Hay una vacuna contra la ignorancia, pero no es (solo) la ciencia

Allá por los 90, tuve un profesor de sociología de la ciencia que distinguía entre ignorancia y nesciencia, dos términos que la RAE no delimita tan claramente, pero que son instrumentos semánticos más útiles si se interpretan como él lo hacía: nesciente es quien no sabe algo que no tiene por qué saber, mientras que ignorante es el que prefiere no saber, o prefiere actuar como si no supiera.

La distinción es útil porque en el mundo de hoy se da la extraña paradoja de que la nesciencia y la ignorancia parecen seguir tendencias opuestas: mientras la primera cae, la segunda sube. Cada vez se sabe más, esto es innegable; y en cambio, la impresión (solo impresión, porque realmente es difícil medirlo) es que cada vez se prefiere más ignorar lo que se sabe. O al menos, la diferencia entre lo que se sabe y lo que a menudo se cree resulta más vertiginosa.

Imagen televisada de Neil Armstrong pisando la Luna por primera vez el 20 de julio de 1969. Imagen de NASA.

Imagen televisada de Neil Armstrong pisando la Luna por primera vez el 20 de julio de 1969. Imagen de NASA.

Un ejemplo: podía resultar hasta cierto punto admisible, sobre todo por aquellos a quienes les llegaba de sorpresa, que el 20 de julio de 1969 muchos de los que veían por televisión el descenso de Neil Armstrong a la Luna pensaran aquello de «¡venga ya, eso es todo mentira!».

Pero cuando en los años posteriores otras cinco misiones aterrizaron allí; cuando se trajeron cerca de 400 kilos de rocas y arena que se distribuyeron por el mundo y se han venido analizando desde entonces para publicar innumerables estudios; cuando se han fotografiado los vestigios de aquellas expediciones desde la órbita lunar; cuando de todo aquello se ha podido construir todo un cuerpo de conocimiento científico para comprender la historia antigua de la Tierra y su satélite; cuando una gran parte de la ciencia y la tecnología espacial actuales está funcionando gracias a las lecciones aprendidas de aquel programa; y cuando algunos tipos llegaron a dar sus vidas para que todo aquello fuera posible (hace pocos días recordaba en un reportaje la tragedia del Apolo 1 con ocasión del 50 aniversario)… ¡Buf, seguir defendiendo en 2017 que todo esto ha sido un inmenso montaje…!

En este mundo de hoy se da una sorprendente circunstancia de la que ya he hablado aquí alguna vez. Y es que la publicidad y la propaganda parecen resultar más creíbles que la ciencia para una gran capa de la población.

Otro ejemplo: cuando un anuncio asegura que un yogur mejora las defensas, nadie parece ponerlo en duda, a pesar de que quien lo dice es precisamente quien pretende lucrarse con la venta de esos yogures. Sin embargo, cuando la ciencia concluye que esa proclama es puro bullshit, la gente desconfía, pese a que los científicos carezcan de todo interés económico en la venta o la no venta de los yogures, y su única intención sea informar de la verdad para iluminar a los consumidores en sus decisiones, sin que tales decisiones les vayan a hacer ganar más o menos dinero.

Dentro de la propaganda se incluye también el periodismo sensacionalista televisivo. Es curioso que algunos afirmen con orgullo que en España no existen tabloides (prensa amarilla) como los que tanto éxito cosechan en otros países, véase Reino Unido. ¡Pero si en España no se leen periódicos! Hace poco recordaba unos datos de circulación de diarios de pago en Europa. Tal vez no estén actualizados (creo recordar que eran de hace unos cinco o seis años, quizá algo más); pero el dibujo general era este: de los diez periódicos más vendidos en Europa, cinco eran británicos, y no todos tabloides. Ningún diario español entre los 20 primeros; El País era el número 21.

Pero es que, en cambio, en España somos los reyes del tabloide televisivo. Los hay en todas las cadenas, en todos los formatos y en todas las franjas horarias. Y no piensen en el Sálvame; algunos de esos programas se disfrazan de espacios de investigación periodística, cuando lo único que hacen es presentar historias irrelevantes (que hay un edificio ocupado; ¿en serio?) o vergonzosamente sesgadas y falaces para prender una alarma social. Todo ello con el tono narrativo de un abogado de película americana disertando ante el jurado. No lo olviden: el periodismo también vive de vender, y hoy la competencia por los índices de audiencia es feroz y despiadada. Hasta ahí puedo leer, pero créanme.

Un ejemplo de esto último lo hemos tenido en el caso del panga que comenté esta semana. Creo que una gran parte de la patraña forjada en torno a este alimento procede de ciertos espacios televisivos amarillistas desesperados por arañar puntos de audiencia. Y contra eso, ya pueden los científicos presentar todos los datos veraces del mundo, que sirve de poco. Ya se han encendido las antorchas y se han empuñado los tridentes; unos cuantos datos científicos no van a conseguir que se apaguen y se desempuñen.

Extraño, el ser humano, pero es lo que somos. Y estas paradojas son precisamente el objeto de estudio de muchos psicólogos. Hace poco traje aquí a uno de ellos; se llama Dean Burnett, neuropsicólogo que dobla como humorista de monólogos. En su reciente libro El cerebro idiota explicaba por qué somos así; por qué esa refinada habilidad que tenemos los seres humanos de preferir ignorar la realidad y acogernos a supersticiones, intuiciones infundadas o proselitismos interesados forma parte del funcionamiento normal de un cerebro completamente sano.

Donald Trump se ha destacado por su negacionismo del cambio climático. Imagen de Gage Skidmore / Wikipedia.

Donald Trump se ha destacado por su negacionismo del cambio climático. Imagen de Gage Skidmore / Wikipedia.

Todo esto viene a propósito de dos interesantes estudios recién divulgados. Uno de ellos se ha presentado (aún no se ha publicado formalmente) hace dos semanas en la reunión anual de la Sociedad para la Personalidad y la Psicología Social celebrada en San Antonio (Texas, EEUU), dentro de un simposio denominado «Rechazo a la ciencia: nuevas perspectivas sobre el movimiento anti-ilustración», tal como se está dando últimamente en llamar a las corrientes sociales que niegan el cambio climático, la seguridad de las vacunas o la evolución biológica. A ello se unen casos aún más extremos, como el reciente crecimiento de la creencia en la Tierra plana.

La conclusión de los investigadores, de EEUU, Australia y Reino Unido, sigue la línea apuntada por Burnett: a grandes rasgos, el rechazo a la ciencia de estas personas no depende de su inteligencia ni de su nivel de educación, y ni siquiera su interés por la ciencia es particularmente menor que el de la población general.

Simplemente, dicen los psicólogos, se trata de que las personas no piensan como científicos; no reúnen los datos disponibles para analizarlos en su conjunto y adoptar una conclusión razonada, les guste esa conclusión o no. En su lugar, decía a Phys.org el coautor del estudio Matthew Hornsey, de la Universidad de Queensland, «piensan como abogados»; es decir, eligen selectivamente los pedazos de información que les interesan para «llegar a conclusiones que quieren que sean ciertas». Los psicólogos llaman a esto sesgo cognitivo.

«Vemos que la gente se apartará de los hechos para proteger todo tipo de creencias, incluyendo sus creencias religiosas, políticas o simplemente personales, incluso cosas tan simples como si están eligiendo bien su navegador de internet», decía otro de los coautores, Troy Campbell, de la Universidad de Oregón. «Tratan los hechos como más relevantes cuando tienden a apoyar sus opiniones», proseguía Campbell. «Cuando van en contra de su opinión, no necesariamente niegan los hechos, pero dicen que son menos relevantes». Los psicólogos obtienen estas conclusiones de un estudio de entrevistas con un grupo de voluntarios y de un metaestudio de investigaciones anteriores publicadas sobre la materia.

Gran parte de estos prejuicios, añadían los investigadores, nace de la asociación entre opiniones y afiliaciones políticas o sociales. Por ejemplo: si alguien es de izquierdas, obligatoriamente tiene que adherirse a la postura de rechazo a la energía nuclear, ya que se considera que defenderla es de derechas. Los autores añaden que este fenómeno se ha exacerbado en el presente (confirmando esa impresión que he mencionado más arriba de que la brecha se acentúa) porque en el pasado existía una mayor influencia de la ilustración, un mayor seguimiento consensuado de las conclusiones científicas por parte de los liderazgos políticos y sociales.

Este auge del movimiento anti-ilustración, añadían los investigadores, es enormemente preocupante y debe mover a la acción. «El movimiento anti-vacunas cuesta vidas», decía Hornsey. «El escepticismo sobre el cambio climático ralentiza la respuesta global a la mayor amenaza social, económica y ecológica de nuestra época».

¿Cómo arreglar todo esto? Los investigadores vienen a sugerir que el mensaje de la ciencia debe alinearse con las motivaciones de la gente. Pero este parece un principio muy general al que no será fácil encontrar aplicación práctica concreta.

El segundo estudio que traigo hoy, este ya publicado, aporta un enfoque más práctico. Un equipo de investigadores de las universidades de Cambridge (Reino Unido), Yale y George Mason (EEUU) sugiere que es posible «vacunar» a la población contra el negacionismo del cambio climático. En sentido psicológico, claro.

El propósito de los investigadores era ensayar si era posible traspasar al ámbito de la psicología el principio general de la vacunación: ¿puede una pequeña inoculación con un fragmento de información proteger al individuo contra el virus de la desinformación?

Para ello, reunieron a un grupo de más de 2.000 voluntarios estadounidenses representando una muestra variada de población según varios criterios demográficos, y alternativamente les presentaron una diferente información sobre el consenso relativo al cambio climático: a unos, una serie de datos científicos, incluyendo el hecho de que el 97% de los científicos del clima coinciden en la conclusión de que el cambio climático causado por el ser humano es un fenómeno real; a los otros, información extraída de una web fraudulenta llamada Oregon Global Warming Petition Project, según la cual «31.000 científicos estadounidenses dicen que no hay pruebas de que el CO2 liberado por causa humana provoque cambio climático».

Captura de pantalla de la web Oregon Global Warming Petition Project.

Captura de pantalla de la web Oregon Global Warming Petition Project.

Los científicos comprobaron cómo estas informaciones condicionaban las opiniones de los voluntarios en un sentido y en otro: la percepción de que sí existe un consenso científico sobre el cambio climático crecía un 20% en el primer grupo, y disminuía un 9% en el segundo.

A continuación, los investigadores presentaron a los voluntarios ambos paquetes de información a la vez, el verdadero y el falso. Y sorprendentemente, en este caso ambos efectos se cancelaban: la variación entre el antes y el después era solo del 0,5%. De alguna manera, los participantes regresaban a la casilla de salida, cayendo en una indecisión sin saber qué creer.

Por último, repitieron los experimentos aplicando dos tipos de «vacunas». Una más general consistía en presentar la información, pero añadiendo esta frase: «algunos grupos políticamente motivados utilizan tácticas engañosas para tratar de convencer al público de que existe un fuerte desacuerdo entre los científicos». La segunda, que los autores definen como una «inoculación detallada», destapaba específicamente las mentiras de la web de Oregón, revelando por ejemplo que menos del 1% de los presuntos firmantes de la petición (algunos de los cuales eran nombres ficticios) eran realmente científicos climáticos.

Los investigadores descubrieron que la vacuna general desplazaba las opiniones a favor del consenso de los científicos en un 6,5%, mientras que la detallada lo lograba en un 13%, incluso cuando ambos grupos también habían tenido acceso a la información falsa. Es decir, que la vacuna protegía a una parte de la población frente a los efectos nocivos de la desinformación.

Tal vez los porcentajes no parezcan demasiado impresionantes si se observan aisladamente, pero lo cierto es que el 13% de protección conseguido con la vacuna detallada equivale a dos terceras partes del efecto logrado cuando se presenta la información correcta sin la falsa; es decir, que la inoculación protege en un 67% contra la desinformación. Lo cual ya se parece bastante a lo que puede hacer una vacuna.

La idea, en palabras del director del estudio, el psicólogo social Sander van der Linden (Universidad de Cambridge), es «proporcionar un repertorio cognitivo que ayude a crear resistencia a la desinformación, para volver a la gente menos susceptible a ella». La motivación del estudio nació del hecho de que en el pasado las compañías tabaqueras y de combustibles fósiles han empleado esta táctica para sembrar dudas entre la población y apartarla del consenso científico. En este caso, los investigadores querían comprobar si el mismo procedimiento podía usarse para promover la creencia en el consenso científico en lugar de minarla, y dirigido al bien público en lugar de a intereses particulares.

También es interesante el dato de que la protección se logró en la misma medida entre los voluntarios de filiación política republicana, más propensos a desconfiar del cambio climático, los demócratas, más próximos a aceptarlo, y los independientes. Y que los investigadores no observaron un efecto rebote entre los grupos más predispuestos a la negación: «no parecían regresar a teorías conspirativas», dice van der Linden. El psicólogo admite que «siempre habrá gente completamente resistente al cambio», pero confía en que «siempre hay espacio para un cambio de opinión, aunque sea solo un poco».

12 comentarios

  1. Dice ser Verte

    Interesantisimo post.
    Mi duda es: ¿qué materias no tengo porqué saber?.
    ¿Dónde está el límite/hándicap del nesciente si hay curiosidad por ampliar conocimientos ?.
    No creo que nesciente sea ignorante de forma peyorativa, sino que ignora o desconoce temas o materias concretas,;aunque sepa de otras…

    04 febrero 2017 | 22:18

  2. Dice ser Esfera mágica

    Yo siempre he sido tierra-esferista heliocentrista confeso, pero una vez descubres el engaño, todo cambia y ya nada vuelve a ser lo mismo. Las misiones espaciales son un engaño inmoral, como los dinosaurios o la teoría de la evolución de las especies. Es normal que mucha gente siga teniendo Fe en esos cuentos y en la esfera a la deriva en el espacio, el núcleo de la tierra o la teoría de la gravedad, pero eso no existe, piénsalo un poco, es un cuento y dibujos animados. No se puede traspasar la cúpula, investiga un poco y te darás cuenta. Abrid los ojos. La tierra es plana y en La Antártida hay animales parecidos a Mamuts pastando en extensas praderas.

    05 febrero 2017 | 02:18

  3. Dice ser la brutalidad humana no tiene límite ni razón

    Y no piensen contra lo que piensan sin piensar, pero pretenden imponer como moral o ética verdadera, sana y única, basada en prejuicio, cadena de pensamiento heredado, superstición, mala idea y suciedad propia echada sobre los demás, porque entonces los ofenden, cuidadiiiito.

    05 febrero 2017 | 11:40

  4. Dice ser Kiwi

    ¡Gran artículo! Demasiado bueno para estar en 20 minutos junto a la guía de grafología, pero supongo que si en algún sitio hacía falta era por estos lares.

    05 febrero 2017 | 12:00

  5. Dice ser Leibovitch

    Muy buen artículo. Me encanta lo de «pensar como abogados». Por una parte somos mucho más sensibles a la publicidad que a la ciencia por una obviedad: la publicidad tiene como finalidad influirnos.
    Un estudio científico «puro» trata aspectos tan específicos y tan especializados que hay que contextualizarlos y explicarlos para que el común de los mortales lo comprenda.
    Para mí las sospechas no recaen sobre la «ciencia», sino sobre sus divulgadores. Acepto que la ciencia pura no tenga intereses inconfesables, pero el resto sospecho que sí que los tiene.
    La vacuna sería enseñar al personal lo que es la evidencia científica y a leer de modo crítico esa literatura. Pero eso es mucho trabajo y acabamos por dar crédito a los mensajeros televisivos.
    El gran enemigo de la ciencia es su divulgación interesada.

    05 febrero 2017 | 13:56

  6. Dice ser Cristina

    Una buena manera de evitar la ignorancia es cerrando Facebook, que básicamente es un estercolero de noticias falsas.

    Intenta explicar a una persona que el frío no da gripe, que son los virus y que el hecho de que las olas de gripe sucedan en invierno no cambia que si no entras en contacto con el virus, no vas a enfermar de gripe por mucho frío que haga. A estas mismas personas si les das una noticia falsa con títulos catastrofistas de Facebook, la compartirán y se la creerán a pies juntillas. Estas noticias falsas se extienden con mucha más rapidez que las noticias verdaderas.

    La última que he visto es que el wifi mata. Y no se me olvidan las clásicas de «nos venden manzanas con plástico para matarnos», «naranjas con SIDA»… Desde que todo el mundo tiene acceso a Internet en sus teléfonos me di cuenta de que no se puede luchar contra la estupidez humana, no te creen y es un trabajo a tiempo completo.

    05 febrero 2017 | 14:57

  7. Dice ser Kingroot

    Cada día sobran más ignorantes, es de lo único que me doy cuenta…

    05 febrero 2017 | 15:04

  8. Dice ser 1984

    la ignorancia es la fuerza

    la paz es la guerra etc etc

    no me he leido el libro pero leyendo algunas cosillas de aqui y de alli me ilustro como debe ser la novela lo que ya no me convierte en ignorante si no mas bien en un ser que se basta con poco, a veces no hace falta leer un libro entero para imaginar de que va, ahora si quieres todos los detalles y tener un cacao mental de la repera aya tu, entonces si has leido un libro entero no podran llamarte ignorante porque has leido, pero quin no te dice que de lo que has leido solo te has quedado con unas cuantas cosas sueltas que bailan en tu cabeza, es eso la sintesis, somos mas sintetizadores que romplers en argot musical, tendemos ha ahcer de una forma basica o varias nuestras propias ideas y teorias, lo malo es que estas sean erroneas o esten basadas en mentiras, ahi esta el problema

    05 febrero 2017 | 17:31

  9. Dice ser Karl

    Como se puede olvidar la prensa amarilla de España la misma existe en italia la prensa deportiva del amado Fútbol, las cantidades impresos a diario superan a todos los generalistas.

    05 febrero 2017 | 23:08

  10. Dice ser Gemelo

    Este artículo es muy interesante, claro, útil, y oportuno en nuestros días.
    La distinción entre nesciencia e ignorancia se puede encontrar en manuales clásicos de Filosofía escolástica, por ejemplo el de Joseph Gredt, que a su vez siguen a Santo Tomás de Aquino, que en la Suma de Teología (I-II, 76, 2) enseña que «La ignorancia difiere de la nesciencia en que ésta significa la simple negación del saber (el lactante no ignora, simplemente no sabe), y en cambio la ignorancia implica estar privado del saber… que se debe tener». Esta ignorancia es letal cuando se exhibe en el legislador que hace leyes de educación que comprenden ya en si mismas la mutilación de saberes debidos y necesarios, como Matemáticas o Filosofía, por ejemplo. En las oposiciones a juez, que ha de juzgar sobre ciertos bienes y males, no se exige una sólida formación en Lógica y Ética ni en Psicología, saberes imprescindibles en este servicio. No es necesario referirse a la privación del saber debido de los políticos

    06 febrero 2017 | 09:02

  11. Dice ser ante un elevado riesgo más que probable han de crearse también soluciones

    «El robot consiguió acceder el pasado jueves al interior de la vasija de contención del reactor tras un anterior intento fallido.»

    http://www.20minutos.es/noticia/2956827/0/altos-niveles-de-radiacion-obligan-a-retirar-robot-del-reactor-de-fukushima/#xtor=AD-15&xts=467263

    14.
    La botella de agua, cristal, en el video de Knocking de BonJovi, la mesa, las luces rojas y luego como estrellas, como tríadas, tres >T, como espuma cristalina, como sal… manto de sal? vacía, cristal… el mar… el mar… sal de cristal… botella… poca salida… Un cambio. ¿Cambio Climático? Eso ya está descubierto… No, no es eso, la botella, el mar, sal de cristal, poca salida… ¿qué ves?… La sal, de horno, áspera, pero no es aspera, es otra cosa. No es amarga… dañina pero poco a poco… la botella, cristal… ¿qué ves? Poca agua. El de ojos rasgados.

    Un muro y un hueco en él. Junto al solar destruido por sacudida, blanca pared, junto a la paralización de las gentes, a la letra T y a la espuma de sal, amarga que no es amarga, áspera que no es áspera, es otra cosa, ardiente que no es ardiente, la botella, el mar… anda un punto de inflexión, algo que no se acaba de revelar. Siguen llegando en ondas, en clave, poco a poco, el puzzle.
    https://www.youtube.com/watch?v=sbVldyEFWb8
    https://www.youtube.com/watch?v=L-E8OqpEz00

    10 febrero 2017 | 18:16

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