«La legalización del cuerno de rino legitimaría su consumo»

Tras la pausa del fin de semana, la 17ª Conferencia de las Partes del CITES (Convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de fauna y flora silvestres) deberá votar la propuesta de Suazilandia de legalizar el comercio internacional de cuerno de rinoceronte, prohibido desde 1977. Como conté ayer, la propuesta no saldrá adelante por no contar con el apoyo suficiente, pero abrirá un debate que promete una continuación después de la conferencia.

Como ya expliqué, el asunto es más complejo de lo que parece a primera vista. Entre las opiniones contrarias al levantamiento del veto se encuentra la Fundación Born Free (BFF), una entidad conservacionista creada en Reino Unido por los actores que en 1966 protagonizaron la película Born Free (Nacida libre), después convertida en serie. La película se basaba en la historia real de Joy y George Adamson, una pareja de europeos que entregaron sus vidas a la conservación de los leones en Kenya (y ambos fueron asesinados por ello).

Un rinoceronte negro en la Reserva Nacional de Masai Mara (Kenya). Imagen de J. Y.

Un rinoceronte negro en la Reserva Nacional de Masai Mara (Kenya). Imagen de J. Y.

La postura de BFF me llega a través de su directora de comunicación, Shirley Galligan. En resumen, la fundación se opone «vigorosamente» a la propuesta de Suazilandia, alegando una serie de motivos. Para BFF es imperativo mantener la situación actual, ya que el veto del CITES «ha contribuido enormemente a la protección de los rinos». Galligan señala que el furtivismo contra estos animales se mantuvo a niveles bajos hasta 2007, y que si ha empeorado desde entonces es debido a la nueva demanda procedente de Vietnam que no tiene nada que ver con los usos tradicionales del cuerno, como ya expliqué.

La portavoz de BFF añade que la propuesta de Suazilandia, presentada en el último momento cuando el gobierno de aquel país supo que Suráfrica no elevaría su propia petición con el mismo contenido, no bastaría para cubrir la demanda de cuerno, por lo que no serviría para reemplazar el producto ilegal. «En cambio, complicaría perversamente la persecución [del mercado negro], al proporcionar un medio por el que los cuernos ilegales podrían blanquearse para entrar en el comercio legal», añade.

Además, Galligan traza un paralelismo con el caso del marfil procedente de los elefantes, que no está sometido a una prohibición tan estricta. La portavoz de BFF alega que las ventas puntuales de marfil autorizadas por el CITES «han resultado en un aumento masivo del furtivismo contra los elefantes y en la clara aparición de mercados paralelos de marfil, legal e ilegal, sobre todo en China». Galligan prevé que la legalización del cuerno de rinoceronte acarrearía consecuencias similares.

Pero más allá de las predicciones, que son siempre apuestas falibles, Galligan apunta un argumento cargado de buen juicio. Existen organizaciones como WildAid cuyo objetivo no es luchar contra el furtivismo, proteger a los animales o combatir el tráfico ilegal de especies, sino reeducar la demanda; hacer comprender a los consumidores de materiales como el cuerno de rino que la única poción mágica es la de Astérix y solo funciona en los cómics. Que las presuntas propiedades beneficiosas de este material, compuesto por el mismo ingrediente que el pelo y las uñas, se resumen en dos palabras: absolutamente ninguna. Y por tanto, que se trata simplemente de una moda estúpida que provoca perjuicios evidentes sin aportar a cambio ningún beneficio para los consumidores.

«La propuesta suazi minaría las actividades de reducción de demanda en los países consumidores, legitimando el producto a los ojos de los usuarios existentes y potenciales», dice Galligan. Desde el punto de vista científico, merece aplauso que las organizaciones conernidas por este problema se pronuncien en contra de las supersticiones peligrosas. Pero algo muy distinto es que este objetivo sea asequible. Incluso en países más desarrollados y educados que los del sureste asiático, como el nuestro, la creencia en fórmulas mágicas como la homeopatía continúa vigente. ¿Quiénes somos para dar lecciones de nada a nadie?

1 comentario

  1. Dice ser La angustia del astronauta

    Totalmente de acuerdo.
    También colocaría algunos videos de tradiciones mantenidas en la supuesta parte más evolucionada del planeta, pero para qué, si lel fanatismo y la sinrazón son la bandera de muchos de los que se autoproclaman luego racionales y superiores.
    Imaginemos ser astronautas que pudieran ver el planeta desde fuera, toda la parranda de culturas y cosas extrañas que se mantienen aún estando en contra de la razón más básica… Si bien en algunos lugares ya van quedando algunas reducidas al folclore intrascendente, otras se mantienen como fuente de luz y verdad única cuando ni siquiera saben bien la luz que ven ni la sustancia que la alimenta. La angustia vital del astronauta se mantiene entre sueño por mayor libertad, luz de ciencia y paciencia envuelta en impotencia ante realidad humana desvelada.

    01 octubre 2016 | 17:42

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