«Quienes desmontamos el Blue Monday lo estamos manteniendo vivo»

Termina la semana que empezábamos con una de esas historias desprovistas de todo rastro de las mínimas cualidades de la noticia, como verdad, importancia o interés, pero que no obstante hacen relamerse de gusto a más de un redactor jefe: el Blue Monday.

El Blue Monday (lunes triste) es esa patraña de que existe un día, el tercer lunes del año, que es estadísticamente el más deprimente para la población en general. Aparte de lo descaradamente absurdo de la premisa, la historia vendida cada año en algunos medios es falsa: el Blue Monday no es fruto del trabajo científico de un científico, sino de una campaña publicitaria encargada por una agencia de viajes que contrató a un profesional del coaching para que lo firmara con su nombre.

Debo confesar que, a un servidor, la expresión Blue Monday solo le traía a la mente la canción de 1983 con la que New Order decidió enterrar definitivamente a Ian Curtis; hasta que rebusqué un poco sobre ese otro significado y me quedé patidifuso por el hecho de que algunos medios lo tomaran en serio. Y más aún por el hecho de que un organismo público, el gobierno canario, lo utilice como gancho publicitario, como si Canarias no tuviera suficientes atractivos turísticos para tener que recurrir a la seudociencia dando voz a quienes se lucran con ella.

Dean Burnett. Imagen de Cardiff University.

Dean Burnett. Imagen de Cardiff University.

Entre quienes más han batallado por dar a conocer la realidad sobre lo estulto del Blue Monday se encuentra Dean Burnett, neuropsicólogo de la Universidad de Cardiff (Reino Unido). Su relación con el Blue Monday comenzó cuando un periódico local le contactó para preguntarle por ello y luego tergiversó sus declaraciones para dar a entender que Burnett respaldaba la idea del día más triste del año, tal como el científico lo contó en su blog del diario The Guardian.

Después de aquello, Burnett ha continuado casi año tras año acudiendo a su cita con la fecha en el mismo blog. Y como en sus ratos libres también hace comedia, pues lo cuenta con gracia, la misma que gasta cuando escribe divulgación, como en su libro El cerebro idiota (edición española: Temas de Hoy, 2016).

Dado que Burnett conoce el cerebro humano mejor que la media, he aprovechado la ocasión para preguntarle brevemente sobre cómo funciona nuestro órgano pensante con cosas tan impensables como el Blue Monday.

¿Por qué triunfa la idea del Blue Monday?

Primero, pienso que su fuerza estriba en su relato. Por esta época del año todo el mundo se siente bajo, y esto les hace sentir que no es culpa suya, que es un fenómeno científico fuera de su control. Es relevante y quita la responsibilidad de sus manos, lo que para muchos es tranquilizador: «no necesito cambiar nada, no es culpa mía». Algo que siempre es agradable pensar. También puede actuar como justificación para la autoindulgencia, la gente se da caprichos porque es un día deprimente y eso.

Además, es tan simple que es muy memorable. Da a la gente la impresión de que  entienden cómo funcionan la mente y los estados de ánimo, y de que el mundo es más fácil de entender de lo que realmente es. No es el caso, pero es agradable pensarlo.

Y a fuerza de creer que es el día más triste del año, ¿puede convertirse para quienes así lo creen en una profecía autocumplida?

Definitivamente hay algo de eso. Probablemente es un poco como el viernes 13 [o martes 13]. Es imposible que un día sea desafortunado por norma, pero el sesgo de confirmación triunfa cuando la gente cree en ello. La mala suerte que cualquier otro día no tendría importancia tiene un especial significado porque es viernes 13, lo que demuestra que es un día desafortunado, así que la creencia persiste año tras año.

Igualmente, es normal sentirse triste o miserable en lo peor del invierno después de toda la diversión de la Navidad, así que no cabe duda de por qué se eligió ese día para el Blue Monday, pero una vez que la gente piensa que es un día especialmente deprimente, lo atribuirán al hecho de que es ese día, más que a razones más mundanas que son la causa real. Y así seguimos.

Lo cierto es que cada año muchos medios lo cuentan. Y aunque algunos lo hagamos para desmontarlo, no dejamos de darle visibilidad. ¿Deberíamos dejar de hablar de ello?

Es una pregunta espinosa. Mi postura ha sido dejar claro sin lugar a dudas que es una tontería, y lo he hecho de la manera más llamativa y altisonante que he podido en cualquier ocasión que he tenido. Pero también algunos años prefiero ignorarlo, ya que tengo la impresión de que quienes intentamos desmontarlo en realidad lo estamos manteniendo vivo, y que de otro modo habría decaído. Creo que ahora está demasiado instalado como para librarnos de ello, pero es posible que la gente vaya perdiendo el interés a lo largo del tiempo, y es algo en lo que debemos confiar.

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