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El guepardo del Sáhara existe (pero quedan 250)

Los grandes felinos están entre los animales que corren mayor peligro de extinción a lo largo de este siglo. Si nos remontamos a épocas prehistóricas, anteriores a la existencia del ser humano, los leones campaban a sus anchas desde el oeste de Norteamérica hasta gran parte de Asia. Poco a poco fueron desapareciendo de la mayor parte de sus territorios primitivos, hasta que en la era actual su distribución quedó restringida a África y Oriente Medio. Entre finales del siglo XIX y principios del XX fueron barridos de sus últimos reductos en Asia y el norte del Sáhara. El león del Atlas o de Berbería, que los romanos empleaban para divertir a las masas en el circo, desapareció del Magreb a comienzos del siglo pasado, y hoy solo sobrevive en cautividad a partir de un clan propiedad de la casa real de Marruecos. Se supone que los ejemplares del zoo de Madrid pertenecen a esta subespecie.

Durante el último siglo, el reino de los leones no ha hecho sino menguar. Actualmente nos quedan poco más de 30.000 ejemplares, frente a los 100.000 que existían hace medio siglo. El pasado año, un estudio revelaba que en toda África occidental apenas sobreviven ya unos 400 ejemplares. Y por desgracia, el tan necesitado desarrollo económico e industrial en África, si algún día llega a despegar, será el tiro de gracia para los leones. Hoy son frecuentes los conflictos entre los grandes carnívoros y las poblaciones locales. Los leones tienen otro factor en contra al tratarse de los únicos grandes felinos sociales, ya que el tamaño de sus clanes revela fácilmente su presencia. Por el contrario, las especies solitarias tienen la posibilidad de refugiarse en grandes espacios naturales alejados de zonas habitadas, lo que ha permitido que en un país tan industrializado como Estados Unidos aún sobrevivan los pumas, quizá incluso una pequeña población de jaguares.

Gato dorado africano (Profelis aurata / Caracal aurata). Imagen de artvintage1800s.etsy.com / Flickr / Creative Commons 2.0.

Gato dorado africano (Profelis aurata / Caracal aurata). Imagen de artvintage1800s.etsy.com / Flickr / Creative Commons 2.0.

Hoy traigo aquí a dos de esos grandes felinos que pugnan por no desaparecer para siempre. La aparición de alguno de estos raros animales en los medios o en las revistas científicas es un motivo de satisfacción a medias, porque al alivio de saber que aún existen se une la inquietud de pensar que tal vez será la última prueba de vida que obtengamos de ellos. El primero es el gato dorado africano (Profelis aurata / Caracal aurata), un primo del caracal que vive enterrado en lo más profundo de las selvas y del cual raramente recibimos noticias. Tan raramente, que ni siquiera sabemos cuántos viven aún, y sus costumbres son casi una página en blanco para nosotros. Hasta hace poco más de una década no existían imágenes del gato dorado africano en libertad. Hace solo 13 años se tomaron las primeras fotografías gracias a una cámara trampa, y poco después se obtuvieron también los primeros vídeos. Lo más curioso es cómo consiguen los investigadores atraer a los felinos a las cámaras trampa. Para ello emplean un cebo de olor, pero no se trata de sangre ni de otro aroma a presa fresca, sino de algo más insospechado: Obsession for Men, de Calvin Klein. Los científicos rocían el emplazamiento de la trampa con este perfume y los felinos acuden atraídos por el olor para ocuparse de reemplazar la extraña firma del señor Klein por la suya propia.

Ahora las mismas organizaciones que publicaron esos primeros documentos, Wildlife Conservation Society y Panthera, han logrado por primera vez fotografiar a los cachorros de esta especie. Y junto a las imágenes se ha difundido también un vídeo en el que se observa a uno de estos felinos tratando de dar caza a un grupo de colobos rojos. La secuencia es tan rápida que el gato apenas llega a distinguirse, entrando en escena vertiginosamente para desaparecer con la misma rapidez. El vídeo ha sorprendido a los propios investigadores, ya que muestra al felino cazando a plena luz del día y a nivel del suelo, dos rasgos de la conducta predadora del gato dorado que contradicen lo que hasta ahora los científicos creían saber.

Guepardo del Sáhara (Acinonyx jubatus hecki). Imagen de Steve Wilson / Flickr / Creative Commons 2.0.

Guepardo del Sáhara (Acinonyx jubatus hecki). Imagen de Steve Wilson / Flickr / Creative Commons 2.0.

El segundo de los felinos que ha resucitado de entre los muertos lo ha hecho en la revista PLOS One, donde un nuevo estudio demuestra que el guepardo del Sáhara (Acinonyx jubatus hecki) sigue vivo, aunque en riesgo crítico de extinción. Empleando también cámaras trampa, los investigadores consiguieron obtener un total de 32 registros de estos animales en una extensión de 2.551 kilómetros cuadrados en el Parque Cultural Ahaggar, en el centro-sur de Argelia. Los científicos calculan la densidad de la especie en una cifra ridícula de entre 0,21 y 0,55 por cada 1.000 km2, y estiman que son necesarios unos 1.000 días de operación de la cámara trampa para tener la casi certeza de capturar una imagen de los felinos. La población total que sobrevive se estima en unos 250 ejemplares.

El estudio ha permitido a los investigadores comprobar que el hábitat desértico de los guepardos del Sáhara les obliga a adoptar costumbres diferentes a las de sus parientes de la sabana: necesitan extensiones de caza mucho mayores, y sus hábitos son nocturnos, quizá para evitar el excesivo calor del desierto o para evitar el contacto con los humanos. No cabe duda de que el guepardo del Sáhara es un auténtico superviviente, pero habrá que ver si resiste a nuestros esfuerzos por eliminarlo para siempre.