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¿Somos un país de ignorantes? (Una pista: no tanto)

Aprovechando que estamos en tiempo de encuestas, en la recta final hacia ese gordo de Navidad sin niños cantores que a alguien le caerá por anticipado en la noche del día 20, hoy traigo aquí otra más, pero no política: titulada Perils of Perception in 2015 (Los peligros de la percepción), ha sido elaborada por la empresa británica de investigación de mercados Ipsos MORI y revela la percepción en 33 países de ciertos aspectos de la realidad social. A saber, la porción de pastel económico que acumula el 1% más rico de la población, el índice de sobrepeso, la religiosidad, la inmigración, los jóvenes que viven con sus padres, el promedio de edad de los habitantes, la proporción de niños, la cantidad de mujeres en la política y en situación de empleo, la tasa de ruralidad y el acceso a internet.

Calle Preciados, Madrid. Imagen de Manolo Gómez / Wikipedia.

Calle Preciados, Madrid. Imagen de Manolo Gómez / Wikipedia.

Para cada país y en cada una de estas áreas, los investigadores han comparado la percepción social con la realidad, agregando luego todos los datos para descubrir si aquello que la población piensa se corresponde más o menos con la fotografía veraz de la sociedad en cada estado. Con todo ello, han elaborado lo que llaman el «índice de ignorancia» para los 33 países. Una denominación poco afortunada: tal vez un sociólogo considere ignorante a quien desconozca los índices demográficos de su país, mientras que quizá otros aplicaríamos este calificativo a un sociólogo que no sepa nada de química. Pero en fin, dejemos de lado este detalle.

La buena noticia es que los habitantes de este rincón suroccidental de la placa tectónica eurosiática llamado España no salimos tan mal retratados como probablemente creeríamos. De los 28 países incluidos en el ranking final, y entre el número 1 de los ignorantes (lo siento, amigos mexicanos, no lo digo yo) y el 28 (Corea del Sur), ocupamos el puesto 20. O dicho de otro modo, el noveno mejor puesto, por detrás de, además de Corea, Irlanda, Polonia, China (¡!), Estados Unidos, Suecia, Francia y Noruega. Superamos, en este orden, a Holanda, Alemania, Canadá, Japón, Australia, Israel, Reino Unido (Guayuminí), Chile, Rusia, Italia, Argentina, Suráfrica, Bélgica, Colombia, Nueva Zelanda, Perú, Brasil, India y México.

Pero ya centrados en nuestro propio ombligo, es interesante fijarse en el detalle de los resultados. Entre los aspectos en los que estamos en general más equivocados que otros países, destaca sobre todo, y curiosamente, la percepción de la proporción de mujeres en la política. Nos vemos peor de lo que estamos: pensamos que es del 29%, cuando en realidad es del 41%. De hecho, de los países incluidos en el estudio, España es el cuarto país con más presencia femenina en la política, solo por detrás de Suecia, Suráfrica y México (para compensar lo anterior). ¿A que no lo esperaban?

Tampoco andamos muy finos a la hora de estimar cuánta riqueza nacional está en manos del 1% más rico: pensamos que es el 56%, cuando realmente es el 27%. Al igual que la gran mayoría de los países, nos vemos más delgados de lo que estamos (38% estimado de sobrepeso y obesidad frente al 58% real) y menos religiosos de lo que somos: creemos que el porcentaje de ateos, agnósticos y no identificados con ninguna creencia es del 44%, cuando la realidad es solo del 19%. También sobrestimamos la proporción de jóvenes entre 25 y 34 años que aún viven con sus padres: un 65%, cuando es de solo el 40%. Por si les interesa, en Suecia y Noruega es el 4%.

En el otro extremo, casi lo clavamos en el porcentaje de población con acceso a internet: estimamos que es del 76%, frente al 74% real. Por cierto que en este dato del uso de la red mediante ordenadores o dispositivos móviles estamos en un discreto puesto medio de la tabla, el 16, empatados con Hungría y por debajo de todos los países más desarrollados a excepción de Italia, que se queda muy atrás con un triste 60%.

En cuanto al resto de los aspectos incluidos en el estudio, no hay diferencias comparativamente demasiado abultadas entre nuestra visión y la realidad, y en general seguimos la tendencia de los países desarrollados a sobrestimar nuestra tasa de inmigración (22% frente al 14% real), nuestro promedio de edad (51 años frente a 42), el porcentaje de menores de 14 años (23% frente a 15%) o la proporción de población rural (32% frente a 21%); en cambio, al igual que en la mayoría de los países, infravaloramos el número de mujeres empleadas (43% frente a 52%).

Según el director del estudio, Bobby Duffy, «nos equivocamos más en factores que se discuten ampliamente en los medios o se subrayan como retos que afrontan las sociedades». «Hay muchas razones para estos errores, desde nuestra lucha con las matemáticas simples y las proporciones, hasta la cobertura mediática de los problemas, o las explicaciones en psicología social de nuestros atajos o sesgos mentales», añade Duffy. El director de la encuesta concluye que los países con menor penetración de internet tienden a equivocarse más en sus estimaciones, lo que curiosamente no parece tan aplicable en el caso de España.

Para terminar este domingo, y regresando al tema que motiva tanta encuesta estos días, les dejo aquí una pequeña joya. Politicians in my eyes (políticos en mis ojos) no es precisamente un elogio a esos que en las próximas semanas van a estar en todas nuestras sopas. Si alguien quiere consultar los versos en detalle, los encontrará aquí. Sus autores, los tres hermanos Hackney, de Detroit (Rock City), comenzaron a hacer música en 1971, antes que los Ramones, por lo que tienen bien merecido el título de pioneros del protopunk junto a grupos como MC5 o los Stooges. Con un muy interesante factor añadido que comprobarán rápidamente: el color de su piel. Habrá a quien le llegue por sorpresa que el punk no es ni ha sido exclusivamente un territorio blanco; quizá los representantes más conocidos sean Bad Brains, pero desde el principio hubo una pujante corriente de músicos negros que dejaron su herencia en el estilo de otros grupos posteriores. Les dejo con los Death, que aún siguen en plena forma después de más de cuatro decenios.