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Pero también: ¿inserciones anales, zombis, huevos descocidos…? ¡Hasta nunca, 2015!

Cada año la ciencia nos descubre más de una nueva joya de brillante talla que se guardará con honores en las doradas vitrinas de la historia científica. Pero también unos cuantos diamantes en bruto que tal vez nunca encuentren hueco en los libros de texto, y que sin embargo nos recuerdan una de las virtudes del científico: la curiosidad. He aquí diez ejemplos del lado más estrafalario de la ciencia que nos deja este 2015.

El amor es ciego

Varias radiografías publicadas en 2015 en la Radiopaedia.

Varias radiografías publicadas en 2015 en la Radiopaedia.

Es mucho menos conocida que la Wikipedia, pero no para los radiólogos: la Radiopaedia es un punto de encuentro donde los especialistas en esta rama de la medicina comparten experiencias, casos clínicos, estudios y discusiones.

Por supuesto que la Radiopaedia contiene casos de todo tipo, pero los que más llaman la atención son los de, digamos, exceso de amor propio: inserciones voluntarias de cuerpos extraños –sobre todo por el ano– que luego se niegan a salir por sí solos y requieren una embarazosa visita al hospital. Entre los casos publicados en 2015 se encuentran una botella de Coca-Cola, un pene de goma, un palo de madera, el tubo metálico de un puro o un bote de aerosol.

Claro que no todos los cuerpos extraños que aparecen en las radiografías tienen finalidad sexual; algunos son ingeridos accidentalmente, sobre todo por niños. Los casos de 2015 incluyen un llavero de Mickey Mouse, un muñeco de Hello Kitty y otro de Bob Esponja; en este último caso, el radiólogo que lo publicó añadió a la imagen el siguiente comentario: “¡Patricio, socorro!”.

Preparados contra la invasión zombi

Los científicos tampoco son inmunes a la epidemia más falsa e imposible de la historia, que sin embargo nunca se acaba en la ficción. El fenómeno zombi ya no solo protagoniza películas, series, libros, cómics o videojuegos, sino que también se convierte periódicamente en materia de estudios científicos, pese a que la resurrección continúa siendo biológicamente imposible.

En marzo de 2015, un equipo de investigadores de la Universidad de Cornell (EEUU) publicó en internet un modelo matemático que simula la propagación de una infección zombi en Estados Unidos a partir del lugar y los parámetros que el usuario elija libremente. En el estudio que acompañaba al modelo, los investigadores concluían que sí hay escapatoria: incluso 28 días después del inicio del brote, las áreas remotas de las Montañas Rocosas en estados como Montana permanecerían libres de zombis. Quedan advertidos: ya no podrán decir que este periódico forma parte de la conspiración.

Los andares del pistolero

Cuatro neurólogos de Portugal, Italia y Holanda han encontrado un patrón común en los andares de varios altos cargos del gobierno ruso, incluyendo al presidente Vladimir Putin. Se trata de un movimiento asimétrico en el que el brazo izquierdo se balancea, mientras que el derecho se mantiene rígido y pegado al cuerpo. Según los cuatro investigadores, a menudo estas anomalías pueden ser signo de enfermedades neurológicas como el párkinson, pero no es así en el caso de los sujetos analizados, sino que se debe a otro factor muy diferente: el entrenamiento del KGB.

Los autores citan un manual de instrucción del antiguo servicio secreto soviético en el que se decía: “Al moverse, es absolutamente necesario mantener el arma contra el pecho o en la mano derecha. El movimiento hacia delante debería hacerse con un lado, normalmente el izquierdo, girado en la dirección del avance”. En su estudio, publicado en la edición navideña de la revista British Medical Journal, los autores han denominado a este movimiento “los andares del pistolero”, y recomiendan a los neurólogos, sobre todo a los rusos, que tengan en cuenta esta posible causa a la hora de diagnosticar neuropatologías basándose en la asimetría de la marcha.

Hijo, ¿te descuezo un huevo?

Como cada año, en 2015 la revista Improbable Research ha concedido sus premios anuales Ig Nobel, esa respuesta humorística a los famosos galardones suecos que cada año atrae más atención de científicos y prensa, y que cuenta ya con un prestigio consolidado. Como en los Nobel, algunos de los premios distinguen logros publicados ya hace años. Sin embargo, en ocasiones aparecen trabajos tan enormemente brillantes que merecen un reconocimiento inmediato.

Este ha sido el caso del estudio publicado en enero de 2015 por un equipo de investigadores de EEUU y Australia en la revista ChemBioChem, y que describe un método rápido y barato para replegar a su forma correcta ciertas proteínas de la clara de huevo de gallina; en la práctica, esto significa “descocer un huevo”, como proclamaba el director del estudio, Gregory Weiss. El trabajo, que tendrá aplicaciones en la producción industrial de proteínas, ha merecido el Ig Nobel de Química. Y ofrecerá una opción más a esa clásica frase de las madres: “Hijo, ¿te frío un huevo? ¿Te lo cuezo? ¿Te lo descuezo?”

El crujido de nudillos, por fin explicado

Y a propósito de los premios Ig Nobel, raro sería que en un futuro no fueran candidatos a él los científicos que por fin nos han explicado a qué se debe el clásico sonido del crujir de nudillos que tan buenos momentos nos ha proporcionado en las peleas de bares. Gracias a su estudio de visualización en tiempo real, publicado en abril en la revista PLOS One, investigadores canadienses y australianos han tumbado un mito largamente sostenido. Sí, también hay mitos sobre las causas del crujir de nudillos, y en este caso la hipótesis refutada es la que atribuía el sonido al aplastamiento de pompas de aire; ¿sería por analogía con el ruido del plástico de burbujas?

Los científicos han demostrado que la explicación es justamente la contraria: al expandirse la articulación se produce un fenómeno llamado tribonucleación, por el cual dos superficies se resisten a separarse hasta que lo hacen violentamente, abriendo burbujas de gas en el líquido sinovial que es incapaz de rellenar todo el hueco. Al crearse la burbuja se produce un “pop”, y tal vez por eso hay crujidores compulsivos: es sabido que, cuando haces pop, ya no hay stop.

Hijo de su tío muerto antes de nacer

Para extraños líos de familia no hay que irse a los culebrones televisivos; a ver qué tal este caso: un estadounidense de 34 años descubre que su hijo no es realmente su hijo, sino que el padre genético es su hermano mellizo que fue concebido al mismo tiempo que él y que murió en el vientre de su madre, la abuela del niño. O contado de manera más sencilla: una pareja solicitó una prueba de paternidad al comprobar que su hijo no compartía grupo sanguíneo con ninguno de los dos; dado que el niño había sido concebido in vitro, pensaron que tal vez los médicos habían equivocado el esperma con el de otro donante.

Pero la respuesta fue mucho más estrambótica. El esperma era del hombre, pero resultó que este sujeto era una quimera; parte de sus células procedían de un hermano concebido al mismo tiempo que él, y que había muerto durante la gestación. Así, las células de su boca, empleadas para la prueba de paternidad, tenían un ADN diferente de su espermatozoide que había fecundado el óvulo de su mujer. El caso es raro, aunque posible: o es cierto, o entre la mujer y el médico han urdido un plan admirable.

¿Tiene su pareja los dedos demasiado largos?

De haber conocido este estudio, tal vez el estadounidense del caso anterior habría comprobado subrepticiamente, por si acaso, la longitud de los dedos de su mujer. Según tres investigadores británicos, los hombres son más promiscuos que las mujeres, un resultado que difícilmente sorprenderá a nadie. Pero en su estudio, publicado en enero de 2015 en la revista Biology Letters, los científicos defienden que la promiscuidad está relacionada con una mayor longitud del dedo anular en relación al índice.

Circula la idea de que la longitud del primero respecto al segundo depende del nivel de exposición a la testosterona en el útero materno; y a su vez, esto último parece correlacionarse con una mayor tendencia a la infidelidad. Naturalmente, los investigadores advierten de que las cosas no son así de simples, y que hay otros muchos factores en juego. Lo cual no deja de ser una buena manera de justificar el hecho de que uno mismo tenga el anular más largo que el índice.

Un bebé embarazado de gemelos

Sin dejar los casos familiares raros, en febrero la revista Hong Kong Medical Journal publicó un estudio cuyos autores describían uno de los más insólitos: una niña nació llevando en su interior dos fetos, en realidad sus propios hermanos procedentes de un embarazo triple, que habían quedado engullidos por el organismo de la pequeña, la única que completó su desarrollo.

Cuando nació la niña, los médicos le detectaron un tumor, pero al extraerlo comprobaron que se trataba de algo más: dos masas correspondientes a sendos fetos de 10 semanas de gestación, cada uno de ellos con “cuatro extremidades, piel intacta, caja torácica, intestinos, ano, genitales ambiguos, tejido cerebral primitivo y una columna con ganglios en la médula”. Según los autores, estos casos de fetus-in-fetu se dan en uno de cada medio millón de nacimientos.

La ciudad flotante

Dado que 2015 ha sido el Año Internacional de la Luz, era muy apropiado que algunas de las historias de ciencia popular más comentadas hayan tratado sobre nuestra relación con la óptica. ¿Quién no recuerda aquella famosa discusión viral sobre un vestido que era blanco o azul, según los ojos que lo miraran? Pero aún más insólito fue lo que sucedió en octubre, cuando miles de residentes de las ciudades chinas de Foshan y Jiangxi vieron aparecer una misteriosa ciudad flotando en el cielo.

El fenómeno instigó una oleada de explicaciones estrafalarias, desde la confluencia con un universo paralelo hasta un posible experimento de la NASA con hologramas a gran escala. Pero los científicos se apresuraron a aclarar que probablemente se trataba de un raro tipo de espejismo llamado fata morgana, el mismo que pudo inspirar la leyenda del Holandés Errante. Claro que es bien sabido que los científicos también forman parte de la conspiración.

El estudio más multitudinario de la historia

Lejos quedan ya los tiempos en que un científico llevaba a cabo sus experimentos en la soledad de su sótano. Los grandes proyectos internacionales de investigación aúnan los esfuerzos de cientos o incluso miles de científicos, lo que eleva el número de firmantes hasta límites históricos.

En 2015 se ha batido el récord del estudio con mayor número de autores; concretamente, 5.154. El artículo se publicó en mayo en la revista Physical Review Letters y es obra de dos experimentos del Gran Colisionador de Hadrones (LHC), ATLAS y CMS. Su propósito es ofrecer una estimación más precisa de la masa del bosón de Higgs. La sección de las firmas contiene la lista completa de sus más de 5.000 autores y de las 344 instituciones para las que trabajan. En resumen, si usted quiere adornar su currículum con un estudio científico en el que jamás participó, esta es la ocasión: nadie se va a molestar en comprobarlo.

Plutón, agua en Marte, aliens, misterios cuánticos… Adiós, 2015

Hoy despedimos un año que para la ciencia ha tenido un marcado carácter biológico. No es que hayan faltado avances y logros en otras áreas del conocimiento, pero como conté ayer, 2015 ha sido sin duda el año de CRISPR, la nueva herramienta de edición genómica que se ha consagrado como la antorcha que guiará una nueva revolución en la ingeniería genética. La semana pasada Jennifer Doudna, una de las investigadoras que convirtieron este humilde sistema defensivo bacteriano en un potente instrumento de dominio sobre la arquitectura de los genes, contaba en Nature que 2015 ha sido el año más intenso de su carrera; en sus palabras, un «año torbellino». Y quienes erramos por estos mundos de la ciencia estamos impacientes por descubrir qué nos traerá CRISPR en 2016.

Ilustración de la metilación del ADN, una de las marcas epigenéticas. Imagen de Christoph Bock (Max Planck Institute for Informatics) / Wikipedia.

Ilustración de la metilación del ADN, una de las marcas epigenéticas. Imagen de Christoph Bock (Max Planck Institute for Informatics) / Wikipedia.

Sin dejar la biología, 2015 ha sido también el año del epigenoma humano. Anteriormente he contado aquí que las modificaciones epigenéticas (sobre los genes), aquellas que dejan etiquetas químicas en el ADN sin cambiar su secuencia, están cobrando cada vez mayor protagonismo en la comprensión de cómo los genes determinan lo que somos y lo que legamos a nuestros descendientes, ya que se trata de variaciones heredables; incluso han persuadido a algunos a recuperar conceptos de la evolución biológica largamente abandonados. En 2003 nuestro conocimiento sobre la estructura íntima de nuestro ser alcanzó la adolescencia con la finalización del Proyecto Genoma Humano. En febrero, el proyecto internacional Roadmap Epigenomics Project publicó más de 20 estudios en los que se detallaba el mapa epigenómico en 111 tipos de células humanas. La ciencia genómica está llegando a su madurez, aunque sus aplicaciones aún están en pañales.

Desde la biomedicina nos vinieron también noticias alentadoras referentes a una materia que fue carne de portadas de periódicos cuando llegó a amenazar nuestra seguridad, pero que después se olvidó tan rápidamente como había surgido. Este mes se cumplen ya dos años de la epidemia de ébola más larga, intensa y mortal de la historia, y que aún no ha terminado, aunque tal vez a comienzos del año nuevo pueda por fin darse por concluida. Sería un enorme error olvidar las lecciones aprendidas, porque el ébola regresará. Por fortuna, algunos no han descuidado sus esfuerzos para luchar contra esta plaga una vez que los focos se han apagado, y fruto de ello son varias vacunas candidatas que podrían llegar a convertir el ébola en un mal recuerdo. Entre ellas, la rVSV-ZEBOV de Merck y NewLink Genetics, y la ChAd3-ZEBOV de GlaxoSmithKline, ya se han probado en África y podrían enfilar la vía de la aprobación como medicamentos en 2016.

Huesos del 'Homo naledi'. Imagen de Lee Roger Berger research team / Wikipedia.

Huesos del ‘Homo naledi’. Imagen de Lee Roger Berger research team / Wikipedia.

La biología de nuestro pasado tuvo también momentos de brillo en 2015, aunque continúan sin dejarnos un dibujo más claro de la evolución de nuestra especie. Dos posibles nuevos miembros de nuestro género vinieron a aumentar la familia humana este año. El primero de ellos, Homo naledi, fue hallado en el rincón más oscuro y casi inaccesible de una cueva surafricana, un secreto que las tripas de la Tierra habían guardado durante largo tiempo. Nuestro nuevo primo es un paso intermedio entre rasgos primitivos y modernos, un bípedo que probablemente trepaba a los árboles. Desde más al norte, en Etiopía, nos llegaba otro ser más misterioso, un posible Homo aún sin apellido que, de confirmarse, se convertiría en el más antiguo de nuestro linaje, con una edad de 2,8 millones de años.

Aunque persiste el debate sobre estas dos posibles nuevas especies, otro hallazgo ha puesto de acuerdo a los paleoantropólogos (algo que no suele ser fácil): un conjunto de herramientas líticas hallado en Turkana (Kenya), y datado en 3,3 millones de años, demuestra que no fuimos los Homo quienes descubrimos la posibilidad de trabajar la piedra para fabricar instrumentos. Ese mérito corresponde a otros que nos precedieron. Aún no sabemos quiénes eran, pero los restos son contemporáneos de Lucy, la mujer australopiteca.

Plutón, por la sonda New Horizons. Imagen de NASA/JHUAPL/SwRI.

Plutón, por la sonda New Horizons. Imagen de NASA/JHUAPL/SwRI.

Cambiando de registro, el 14 de julio un viaje de nueve años y casi 5.000 millones de kilómetros culminaba con éxito cuando la sonda New Horizons de la NASA lograba un nuevo triunfo para la tecnología espacial: llegar a Plutón, y todavía hay quien duda de la posibilidad técnica de enviar una nave a la Luna. El encuentro con Plutón, que aún era un planeta con todas las de la ley cuando New Horizons despegó de la Tierra, era la noticia científica más esperada para este 2015. Por fin sabemos qué cara tiene el que una norma arbitraria degradó a planeta enano, un rostro rojizo con una cicatriz en forma de corazón.

Menos llamativo, pero científicamente extraordinario, es lo que la sonda ha revelado sobre un mundo de geología activa, glaciares en movimiento y llanuras de hidrocarburos y nitrógeno congelados. New Horizons completó su cometido en Plutón estudiando sus lunas Caronte, Hidra y Nix, pero su misión no ha concluido. Tras despedirse de Plutón prosiguió su camino hacia el horizonte espacial. En 2019 volveremos a hablar de ella cuando, según lo planeado, se encuentre con el lejano asteroide 2014 MU69.

La hazaña de New Horizons tal vez ha oscurecido el trabajo de otra sonda de la NASA que sin embargo nos ha descubierto un nuevo misterio del Sistema Solar. La misión Dawn sobrevoló el planeta enano Ceres, el mayor cuerpo del cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, y al hacerlo reveló unas extrañas manchas brillantes que alimentaron las eternas fantasías sobre alienígenas acechantes. La explicación científica real luce mucho menos: probablemente se trata de depósitos de sales de sulfato y magnesio.

La estrella KIC 8462852, en infrarrojo y ultravioleta. Imagen de IPAC/NASA/STScI (NASA) / Wikipedia.

La estrella KIC 8462852, en infrarrojo y ultravioleta. Imagen de IPAC/NASA/STScI (NASA) / Wikipedia.

Las teorías sobre alienígenas nos mantuvieron en vilo a propósito de KIC 8462852, una estrella a 1.480 años luz de la Tierra cuyo brillo se atenuaba sin ton ni son, sugiriendo para algunos astrónomos serios que por fin podríamos haber dado con un enjambre de Dyson, a saber, una megaobra de ingeniería alienígena destinada a cosechar la energía solar para los fines propios de las civilizaciones avanzadas. Por desgracia, la búsqueda de señales emprendida por los científicos del Instituto SETI con sus radiotelescopios no logró sintonizar ninguna emisora de radio alienígena. La explicación más probable, que los descubridores de la estrella ya habían adelantado, es que se trate de un fenómeno natural: fragmentos de cometas que oscurecen parcialmente la luz.

Torrenteras de salmuera en Marte, fotografiadas por la sonda MRO. Imagen de NASA/JPL/University of Arizona.

Torrenteras de salmuera en Marte, fotografiadas por la sonda MRO. Imagen de NASA/JPL/University of Arizona.

En resumen, seguimos sin compañía en el universo, pero al menos sabemos que nuestro vecino más cercano es aún más habitable de lo que sospechábamos. En una noticia de cierto interés, pero para mi gusto algo exagerada por el aparato mediático de la NASA, se aportó un nuevo indicio sobre la probable existencia de agua líquida en Marte, en forma de una salmuera muy concentrada que parece fluir ladera abajo en ciertas estaciones del año marciano, según las imágenes tomadas por la sonda orbital MRO. Las pruebas son indirectas; es decir, nadie ha visto fluir el agua ni se ha comprobado in situ. Pero de ser cierto, ofrecería un recurso aprovechable para futuras misiones tripuladas, si es que llegan algún día.

En el mundo de la física destacaron dos asuntos. Por un lado, la nueva temporada de funcionamiento del LHC, al doble de energía que en la ronda anterior y casi al máximo de su capacidad, ya ha logrado descubrir una nueva partícula formada por cinco quarks y apuntar la posible existencia de otra partícula misteriosa seis veces más pesada que el Higgs, cuya realidad deberá confirmarse en 2016.

Pero el momento más sobresaliente para la física en 2015 llegó cuando un experimento logró confirmar, con la mayor fiabilidad lograda hasta ahora, que el fenómeno de la acción a distancia entre partículas cuánticas es real, contradiciendo al mismísimo Einstein. Aunque los más críticos siguen hablando de posibles fisuras en el diseño experimental, para los autores del hallazgo no puede existir una confirmación más sólida, lo que para ellos zanja el debate. Y las implicaciones son trascendentes: si las partículas pueden comunicarse instantáneamente a distancia, significa que pueden romper el clásico límite de la velocidad de la luz, aunque esta frontera continúe siendo inviolable en el mundo de las cosas grandes.

Y por fin, el año 2015 se ha cerrado con una buena noticia para la ciencia, que lo es también para todos los que reconocen en ella la capacidad de guiar el progreso de la sociedad: la cumbre del clima de París concluyó con un acuerdo histórico y vinculante para los 195 países que lo han firmado. El esfuerzo común se encaminará a mantener el aumento de la temperatura global muy por debajo del umbral catastrófico de los 2 oC respecto a los niveles preindustriales.

2015, el año de CRISPR: llega la revolución genómica

Las doce campanadas del 31 de diciembre cerrarán un año científico que ha satisfecho su mayor expectativa: enseñarnos cómo es Plutón, completando el álbum de cromos de los principales cuerpos del Sistema Solar. Esta misión cumplida encabezaría el Top 10 de la ciencia en estos doce meses de no ser porque 2015 deberá recordarse como el año en que comenzó a hacerse palpable –y discutible, como ahora contaré– la promesa de CRISPR, la nueva tecnología que está llamada a revolucionar la edición genómica. Hoy hablamos de este avance que merece el número 1 en el elenco de los hitos científicos de 2015; mañana continuaremos con los demás.

Un embrión de cuatro células. Imagen de E.C. Raff and R.A. Raff / Indiana University.

Un embrión de cuatro células. Imagen de E.C. Raff and R.A. Raff / Indiana University.

Tal vez ustedes tengan la sensación de que llevan décadas oyendo hablar de la terapia génica y de que todas aquellas promesas aún no se han hecho realidad. Tengan en cuenta que la prensa pregona los éxitos, ignora los fracasos y siempre tiende a añadir coletillas que dejan la impresión de que cualquier nuevo avance será una panacea en unos pocos años.

Pero es cierto que la trayectoria de la terapia génica ha sido parecida al viaje de Frodo, con pronunciados altibajos y momentos de profundas crisis. Y con todo esto, como Frodo, este enfoque terapéutico continúa avanzando hacia su destino. Una revisión reciente en Nature proclamaba que la terapia génica vuelve a estar en el centro del escenario, gracias a los triunfos que han ido acumulándose en los últimos años. Y hoy las perspectivas son mejores que nunca gracias a CRISPR.

En este blog no he escatimado elogios hacia la que ahora se presenta como la gran tecnología genética del siglo que acaba de comenzar. En 2012 las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna transformaron un mecanismo de defensa natural de las bacterias en el sistema más preciso y eficaz conocido hasta hoy para cortar y pegar genes. Desde entonces, CRISPR-Cas9 se ha convertido en el avance más revolucionario en biología molecular desde los años 70, cuando comenzaron a popularizarse las llamadas enzimas de restricción que hemos utilizado durante décadas.

El sistema CRISPR-Cas9, al que ya se han añadido otras variantes, permite editar genes, es decir, cortar y pegar trozos de ADN de forma dirigida y precisa, lo que extiende sus aplicaciones desde la investigación básica hasta la terapia génica; o incluso la recreación de los mamuts, como ya han avanzado este año al menos dos grupos de investigadores. Gracias a todo ello, Charpentier y Doudna ya no saben ni por dónde les llegan los premios; entre otros, el Princesa de Asturias de Investigación 2015, un fallo muy acertado.

Aunque CRISPR no es una tecnología surgida este año, 2015 ha sido un año clave por varias razones. Su uso se ha generalizado en los laboratorios, lo que ha permitido que aparezcan variantes, mejoras y nuevas maneras de aplicarlo. Pero también se ha abierto el debate sobre las perspectivas de aplicarlo a la edición genómica en embriones humanos destinados a la reproducción, un campo que podría traer inmensos beneficios, así como enormes desgracias si se emplea de forma prematura antes de haber alcanzado una tasa de error aceptable. Ya en marzo, Science y Nature publicaban sendos artículos en los que varios investigadores, entre ellos Doudna, advertían de estos riesgos. El título de la pieza en Nature lo dice todo: «No editéis la línea germinal humana».

Pero alguien en un laboratorio chino ya se había adelantado. Como conté en su día, en abril la revista Protein & Cell publicaba el primer experimento de edición genómica en embriones humanos.

La regulación de la investigación con embriones es más laxa en algunos países orientales que en el mundo occidental, pero es importante aclarar que el experimento dirigido por Junjiu Huang en la Universidad Sun Yat-sen de Guangzhou utilizó exclusivamente embriones no viables; se trataba de cigotos procedentes de fertilización in vitro que tenían tres juegos de cromosomas en lugar de dos, debido a que los óvulos habían sido fecundados por dos espermatozoides al mismo tiempo. En condiciones naturales, estos embriones triploides mueren durante la gestación o al poco tiempo de nacer, y los que sobreviven lo hacen con graves defectos. En el caso de la fecundación in vitro, estos embriones se desechan o se utilizan para investigación en los países que así lo permiten.

El experimento de Huang no fue precisamente un éxito, como él mismo reconoció. Recojo lo que ya escribí a propósito de los resultados: el sistema CRISPR/Cas9 logró extraer quirúrgicamente el gen HBB en aproximadamente la mitad de los embriones supervivientes analizados, pero solo en pocos casos consiguió reparar la brecha con la secuencia de reemplazo. Aún peor, los científicos observaron que en varios casos la enzima cortó donde no debía y que algunas de las brechas se rellenaron empleando erróneamente otro gen parecido como modelo, el de la delta-globina (HBD), causando mutaciones aberrantes.

La repercusión del experimento de Huang fue mucho mayor de la que habría correspondido a sus resultados científicos, debido a que abría una puerta que para muchos debería permanecer cerrada, al menos hasta que la tecnología CRISPR garantice un nivel mínimo de éxito. Tras la publicación del estudio, algunos de los principales investigadores en el campo de la edición genómica decidieron convocar una reunión en Washington, con la participación de la Academia China de Ciencias, para debatir los aspectos éticos y tratar de acordar una recomendación común.

El encuentro tuvo lugar a comienzos de diciembre y se saldó con una declaración final que, curiosamente (o tal vez no), fue interpretada de formas casi opuestas por medios ideológicamente diversos; en algunos diarios online se leía que los científicos habían dado luz verde a la manipulación genética de embriones humanos, mientras que otros aseguraban que se había establecido una moratoria. Pero ni una cosa ni otra; la declaración final decía exactamente que «sería irresponsable proceder con cualquier uso clínico de la edición en células germinales [espermatozoides y óvulos]», pero aconsejaba que la cuestión sea «revisitada a medida que el conocimiento científico avance y la visión de la sociedad evolucione».

Ni sobre los aspectos científicos de CRISPR ni sobre los éticos se ha dicho ya la última palabra. Respecto a lo primero, CRISPR es una nueva técnica en progreso que continuará sorprendiéndonos en los próximos años. Y en cuanto a lo segundo, los expertos recomendaron la creación de un foro internacional permanente que asuma el seguimiento y la reflexión sobre lo que será posible o no, lícito o no, gracias a esta potente tecnología que ha inaugurado la biología molecular del siglo XXI.