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¿Cómo logran los buitres no morir de indigestión?

El hedor más profundo e intenso que he tenido el nauseabundo privilegio de conocer llegó a mis fosas nasales en el límite suroeste de la reserva kenyana de Masai Mara. Allí el río Mara abandona Kenya para internarse en Tanzania a través de la frontera con el vecino Serengeti. La carretera corre paralela a la linde y salva el cauce por un puente que en alguna ocasión ha cedido a la fuerza de las riadas. En aquel tramo las orillas son bajas y llanas, formando remansos al abrigo de grandes rocas. En época de grandes crecidas, cuando las lluvias vienen copiosas, muchos ñus mueren río arriba tratando de vadear el furioso caudal durante la migración, y la corriente arrastra los cadáveres hasta la zona del puente, donde quedan enganchados en las trampas rocosas. Cuando por fin las aguas se retiran, el espectáculo es tan devastador como hediondo.

Buitres y marabús se alimentan de cadáveres de ñus en la orilla del río Mara (Kenya). Imagen de Javier Yanes.

Buitres y marabús se alimentan de cadáveres de ñus en la orilla del río Mara (Kenya). Imagen de Javier Yanes.

Pero lo que para nosotros es una pestilencia ante la que cuesta contener el vómito, para los buitres es un festín de manjares. En la ocasión a la que me refiero estas aves se congregaron allí a cientos, de todas las especies de la región y acompañadas de los marabús, que nunca faltan cuando se trata de carroña. Las aves devoraban con pasión aquellos despojos supurantes, amoratados e hinchados por el agua. Aunque existen otros animales carroñeros, los buitres destacan por su capacidad de alimentarse exclusivamente de carne en avanzado estado de descomposición, algo que resulta increíble para nosotros los humanos, a quienes una simple conserva en mal estado puede llevarnos a la tumba.

La alimentación de los buitres puede tornarse aún más escabrosa: todo el que haya observado a estas aves comiendo habrá comprobado con qué fruición sumergen sus cuellos pelados en lo más profundo de las vísceras de sus almuerzos; pero ante un cadáver intacto cuya gruesa piel no puede atravesar con el pico, el buitre no duda en introducir la cabeza por el orificio natural que conduce directamente a los intestinos, lo que añade al plato principal una guarnición de materia fecal a la que el animal no hace el menor asco. Y sin embargo, pese a esta redefinición radical de lo que es una dieta poco saludable, los buitres disfrutan a gusto de sus comilonas y de sus plácidas vidas sin necesitar un mal antiácido. ¿Cómo lo hacen?

Esta fue la pregunta que se hizo un equipo de científicos de Dinamarca y EE. UU. Para responderla, los investigadores estudiaron las comunidades microbianas presentes en la cara y en el intestino de 50 ejemplares de buitres pertenecientes a las dos especies más comunes en América, el zopilote (Coragyps atratus) y el aura gallipavo (Cathartes aura). Al secuenciar el ADN de estas muestras, los científicos descubrieron que la piel de la cara contenía ADN de 528 tipos de microorganismos, mientras que en el intestino solo se encontraron 76. Resulta inquietante que en uno de los buitres se detectara ADN humano tanto en su cara como en su intestino, aunque los investigadores lo achacan a una contaminación en el laboratorio o bien al contacto con aguas fecales.

Llama la atención la escasa variedad de bacterias en el intestino del buitre. Los investigadores sugieren que el tubo digestivo de estas aves es muy selectivo con los microbios a los que deja pasar, eliminando los demás en el paso por los ácidos gástricos. Sin embargo, lo más chocante es que las especies dominantes en las tripas de los buitres matarían a la mayoría de los animales, como los clostridios –que incluyen especies causantes de enfermedades como el tétanos, el botulismo o la gangrena– y las fusobacterias –descomponedoras que producen necrosis y septicemias–. Los científicos apuntan que estos grupos se han detectado previamente en el tubo digestivo de los caimanes, pero no de otros carroñeros como las hienas.

En el centro de la imagen, un buitre dorsiblanco africano hunde su cabeza en las entrañas de un cadáver de ñu en el río Mara (Kenya). Imagen de Javier Yanes.

En el centro de la imagen, un buitre dorsiblanco africano hunde su cabeza en las entrañas de un cadáver de ñu en el río Mara (Kenya). Imagen de Javier Yanes.

Según el primer autor del estudio publicado en Nature Communications, Michael Roggenbuck, de la Universidad de Copenhague, los resultados «muestran que los buitres se han adaptado fuertemente para manejar las bacterias tóxicas que digieren». «Por un lado, los buitres han desarrollado un sistema digestivo extremadamente resistente, que simplemente destruye la mayoría de las bacterias peligrosas que ingieren», añade Roggenbuck. «Por otro lado, los buitres también parecen haber desarrollado una tolerancia hacia algunas de las bacterias letales; especies que matarían a otros animales parecen prosperar activamente en el intestino grueso del buitre».

De hecho, los investigadores piensan que posiblemente estas bacterias agresivas ayudan a degradar el alimento para proporcionar nutrientes a sus hospedadores. Hasta tal punto pueden estas especies ser beneficiosas para los buitres que otro coautor del estudio, Gary Graves, alega: «No es excesivo suponer que la relación entre las aves y sus microbios ha sido tan importante en su evolución como el desarrollo del vuelo y el canto».

Además de todo lo anterior, de los resultados del estudio se deriva un consejo interesante: si en alguna ocasión se encuentra en un tête à tête con un buitre, no se le ocurra acariciarle la cara.