservación y supervivencia de organismos terrestres en el espacio abierto y las condiciones para asegurar la cuarentena planetaria de las misiones enviadas», escribe Shubralova, añadiendo que la superficie de la ISS es una «trampa cósmica eficaz» para las partículas dispersadas en la baja órbita terrestre, «incluyendo bacterias y esporas de hongos». La científica afirma que la definición del límite superior de la biosfera terrestre y el estudio de la existencia de biosferas extraterrestres y de los mecanismos de dispersión de la microflora hacia el espacio son «la cuestión más importante de la ciencia natural moderna».

Por lo tanto, una primera conclusión es que, al contrario de lo que publicaron algunos medios, los cosmonautas rusos no se encontraron por casualidad con la presencia de depósitos en las ventanas cuando estaban en el exterior de la ISS lanzando nanosatélites, sino que desde el principio ha sido un experimento concebido para estudiar la existencia de microbios en la superficie de la estación. Lo más sorprendente es que, como cité en mi anterior artículo, el portavoz de la NASA Dan Huot se limitara a mencionar a Space.com que los rusos tomaron muestras en busca de «residuos», y que se mostrara tan extrañado ante la posibilidad de que esos restos fueran biológicos, que es precisamente de lo que trataba el experimento.

Dispositivo empleado por los cosmonautas para tomar muestras del exterior de la ISS en el experimento TEST. Se trata de una carcasa que alberga dos cilindros extraíbles con bastoncillos en sus extremos. Imagen de TsNIIMash.

Dispositivo empleado por los cosmonautas para tomar muestras del exterior de la ISS en el experimento TEST. Se trata de una carcasa que alberga dos cilindros extraíbles con bastoncillos en sus extremos. Imagen de TsNIIMash.

Para la toma de muestras en la superficie exterior de la ISS, los cosmonautas rusos emplearon unos dispositivos especialmente diseñados de cara al experimento, consistentes en una carcasa de la que se extraen dos cilindros que llevan bastoncillos en el extremo. Por supuesto, todo ello esterilizado en tierra por autoclave y radiación gamma. Las muestras se tomaron en 2010, 2012, 2013 y 2014 en distintas localizaciones del exterior de la estación, y fueron devueltas a los laboratorios rusos para su análisis microbiológico.

Según detalla Shubralova en su informe, «en cuatro de las once muestras se encontraron bacterias de cuatro especies del género Bacillus, B. licheniformis, B. subtilis, B. sphaericus y B. pumilus«, en un sistema de válvulas y en dos ventanas. La investigadora aclara que se trata de «esporas viables», lo que contradice las declaraciones del DLR alemán afirmando que se trataba solo de ADN bacteriano y que no se podía determinar si los microorganismos estaban vivos.

Los dedos del guante del cosmonauta ruso Oleg Artemyev muestran el polvo depositado en el exterior de la ISS. Imagen de artemjew.ru.

Los dedos del guante del cosmonauta ruso Oleg Artemyev muestran el polvo depositado en el exterior de la ISS. Imagen de artemjew.ru.

Pero además, el documento de Shubralova confirma la detección de «fragmentos de ADN de micobacterias (bacterioplancton marino heterótrofo que vive en el mar de Barents) y de ADN de la bacteria extremófila Delftia«. Las micobacterias son una familia y género de bacterias que se encuentran en el medio ambiente y en los seres vivos y que a menudo son patógenas, como las que causan la tuberculosis y la lepra. En concreto, el informe indica que se hallaron micobacterias propias del mar de Barents, un sector del océano Ártico situado entre el norte de Noruega y Rusia y los archipiélagos de Svalbard, Tierra de Francisco José y Nueva Zembla. Por su parte, Delftia es un género de bacterias cuyo representante tipo, D. acidovorans, es un extremófilo –adaptado a condiciones extremas– conocido como la bacteria de las pepitas de oro, ya que disuelve este metal precioso del suelo que después puede depositarse en vetas más puras.

En resumen: sí, hay plancton marino bacteriano en el exterior de la ISS. Shubralova no precisa si vivo o muerto, aunque es seguro que se trata de restos muertos, ya que tanto las micobacterias como Delftia son aerobios, es decir, necesitan aire para vivir, y no pueden formar esporas resistentes como Bacillus.

Un investigador abre uno de los dispositivos del experimento TEST en un laboratorio ruso. Imagen de TsNIIMash.

Un investigador abre uno de los dispositivos del experimento TEST en un laboratorio ruso. Imagen de TsNIIMash.

En cuanto al origen de estos residuos biológicos, la investigadora concluye que proceden directamente de la Tierra: «Los hechos prueban que es posible que se produzca una transferencia significativa de bacterioplancton marino a la órbita de la ISS», escribe. Según el informe, los resultados «sugieren la existencia de un mecanismo de ascenso ionosférico que transfiere aerosoles troposféricos desde la superficie de la Tierra a la ionosfera superior». Es decir, corrientes de aire que son capaces de elevar gotitas de agua desde el suelo y el mar hasta una altura de 400 kilómetros, algo insospechado hasta ahora.

El informe de Shubralova propone que la contaminación biológica y química en el exterior de la ISS, unida al efecto de la radiación, supone una amenaza de corrosión de los elementos estructurales de la estación, lo que podría afectar a las naves espaciales en misiones de larga duración a la Luna o Marte.

Eso es todo. En abril, cuando Shubralova exponga sus resultados en la conferencia de Moscú, obtendremos respuestas a algunas de las incógnitas pendientes, sobre todo cómo los investigadores pueden descartar otros orígenes de los restos biológicos. No parece razonable que las bacterias pudieran haber contaminado los módulos de la ISS antes de ser lanzados al espacio –¿un ingeniero que regresaba de sus vacaciones en el mar de Barents?–; aunque algunos microorganismos pueden escapar a los procedimientos de esterilización previos al lanzamiento (como ya expliqué aquí), es muy improbable que nada, ni siquiera fragmentos aislados de ADN, pueda aguantar la radiación ultravioleta del espacio durante años. En cambio, es más fácil imaginar una contaminación procedente del propio ambiente interior de la ISS que pensar en bacterias volando desde el mar hasta la órbita terrestre.

Por mi parte, tendré que conformarme con leer las crónicas de los afortunados que puedan viajar a Moscú para cubrir la conferencia.