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Están aquí 2: las invasiones biológicas también matan

No es una pulga cualquiera, sino un arma mortal: 'Xenopsylla cheopis' infectada por la bacteria de la peste, 'Yersinia pestis', después de picar a un ratón inoculado. El crecimiento de la bacteria en el tubo digestivo de la pulga le impide tragar y así regurgita sangre infectada sobre el hospedador. CDC/Dr. Pratt.

No es una pulga cualquiera, sino un arma mortal: ‘Xenopsylla cheopis’ infectada por la bacteria de la peste, ‘Yersinia pestis’, después de picar a un ratón inoculado. El crecimiento de la bacteria en el tubo digestivo de la pulga le impide tragar y así regurgita sangre infectada sobre el hospedador. CDC/Dr. Pratt.

En 1346, marmotas asiáticas y sus pieles fueron importadas a Europa desde Mongolia para fabricar gorros destinados a aliviar los rigores del invierno. Pero estos mamíferos no viajaron solos. Como polizones ocultos en el caballo de Troya de su pelaje, también desembarcó en el continente europeo una legión de pulgas orientales que siglos más tarde serían descubiertas para la ciencia en Egipto y que recibirían un honroso nombre en honor al faraón de la Gran Pirámide, Xenopsylla cheopis. Pero las pulgas tampoco viajaron solas. Como polizones camuflados en el caballo de Troya de su organismo, con ellas llegó una especie bacteriana que, desde los puertos italianos, en menos de cinco años acabaría con un tercio de la población europea: Yersinia pestis, la peste negra.

Cuando hablamos de especies invasoras, no nos referimos solamente a cangrejos o cotorras cuyos efectos preocupan a ecólogos y ecologistas de verdad, cuyas quejas irritan a ecologistas de mentirijilla (fundamentalistas animalistas y autoodiadores del género humano en general). La peste negra, la malaria, la viruela, la gripe aviar, el cólera, el SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo) o incluso el sida, todas ellas están causadas por patógenos que se han extendido por el globo desde sus regiones natales. De hecho, todas las enfermedades infecciosas humanas lo han hecho así, la mayoría desde el Viejo Mundo al Nuevo –tal vez por un uso histórico más prolongado de la ganadería–. Aunque los confiados europeos y norteamericanos no seamos conscientes de ello, la bacteria del cólera (Vibrio cholerae) se ha detectado repetidamente en tanques de agua de lastre de buques procedentes de regiones tropicales al atracar en puertos de países templados.

Mosquito tigre, 'Aedes albopictus'. James Gathany, CDC.

Mosquito tigre, ‘Aedes albopictus’. James Gathany, CDC.

En muchos casos, la invasión de los patógenos invisibles viene propiciada por la expansión de especies que actúan como vectores o facilitadores, tal como ocurrió con las marmotas y las pulgas en la peste medieval. El mosquito tigre (Aedes albopictus), que en los últimos años se ha extendido sobre todo en Cataluña, puede transmitir 22 virus diferentes. Para ello solo se requiere que el azar lleve a uno de estos insectos a beber la sangre de una persona infectada, una improbable casualidad que en 2007 provocó una pequeña epidemia de fiebre Chikungunya en Italia. La mosca negra (simúlidos), vector potencial de la ceguera de los ríos (oncocercosis) y otras enfermedades graves, y que en el mejor de los casos deja como regalo un destrozo sangrante en la piel, se ha adueñado de la cuenca del Ebro, pero doy fe personalmente de que también existe en Madrid, al menos en el entorno de Torrelodones.

«El número de especies invasoras registradas que directamente causan serios riesgos a la salud humana es muy superior a cien, y este número aumentará inevitablemente en el mundo cada vez más globalizado en el que vivimos», señalan a Ciencias Mixtas los ecólogos de la Universidad de Florencia (Italia) Giuseppe Mazza y Elena Tricarico, coautores de una revisión sobre especies invasoras peligrosas que se publica en un número especial sobre invasiones biológicas de la revista Ethology Ecology & Evolution, del que ya hablé aquí hace unos días. En su estudio, Mazza, Tricarico y sus colaboradores describen los riesgos para la salud humana asociados a la introducción de especies, «ya que obviamente estos impactos son de gran relevancia inmediata, pero irónicamente se han analizado de forma escasa», sostienen los investigadores. El repaso de los casos registrados en la literatura científica permite a los científicos clasificar las amenazas en cuatro categorías: especies que causan enfermedades; que exponen a los humanos a picaduras, biotoxinas, alergenos o intoxicaciones; que facilitan enfermedades, heridas o la muerte; y que infligen otros efectos negativos sobre la subsistencia humana.

¡Peligro, perejil gigante! La savia de esta planta ('Heracleum mantegazzianum'), que aún no ha llegado a España, es fototóxica y bajo la luz del sol provoca graves daños en piel y ojos. Frank Schwichtenberg/CreativeCommons.

¡Peligro, perejil gigante! La savia de esta planta (‘Heracleum mantegazzianum’), que aún no ha llegado a España, es fototóxica y bajo la luz del sol provoca graves daños en piel y ojos. Frank Schwichtenberg / CreativeCommons.

En la segunda categoría descrita por los biólogos no solo fichan los sospechosos habituales como insectos, arañas o serpientes, sino también plantas aparentemente inocentes como el llamado perejil gigante (Heracleum mantegazzianum), nativo del Cáucaso y Asia central y que ha invadido Europa, EE. UU. y Australia. La savia de esta planta, que afortunadamente aún no se conoce en España, ataca la piel y los ojos bajo la acción de la luz solar y puede provocar ceguera permanente. En Alemania se registraron 16.000 afectados en 2003.

En cuanto a la tercera categoría, un caso especialmente aberrante es el de los hipopótamos en Colombia, donde estos animales se han convertido en una plaga a partir de los seis ejemplares que el narcotraficante del cártel de Medellín Pablo Escobar mantenía en su hacienda. Territoriales, poderosos y agresivos en caso de encuentro casual, estos paquidermos protagonizan muchos casos de conflictos entre humanos y fauna, y circula popularmente la leyenda de que en África causan más muertes humanas que ninguna otra gran especie, aunque esta afirmación nunca viene apoyada por fuentes y personalmente no he podido encontrar estadísticas globales y fiables al respecto (y si alguien dispone de ellas, agradeceré la información).

Por último, la cuarta clase incluye especies que destruyen los servicios de los ecosistemas, deteriorando las redes de conducción de agua o arruinando las explotaciones agrícolas, forestales o acuícolas, lo que desemboca en penuria y hambrunas. Un ejemplo es la perca del Nilo (Lates niloticus) introducida en el lago Victoria en la década de los cincuenta para proporcionar una nueva fuente de sustento a los pescadores locales. Las artes de pesca tradicionales de la población no eran aptas para una especie tan voluminosa, lo que terminó concentrando la captura de perca en manos de unos pocos caciques, eliminando así el medio de subsistencia de las comunidades más pobres. Mazza y Tricarico destacan que el impacto de las invasiones biológicas sobre la salud «afecta sobremanera a los sectores más débiles de la sociedad, incluyendo a comunidades que viven en países en desarrollo, niños y ancianos».

Mosca negra (simúlido). Su mordedura no es dolorosa en el momento, pero después se inflama y sangra durante días, a veces dejando una cicatriz permanente. Fritz Geller-Grimm.

Mosca negra (simúlido). Su mordedura no es dolorosa en el momento, pero después se inflama y sangra durante días, a veces dejando una cicatriz permanente. Fritz Geller-Grimm.

Para los biólogos italianos, uno de los factores que promueven las invasiones biológicas y en especial su impacto sobre los colectivos más vulnerables es el cambio climático, que permitirá a especies adaptadas a climas cálidos extender su distribución a regiones templadas, como ocurre con algunas enfermedades infecciosas transmitidas por insectos. Los investigadores advierten de que «los impactos negativos de las especies invasoras probablemente se intensificarán en el futuro próximo debido al aumento de las posibilidades de invasión asociadas al cambio climático y al aumento de las vías de introducción».

Contra todo ello, insisten en la necesidad de aliar legislación y concienciación pública de cara a la prevención. «El Parlamento Europeo ha aprobado recientemente un acuerdo preliminar referente a la nueva propuesta de regulación de la Unión Europea sobre especies invasoras, donde la prevención (por ejemplo, prohibir la introducción de especies reconocidas como altamente invasivas) es un asunto crucial». Como señalaban los investigadores en un comentario en respuesta a un artículo sobre este problema en la web de la revista Nature, «los legisladores deberían tener claro que, aunque destinar fondos al seguimiento de posibles futuras amenazas es difícil de aceptar en un período de crisis económica, la prevención y la detección y respuesta rápidas son mucho más baratas que la lucha contra plagas establecidas. Y, cuando las plagas ya se han extendido, el dinero gastado en controlar las poblaciones invasoras al final ahorrará los costes (incluidos los morales) causados por la pobreza humana, el sufrimiento y la muerte».

Están aquí: las diez peores invasiones biológicas de Europa

La cotorra argentina, Myiopsitta monachus. Lip Kee Yap (Wikipedia).

La cotorra argentina, ‘Myiopsitta monachus’. Lip Kee Yap (Wikipedia).

En la ciudad que queda más cerca de donde vivo –creo que la llaman Madrid–, en los últimos años se ha venido propagando una plaga tan simpática como latosa. Son las Myiopsitta monachus, más conocidas como cotorras argentinas. Estas aves han añadido una pincelada de verde rabioso a la sobriedad parduzca de los plumajes castellanos, y un jolgorio tropical a los civilizados trinos de los pájaros urbanitas. Son bonitas y divertidas, y sus monstruosos nidos coloniales, aperchados en los árboles en lugares como la Casa de Campo, son un espectáculo de actividad frenética.

Pero no dejan de ser una plaga. Como invasores biológicos exóticos, desequilibran los ecosistemas y amenazan la supervivencia de las especies autóctonas. Por no hablar de la insoportable escandalera que deben de sufrir quienes han sido agraciados con un nido junto a su ventana, o del riesgo que supone el desplome de estas enormes colmenas aviares que pueden superar fácilmente los cien kilos. ¿Qué hacer con las cotorras? Las autoridades tratan de aplicar medidas correctoras, pero quizá no sea muy popular decretar el exterminio de unos animalitos vistosos a los que, literalmente, no les falta ni hablar.

«La erradicación puede parecer poco popular, pero si una especie no se elimina por completo se regenerará rápidamente y habremos invertido un montón de tiempo y dinero para nada». Son palabras de Belinda Gallardo, ecóloga especialista en invasiones biológicas de la Estación Biológica de Doñana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Gallardo acaba de publicar un estudio en un número especial sobre invasiones biológicas de la revista Ethology Ecology & Evolution. «Si la Comunidad de Madrid determinara que es posible eliminar la cotorra, sería la primera en apoyar el plan, por muy impopular que pareciese. Es una cuestión de evaluar riesgos y beneficios para el ecosistema», expone la bióloga a Ciencias Mixtas.

Pero el caso de la cotorra, aunque resulte especialmente llamativo para los habitantes de las ciudades, no es más que la punta del iceberg, y no fue esta la que hundió el Titanic. Lo más peligroso está bajo el agua, y la panza del iceberg puede venir representada por especies como el mejillón cebra o la almeja asiática, que han causado estragos en la cuenca del Ebro al obstruir conducciones de agua y sistemas de maquinaria. Junto a estos dos moluscos, Gallardo destaca la incidencia en España de otros invasores: «el caracol manzana en el delta del Ebro, e insectos como la avispa asiática (por el norte, cerca de los Pirineos), la procesionaria y, por supuesto, el picudo rojo [un escarabajo que afecta a las palmeras]».

'Top 10' de especies invasoras en Europa. Se muestran en el mismo orden que en el texto, de izquierda a derecha y de arriba abajo. Todas las imágenes de Wikipedia.

‘Top 10’ de especies invasoras en Europa. Se muestran en el mismo orden que en el texto, de izquierda a derecha y de arriba abajo. Todas las imágenes de Wikipedia.

En su estudio, Gallardo repasa el top 10 de especies invasoras de especial relevancia en el ámbito europeo. «La selección de las diez especies surge a raíz de un gran proyecto europeo DAISIE con colaboración de los investigadores más relevantes del campo», explica. Las especies elegidas son las que presentan «mayor número de impactos diferentes». Entre ellas las hay de agua dulce, como el mencionado mejillón cebra (Dreissena polymorpha), la trucha de arroyo (Salvelinus fontinalis) y el cangrejo de río americano (Procambarus clarkii), especialmente preocupante. «Los cangrejos de río son un caso notable porque tienen una alimentación generalista y además generan cambios en el hábitat (son ingenieros del ecosistema). Provocan cambios en cascada que afectan a todos los niveles tróficos y pueden hacer cambiar un ecosistema por completo», sostiene Gallardo. Otros invasores son marinos, como el balano Balanus improvisus y las algas Codium fragile y Undaria pinnatifida, esta última empleada para elaborar la sopa de miso japonesa. El top 10 solo incluye una planta, el llamado vinagrillo o agrios (Oxalis pes-caprae), y un ave, el ganso canadiense (Branta canadensis). Pero sobre todo llama la atención la presencia de dos grandes mamíferos, el ciervo sica (Cervus nippon), originario del Extremo Oriente, y el coipú o nutria roedora (Myocastor coypus), procedente del cono sur de América.

En lo que respecta a las especies marinas, las invasiones son difíciles de evitar, ya que en algunos casos los organismos exóticos son recogidos con el agua de lastre de los grandes buques. Pero ¿qué clase de mecanismo opera para que un ciervo invada otro continente? Evidentemente, es el resultado de un acto humano tan voluntario como irresponsable. «La introducción deliberada sigue siendo, tristemente, el principal vector de invasión», dice Gallardo. «La inmensa mayoría de las especies invasoras son ornamentales y proceden de casas particulares, centros de jardinería, centros de acualcultura, piscifactorías, puertos comerciales y campos de cultivo. En el caso de los ciervos, fueron introducidos por su valor estético». Otro caso conocido es de las tortugas de agua de Florida, mascotas muy populares cuya venta fue prohibida en España en 2011. Pero las introducciones deliberadas no solo responden al capricho; en el pasado, han sido resultado de un concepto erróneo de la conservación: «Hasta los años sesenta había una concepción muy ingenieril de los ecosistemas, y a menudo se introducían especies nuevas para mejorarlos. Esto pasó mucho en ríos y embalses, donde se introducían sin discriminación peces, cangrejos y otros organismos que les sirvieran de alimento».

Gallardo destaca que la erradicación de las especies invasoras es ardua y costosa, aunque no por ello debe abandonarse. «El tipo de modelos que yo desarrollo tienen como objetivo identificar las especies y zonas en mayor peligro, y donde los pocos recursos disponibles deberían centrarse», señala la investigadora, que destaca sobre todo el valor de la prevención como «manera más efectiva de evitar gastos multimillonarios». Y la prevención, a su vez, se apoya en dos patas: concienciación y legislación. «A pesar de que la sociedad está cada vez más concienciada de los peligros de soltar especies exóticas, todavía hoy en día es facilísimo comprar por internet todo tipo de plantas y bichejos altamente invasores y prohibidos por ley», advierte. En cuanto a la legislación, Gallardo reconoce que «en los últimos años se ha avanzado mucho y la Unión Europea se lo está tomando en serio; al fin y al cabo su coste en Europa asciende a más de 12 billones anuales. Esperamos cambios en la legislación pronto». Sin embargo, alerta de que aún «la legislación no cuenta con los recursos necesarios para hacerse efectiva».»Ese es el gran reto», concluye.

Una expatriada de vuelta en casa

Después de tres años en la Universidad británica de Cambridge, Belinda Gallardo ha regresado recientemente a España para incorporarse al equipo de la Estación Biológica de Doñana del CSIC. Su marcha al extranjero fue voluntaria como parte de la formación internacional del científico, y considera que la experiencia fue «fantástica». La investigadora se considera afortunada al haber podido regresar con relativa facilidad y a un centro puntero, pero echa de menos la tranquilidad y la seguridad laboral que ofrece la investigación en Reino Unido. «Todas las conversaciones en España giran en torno a la situación laboral –siempre precaria, con contratos cortos, mal pagados y poca probabilidad de continuidad– y la financiación de las investigaciones –que siempre llega tarde y es insuficiente–«, se lamenta. «Esto hace que pases la mayor parte del tiempo en un estado de gran estrés, escribiendo propuestas de proyectos y trabajando sin descanso, con gran perjuicio para la familia». La bióloga critica que el sistema español prime «la cantidad por encima de la calidad, lo que empuja a publicar sin descanso y sin tiempo para diseñar planes de trabajo más ambiciosos».