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Los telescopios Hubble y Spitzer celebran Halloween con máscaras espaciales

No, no es el muñeco del profesor que aparecía en The Wall de Pink Floyd (que es a quien personalmente más me recuerda, ver más abajo). Tampoco es un Balrog de El señor de los anillos, que podría darse un aire si le añadiéramos unos buenos cuernos. Pero imagino que a los científicos del telescopio espacial Hubble les habrá dado un vuelco el corazón al encontrarse con esta terrorífica cara mirándonos desde las profundidades del espacio, y que llega justo a tiempo para Halloween (aunque, bueno, la imagen se tomó en junio).

Imagen del sistema Arp-Madore 2026-424 tomada por el Hubble el 19 de junio de 2019. Imagen de NASA, ESA, J. Dalcanton, B.F. Williams, y M. Durbin (University of Washington).

Imagen del sistema Arp-Madore 2026-424 tomada por el Hubble el 19 de junio de 2019. Imagen de NASA, ESA, J. Dalcanton, B.F. Williams, y M. Durbin (University of Washington).

Como ya puede intuirse, las dimensiones de este inquietante rostro son también monstruosas. Basta decir que sus ojos son los núcleos de dos galaxias colisionando en este preciso y breve momento de la historia del universo en que los humanos estamos aquí. Los ojos están rodeados por un rostro formado por un anillo azul de estrellas jóvenes, y que aparece por el choque entre los discos de ambas galaxias, lo que expulsa sus materiales hacia fuera.

Según los científicos del Hubble, esta cara durará solo por tiempo limitado, unos 100 millones de años, así que aprovechen ahora o se lo perderán, ya que dentro de mil o dos mil millones de años ambas galaxias se habrán fusionado por completo. Para los astrónomos, este sistema se llama Arp-Madore 2026-424.

Y si acaso este pavoroso semblante se les aparece persiguiéndoles en sus pesadillas, tengan en cuenta que tampoco deberán correr demasiado para huir de él: se encuentra a 704 millones de años luz de nosotros. Mucha prisa tendría que darse para alcanzarles, ya que en realidad estamos viendo el sistema Arp-Madore 2026-424 como era hace 704 millones de años, cuando la Tierra era una gran bola de hielo donde aún no había nada vivo más complejo que una célula o, como mucho, quizá alguna esponja rudimentaria.

Una réplica del muñeco del profesor en 'The Wall' de Pink Floyd. Imagen de Pixabay.

Una réplica del muñeco del profesor en ‘The Wall’ de Pink Floyd. Imagen de Pixabay.

Pero eso no es todo. Para unirse a la fiesta, los científicos del telescopio espacial Spitzer han publicado esta imagen que han denominado muy propiamente la nebulosa de la calabaza, ya que su parecido con el símbolo más típico de Halloween es más que evidente. Al contrario que en el caso anterior, no es una imagen en longitud de onda visible, sino en infrarrojo, por lo que no lo veríamos así a simple vista.

Lo que muestra la imagen es la nube de gas y polvo que rodea a una estrella entre 15 y 20 veces más masiva que el Sol, y cuya potente radiación ha empujado los materiales tallando los ojos y la boca de esta calabaza espacial. Y por cierto, esta se encuentra en nuestra propia galaxia, así que, ¡corran!

Imagen tomada por el telescopio espacial Spitzer. Imagen de NASA/JPL-Caltech .

Imagen tomada por el telescopio espacial Spitzer. Imagen de NASA/JPL-Caltech .

Y para terminar, no está de más volver a recordar que, guste o no guste Halloween, que allá cada cual, pensar que se trata de un invento yanqui importado para aniquilar la fiesta cristiana de Todos los Santos es haberlo entendido justo al revés de como es realmente. Citando a la profesora de la Universidad de Boston Regina Hansen:

Muchas prácticas asociadas con Halloween tienen sus orígenes en la religión precristiana o pagana de los celtas, los habitantes originales de las islas británicas y de partes de Francia y España.

Desde en torno al siglo VII, los cristianos celebraban el Día de Todos los Santos el 13 de mayo. A mediados del siglo VIII, sin embargo, el Papa Gregorio III movió el Día de Todos los Santos desde el 13 de mayo al 1 de noviembre, para que coincidiera con la fecha del Samhain [la festividad celta].

Aunque existe desacuerdo sobre si este movimiento se hizo a propósito para absorber la práctica pagana, el hecho es que desde entonces las tradiciones cristiana y pagana comenzaron a fusionarse. En Inglaterra, por ejemplo, el Día de Todos los Santos comenzó a conocerse como All Hallows Day. La noche de la víspera se convirtió en All Hallows Eve, Hallowe’en o Halloween, como se conoce ahora.

Así que, feliz Halloween, Samhain, Samaín o Todos los Santos; que cada cual elija lo que le parezca, y que celebre y deje celebrar.

El retrato perfecto del planeta perfecto

Puede que Saturno solo pueda considerarse el planeta perfecto desde un punto de vista simplemente estético, pero este ya es suficiente mérito. Su imagen nunca falta allí donde se dibujan planetas. Es el más popular entre los niños (al menos en una pequeña muestra personal). ¿Y quién no recuerda aquel Groenlandia de los Zombis donde Bernardo Bonezzi, con sus 13 añitos, buscaba en los anillos de Saturno? Si Saturno no existiera, posiblemente los astrónomos discutirían hasta qué punto sería posible que los anillos de los planetas gigantes gaseosos pudieran alcanzar semejantes cotas de tamaño y espectacularidad.

Espectacularidad es precisamente lo que rebosa esta nueva imagen de Saturno captada por el telescopio espacial Hubble el pasado junio y publicada la semana pasada:

Saturno, fotografiado por el Hubble el 20 de junio de 2019. Imagen de NASA, ESA, A. Simon (Goddard Space Flight Center), and M.H. Wong (University of California, Berkeley).

Saturno, fotografiado por el Hubble el 20 de junio de 2019. Imagen de NASA, ESA, A. Simon (Goddard Space Flight Center), and M.H. Wong (University of California, Berkeley).

Si ya están tan acostumbrados a la imagen de nuestro planeta anillado que nada realmente les impresiona, piénsenlo dos veces. No siempre los anillos se aprecian en esta perspectiva inclinada hacia nosotros y que los hace relumbrar como aros de plata. Piensen que en realidad esa especie de LP brillante no es algo sólido –como creía en 1655 su descubridor, Christiaan Huygens–, sino que está formado por muchillones de trozos, un 95% de hielo y un 5% de roca; en realidad la mayoría es espacio vacío.

Pero piensen además en lo distinto que aparece Saturno respecto a lo que conocemos en nuestro propio planeta, con ese aspecto de peonza girando a toda velocidad que en realidad no es tal; las bandas y ese color amarillento se dibujan por una combinación de las reacciones fotoquímicas en la atmósfera, los vientos y las nubes de distinta composición a diferentes altitudes: cristales de amoniaco congelado arriba, hidrosulfuro de amonio y posiblemente agua más abajo.

Por si todo esto fuera poco, fíjense en el polo norte: esta imagen perfecta también nos muestra otro de los alucinantes misterios de Saturno, su coronilla hexagonal, formada por corrientes de gases a alta velocidad y que fue observada por primera vez por la sonda Voyager 1 en 1981. En ese hexágono cabrían cuatro Tierras. No hay otro igual en el polo sur.

Por último, no olvidemos que lo mostrado en esa foto se encontraba en ese momento a 1.360 millones de kilómetros de nosotros; unas 3.500 veces más lejos que la Luna, más de un millón de veces la distancia de Madrid a París.

Y pese a lo conocido y doméstico que pueda parecernos el planeta de los anillos, muchos de sus secretos continúan manteniendo ocupados a los científicos. Hace ahora dos años nos despedíamos de Cassini, la sonda que voló durante casi 20 años por el espacio para ofrecer a la ciencia un tesoro de datos e imágenes sin precedentes sobre Saturno y sus lunas. Gracias a los datos de Cassini se pudieron estimar con precisión la masa de los anillos y su composición. Calculando durante cuánto tiempo habrían debido estar expuestos a la contaminación procedente del polvo y los micrometeoritos para resultar en su composición actual, los científicos concluyeron que los anillos apenas tenían unas decenas de millones de años; se habrían formado durante la era de los dinosaurios.

Pero ahora, la edad de los anillos ha vuelto a ser cuestionada. Un nuevo estudio publicado en Nature Astronomy analiza otros datos para llegar a la conclusión de que en realidad los anillos podrían ser tan viejos como el propio Sistema Solar. En resumen, los autores sugieren que en los anillos se produce un movimiento hacia el exterior de las partículas que los invaden, como si contaran con un sistema de autolimpieza; lo que hace que parezcan más nuevos de lo que realmente son.

No es ni mucho menos el único enigma que aún oculta Saturno. Y entre ellos, persiste uno de los más clásicos y recurrentes siempre que volvemos la vista hacia el firmamento: ¿puede haber por allí algo parecido a la vida? Como veremos otro día, ni es descabellado pensarlo, ni quizá estemos demasiado lejos de la respuesta.

¿Existen los «pilares de la creación» en la nebulosa del Águila?

Lo que ven en esta foto podría no existir:

Los pilares de la creación, imagen tomada por el telescopio espacial Hubble en 2014. Imagen de NASA, ESA y Hubble Heritage Team (STScI/AURA).

Los pilares de la creación, imagen tomada por el telescopio espacial Hubble en 2014. Imagen de NASA, ESA y Hubble Heritage Team (STScI/AURA).

Pero no, no se trata de una manipulación digital como la falsa imagen de las puertas del Cielo que les traje aquí ayer.

En este caso se trata de una fotografía real llamada «los pilares de la creación», una de las más famosas tomadas por el telescopio espacial Hubble. Se obtuvo en 1995 y muestra las nubes de polvo y gas en la nebulosa del Águila, a 7.000 años luz de nosotros, talladas por la luz de las nuevas estrellas hasta formar esos rascacielos cósmicos de 4 años luz. En realidad la que pueden ver arriba es una nueva versión, obtenida por el Hubble en 2014 en homenaje a la imagen original, esta que sigue, y que acompaño con un panorama más amplio de la nebulosa mostrando la ubicación de esta estructura.

Los pilares de la creación, imagen tomada por el telescopio espacial Hubble en 1995. Imagen de NASA, Jeff Hester y Paul Scowen (Arizona State University).

Los pilares de la creación, imagen tomada por el telescopio espacial Hubble en 1995. Imagen de NASA, Jeff Hester y Paul Scowen (Arizona State University).

Imagen del telescopio espacial Spitzer de la nebulosa del Águila, con la ubicación y el detalle de los "pilares de la creación". Imagen de NASA/JPL-Caltech/N. Flagey/MIPSGAL Science Team.

Imagen del telescopio espacial Spitzer de la nebulosa del Águila, con la ubicación y el detalle de los «pilares de la creación». Imagen de NASA/JPL-Caltech/N. Flagey/MIPSGAL Science Team.

Pero lo que ven en estas fotos podría no existir porque quizá fue destruido hace unos 6.000 años. Lo que están viendo es el pasado, una estructura cósmica tal como era hace 7.000 años, el tiempo que ha tardado en llegarnos la luz de la nebulosa a través del universo. En 2007 un equipo de científicos dirigido por el francés Nicolas Flagey analizó las imágenes del Águila tomadas por el telescopio espacial Spitzer, capaz de ver la luz infrarroja que entonces era invisible para el Hubble. Flagey y sus colaboradores observaron lo que parecía una inmensa burbuja de gas y polvo calientes causada por la explosión de una supernova, acercándose a toda velocidad hacia los pilares. Esta burbuja es la masa roja que se observa en la imagen anterior de infrarrojos.

Dado que aquella región es una de las incubadoras de estrellas más activas y mejor estudiadas, los astrónomos consideran que varias de las estrellas masivas formadas cumplen las condiciones para estallar como supernovas, por lo que una hecatombe estelar allí es casi un desastre anunciado.

Según calculaban los investigadores en su estudio, publicado en 2009, las imágenes del Spitzer sugerían que, en aquella foto fija del Águila, a la onda expansiva de la supernova le faltaban unos 1.000 años para arrasar los pilares, por lo que la humanidad tendría que esperar unos 1.000 años para ver cómo aquellas torres quedaban deshilachadas como quien sopla un pompón de diente de león. Pero dado que nuestro retraso en recibir noticias de la nebulosa del Águila es de 7.000 años, esto implicaría que los pilares habrían dejado de existir cuando los humanos aún íbamos por el Neolítico.

Flagey calculaba que la explosión de la supernova se produjo hace entre 8.000 y 9.000 años, lo que significa que el fogonazo de este cataclismo debería haber llegado a la Tierra hace 1.000 o 2.000 años. El astrofísico, por entonces estudiante de doctorado, dijo que había identificado algunos posibles eventos candidatos en las crónicas históricas de la antigua China.

Claro que he comenzado diciendo que los pilares podrían no existir, y no que no existen. Porque no todos los expertos están de acuerdo con Flagey. En el momento de la publicación de su estudio ya hubo alguna opinión que cuestionaba la interpretación de la supernova, alegando que lo observado en las imágenes de infrarrojos podría deberse al calentamiento de la nube por estrellas masivas de la propia estructura, y no a un fenómeno que debería producir una huella de radiación mucho mayor.

Hace unos meses, el astrofísico y divulgador Ethan Siegel publicaba en su blog Starts With a Bang un artículo en el que rebatía la hipótesis de Flagey. Siegel ha analizado las nuevas imágenes tomadas por el Hubble en 2014, las ha comparado con las de 1995 y ha añadido las tomas en infrarrojo aportadas por una nueva cámara de este telescopio, concluyendo que no hay rastro de supernova y que la dinámica de las estructuras de la región se debe exclusivamente a las estrellas presentes.

Así, Siegel considera refutada la teoría de la destrucción de los pilares, que seguirán existiendo durante eras cósmicas hasta que el material de incubación de las estrellas acabe evaporado por la luz de las que ya se han formado. Pero en otro estudio publicado en 2011, Flagey admitía que la hipótesis de la supernova era algo especulativa.

Lo cual simplemente debería advertirnos contra los titulares periodísticos del estilo “los pilares de la creación ya no existen”, tanto como contra los del estilo “los pilares de la creación continúan existiendo”. El periodismo clásico odia los titulares interrogativos tanto como los condicionales. Pero la ciencia siempre está en construcción, y a veces todo lo que tiene son preguntas y condicionales. ¿Existen los pilares de la creación? Podría ser. Y podría ser que no.

La foto del Hubble de las puertas del Cielo: ni Cielo, ni Hubble, ni foto

En este mundo traidor sí hay verdad y mentira, aunque en muchos casos lo segundo parezca lo primero cuando se mira a través de ese cristal que es internet y, sobre todo, las redes sociales. Posiblemente a Ramón de Campoamor le habría costado un rato más rimar esta versión actualizada de su famoso poema que obviamente contradice su visión relativista.

Hoy ningún ámbito informativo se libra de la plaga de las fake news. Tampoco la ciencia. Y en contra de lo que podría parecer, también en este campo las noticias falsas pueden ser peligrosamente tóxicas: un claro ejemplo lo tenemos en los bulos de las pseudomedicinas o de los presuntos riesgos de las vacunas. De hecho, desinformaciones de este tipo pueden contarse entre las más dañinas imaginables, porque no ponen en juego la reputación o la carrera de un político, sino que cuestan vidas.

Hoy traigo un caso mucho más amable e inocuo, que confirma además una regla de las fake news: van y vienen en oleadas recurrentes, sin que los desmentidos como este que estoy escribiendo sirvan en el menor grado para desbancarlas.

En los días pasados me ha llegado por círculos familiares un notición de incalculables proporciones: el telescopio espacial Hubble ha fotografiado en el espacio profundo una increíble estructura que ha dejado estupefactos a los astrónomos de la NASA, y que ciertas fuentes han identificado como las puertas del Cielo; el Cielo con mayúscula. Ese mismo. Esta es la foto:

Imagen retocada digitalmente de la nebulosa Omega o del Cisne. Creación de Adam Ferriss sobre imagen de ESO/INAF-VST/OmegaCAM. Acknowledgement: OmegaCen/Astro-WISE/Kapteyn Institute.

Imagen retocada digitalmente de la nebulosa Omega o del Cisne. Creación de Adam Ferriss sobre imagen de ESO/INAF-VST/OmegaCAM. Acknowledgement: OmegaCen/Astro-WISE/Kapteyn Institute.

Cuentan que, cuando el cosmonauta Yuri Gagarin regresó de su histórico vuelo espacial, dijo que no había visto a Dios allí arriba. Cuentan, pero no es cierto, ya que no existe ninguna fuente acreditada y fiable de esta presunta anécdota (internet no ha inventado las fake news). Pero no se trata de una cuestión de creencias; de hecho cuentan, y esto sí parece contrastado, que Gagarin bautizó a su hija Yelena poco antes de su viaje. Pero la cuestión es más bien que alguien con la formación, la madurez y el buen juicio de Gagarin nunca habría creído en serio que uno podía darse una vuelta por el espacio y ver por allí a un Dios sentado en un trono flotante; o apuntar un telescopio muy potente a la profundidad del cosmos y divisar las puertas de un Cielo.

Como todos somos víctimas del fondo cultural de nuestra infancia, debo confesar que, más que las puertas del Cielo, el primer vistazo a la foto me sugirió aquel chalecito que Supermán tenía en el polo. Y si se trata de puertas, desde luego que así es como uno podría imaginarse la puerta de Tannhäuser.

De hecho, para los no creyentes en un Dios pero sí en cualquier fake news que se les pone a tiro, la imagen ha circulado también con un pie de foto alternativo según el cual lo mostrado son esculturas cósmicas de hielo en la nebulosa de la Quilla (también llamada Carina).

Pero lo que era de todo punto evidente al primer golpe de vista es que la imagen es falsa. ¿Un castillo de hielo de varios años luz de altura flotando en el espacio? Sencillamente, la naturaleza no funciona así. Y cuando los cazadores de fakes han indagado en el origen de la imagen, han descubierto que no solo es, como cabía esperar, una manipulación digital, sino que nada de lo dicho es cierto: ni astrónomos estupefactos, ni nebulosa de la Quilla, y ni siquiera el telescopio Hubble.

La web sobre leyendas urbanas Snopes.com y el astrónomo Phil Plait, autor del blog Bad Astronomy, se ocuparon de rastrear en detalle el origen de la imagen… hace más de dos años. Y como ya he dicho, de poco sirve que fuentes tan inquisitivas y autorizadas como Plait o Snopes zanjen el asunto; nunca queda zanjado. Los bulos vienen y van, pero siempre vuelven.

Esta es la historia de la imagen. La foto original fue obtenida en 2011 no por el Hubble desde el espacio, sino por el VLT Survey Telescope (VST) del Observatorio Europeo Austral (ESO) en el desierto de Atacama, en Chile. Lo que muestra no es la nebulosa de la Quilla, sino la Omega o del Cisne. Y por supuesto, aunque la imagen es de por sí sobrecogedora, no muestra nada que se parezca a unas presuntas puertas del Cielo o a esculturas cósmicas de hielo. Esta es la foto tomada por el VST:

La nebulosa Omega o del Cisne. Imagen de ESO/INAF-VST/OmegaCAM. Acknowledgement: OmegaCen/Astro-WISE/Kapteyn Institute.

La nebulosa Omega o del Cisne. Imagen de ESO/INAF-VST/OmegaCAM. Acknowledgement: OmegaCen/Astro-WISE/Kapteyn Institute.

Y esta es la misma, girada y recortada por Phil Plait para ajustarse al encuadre de la versión manipulada:

La nebulosa Omega o del Cisne. Imagen de ESO/INAF-VST/OmegaCAM. Acknowledgement: OmegaCen/Astro-WISE/Kapteyn Institute.

La nebulosa Omega o del Cisne. Imagen de ESO/INAF-VST/OmegaCAM. Acknowledgement: OmegaCen/Astro-WISE/Kapteyn Institute.

Y así llegamos a la versión manipulada:

Imagen retocada digitalmente de la nebulosa Omega o del Cisne. Creación de Adam Ferriss sobre imagen de ESO/INAF-VST/OmegaCAM. Acknowledgement: OmegaCen/Astro-WISE/Kapteyn Institute.

Imagen retocada digitalmente de la nebulosa Omega o del Cisne. Creación de Adam Ferriss sobre imagen de ESO/INAF-VST/OmegaCAM. Acknowledgement: OmegaCen/Astro-WISE/Kapteyn Institute.

La modificación es obra del artista digital Adam Ferriss, que aplicó en la parte central un filtro llamado pixel sorting para reordenar los píxeles por columnas en función de su brillo. Al reagrupar los trocitos de la imagen verticalmente por su nivel de luz, el resultado son esas agujas de aspecto sólido. Ferriss nunca pretendió engañar a nadie haciendo creer que la imagen era real, sino que aplica la manipulación digital para crear visiones ficticias.

Lo más curioso es que, según descubrió Plait, las referencias a la NASA, al Hubble y a las esculturas cósmicas de hielo en la nebulosa de la Quilla tienen un origen fidedigno, aunque sin ninguna relación con la imagen anterior. En 2010, la NASA publicó esta otra fotografía de la Quilla obtenida por el Hubble, que muestra cómo la radiación de estrellas masivas empuja sobre las nubes de polvo y gas helado, tallando huecos en la nebulosa. La imagen se publicó bajo el título “esculturas cósmicas de hielo”. Cómo llegó este texto real a mezclarse con la obra de Ferriss, solo internet lo sabe.

La nebulosa de la Quilla o Carina. Imagen de NASA, ESA, and the Hubble Heritage Project (STScI/AURA).

La nebulosa de la Quilla o Carina. Imagen de NASA, ESA, and the Hubble Heritage Project (STScI/AURA).

Ciencia semanal: el primer Brexit ocurrió hace 160.000 años

Como vengo haciendo recientemente, aquí les dejo mi selección personal de lo más importante o interesante ocurrido en el mundo de la ciencia en los últimos siete días.

El Brexit original que nadie votó

A veces la ciencia también se suma con astucia a la ola de la actualidad, y parece demasiada coincidencia para ser casual que este estudio se haya publicado precisamente cuando Reino Unido acaba de poner en marcha su proceso de abandono de la Unión Europea. De hecho, la noticia se ha divulgado justamente así, como el Brexit original.

Lo que cuenta el estudio, publicado en la revista Nature Communications, es que hace 450.000 años Gran Bretaña era algo parecido a Dinamarca, unida al continente a través del actual estrecho de Dover por una muralla de roca de 100 metros de alto y 32 kilómetros de largo que encerraba un enorme lago helado, el actual Mar del Norte. Aquella pared rocosa estaba formada por el mismo material que hoy vemos en los acantilados blancos de Dover: creta, una roca de calcio de la que originalmente se obtenía la tiza.

Aquel paisaje espectacular, a juzgar por la ilustración, comenzó a cambiar hace 450.000 años, cuando el lago se desbordó formando siete cascadas que horadaron el suelo en su caída durante cientos de miles de años. En una segunda etapa, hace 160.000 años, la presa sufrió finalmente un desmoronamiento catastrófico a consecuencia del cual, como les gusta decir al otro lado, el continente se quedó aislado.

Recreación del aspecto del antiguo puente de tierra entre Gran Bretaña y Europa. Imagen de Imperial College London / Chase Stone.

Recreación del aspecto del antiguo puente de tierra entre Gran Bretaña y Europa. Imagen de Imperial College London / Chase Stone.

Comienza el retrato del agujero negro

Como ya anticipé aquí, esta semana ha comenzado el trabajo de la red global de radiotelescopios reunidos bajo el nombre de Event Horizon Telescope (EHT), y cuyo objetivo es fotografiar por primera vez en la historia un agujero negro con el suficiente detalle para distinguir su estructura. Esta red planetaria equivale a un solo telescopio del tamaño de la Tierra, lo que proporciona a los científicos una resolución equivalente a la necesaria para contar las costuras de una pelota de béisbol desde casi 13.000 kilómetros de distancia, según comentaron los investigadores esta semana. El objeto de la investigación es Sagitario A*, el presunto agujero negro supermasivo que ocupa el centro de nuestra galaxia.

Aún no hay previsiones sobre cuándo sabremos si el proyecto ha tenido éxito, ni en caso afirmativo, de cúando la imagen estará construida; pero los investigadores estiman que los resultados se harán esperar hasta 2018. Para dar una idea de lo que supone este empeño inédito en la historia de la ciencia basta apuntar una curiosidad: las observaciones de los diferentes radiotelescopios que forman el EHT van a generar un volumen tan inmenso de datos que llevaría demasiado tiempo transmitirlos electrónicamente a la sede principal del proyecto, el Observatorio Haystack del Instituto Tecnológico de Massachusetts. En su lugar, todos estos petabytes de datos llegarán a Haystack por una vía más rápida, el avión.

Amaina la tormenta en Júpiter

No andamos escasos de imágenes de Júpiter, pero el telescopio espacial Hubble ha aprovechado la oposición este mes de abril (la máxima cercanía a la Tierra) para enviarnos nuevos retratos de nuestro vecino más voluminoso. Y aunque el aspecto de Júpiter es de sobra conocido, las nuevas fotos del Hubble confirman algo que los científicos llevan años notando: la Gran Mancha Roja, esa inmensa tormenta de tamaño mayor que la Tierra y que lleva activa al menos más de 150 años, se está reduciendo. La diferencia es muy evidente en la comparación de estas dos vistas, la de la izquierda tomada por la sonda Pioneer 10 en 1973, frente a la nueva del Hubble. Por otra parte, a la derecha y un poco más abajo de la gran peca se va definiendo otra más pequeña que los científicos han bautizado como la Mancha Roja Junior.

Dos imágenes de Júpiter: izquierda, diciembre de 1973 (Pioneer 10); derecha, abril de 2017 (Hubble). Imágenes de NASA.

Dos imágenes de Júpiter: izquierda, diciembre de 1973 (Pioneer 10); derecha, abril de 2017 (Hubble). Imágenes de NASA.

Un paso más hacia la marginación de los gordos

Termino con una noticia preocupante. Recientemente han proliferado en los medios los casos de mujeres que dan un paso al frente para defender su guerra personal contra las tallas minúsculas y reivindicar su propia comodidad dentro de sus cuerpos, más amplios de lo que dictan los cánones de belleza aún vigentes. Prueba indirecta de que estas tomas de postura reciben el aplauso general (al que sumo el mío) es el hecho de que las campañas publicitarias de algunas marcas comerciales se han sumado a la defensa de las «mujeres normales». La publicidad siempre es oportunista; no crea la ola, sino que se sube a ella.

Por ello resulta aún más curioso que al mismo tiempo, y en sentido contrario, prosiga la campaña de marginación de los gordos. En el nuevo paso que traigo aquí, se trata de un estudio llevado a cabo por un hospital malagueño y financiado por una compañía de seguros. Las aseguradoras llevan años tratando de establecer discriminaciones entre sus clientes por factores relacionados con la obesidad, o tratando de justificar las discriminaciones que ya aplican hacia sus clientes por este motivo. No afirmo que sea el caso del nuevo estudio y la aseguradora que lo apoya; simplemente sitúo la información en el contexto de un debate actual.

Lo que cuenta el estudio es que los trabajadores obesos españoles son más propensos a acogerse a bajas laborales por enfermedades no relacionadas con el trabajo que sus compañeros delgados. La conclusión de los investigadores es «la necesidad de desarrollar intervenciones efectivas dirigidas a reducir el impacto negativo de la epidemia de obesidad entre la población trabajadora».

Quiero dejar clara mi postura al respecto. Con los datos disponibles hoy, y a pesar de los muchos matices que he comentado aquí en ocasiones anteriores, debemos continuar dando validez a la hipótesis de que la obesidad es un factor de riesgo en un amplio espectro de dolencias (aunque debe distinguirse, como bien hace el estudio, entre las personas obesas metabólicamente sanas o enfermas); esto no es un secreto para nadie. Y que, por tanto, las recomendaciones sobre estilos de vida destinados a reducir la prevalencia de esta condición son consejos útiles de salud pública.

En cambio, otra cosa muy diferente es llevar a cabo un estudio que revela un dato de por sí nada sorprendente, pero cuya puesta de manifiesto ofrece un motivo de estigmatización de las personas obesas en sus puestos de trabajo. Piensen ustedes en un ejemplo similar; hay muchos posibles. A mí se me ocurre este: es muy probable que las madres sin pareja con hijos pequeños falten más a sus puestos de trabajo que las madres con pareja o las mujeres sin hijos. No creo necesario explicar el porqué. Y sin embargo, a nadie en su sano juicio se le ocurriría mostrar en un estudio cuánto más se ausentan estas mujeres de su trabajo, o qué coste económico tiene su menor productividad.

E incluso en este caso, las madres eligen serlo; las personas obesas, no. Muchas de ellas desearían no estar gordas, y llevan a cuestas su obesidad con suficiente vergüenza, incomodidad y baja autoestima, como para además colocarles una etiqueta de malos trabajadores. El estudio no aporta ningún bien, salvo tal vez para la aseguradora que lo financia; no revela ningún nuevo dato científicamente relevante, ni porporciona ninguna conclusión valiosa de utilidad en salud pública. Simplemente, sienta en España un precedente peligroso en ese camino hacia la estigmatización de las personas obesas que algunos se están empeñando en recorrer.

El cometa ‘marciano’ saluda al Hubble

A la izquierda, la imagen original del cometa C/2013 A1 Siding Spring tomada por el telescopio espacial 'Hubble'. A la derecha, la imagen procesada muestra dos chorros de polvo expulsados por el núcleo. NASA, ESA, and J.-Y. Li (Planetary Science Institute)

A la izquierda, la imagen original del cometa C/2013 A1 Siding Spring tomada por el telescopio espacial ‘Hubble’. A la derecha, la imagen procesada muestra dos chorros de polvo expulsados por el núcleo. NASA, ESA, and J.-Y. Li (Planetary Science Institute)

 

Helo aquí. Esta es la última imagen del cometa C/2013 A1, también llamado Siding Spring, que el 19 de octubre se acercará a Marte y provocará un «huracán de meteoros», según decíamos ayer. La NASA ha distribuido esta fotografía tomada por el telescopio espacial Hubble el pasado 11 de marzo, cuando el cometa se hallaba a unos 568 millones de kilómetros de la Tierra. El núcleo del cometa no llega a apreciarse porque está rodeado por una nube brillante de gas y polvo llamada coma, como se observa en la imagen original de la izquierda. Esta coma mide unos 19.000 kilómetros de diámetro. A medida que el cometa vaya aproximándose al Sol, el viento solar peinará la coma y se formará la típica cola o cabellera.

La fotografía original fue retocada para eliminar parte del brillo de la coma, revelando lo que parecen ser dos chorros de polvo expulsados por el núcleo en direcciones opuestas, como se observa en la imagen de la derecha, que servirá a los científicos para estudiar las características del cometa y refinar sus cálculos.