2.300 años después, por fin se escucha a la ciencia

Repasando las portadas de los diarios, hoy uno casi se frota los ojos al comprobar que incluso algunos medios conservadores están dedicando a la cuestión del clima la atención que merece. Se aplaude la toma de conciencia y de posición, aunque ha costado; en sociedades tan enceguecidas por la polarización política es difícil convencer de que no todo es cuestión de ideología: hay problemas globales reales que no aparecen o desaparecen en función de un discurso político y que requieren medidas globales consistentes, no sujetas a los vaivenes del voto.

¿Es discutible el cambio climático antropogénico? Por supuesto que lo es, como todo en ciencia. El cambio climático antropogénico es tan discutible como la linealidad de la mecánica cuántica; es decir, por aquellos que tienen el conocimiento suficiente para comprender la ciencia subyacente y aportar argumentos válidos. En cuanto a los demás, los que no somos especialistas en clima, debemos ceñirnos a lo que dicen los expertos. Ayer, un medio conservador invitaba a un periodista de otro medio ultraconservador, negacionista, para transmitir la tramposa impresión de que aún sigue vivo un debate a la totalidad.

El periodista en cuestión admitió no ser un climatólogo, pero alegó que «lleva muchos años siguiendo esto», como si haberse visto varias veces todas las temporadas de House bastara para estar cualificado como médico. Naturalmente que los detalles de los modelos predictivos del clima pueden discutirse y matizarse (por los expertos), pero sería una asnada basarse en un quítame allá ese grado más o menos para seguir viviendo peligrosamente. Hoy no existe un debate a la totalidad en la comunidad científica; esa fase quedó superada tiempo atrás. Y lo que diga un periodista que lleva «muchos años siguiendo esto» tiene tanta relevancia como las predicciones de aquel famoso pulpo Paul.

Una aclaración: escojo este ejemplo con intención, ya que habrá quien recuerde que el pulpo Paul acertaba. Es probable que el animal no eligiera al azar, sino movido por un sesgo perceptual o cognitivo (ideológico, en el caso del periodista). En una situación semejante es perfectamente compatible con las leyes de la estadística acertar siempre, como lo es equivocarse siempre. Pero ninguno de estos dos casos tiene nada que ver con el fútbol.

Representantes en la cumbre del clima COP21 en París, el 30 de noviembre de 2015. Imagen de Roberto Stuckert Filho / Wikipedia.

Representantes en la cumbre del clima COP21 en París, el 30 de noviembre de 2015. Imagen de Roberto Stuckert Filho / Wikipedia.

La que se celebra ahora en París es ya la 21ª Conferencia de las Partes (COP); repasando el nivel de los asistentes, salta a la vista el progreso logrado desde aquella primera reunión en Berlín en 1995, a la que asistieron representaciones de un calado discreto; muchos de los delegados eran subsecretarios, o incluso embajadores en Alemania procedentes de países que ni siquiera se molestaron en pagarle un viaje a alguien más cualificado para hablar de mariposas y flores. En aquella ocasión el jefe de la delegación española fue Josep Borrell, ministro de Obras Públicas y Medio Ambiente.

Es evidente que se ha logrado mucho más de cara a la popularización del problema en la última década que en los 2.300 años anteriores, el tiempo transcurrido desde que algunas mentes preclaras empezaron a preguntarse si la actividad humana podría repercutir sobre el clima, o al menos sobre las variables meteorológicas a una pequeña escala local. La agresión intensiva no comenzaría hasta la Revolución Industrial que inauguró el uso masivo de los combustibles fósiles; pero mucho antes de aquello, ya hubo quienes comenzaron a rascarse la cabeza.

Concretamente, hoy Teofrasto podría presumir de que ya nos lo advirtió. Este discípulo de Aristóteles, que vivió aproximadamente del 371 al 287 a. C., y que fue a la botánica lo que Hipócrates a la medicina, fue el primer autor del mundo occidental conocido que ligó las intervenciones sobre el paisaje a los efectos meteorológicos. En concreto, y según recordaba un estudio de 1985, Teofrasto sugirió que la tala de bosques provocaba un aumento de las temperaturas locales debido a una mayor exposición del terreno al sol. En fin, ya era bastante indagación para alguien que incluía entre los signos de lluvia o tormenta «cuando el buey se lame su pezuña delantera».

Sin embargo, hubo otros que cazaron el problema a la primera ya en tiempos de la industrialización. El francés Joseph Fourier, un viejo conocido de matemáticos e ingenieros, fue quien primero dedujo que la atmósfera terrestre calentaba la superficie del planeta, la primera descripción del efecto invernadero. En 1827 Fourier publicó un estudio sobre las temperaturas de la Tierra, en el que escribía:

Los movimientos del aire y de las aguas, la extensión de los mares, la elevación y forma de la superficie, los efectos de la industria humana y todos los cambios accidentales a la superficie terrestre modifican las temperaturas en cada clima. El carácter de los fenómenos debidos a causas generales permanece; pero los efectos termométricos observados en la superficie son diferentes de los que sucecerían sin las causas accesorias.

Fourier, matemático y físico, ya estaba reconociendo una posible huella en el clima debida a la modificación humana del paisaje. La contribución de uno de los principales gases de efecto invernadero, el dióxido de carbono, sería propuesta varias décadas más tarde por un viejo conocido de los químicos, el sueco Svante Arrhenius. En 1896, Arrhenius calculó que «la temperatura en las regiones árticas subiría entre 8 y 9 ºC, si el ácido carbónico aumentara a 2,5 o 3 veces su valor actual».

Pero sería una ficción atribuir a Arrhenius la primera denuncia del riesgo de las emisiones industriales; en realidad el físico-químico sueco se limitaba a analizar el impacto del ciclo geológico del carbono sobre el clima. Y si acaso, pensaba Arrhenius, la extracción y quema de carbón podía ayudar a compensar una posible reducción natural del CO2 que podía enfriar la temperatura terrestre.

Después de Arrhenius, fueron pocos los científicos que prestaron atención a la posible influencia antropogénica en el clima, hasta que las famosas mediciones de Charles Keeling en el volcán Mauna Loa de Hawái demostraron que el CO2 atmosférico estaba creciendo. Aquello fue en 1960, así que desde entonces hemos tenido tiempo suficiente para comenzar a actuar. Aún más cuando el 5 de noviembre de 1965, hace ya 50 años, el comité de asesores científicos de la Casa Blanca –al que pertenecía Keeling– informó al entonces presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, de que el aumento del CO2 atmosférico debido a la quema de combustibles fósiles iba «casi con certeza a causar cambios significativos» que «podrían ser dañinos desde el punto de vista de los seres humanos».

Tal vez se podría interpretar que el asunto no ha comenzado a encontrar hueco en las agendas políticas cuando las pruebas científicas han pasado a ser convincentes, ni cuando han empezado a ser divulgadas por megafonía planetaria; sino más bien cuando las tornas culturales han cambiado lo suficiente como para dar la vuelta a ciertas tortillas: hoy, al contrario de lo que ocurría hasta hace bien poco, está socialmente mal visto ser un agresor medioambiental o mostrar un desinterés total por las preocupaciones ecológicas.

No cabe duda de que esto es mejor que lo contrario, pero también es previsible que a los de espíritu más rebelde les produzca hartazgo tanto postureo climático como veremos estos días. Las manifestaciones en la calle y las proclamas de los famosos de turno son folclore. Las fotos de los políticos son folclore. La cumbre de París es una reunión política, no científica, donde se tomarán decisiones políticas basadas en ciencia sólida. Por tanto, por encima del folclore y el postureo, no debemos olvidar que ahora, por fin, en este caso la ciencia guía a la política, y no al revés. La cuestión climática no es ni debe entenderse como una moda verde. Todo lo que está de moda acaba pasando de moda, pero los efectos del cambio climático no serán un Trending Topic pasajero.

10 comentarios

  1. Dice ser Antonio Larrosa

    Un buen escrito sobre el cambio climático, lástima que solo servirá para que alguien se haga unas fotos con gente importante y todo seguirá igual, como siempre.

    Clica sobre mi nombre

    01 diciembre 2015 | 12:20

  2. Dice ser Pin

    Sinceramante no puedo creer salvar al planeta cuando por ejemplo en Madrid, desplegamos la pancarta en la sede del Ayuntamiento y tenemos el rio en la ciudad podrido..y sin 400 patos que habia antes.y peligro de extincion de las especies fluviales autocotonas..¿En serio cree en ello?.

    01 diciembre 2015 | 13:04

  3. Dice ser Pin

    Otra cosa que deberian explicar a los vegetarianos y veganos es justo ese impacto de convertir los terrenos salvajes para la agricultura..impactan más que los destinados a ganaderia extensiva

    01 diciembre 2015 | 13:07

  4. Dice ser el terror q se nos viene

    EL cambio climático no es cuestió de l afoto del oso polar sobre un trocito de hielo, que tambiñen lo es, ni la subida del mar, que también, sino del desastre que puede provocar al ser humano el cambio de bandas climáticas, la destrucción o imposibilidad de cosechar, la infiltración o invasión posterior de animalitos portadores de enfermedades propias de otros lugares con el consiguiente gasto sanitario, tal vez imposible de soportar. La obligación de mover ciudades prósperas enteras, las migraciones, las hambres… El planeta TIerra es cerrado. No ha sido creado para que exista el ser humano. Somos un producto más de su evolución, vivimos porqeu las condiciones climáticas y geofísicas nos son propicias. Un cambio en el estado de cosas supone, irremediablemente, un cambio en los seres vivos. Somo sparte dle todo, no la razón de ese todo. Somos efecto, no causa de creación. Si a la natutraleza le damos veneno no lo limpia porque piense a nuestro favor. AL Natura sencillamente lo mueve, lo transforma, pero no necesariamente a gusto del humano consumidor.
    El clima es un juego muy peligroso, terrorífico, si se intenta jugar con él. As`´i qeu un poquitito de por favor a los gobernantes del mundo, y si hay que cambiar el modelo global, hacerlo, eliminando fanatismos, dictaduras y de comun global acuerdo. No seamos, adema´s de contaminantes necios y tramposos enemigos del resto de especies, enemigos también de nuesrta propia especie.
    La contaminación MATA. Y debería haber responsables de tal terrorismo ambiental que provoca muchísimas víctimas a nuivel global.

    01 diciembre 2015 | 13:51

  5. Dice ser Tobor

    El problema es que salvar al planeta implica cargarse el actual sistema económico, basado en el crecimiento y la libertad de empresa. Para salvar al planeta hay que consumir menos, producir menos, trabajar menos y ganar menos. Vamos: decrecer. Y la población también debe decrecer. Salvar al planeta implica regular de manera rígida la producción, controlar el uso de todas las materias primas, saltarse las leyes del mercado. Es ir contra los mayores paradigmas de nuestra civilización, sería el equivalente a predicar el ateísmo en la Edad Media.

    01 diciembre 2015 | 16:03

  6. Dice ser Rompecercas

    Por decir esto, me pueden quemar en la hoguera; pero lo diré…El clima cambia siempre, rápido o lento, por causas humanas o no… Toda actividad humana tiene un efecto, la deforestación, la urbanización del planeta, la quema de combustibles fósiles, y la ganadería intensiva, todo… ahora bien, cómo funciona el conjunto, cómo se integra en los cambios naturales, y los efectos concretos, no lo sabemos…no se sabe casi nada sobre qué está pasando en realidad.
    Lo más preocupante para mi, es que nos empezamos a creer que la ciencia puede controlado todo, hasta el clima. Estamos en el proceso por el cual, pronto pensaremos que todo tiene que estar regulado, controlado, cuantificado…que la ciencia es omnipotente y omnisapiente…
    El único antídoto contra esta megalomanía es ser conscientes de nuestras limitaciones y las de la ciencia…poner por delante un sano antidogmatismo y escepticismo. No la fe ciega a lo que digan los expertos. No seré un experto, pero engaño menos que los estos cuando dicen saber exactamente lo que está pasando y por qué.

    01 diciembre 2015 | 16:22

  7. Dice ser Rompecercas

    Además, esto se conforma como una religión milenarista, que tiene que ver en nuestra época con los proyectos totalitarios.

    https://es.wikipedia.org/wiki/Milenarismo

    Amenaza constante de catástrofes o fin del mundo
    Teoría del último combate contra el mal
    Actividad de profetas y sacerdotes del cambio climático depositarios de la verdad
    Necesidad de la Fé en las profecias y teorías del cambio
    Proyecto de salvación universal
    Fundamentalismo, que requiere fe ciega. Todo o nada.
    Demonización de la discrepancia, del pensamiento crítico y la duda.

    Se fue de las manos, hay muchas cosas que ya no tienen que ver con el conocimiento, sino más bien con la religión.

    01 diciembre 2015 | 16:49

  8. Dice ser coyicabuto

    Perdona Javier. Pero en siglo xiii (en lo que entonces era España) ya se hablaba de ciencia. Me imagino que te suena el nombre de Alfonso décimo El Sabio, ¿verdad? Pues bien: una de las cosas que hizo este rey nuestro es mecenazgo de los grandes científicos (Hispanos, árabes y judíos) de la época. Por ello éramos un referente en Europa en ciencia. Y los mejores científicos se venían para la recién reconquistada península ibérica.
    Una de las grandes contribuciones científicas que se obtuvieron en dicha época (gracias a las copias que ordenó realizar de los libros científicos del momento) fue un libro de cálculos de posiciones de estrellas fijas. Unos cálculos que fueron referente astronómico durante varios siglos. Así que no te vayas tan lejos en el tiempo y procura recordar lo que aquí nos cuesta tanto: la historia científica española. Que luego decimos: «en España nunca ha habido ciencia».
    Por lo demás, muy interesante tu artículo. 😉

    01 diciembre 2015 | 21:56

  9. Dice ser Antonio

    Javier , de verdad piensas que las manis del domingo pasao son solo «folclore» ?. Lo dices por el tono festivo-divertido en el que se desarrollan ? Es posible que puedas estar en lo cierto. Es posible que sirvan de muy poco. Yo antes pensaba asi y nunca iba a protestar pero desde que lo hago me siento mucho mejor. Aporto mi » grano de arena » . Tu tambien lo haces con este magnifico blog. Pese a tu sano excepticismo recuerda que las decisiones las toman los politicos y que detras de ellos hay fuertes intereses economicos de aquellos que realmente mandan en el mundo desde la sombra. Los politicos son solo sus portavoces. Su cara visible. Desde Copenhage las protestas se han hecho globales y la gente empieza a alzar la voz. Aun tenue pero en aumento. Creo que posiblemente Paris sea otro fracaso. Otra oportunidad perdida. Pero con toda seguridad el aliento de la gente ya la sienten los politicos en su cogote. Puede que aun tarde un poco pero es solo cuestion de tiempo . En mi modesta opinion la cuestion no es si el acuerdo para parar el cambio climatico llegara a no. La cuestion es si llegara a tiempo para salvarnos a nosotros mismos y al resto de seres vivos que nos acompanian. Como bien sabes, querido Javier , Linneo decia que somos una especie sabia. Ahora es el momento de demostrarlo pero algo me dice (sano excepticismo?) que se equivocaba. Ojala sea yo el que me equivoque. Gracias por el articulo y disculpas por el teclao ingles.

    02 diciembre 2015 | 20:14

  10. Dice ser Rompecercas

    Uno tiene que confesar su fe en el sagrado dogma del cambio climático. El que no lo hace se convierte en alguien dudoso y en hereje. Se exige, se provoca, se interpela a la gente para que se adhiera a la fe, para que declare abiertamente su compromiso. El que no lo hace es un peligro a la fe única y verdadera.
    Estamos también exigiendo obediencia y fe en los expertos, malo el que no lo hace, esos expertos que ocultan que las teorías son provisionales, meras construcciones matemáticas, sobre datos siempre limitados y subjetivos. Lo real es otra cosa, en muchos casos completamente inaprensible, y lo único que hace la ciencia es sobreponer defectuosamente algunos modelos matemáticos, que no pasan de ser siempre tentativas.
    Hay un interés desmesurado en provocar cuasi con intimidación la adhesión temerosa de todo el mundo, especialmente beligerantes con los escépticos activos que son vistos como herejes y descalificados.
    Todo esto recuerda simplemente a la religión más inquisitorial.

    No hay expertos-sacerdotes que valgan, no hay intimidación que valga. No se puede educar en la sumisión a la ciencia, sino más bien en la duda, en el juego diálectico y la discusión libre. Quien tenga pruebas, quien tenga argumentos, que los ponga se la mesa libremente. No se puede intimidar para que la gente no piense y no exponga sus cuestionamientos, sino precisamente todo lo contrario.
    Quien entienda la ciencia como dogma, y no como juego discursivo libre, está convirtiéndose en la inquisición.

    03 diciembre 2015 | 15:11

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