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Oído en los medios: los militares causan cáncer y la roña da tétanos

Desde hace tiempo estoy tentado de abrir aquí una minisección, errática y de periodicidad sorpresiva como todas las de este blog (incluso las de mi propia vida), dedicada a burradas seudocientíficas oídas/leídas en los medios y originadas por personajes de la vida pública o en ocasiones, tristemente, por los propios periodistas.

Siempre me resulta curioso cómo en este mundo de ahora, tan tuiterizado, todo el que habla en público tiende a medir sus palabras por el riesgo de convertirse en un Trending Topic de los que nadie quiere para sí mismo; excepto cuando se trata de temas relacionados con la ciencia. Aquí, ancha es Castilla: con frecuencia esos personajes introducen en su discurso conceptos científicos de los que no tienen la menor idea ni la menor intención de tener la menor idea, y sobre los que patinan más que el campeón ese de Madrid.

Como digo siempre, es un trabajo sucio (la burrada seudocientífica no es patrimonio exclusivo de ningún bando político concreto) y a muchos ni siquiera les importará, pero alguien tiene que hacerlo, y para eso está un servidor.

Los militares causan cáncer

Lo peor que la ciencia ha tenido que sufrir machaconamente a lo largo de su historia, y tendrá que seguir sufriendo, es que ciertos líderes políticos o ideológicos se coloquen en la boca argumentos seudocientíficos (aclaración lingüística: «seudo-» significa «falso») para tratar de apoyar sus prejuicios (otra: «opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal»). Personalmente me recuerda a cuando los niños se ponen en el pecho una de esas estrellas de sheriff de pega porque así se sienten como revestidos de cierta autoridad.

Teresa Rodríguez, secretaria general de Podemos en Andalucía y epidemióloga. Imagen de Wikipedia.

Teresa Rodríguez, secretaria general de Podemos en Andalucía y epidemióloga. Imagen de Wikipedia.

El pasado 21 de junio, la secretaria general de Podemos en Andalucía, Teresa Rodríguez, se quejó en la cadena SER de las bases militares estadounidenses de Rota y Morón, denunciando que no crean empleo local. Hasta ahí, nada que objetar, más que nada porque desconozco por completo si esas instalaciones crean empleo o no. Pero a continuación, Rodríguez se vino arriba y añadió que las bases militares provocan cáncer. Sí, han leído bien.

«Es cierto que no se ha hecho ningún estudio epidemiológico serio, pero en la zona se habla mucho de cómo afecta el cáncer la presencia militar», dijo.

De verdad que aportaría aquí algún argumento si hubiera algún argumento pertinente que aportar, y explicaría algún estudio científico si hubiera alguno pertinente que explicar. Pero comprenderán que no hay absolutamente nada que decir al respecto. Bueno, solo una cosa: cuando un líder político comete la barbaridad de crear alarma social con un argumento que ni siquiera tiene la credibilidad de una estrella de disfraz de sheriff, está moralmente obligado a rectificar públicamente para disolver el atroz bulo que ha hecho correr. ¿A quién nunca se le ha calentado la boca en un momento determinado? Pero cuando esta rectificación no llega es cuando se comprende que, en efecto, ¡lo piensa!

Lo cual dibuja un cuadro radicalmente opuesto al que probablemente la propia Rodríguez creería que está dibujando: el de la España profunda, supersticiosa e ignorante; bañarse con la regla provoca pérdida de pelo; si te masturbas te salen granos; meigas, haberlas, haylas; la señora del ramito de romero te puede echar mal de ojo si no le das unas monedas; los militares provocan cáncer. Nada más que añadir.

La roña provoca tétanos

Pasamos al lado contrario de la barrera política para destacar aquí a un político del Partido Popular en cuya mente el último siglo y medio de ciencia microbiológica no ha logrado dejar ni la más leve mácula. Durante un debate sobre la Memoria Histórica, el concejal del Ayuntamiento de Madrid Pedro Corral dijo lo siguiente: «La cuestión era sacar del baúl antes de las elecciones para llevarse algo de Memoria Histórica a la boca y una colección de condecoraciones roñosas; tanto, que si te pinchas o te cortas con ellas te tienen que poner la vacuna antitetánica».

Pedro Corral, concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid y experto en enfermedades infecciosas. Imagen de su Twitter.

Pedro Corral, concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid y experto en enfermedades infecciosas. Imagen de su Twitter.

Por supuesto que, cuando yo era pequeño, las abuelas solían imbuirte de esta conexión entre el óxido y el tétanos, que nadie sabía muy bien lo que era, pero sonaba tan feo y temible al oído como la pelagra o las paperas. Pero entonces llegó Louis Pasteur (perdónenme la hipérbole; es obvio que no llegué a ser coetáneo suyo) y explicó que muchas enfermedades que antes te llegaban por cosas como un clavo oxidado no tenían en realidad nada que ver con el clavo oxidado.

El tétanos es una enfermedad potencialmente mortal causada por una bacteria llamada Clostridium tetani, prima de la que produce el botulismo. Esta bacteria vive a nuestro alrededor, comúnmente en el suelo, donde se atrinchera en forma de esporas resistentes a la espera de las condiciones adecuadas para crecer. Porque nuestras condiciones adecuadas no son las suyas: para este clostridio no hay nada más letal que el oxígeno. Es una bacteria anaerobia estricta, lo que significa que solo puede prosperar en lugares donde no hay aire.

Cuando nos hacemos una herida profunda con algo que ha estado en contacto con el suelo, es posible que ese objeto sea portador de esporas del clostridio. Y si estas llegan a un entorno en el interior de nuestros tejidos sin exposición al aire, las esporas pueden activarse y la bacteria se reproduce. En nuestro organismo esponjado de oxígeno el clostridio no puede montar una invasión en toda regla, pero para eso tiene otras armas: dos toxinas, tetanolisina y tetanospasmina. Sobre todo la segunda, se distribuye libremente por el torrente sanguíneo y llega a las terminaciones nerviosas de los músculos, por donde penetra en el circuito neuronal hasta llegar a la médula espinal y el cerebro. Y entonces ocurren cosas muy malas, si la enfermedad no se trata a tiempo.

Pero aunque un clavo oxidado tenga más tiempo a la intemperie y por tanto más probabilidad de contener esporas, lo cierto es que estas también se encuentran en la piel humana. Es decir, que podríamos pincharnos o cortarnos con una condecoración impuesta ayer mismo y facilitar con ello la entrada de las esporas de la piel a nuestros tejidos profundos. En resumen: creer en la relación entre óxido y tétanos es como creer que la malaria, «mala aria«, «mal aire», se cogía por acampar al pie de los árboles de la fiebre (la acacia amarilla, Vachellia xanthophloea) y respirar aquel aire insano. Cuando Corral hizo la EGB, seguro que Pasteur ya estaba bien muerto. Lo único roñoso aquí es el conocimiento científico de este concejal.