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¿Contrajo Bruce Dickinson (Iron Maiden) un cáncer por el sexo oral?

El pasado agosto Bruce Dickinson, vocalista de Iron Maiden, se vio obligado a forzar el aterrizaje de su precioso triplano Fokker Dr.I (el mismo modelo en el que volaba el Barón Rojo) en una base de la Fuerza Aérea británica cuando se quedó sin combustible. El 4 de este mes, la banda ha lanzado The Book of Souls, su decimosexto álbum de estudio, después de una pausa de cinco años. Próximamente la web oficial del grupo anunciará las fechas de una grandiosa gira que en 2016 recorrerá el mundo a bordo del nuevo Ed Force One, un Boeing Jumbo 747 que Dickinson aún está aprendiendo a pilotar. Y hablando de todo un poco para los medios con ocasión del nuevo disco, Dickinson ha dicho que en 1988 se contuvo para no aporrear a Axl Rose (Guns N’ Roses) por burlarse del público canadiense francoparlante, y que aún se arrepiente de no haberlo hecho (y yo de que no lo hiciera).

Bruce Dickinson en 2003. Imagen de Wikipedia.

Bruce Dickinson en 2003. Imagen de Wikipedia.

Pero el motivo por el que vengo a contar todo esto no es solo un maidenismo confeso que difícilmente tendría cabida de por sí en este blog. Además de todo lo anterior, Dickinson ha revelado que este año ha recibido tratamiento por un cáncer de lengua. Y que la causa de su enfermedad ha sido aquello que Anaïs Nin llamaba «canibalismo sensual», y que Verlaine describía más o menos así: «Deja que mi cabeza vague y se pierda en la aventura en busca de la sombra y el olor, en una misión encantadora hacia los sabores de tu gloria secreta».

O sea: sexo oral.

Pero ¿tiene sentido la sospecha de Dickinson?

La mala noticia es que sí. El potencial culpable es el Virus del Papiloma Humano (VPH). Con sus más de 150 variantes, el VPH se transmite por vía sexual, en ambos sexos y a través de cualquiera de los órganos que participen en la fiesta, en cualquiera de las combinaciones que a uno se le puedan ocurrir (incluyendo la más inocente: boca a boca).

En la mayor parte de los casos, probablemente el VPH no induce ningún síntoma; de hecho, el Centro para el Control de Enfermedades de EE. UU. estima que «la mayoría de hombres y mujeres sexualmente activos contraerán al menos un tipo de VPH en algún momento de sus vidas». De quienes sí desarrollan síntomas, los más leves se limitarán a verrugas genitales. Pero en algunos casos, y sin que se sepa exactamente por qué, el VPH puede provocar cáncer. El más divulgado, y el que ha impulsado las campañas de vacunación, es el de cuello de útero. Pero el VPH también puede causar cánceres en vulva, vagina, pene, ano, garganta, lengua y amígdalas.

Hace un par de años, el actor Michael Douglas declaró que su cáncer de garganta se debía también al sexo oral. Según el CDC, el VPH causa unos 1.700 cánceres de garganta en mujeres y unos 6.700 en hombres cada año, solo en EE. UU. En 2011 un estudio calculó que entre 1988 y 2004 el número de cánceres de garganta positivos para el VPH había aumentado un 225% en aquel país. La Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia estima que el VPH está adelantando al tabaco como causa mayoritaria de cánceres orales en la población menor de 50 años.

El problema es «bastante serio», en palabras de Dickinson. Lo cual resulta curiosamente parco para el cantante de un grupo que suele recrearse en una épica grandilocuente, y que además está sufriendo las peores consecuencias de este maldito virus.

¿Qué hacer? El primer frente de combate es la vacunación, pero solo sirve para adolescentes de ambos sexos antes de que inicien su actividad sexual. Para el resto de nosotros ya es demasiado tarde. En este caso se aplica la clásica precaución de utilizar preservativos, pero ¿qué hay del sexo oral? La Facultad de Medicina de Harvard recomienda usar algo llamado dique dental, consistente en una pieza cuadrada de látex que se emplea en cirugía dental, y que en el caso del sexo oral evita el contacto directo de la boca con los genitales.

Eso sí: adiós a los sabores de la gloria secreta de los que hablaba Verlaine.

Iron Maiden y la NASA resucitan los dirigibles

Antes de que la gigantesca ascua llameante tocara el suelo, el negocio de los zepelines ya valía menos que una pavesa. En una época en que aún no se estilaban las largas listas de advertencias y disclaimers de hoy, probablemente muchos pasajeros del Hindenburg viajaban ignorando los 200 millones de litros de hidrógeno rodeados de materiales combustibles que llevaban sobre sus cabezas. La gloria del poder aéreo nazi ardió como el pelo de una muñeca el 6 de mayo de 1937 sobre el aeródromo de Lakehurst en Nueva Jersey (EE. UU.), matando a 36 personas.

Los dirigibles, un concepto que se remonta a los orígenes de la navegación aérea, quedaron desde entonces reducidos a usos especializados y más o menos exóticos, como los espectáculos deportivos, en los que prestan soporte a cámaras cenitales por gentileza de la cerveza Duff o cualquier otro patrocinador. Sin embargo, hoy existe un interés por resucitar la idea del barco aéreo, y entre sus defensores se cuentan instituciones tan dispares como la NASA y la banda británica Iron Maiden.

Bruce Dickinson: "Live to fly, fly to live". HybridAirVehicles.

Bruce Dickinson: «Live to fly, fly to live». HybridAirVehicles.

Todo buen fan de los Maiden sabe que Bruce Dickinson, vocalista del grupo, no solo es un apasionado de la aviación, sino un experimentado piloto comercial que ha volado profesionalmente, incluso a los mandos del Boeing 757 fletado por la banda en algunas de sus giras. Dickinson es uno de los accionistas de la compañía Hybrid Air Vehicles, que el viernes pasado presentó a los medios en la localidad inglesa de Cardington (Bedfordshire) su HAV304 Airlander, el nuevo dirigible con el que sus creadores esperan abrir una nueva-vieja era en el transporte aéreo y que comenzará a volar este mismo año. En esta ocasión, naturalmente, con helio en lugar de hidrógeno.

Dickinson resaltó que el aparato, «un 70% más verde que un avión» y ocho metros más largo que la mayor aeronave jamás construidaes capaz de mantenerse en el aire durante más de tres semanas y de cruzar el Atlántico a 148 kilómetros por hora. Los medios británicos ya han sacado punta: el Mail Online, siempre tan chisposo, lo llama «el culo volante» por su peculiar aspecto, y tampoco ha tardado el chiste de que Iron Maiden pilotará a Led Zeppelin.

La compañía espera inaugurar sus vuelos comerciales en 2016, y a través de su web sortea dos billetes para los afortunados que compartirán vuelo, charla y copas (quizá sin alcohol) con Dickinson y otras celebridades. Nunca hubo mejor ocasión de aprovechar que la expresión inglesa para «vuelo inaugural» es precisamente «maiden flight«.

A la altura del ‘Hubble’, pero a menor altitud

La de Dickinson no es la única iniciativa para recuperar los zepelines. El Instituto Keck de Estudios Espaciales, dependiente del Instituto Tecnológico de California (Caltech) y del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, acaba de publicar un estudio titulado Dirigibles: un nuevo horizonte para la ciencia. En sus 60 páginas, más de treinta expertos analizan «el potencial de una variedad de dirigibles actualmente operativos o en desarrollo para servir como observatorios y plataformas de instrumentos científicos para la ciencia espacial, atmosférica y terrestre».

Un concepto de dirigible estratosférico con un telescopio en su lomo e instrumentos de observación terrestre y atmosférica en su panza. Mike Hughes (Eagre Interactive) / Keck Institute for Space Studies

Un concepto de dirigible estratosférico con un telescopio en su lomo e instrumentos de observación terrestre y atmosférica en su panza. Mike Hughes (Eagre Interactive) / Keck Institute for Space Studies

Los autores concluyen que los dirigibles podrían complementar las observaciones científicas de aviones y globos en todo el rango de altitudes, incluso reemplazando a los satélites. «Un telescopio óptico de uno o dos metros situado a unos 20.000 metros con estabilización de encuadre tendría mayor poder de resolución que cualquier telescopio en tierra», señala el informe, añadiendo que tales observaciones competirían con las del mismísimo telescopio espacial Hubble. «La ciencia, y no la guerra, podría ser la gran motivación para empujar a la industria hacia el desarrollo de dirigibles estratosféricos».

Entre las utilidades científicas de estas aeronaves, los expertos sugieren la monitorización ambiental en las megalópolis y en los ecosistemas, o la observación astrofísica de objetos tales como agujeros negros y discos protoplanetarios en estrellas jóvenes. Y para engrasar el trabajo en esta línea, proponen lanzar un concurso de desarrollo de dirigibles estratosféricos con un premio mínimo de un millón de dólares. Ingenieros, ¡a las pizarras!