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Este planeta es lo más parecido a la Tierra que tenemos hoy

La búsqueda de exoplanetas es una fascinante materia de investigación, pero no nos engañemos: sin ánimo de barrer para casa, en último término lo que de verdad interesa a la mayor parte de aquellos a quienes nos interesa, más que si hay casas fuera de la nuestra, es si están habitadas por alguien (más que algo).

Y a este respecto, teniendo como objetivo acertar en un planeta con muy serias y plausibles posibilidades de vida inteligente, las flechas cada vez van acercándose más al blanco, pero todavía sin conseguir un tiro limpio en el centro. Hace algo más de un mes saltaba una noticia que todos los medios recogían con excesivo entusiasmo, gracias al astuto márketing de la NASA que, por otra parte, no era la responsable del descubrimiento. Los siete planetas de la estrella TRAPPIST-1, algunos de ellos templados y posiblemente habitables, se presentaban casi como una probable flecha en el blanco. Incluso Google publicó uno de sus doodles saludando a nuestros nuevos amigos en el espacio.

Doodle de Google sobre el sistema estelar TRAPPIST-1.

Doodle de Google sobre el sistema estelar TRAPPIST-1.

Pero de inmediato el Instituto SETI (uno de los centros que buscan señales tecnológicas de vida inteligente en el universo) se apresuró a aclarar que su observación de TRAPPIST-1 no había detectado ninguna señal. Yo expuse aquí mis razones por las que no creía que aquel sistema fuera el gran hallazgo que estábamos esperando. Y desde entonces, las expectativas sobre TRAPPIST-1 no han hecho más que desinflarse.

Un último estudio hasta hoy revela que la estrella no es tan tranquila como los descubridores del sistema creían inicialmente: a lo largo de 80 días de observación del telescopio espacial Kepler, se han registrado 42 grandes fulguraciones, resplandores que disparan una radiación intensa al espacio. Los investigadores dicen que las fulguraciones de aquella estrella son cientos o miles de veces más potentes que las de nuestro Sol. Y además nosotros estamos protegidos por la magnetosfera terrestre; la conclusión de los científicos es que los planetas de TRAPPIST-1, mucho más cercanos a su estrella que nosotros al Sol, necesitarían campos magnéticos entre cientos y miles de veces más potentes que el nuestro para que la vida pudiera sobrevivir en tales condiciones de bombardeo estelar.

Ilustración de GJ 1132b. Imagen de MPIA.

Ilustración de GJ 1132b. Imagen de MPIA.

Más interesante en cambio, aunque sin el bombo y platillo de la NASA, es un estudio publicado ahora por investigadores europeos que ha detectado por primera vez una atmósfera en un planeta similar a la Tierra. Esta es su ficha: Gliese 1132b, 39 años luz, 1,6 veces la masa de la Tierra, 1,4 veces su radio.

Ya se conocen atmósferas en otros planetas extrasolares. La primera de ellas se describió hace 15 años. Pero dado que el descubrimiento de exoplanetas ha ido refinándose desde los supergigantes gaseosos hasta localizar planetas cada vez más pequeños, también el estudio de atmósferas exoplanetarias puede ahora evaluar objetos más parecidos a la Tierra. Y hasta hoy, GJ 1132b debe ostentar el título del planeta más similar al nuestro, ya no solo por su masa y tamaño, sino por poseer una atmósfera. Una de las posibilidades manejadas por los autores del estudio es que se trate de un mundo acuático con una atmósfera de vapor caliente.

Pero aún no es la flecha en el blanco: la temperatura calculada para su superficie es de 370 grados centígrados. Y no; como ya he contado aquí innumerables veces, no confíen en aquello de «¿pero y si…?». Hay muchas razones biológicas para que a 370 ºC no pueda existir nada vivo.

Sin embargo, GJ 1132b es un paso importante en la dirección correcta. Con toda seguridad, pronto sabremos de un planeta terrestre templado con atmósfera. Pronto sabremos de un planeta terrestre templado con una atmósfera hospitalaria para la vida. Y pronto sabremos de un planeta terrestre templado con una atmósfera hospitalaria para la vida con una posible firma biológica en su composición atmosférica. La meta está cada vez más cerca. Y una vez que encontremos el candidato ideal, habrá muchos esfuerzos de científicos planetarios, astrobiólogos e investigadores SETI volcados en convertir ese futuro presunto planeta en nuestro nuevo lugar favorito del universo.