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El ‘Opportunity’ gana el primer maratón marciano

Una de las dos máquinas más fiables del universo está en mi jardín. La otra está en Marte. La primera es una bomba de agua que lleva más de 15 años funcionando casi sin interrupción –salvo ciertos descansos reglamentarios– sumergida en el fondo de un estanque con una buena capa de sedimento, soportando temperaturas gélidas en invierno y el ataque de las raíces de los nenúfares en primavera y verano. De acuerdo, es un mecanismo sencillo, tan solo un motor eléctrico y una rueda con aspas. Pero teniendo en cuenta el constante e incansable trabajo mecánico que lleva a cabo, bombeando día y noche un agua densa de materia orgánica, creo que solo la NASA sería capaz de fabricar algo tan resistente y eficaz.

Y no siempre: de los aparatos que produce la primera agencia espacial del mundo, no todos resultan tan impecables. Pero con el Opportunity dieron en el clavo. El pasado 25 de enero, este robot rodante del tamaño de una mesa de comedor, conocido familiarmente como Oppy, cumplió 11 años en la superficie marciana y sigue funcionando sin haber recibido jamás la visita de un técnico de posventa, ni haber pasado ninguna revisión anual, ni haber necesitado la sustitución de ninguna pieza. Lo cual merece aún más aplauso teniendo en cuenta que debe soportar una radiación inclemente y un arco de temperaturas de 30 a -80 ºC. Y que a su lado incluso los más duros todoterrenos del Dakar caen en la más profunda humillación: la carretera más cercana al Opportunity queda, en el mejor de los casos, a 55 millones de kilómetros. Eso sí es conducir off-road.

Como es lógico, el rover marciano ha acumulado algunos achaques durante su azarosa vida, pero curiosamente, lo que ahora más preocupa a sus responsables son los fallos de su memoria, tal como les ocurre a las personas de larga edad. El ordenador de a bordo del Opportunity funciona con una memoria flash como las de los pinchos USB, pero sus 256 MB no servirían ni para el más rudimentario de los smartphones actuales.

Últimamente un poco eclipsado por el Curiosity, su primo de la siguiente generación, Oppy vuelve a ser noticia porque está a punto de completar el primer maratón extraterrestre de la historia. Según la última actualización de la NASA, el odómetro del rover registra ya 41,97 kilómetros, lo que le sitúa a poco más de 200 metros de los 42,195, la distancia del maratón olímpico. Y el robot logrará esta marca en un lugar que los científicos de la misión han denominado precisamente Valle de Maratón, un emplazamiento en la cresta occidental del cráter Endeavour, de 22 kilómetros de diámetro, donde las sondas orbitales han detectado la presencia de distintas arcillas originadas en el pasado húmedo de Marte.

Y todo ello, con una garantía de tres meses, lo que debía durar la misión inicial del Opportunity. En cambio, su hermano gemelo, el Spirit, solo aguantó hasta 2010, habiendo recorrido 7.730,5 metros. Pero ambos han excedido ampliamente las expectativas de sus diseñadores y han aportado valiosísimos datos sobre nuestro planeta vecino. Los gemelos marcianos pasarán a la historia como los aparatos que confirmaron las huellas del agua en la geología marciana. Con motivo del nuevo récord establecido por el Opportunity, el director del proyecto de los rovers, John Callas, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, ha aprovechado para presumir de su criatura: «Cuando el Opportunity estaba en su misión primaria hace 11 años, nadie imaginaba que sobreviviría a un invierno marciano, ni mucho menos que completaría un maratón en Marte». Para celebrar la gesta de Oppy, la NASA ha reunido imágenes de una década de exploración de los rovers marcianos.

En estos días se ha vuelto a hablar de la misión planificada por la organización holandesa Mars One, que ha restringido a 100 su lista de candidatos a convertirse en los primeros colonos de Marte. Los futuros pobladores marcianos, si llegan a existir, podrían tener la apasionante tarea, quizá incluso la obligación, de recoger los antiguos artefactos de tecnología terrestre que hayan quedado muertos e inertes sobre la superficie de Marte. Con ellos podrían crear el que sería oficialmente el primer museo extraterrestre (ya que la NASA nunca ha reconocido la existencia del museo lunar). Y quién sabe si en un futuro los humanos viajarán hasta allí para admirar los anticuados restos de los tiempos en que aún éramos una especie de un solo planeta.

Itinerario recorrido por el robot 'Opportunity' en Marte desde su aterrizaje en el cráter Eagle el 25 de enero de 2004. Imagen de NASA / JPL-Caltech / MSSS / NMMNHS.

Itinerario recorrido por el robot ‘Opportunity’ en Marte desde su aterrizaje en el cráter Eagle el 25 de enero de 2004. Imagen de NASA / JPL-Caltech / MSSS / NMMNHS.

Detalle del itinerario recorrido por el robot 'Opportunity' en Marte desde el 24 de diciembre de 2014, a lo largo de la cresta occidental del cráter Endeavour. La franja verde representa el lugar aproximado en el que el robot completará la distancia del maratón. Imagen de NASA / JPL-Caltech / Univ. of Arizona.

Detalle del itinerario recorrido por el robot ‘Opportunity’ en Marte desde el 24 de diciembre de 2014, a lo largo de la cresta occidental del cráter Endeavour. La franja verde representa el lugar aproximado en el que el robot completará la distancia del maratón. Imagen de NASA / JPL-Caltech / Univ. of Arizona.

¿Puede una serpiente envenenarse a sí misma?

¿Alguna vez se ha preguntado si una serpiente puede morir por su propia mordedura? Incluso si su respuesta es no, es posible que un día llegue a encontrarse asaltado por esta pregunta de boca de sus hijos, presentes o futuros.

Tal vez muchos alegarían que la pregunta es tan absurda que es indigna de ser respondida, lo cual no deja de ser una manera digna de camuflar la propia ignorancia. Los niños, en cambio, que no temen al ridículo, preguntarían algo así de una forma tan natural como lo hacen siempre que plantean este tipo de cuestiones sencillas que dejan a los mayores rebuscando nerviosamente entre sus papeles cual dirigente política interrogada sobre la indemnización de un tesorero corrupto: por qué el cielo es azul, por qué las nubes no se caen, por qué la Luna brilla si es solo un pedazo de roca y las rocas no brillan, o por qué el agua del mar es salada y la de los lagos es dulce. A ver, ¿por qué?

Volviendo a las serpientes, ¿es una pregunta estúpida o no? ¿La respuesta es obvia o no? Las serpientes producen el veneno; por tanto, este ya está dentro de ellas y, sin embargo, no les afecta. Por tanto, la respuesta es no. Pero el veneno de las serpientes que a nosotros sí nos hace daño afecta a mecanismos celulares y rutas metabólicas que están presentes en las serpientes exactamente igual que en nosotros. Por tanto, la respuesta es sí. ¿Cuál demonios es la respuesta buena?

Pueden sentirse aliviados: no es una pregunta estúpida. De hecho, nadie parece tener una respuesta definitiva y universal que se resuma en un sí o un no. Después de hacer una pequeña búsqueda en internet y visitar algunos foros de herpetólogos, llego a la conclusión de que este es un tema de debate incluso para los expertos. Lo cierto es que las serpientes que llevan el apellido «real» se alimentan de otros ofidios venenosos de su región sin sufrir daño, indicando que poseen algún tipo de inmunidad (y/o que el aparato digestivo neutraliza el veneno lo suficiente como para que ningún componente nocivo llegue al torrente sanguíneo). Existe algún caso publicado en internet de mordiscos autoinfligidos con consecuencias graves pero no mortales, lo que sugiere un efecto menos nocivo para el propio poseedor del veneno de lo que sería normal en un animal de su tamaño y peso.

Los investigadores británicos John Mulley y Richard Johnston han emprendido un rastreo exhaustivo de la literatura científica, llegando a la misma conclusión: «Los ejemplos probados de autoenvenenamiento por serpientes venenosas, y especialmente los casos de muerte como resultado de estos eventos, son extremadamente raros, si no inexistentes». «La investigación de la literatura disponible no ha podido identificar ningún ejemplo definitivo de autoenvenenamiento por una serpiente venenosa, aunque tales relatos son prevalentes en internet, donde en apariencia es raro que causen la muerte o daños a largo plazo», añaden los científicos.

El embrión de víbora egipcia que murió en su huevo, con las mandíbulas cerradas sobre su propio cuerpo. Imagen de Mulley y Johnston.

El embrión de víbora egipcia que murió en su huevo, con las mandíbulas cerradas sobre su propio cuerpo. Imagen de Mulley y Johnston.

El motivo por el que Mulley y Johnston están especialmente interesados en este fenómeno es porque ellos se han topado con un posible caso. Los investigadores estaban criando ejemplares de la víbora egipcia Echis pyramidum, una serpiente venenosa que no alcanza el metro de longitud y que habita en el noreste de África y la península de Arabia. Este pasado verano, Mulley y Johnston tenían una puesta de 13 huevos, de los cuales uno no llegó a eclosionar. Al abrir este huevo, los científicos encontraron una serpiente «muerta, casi totalmente desarrollada, con algo de yema sin absorber», y observaron que curiosamente su mandíbula parecía morder la cola, como en las clásicas pescadillas. Para comprobar si los colmillos horadaban la cavidad corporal, recurrieron a la microtomografía de rayos X, una técnica que permite examinar el ejemplar en alta resolución sin alterar su postura.

El examen reveló a los científicos que los colmillos de la víbora se hallaban replegados en su paladar, y no hincados en su propia carne. «Sin embargo, es posible que se produjera un mordisco y un envenenamiento seguidos por una retirada de los colmillos, donde la causa de la muerte podría ser el resultado del veneno o del trauma físico asociado con el mordisco, especialmente si uno o ambos colmillos se clavaron en algún órgano vital». «Como alternativa, es posible que este animal se ahogara dentro de su huevo después de haberse mordido a sí mismo sin consecuencias fatales y no haya podido o querido liberarse», escriben Mulley y Johnston en un estudio aún no publicado y disponible como prepublicación en la revista online PeerJ.

Tomografía de rayos X de la víbora. Los colmillos (en rojo) están replegados. Imagen de Mulley y Johnston.

Tomografía de rayos X de la víbora. Los colmillos (en rojo) están replegados. Imagen de Mulley y Johnston.

Así pues, los investigadores no pueden establecer de forma definitiva si se encuentran ante un caso de autoenvenenamiento, por lo que aún seguiremos sin dar una respuesta definitiva a la pregunta. En el siglo pasado hice una tesis doctoral en inmunología. Uno de los aspectos más fascinantes de esta ciencia es la capacidad del sistema inmunitario para diferenciar lo propio de lo no propio. Este mecanismo es el responsable de que podamos responder a una infección, pero también de que nuestro organismo no resulte destruido por el ataque de nuestras propias defensas. El sistema es increíblemente eficaz, pero en ocasiones no es perfecto: algunos microorganismos superan nuestra capacidad de respuesta y nos matan, como en el caso del ébola o la viruela. Y otras veces nuestra inmunidad organiza una reacción innecesaria y excesiva contra agentes inofensivos, como ocurre en las alergias o en las enfermedades autoinmunes.

Es posible, y razonable, que el sistema inmunitario de las serpientes produzca anticuerpos contra su propio veneno. Aunque este se fabrica en glándulas especializadas y no circula por la sangre –el lugar donde se produce la exposición que dispara la respuesta de anticuerpos–, parece que en el suero de estos reptiles se han encontrado anticuerpos contra sus propias toxinas. Esto revela que existe una cierta exposición a su propio veneno, pero también que tal vez esta autoinmunidad les puede servir como protección de urgencia si ocurre un accidente sin que esos anticuerpos bloqueen la acción del veneno, ya que no pueden acceder a las glándulas. Si así es como funciona, el sistema es extremadamente sofisticado; una maravilla evolutiva.

La capacidad del veneno de las serpientes de provocar una respuesta de anticuerpos está sobradamente demostrada. De hecho, es lo que se utiliza para producir los antídotos. El mecanismo es el mismo de las vacunas, pero se utilizan animales tales como caballos, cabras u ovejas, o en algunos casos incluso especies más exóticas como tiburones. Se les inyecta una pequeña cantidad de veneno muy diluido que no les provoca ningún daño, pero que les hace desarrollar un suero hiperinmune contra la toxina. Después se les extrae el suero –una vez más sin dañar al animal–, se purifican los anticuerpos y se preparan como fármaco apto para administración terapéutica en humanos. El proceso es largo, complicado y peligroso, porque requiere ordeñar las serpientes a mano.

El monstruo del lago Ness no existe… otra vez

No me avergüenza confesarlo: me encantaría que alguien aportara pruebas demoledoras de la existencia de algún ser vivo que pulverizara los dogmas, ya fuera vida extraterrestre (hombrecitos verdes) o intraterrestre (eso que suele llamarse criptozoología). Ignoro si la que más se hincha aquí es la vena fantasiosa del escritor o la del biólogo a quien le gustaría asistir a un descubrimiento de esos que los británicos llaman game-changers, que obligan a borrar la pizarra y a replantear todo lo que creíamos saber sobre la evolución de las especies y los límites de la biología. Tanto quienes se dedican a la ciencia como quienes escribimos sobre ella estamos naturalmente comprometidos con un escepticismo necesario para mantener gruesa y bien pintada la línea que separa la ciencia de la pseudociencia; pero nadie que se precie de tener ojos en la cara negaría la evidencia si le presentaran ante los mismos un pterodáctilo vivo, como hacía el profesor Challenger en la novela de Arthur Conan Doyle El mundo perdido.

Dibujos de Nessie realizados por Peter Scott basándose en la presunta imagen de una aleta del monstruo (ver más abajo). Peter Scott vía NHM.

Dibujos de Nessie realizados por Peter Scott basándose en la presunta imagen de una aleta del monstruo (ver más abajo). Peter Scott vía NHM.

Sin embargo, hasta ahora algo semejante no ha ocurrido, y eso a pesar de que ha estado muy cerca. Un ejemplo conocido sucedió hace casi cuarenta años con la entrada del monstruo del lago Ness en los anales científicos por la puerta grande, la de la revista británica Nature. En 1975, el inventor y abogado estadounidense Robert Rines y el naturalista inglés Sir Peter Scott, hijo del explorador antártico Robert Falcon Scott, consiguieron colocar en la publicación científica más exclusiva y prestigiosa del mundo (siempre en rivalidad con Science) un artículo que otorgaba a Nessie la categoría de criatura real con nombre y apellido científicos: Nessiteras rhombopteryx, que en griego viene a significar algo así como “la maravilla de Ness con aletas romboidales”.

Y aun así, es evidente que desde entonces ninguno de los negocios de la región del lago ha llegado a ofrecer paseos en barco para dar de comer al monstruo, y que ninguno de los ejemplares de esta especie se ha exhibido jamás ante el público, vivo o muerto. Y cualquiera que conozca la zona sabe que sus habitantes son especialistas en explotar casi lo inexplotable en relación a Nessie. Siendo así, ¿cómo fue que un animal que nunca ha dejado de ser ficticio consiguió abrirse un hueco en una revista en la que, como puede atestiguar cualquier investigador, publicar un resultado científico legítimo es un logro casi inalcanzable para muchos? ¿Y cómo lo hizo rompiendo la norma de que toda nueva especie descrita en la literatura científica debe acompañarse con un espécimen tipo que esté a disposición de los investigadores?

La historia del artículo que se publicó en diciembre de 1975 bajo el título Naming the loch Ness monster (“Nombrando al monstruo del lago Ness”) se remonta a tres años antes, cuando Rines se encontraba de luna de miel en Escocia con su segunda mujer. Ambos visitaban a unos amigos en su propiedad con vistas al lago Ness, famoso desde antiguo por su gran profundidad y sus aguas oscuras y turbias, cuando observaron algo que se elevó sobre la superficie y que describieron como el lomo de un animal con una piel parecida a la del elefante. «No me importa lo que piense nadie; tienes que investigar qué era eso», fue lo que al parecer dijo a Rines su nueva esposa, y el norteamericano hizo de ello la misión de su vida a partir de entonces.

Para lograr sus fines, Rines se alió con Scott, un reconocido ornitólogo, pintor, naturalista y aventurero que años antes había fundado una institución dedicada a la búsqueda de Nessie. Juntos emprendieron un proyecto cuyos resultados fueron unas fotografías subacuáticas que parecían mostrar la aleta romboidal de un animal en movimiento. Los dos investigadores escribieron su artículo y lo enviaron a una revista cuyo editor más histórico y carismático, John Maddox, había hecho notar en alguna ocasión que Nature podría publicar un artículo sobre el monstruo del lago Ness sin perder su autoridad. Aunque Maddox no era el editor en 1975, probablemente la huella de su estilo y la influencia de Scott, una conocida figura del conservacionismo británico, fueron esenciales para que la revista admitiera la publicación de un artículo en el que se catalogaba a Nessie como especie, amparándose en la presunción de que, en caso de existir, podía sufrir un riesgo crítico de extinción. «[Los autores] apuntan que la reciente legislación británica provee que se otorgue protección a las especies amenazadas; para recibir protección, sin embargo, un animal debería recibir primero un nombre científico formal. Es mejor, argumentan, prevenir que curar; un nombre para una especie cuya existencia es aún materia de controversia entre muchos científicos es preferible a ninguno si debe asegurarse su protección», escribían los autores en Nature.

Imágenes tomadas por Rines en el lago Ness. Abajo, la foto original que muestra el fondo del lago. Arriba, imagen retocada que parece revelar una aleta. 1972 Academy of Applied Science / Loch Ness Investigation Bureau.

Imágenes tomadas por Rines en el lago Ness. Abajo, la foto original que muestra el fondo del lago. Arriba, imagen retocada que parece revelar una aleta. 1972 Academy of Applied Science / Loch Ness Investigation Bureau.

La publicación del artículo fue tan sonada que incluso llegó a motivar una presentación en el Parlamento británico. Pero una vez se fueron apagando los ecos de aquella pequeña revolución, Nessie acabó saliendo del ámbito científico tan fácilmente como había entrado. Nunca hubo más pruebas. Poco después, un político escocés descubrió que el nombre científico del presunto animal era un anagrama de la frase «Monster hoax by Sir Peter S«, o “broma del monstruo de Sir Peter S”, una afirmación a la que Rines contraatacó con otro anagrama: «Yes, both pix are monsters, R«, o “sí, ambas imágenes son monstruos, R”. Posteriormente se demostró que las fotografías tomadas por la expedición de Rines y Scott habían sido retocadas hasta revelar algo que en las imágenes originales era prácticamente indistinguible y que correspondía simplemente al lecho del lago. Pero con todo ello, algunas opiniones sugieren que ambos investigadores estuvieron demasiado convencidos de la existencia del monstruo e implicados en su búsqueda como para haber organizado un montaje burlesco tan fácil de destapar: el anagrama era, probablemente, una curiosa coincidencia. Por su parte, Rines falleció en 2009 convencido de que la criatura era real, pero que se había extinguido con posterioridad a sus primeras investigaciones.

Después de aquel frustrado acontecimiento científico, no ha aparecido ninguna nueva prueba irrebatible apoyando la existencia del monstruo, aunque el goteo no ha cesado, incluyendo un pretendido fósil. En 2003, una exhaustiva búsqueda auspiciada por la BBC que rastreó cada gota de agua del lago no encontró signos de ningún animal de gran tamaño, en lo que para la mayoría fue la refutación definitiva del mito de Nessie. Y sin embargo, la leyenda continúa resurgiendo periódicamente de sus aguas. La última vez hasta la fecha, el pasado abril, cuando los medios británicos publicaron unas fotografías rescatadas de la aplicación Apple Maps por un usuario y que mostraban lo que sin duda aparentaba la forma de un animal desconocido nadando bajo la superficie del lago Ness:

Presunta imagen de Nessie nadando bajo la superficie del lago Ness. Fotos de Apple Maps.

Presunta imagen de Nessie nadando bajo la superficie del lago Ness. Fotos de Apple Maps.

No es la primera vez que las imágenes de satélite de las aplicaciones de mapas descubren bombazos científicos, como sucedió en su día con la presunta imagen de la Atlántida sumergida en Google Maps. En aquel caso como en este, la explicación es la misma: las imágenes son mosaicos de fotografías que solapan, por lo que en algunos casos pueden observarse líneas de sutura (como en el caso de la falsa Atlántida) u objetos fantasmales que se desvanecen… como el barco que imprimió la estela de la foto de Apple Maps, según revela este análisis elaborado por Mick West, editor de la web metabunk.org dedicada a desacreditar las afirmaciones pseudocientíficas:

Comparación de la presunta imagen de Nessie con la estela de un barco. Debunk.org.

Comparación de la presunta imagen de Nessie con la estela de un barco. Debunk.org.

Imagen del presunto avistamiento de Nessie en Apple Maps, retocada (a la derecha) para mostrar el barco que causó la estela. Debunk.org.

Imagen del presunto avistamiento de Nessie en Apple Maps, retocada (a la derecha) para mostrar el barco que causó la estela. Debunk.org.

Un último dato curioso: la casa de apuestas William Hill mantiene un acuerdo con el Museo de Historia Natural de Londres por el que esta institución es la encargada de verificar cualquier prueba de la existencia del monstruo que pretenda zanjar la apuesta abierta al respecto. Con motivo del último avistamiento en Apple Maps, el corredor de William Hill, Rupert Adam, manifestó: «Es la mejor prueba que hemos visto en un par de años. Ahora hemos pasado desde 250 a 1 hasta 100 a 1 a que se encontrará a Nessie (confirmado por el museo) antes del fin de 2014. Nos podría costar una suma de seis cifras, y esperemos que Nessie no aparezca para arruinarnos la Navidad». Así que ya saben: con una modesta apuesta pueden multiplicar su inversión por cien. Pero no confíen en ello.

El mayor anillo de diamante del universo

Imagen obtenida por el telescopio VLT del ESO en Chile. Muestra la nebulosa planetaria Abell 33 y la estrella HD 83535. ESO.

Imagen obtenida por el telescopio VLT del ESO en Chile. Muestra la nebulosa planetaria Abell 33 y la estrella HD 83535. ESO.

La contemplación del universo desde este miserable planeta azul bebé suele recompensarnos con imágenes grandiosas, pero además a veces los astrónomos, y nosotros con ellos, podemos recordar ese juego de nuestra infancia cuando buscábamos castillos y dragones en las formas de las nubes, algo que los psicólogos llaman, aburridamente, pareidolia. Al fin y al cabo, qué somos los humanos sino niños aprendiendo a gatear por el cosmos y alucinando con cada nuevo descubrimiento.

En esta imagen publicada hoy por el Observatorio Austral Europeo (ESO), los científicos han encontrado un «chispeante anillo de compromiso», según ha difundido el propio observatorio en un comunicado. El anillo en sí es Abell 33, una nebulosa planetaria, o el canto del cisne de una estrella agonizante que pierde su atmósfera en una nube de gas resplandeciente. Abell 33, a 1.500 años luz de la Tierra, tiene una forma circular inusual, ya que por lo general estas nebulosas aparecen más irregulares y distorsionadas. La imagen obtenida por el Very Large Telescope, una instalación del ESO situada en el desierto de Chile, ha colocado el diamante en el anillo por simple azar: la piedra es HD 83535, una estrella que en realidad se encuentra a mitad de camino, pero que la perspectiva ha engarzado en Abell 33.

Un océano en un satélite de Saturno, posible hábitat para la vida

Ilustración del interior de Encélado basada en los últimos datos de la sonda 'Cassini'. El satélite de Saturno tiene un núcleo rocoso de baja densidad y una gruesa coraza externa de hielo. Entre ambos se encuentra atrapado un océano líquido confinado en su región meridional, de la que emergen chorros de vapor de agua. NASA/JPL-Caltech.

Ilustración del interior de Encélado basada en los últimos datos de la sonda ‘Cassini’. El satélite de Saturno tiene un núcleo rocoso de baja densidad y una gruesa coraza externa de hielo. Entre ambos se encuentra atrapado un océano líquido confinado en su región meridional, de la que emergen chorros de vapor de agua. NASA/JPL-Caltech.

 

Desde hace nueve años los científicos sospechan que Encélado, un satélite de Saturno, esconde un océano de agua líquida bajo un caparazón helado que escupe potentes penachos o «plumas» de vapor. Un estudio publicado hoy en la revista Science apoya lo que ya casi se daba por hecho. Un equipo de investigadores ha recopilado datos de la sonda Cassini, que lleva un decenio volando entre las lunas del planeta anillado, para estudiar el campo gravitatorio de Encélado. Como muestra la ilustración, los resultados parecen confirmar que la región sur del satélite oculta un océano líquido de unos diez kilómetros de profundidad encerrado bajo una coraza de hielo con un grosor de 30 a 40 kilómetros.

Además de explicar los chorros de vapor, el hallazgo presta credibilidad a la teoría de que Encélado es uno de los principales candidatos del Sistema Solar a albergar vida microscópica extraterrestre. Según la científica de la misión Cassini Linda Spilker, «el material de los chorros del polo sur de Encélado contiene agua salada y moléculas orgánicas, los ingredientes químicos básicos para la vida».

El cometa ‘marciano’ saluda al Hubble

A la izquierda, la imagen original del cometa C/2013 A1 Siding Spring tomada por el telescopio espacial 'Hubble'. A la derecha, la imagen procesada muestra dos chorros de polvo expulsados por el núcleo. NASA, ESA, and J.-Y. Li (Planetary Science Institute)

A la izquierda, la imagen original del cometa C/2013 A1 Siding Spring tomada por el telescopio espacial ‘Hubble’. A la derecha, la imagen procesada muestra dos chorros de polvo expulsados por el núcleo. NASA, ESA, and J.-Y. Li (Planetary Science Institute)

 

Helo aquí. Esta es la última imagen del cometa C/2013 A1, también llamado Siding Spring, que el 19 de octubre se acercará a Marte y provocará un «huracán de meteoros», según decíamos ayer. La NASA ha distribuido esta fotografía tomada por el telescopio espacial Hubble el pasado 11 de marzo, cuando el cometa se hallaba a unos 568 millones de kilómetros de la Tierra. El núcleo del cometa no llega a apreciarse porque está rodeado por una nube brillante de gas y polvo llamada coma, como se observa en la imagen original de la izquierda. Esta coma mide unos 19.000 kilómetros de diámetro. A medida que el cometa vaya aproximándose al Sol, el viento solar peinará la coma y se formará la típica cola o cabellera.

La fotografía original fue retocada para eliminar parte del brillo de la coma, revelando lo que parecen ser dos chorros de polvo expulsados por el núcleo en direcciones opuestas, como se observa en la imagen de la derecha, que servirá a los científicos para estudiar las características del cometa y refinar sus cálculos.