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El coronavirus MERS, un nuevo aviso que nos encuentra sin los deberes hechos

Cuando nos sentamos frente a la pantalla para presenciar el apocalipsis zombi, o la enésima invasión alienígena, podemos disfrutarlo sabiendo que nunca ocurrirá. Lo primero es imposible; lo segundo solo improbable, pero inmanejable por imprevisible. En cambio, cuando la amenaza toma la forma de la magnífica película de Steven Soderbergh Contagio, que anoche pude ver en La Sexta, los vellos del brazo se yerguen con buena causa: son muchos los epidemiólogos, virólogos y otros especialistas a los que durante años se les ha secado la boca a fuerza de repetir que en en este caso la pregunta no es si sucederá, sino cuándo.

Jude Law como el 'conspiranoico' conspirador en la película 'Contagio'. Imagen de Warner Bros.

Jude Law como el ‘conspiranoico’ conspirador en la película ‘Contagio’. Imagen de Warner Bros.

La película es admirable por el retrato realista que dibuja de una figurada pandemia letal, de sus respuestas, consecuencias y vicisitudes: el virus de la meningoencefalitis MEV-1 es enormemente plausible; los científicos hablan y actúan como científicos, con sus virtudes y debilidades; incluso los gráficos de los modelos estructurales de las proteínas del virus son realistas, algo que otros directores suelen sacrificar a cambio de absurdas imágenes que resulten más atractivas y comprensibles para el público.

Es especialmente loable que Soderbergh y el guionista, Scott Burns, no se hayan dejado seducir por el tópico facilón que habría vendido más entradas en taquilla: asignar los papeles de supervillanos a los políticos, ansiosos por conservar el sillón a costa de pisar las cabezas de sus representados, y a los directivos de las farmacéuticas, riendo en sus jacuzzis mientras hacen caja a costa del dolor ajeno. En su lugar, la película retrata muy acertadamente la realidad al mostrar que finalmente la única conspiración es la orquestada por el propio conspiranoico, el periodista interpretado por Jude Law, que se enriquece vendiendo su ética profesional a la gran industria homeopática. De todos los personajes principales, él es el único cuyas cuentas salen en rojo. Gracias, Steven y Scott.

El afán de la película por la crónica veraz queda remachado en la última secuencia, cuando una serie de planos breves explican el recorrido del virus desde su reservorio original, el murciélago. Un bulldozer de la compañía para la que trabaja el personaje de Gwyneth Paltrow derriba una palmera en la que anidan los murciélagos, que escapan del árbol. Uno de ellos arranca un trozo de una banana y lo deja caer sobre una granja de cerdos, donde un animal se lo come. El cerdo es después sacrificado y transportado al restaurante de un casino, cuyo cocinero se dispone a prepararlo cuando interrumpe su trabajo para saludar a Gwyneth Paltrow, que se convierte así en la paciente cero.

El recorrido infectivo del virus desde su reservorio animal a los humanos explica el hallazgo previo de los científicos de que el MEV-1 posee secuencias genéticas virales de murciélago y cerdo. Un caso parecido lo tenemos en el último virus que ha captado la atención de los medios, el MERS-CoV, coronavirus causante del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio. Esta semana se ha informado de la muerte de un ciudadano alemán que había pasado sus vacaciones en los Emiratos Árabes. La primera víctima europea del virus ha intensificado la alarma ante esta nueva amenaza, identificada por primera vez en Arabia Saudí en 2012.

El coronavirus MERS en una imagen de microscopía electrónica. Imagen de NIAID.

El coronavirus MERS en una imagen de microscopía electrónica. Imagen de NIAID.

El MERS-CoV se conoce también como gripe del camello (o más propiamente, del dromedario), ya que estos animales son posiblemente la fuente original de su transmisión a los humanos. Un estudio publicado en 2013 en The Lancet Infectious Diseases descubrió que los 50 dromedarios analizados en Omán tenían anticuerpos contra el virus, también presentes en 15 de los 105 animales estudiados en las islas Canarias. Curiosamente, los dromedarios canarios poseían mayores concentraciones en sangre de anticuerpos neutralizantes. Posteriormente se han encontrado signos del virus en el suero y la leche de camellos en otros países de África y Oriente Medio, apoyando la hipótesis de que estos animales han actuado como vectores de contagio a los humanos.

Sin embargo, tanto el MERS-CoV como su primo, el SARS-CoV, causante del Síndrome Respiratorio Agudo Grave que motivó una alerta mundial en 2003, son probablemente originarios de los murciélagos. De hecho, el virus es parecido a otro que circula entre los murciélagos en algunos países europeos, entre ellos España. Un nuevo estudio, aún sin publicar, describe que el virus ha experimentado frecuentes recombinaciones, es decir, intercambio de material genético entre distintas variantes que coinfectan el mismo huésped. Los investigadores, de la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) y los Institutos Nacionales de la Salud de EE. UU., sugieren que estas coinfecciones probablemente se han producido en animales, ya que este fenómeno requiere una infección asintomática o al menos leve, algo que sucede en los camellos pero no en los humanos. «Así, proponemos que el MERS-CoV sobre todo infecta a, y se recombina en, los camellos», concluyen.

En cuanto a su transmisión en humanos, apuntan: «Hasta la fecha es difícil esclarecer si las infecciones humanas con MERS-CoV son el resultado de una transmisión asintomática sustancial entre humanos, o si se deben a repetidas zoonosis [salto de animales a humanos] del virus desde los camellos a los humanos, o bien a una combinación de ellos». Los científicos creen poco probable que el MERS-CoV llegue a los niveles de transmisión de nuestros patógenos más comunes o incluso del SARS-CoV, pero subrayan que se trata de un virus muy dinámico, lo que no descarta una posible adaptación a los humanos. En resumen, y por el momento, podemos confiar en que el MERS-CoV es menos contagioso que el SARS-CoV; pero a cambio, es más letal, con un 38% de mortalidad frente a un 10%, según la Organización Mundial de la Salud.

De momento, el virus solo es un problema en Corea del Sur, donde el brote surgido en mayo ha infectado ya a más de 150 personas, con 19 muertes. Pero después de la crisis del ébola, el caso del MERS-CoV debería servir de nueva advertencia; contra esto sí se puede actuar de manera preventiva. Ya expliqué aquí que las nuevas vacunas y terapias en curso contra el ébola no son el resultado de la reacción al brote que aún persiste en África, sino que son el producto del esfuerzo continuado que algunos países –sobre todo Canadá– mantuvieron cuando este virus aún no era una preocupación en los países desarrollados.

En el caso del MERS-CoV, tenemos la suerte que su detección inicial en 2012 suscitó las primeras investigaciones de cara a la obtención de una posible vacuna, y que parte del trabajo ha podido basarse en lo ya avanzado antes con el SARS-CoV. Gracias a esto, actualmente hay ya varias posibles vacunas candidatas, desarrolladas por pequeñas compañías como Greffex , Inovio y Novavax. Y gracias a que el CSIC posee uno de los mejores grupos de investigación en coronavirus del mundo, tendremos una vacuna basada en virus atenuado creada en el laboratorio de Luis Enjuanes, del Centro Nacional de Biotecnología.

Pero incluso con toda esta anticipación, aún queda un largo camino por delante hasta que la inmunización contra el MERS-CoV llegue a los hospitales, y ya son muchos los expertos que advierten de que, en materia de nuevas enfermedades infecciosas, es prioritario que los esfuerzos, la financiación y los protocolos clínicos se adecúen en tiempo y forma a lo que aún no ha llegado, pero sin duda llegará.

La última de las voces advirtiendo sobre el hielo delgado que pisamos ha sido la de Bill Gates. En la cuarta cumbre anual sobre filantropía celebrada este mes por la revista Forbes, el cofundador de Microsoft participó en un coloquio sobre las lecciones aprendidas de la crisis del ébola. En opinión de Gates, la próxima epidemia de este virus no nos sorprenderá sin preparación, pero no podemos decir lo mismo de futuras pandemias causadas por otros patógenos de más fácil contagio. Y advertía: «Lo que con más probabilidad puede matar a diez millones de personas en los próximos 30 años es una epidemia». «La filantropía no es lo suficientemente grande para ocuparse de todo el problema. El gobierno debe asumir el papel dominante», demandaba Gates. Y lo cierto es que ya son demasiados avisos como para seguir ignorándolos.