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Pasen y vean cómo explota un cohete

La compañía de Elon Musk SpaceX está abriendo una brecha necesaria hacia la fabricación de cohetes reutilizables. Aún más de medio siglo después del lanzamiento de las primeras naves al espacio, y con la excepción de los ya fenecidos transbordadores espaciales de la NASA, para cada nueva misión se fabrican toneladas de componentes de tecnología avanzada que después se tiran a la basura. Parece mucho más sensato tratar de recuperar todos los elementos que sea posible para un nuevo uso posterior, pero hasta ahora nadie se había atrevido a complicarse en este difícil y caro embrollo.

Al fundador de PayPal se le ha metido este empeño entre ceja y ceja, algo de lo que se beneficiará enormemente la exploración espacial. Pero el intento le está costando una fortuna, y es de suponer que algún que otro patatús. El pasado diciembre y después de dos intentos anteriores fallidos, SpaceX logró por primera vez devolver a tierra con éxito la primera fase de uno de sus cohetes Falcon 9. Así fue:

El perfecto aterrizaje fue un hito histórico para la tecnología aeroespacial. Pero por desgracia, aún es pronto para cantar victoria. Un nuevo intento ha resultado en aparatoso fracaso.

El pasado domingo, un cohete Falcon 9 despegó de la base aérea de Vandenberg, en California, y logró depositar en la órbita terrestre el satélite de investigación oceánica Jason-3, una colaboración entre la NASA, la Administración Atmosférica y Oceánica de EEUU (NOAA), la agencia espacial francesa y la europea EUMETSAT. Pero en esta ocasión, el retorno de la primera fase del cohete no fue tan suave:

Restos del cohete Falcon 9. Imagen de SpaceX.

Restos del cohete Falcon 9. Imagen de SpaceX.

SpaceX intentaba el más difícil todavía, recuperar el cohete de más de 68 metros de altura en alta mar, mediante uno de sus barcos-dron no tripulados. Pero al posarse sobre la plataforma del buque, una de las patas del aparato cedió y el impacto contra el pavimento terminó en una vistosa explosión. Un portavoz de la compañía lo definió así: «Parece que acertamos en el objetivo según lo planeado, pero con un aterrizaje ligeramente más duro de lo deseado».

Musk apuntó que la causa del mal funcionamiento de una de las patas pudo residir en «la formación de hielo debido a la condensación de la niebla espesa durante el despegue». En su Twitter, el fundador de SpaceX añadió, en referencia a los anteriores fracasos: «¡Bueno, al menos los pedazos fueron más grandes esta vez!». Musk ha tuiteado este martes que espera conseguir una tasa de éxitos de recuperación de sus cohetes del 70% este año, y del 90% en 2017.

El viaje espacial de la misteriosa bacteria de las animadoras

"Saludos desde Vulcano". Una versión terrícola de Robonaut 2 posa junto al actor de 'Star Trek' George Takei. NASA/James Blair

«Saludos desde Vulcano». Una versión terrícola de Robonaut 2 posa junto al actor de ‘Star Trek’ George Takei. NASA/James Blair

Estaría mordiéndose las uñas, si las tuviera. Robonaut 2, también llamado R2 con inevitable guiño a una famosa saga, espera con mecánica paciencia a que el tráiler espacial Falcon 9 le entregue sus nuevas piernas. La empresa responsable del porte, SpaceX, la primera compañía privada que ya ha enviado naves a la Estación Espacial Internacional (ISS), ha anunciado que su misión CRS-3 prevista para el domingo 16 de marzo se pospone hasta el 30 por la necesidad de «tiempo adicional para cerrar cuestiones abiertas», según han informado la NASA y la propia SpaceX.

El primer astronauta robótico, que arribó a la ISS en febrero de 2011, hasta ahora carecía de piernas. Como esos autómatas de las antiguas ferias que aseguraban predecir el futuro, el robot solo disponía de cabeza, brazos y un torso fijado a un poste. Las nuevas piernas de R2 están dotadas de siete articulaciones y un pie con un gancho para fijarse a los raíles y puertos de la estación, además de una cámara. Las extremidades permitirán al robot moverse por los habitáculos de la ISS junto con sus compañeros humanos y sustituirlos en los arriesgados paseos espaciales. Será un pequeño paso para un androide, pero un gran salto para los robots.

Además de las piernas de R2, la cápsula Dragon del cohete Falcon 9 entregará a los ocupantes de la ISS una carga de suministros y experimentos. Entre estos últimos, investigadores del Instituto de Ciencias Agrícolas y de Alimentación de la Universidad de Florida (EE. UU.) han empaquetado un lote de plantas para estudiar cómo crecen las raíces en condiciones de microgravedad. Los científicos ya han comprobado anteriormente que la ausencia de gravedad provoca aberraciones en el crecimiento de las raíces, como una orientación más angulada respecto al tallo y la activación de genes que permiten a la planta ver la luz. «Estamos intrigados por los numerosos genes sensores de luz que se expresan específicamente en las raíces en órbita, y el experimento de SpaceX-3 explorará su papel en la orientación y la remodelación celular», dice la investigadora Anna-Lisa Paul en un comunicado de la Universidad. «Es probable que la luz juegue un papel más importante en el crecimiento de las raíces en microgravedad que en la Tierra», sugiere. Su colega Robert Ferl agrega: «Esto nos dice que la vida emplea señales especiales y potencialmente únicas para adaptarse a vivir fuera del planeta, lo que tiene tremendas implicaciones para la expansión de la existencia humana más allá, a otros mundos».

Bacteria misteriosa. Alex Alexiev/MERCCURI.

Bacteria misteriosa. Alex Alexiev/MERCCURI.

Junto a las plantas de Paul y Ferl, la misión CRS-3 transportará a la ISS otro curioso experimento. Se trata del Proyecto MERCCURI, siglas en inglés de Investigación de Ecología Microbiana Combinando Investigadores Ciudadanos y Universitarios en la ISS, una colaboración de la Universidad de California en Davis y de la iniciativa microBEnet, destinada a recoger microbios de los entornos habitados por el ser humano. El proyecto ha puesto en marcha en EE. UU. un esfuerzo de crowdsourcing para recoger, usando bastoncillos de algodón, poblaciones microbianas de los entornos más variados, como el teleprompter y la pantalla del espacio meteorológico de un canal de televisión, la Campana de la Libertad de Filadelfia, el tiranosaurio Sue del Museo Field de Chicago, y varios estadios de baloncesto y fútbol americano.

El propósito del experimento es cultivar los microorganismos en el espacio y comprobar cuáles y cómo crecen. Según David Coil, uno de los investigadores del proyecto, «el objetivo era organizar un proyecto de ciencia ciudadana en el espacio e involucrar al público». «Nuestra esperanza es que estudios como este sean de utilidad para futuras misiones espaciales tripuladas de larga duración, en las que personas y microbios compartirán un espacio sellado durante mucho tiempo».

Para facilitar la divulgación de su experimento, MERCCURI irá transmitiendo sus resultados en directo en las redes sociales bajo el hashtag #spacemicrobes. Además, los científicos han publicado en su web una colección de cromos mostrando las 48 especies microbianas, todas ellas inofensivas para los humanos, que se cultivarán en la ISS. La más curiosa, en opinión de Coil, es la que parece ser una nueva especie de la familia Sphingomonadaceae desconocida hasta ahora y que fue recogida del asiento de un estadio por las Science Cheerleaders, un movimiento de animadoras por la ciencia fundado por mujeres científicas en San Diego (California).

Las animadoras de la ciencia. Science Cheerleaders.

Las animadoras de la ciencia. Science Cheerleaders.