¿Ensamblar muebles de Ikea ayuda a ganar el premio Nobel?

Durante mi revisión de la bibliografía para cubrir la información sobre los premios Nobel de este año, me topé con un artículo que no puedo resistirme a traer aquí. El motivo es que aborda uno de los asuntos recurrentes en este blog: la presunta ciencia –me retraigo de calificarla como «seudo»– basada en correlaciones estadísticas, una metodología que todas las semanas llena páginas y páginas de las revistas médicas del planeta.

Imagen de McLeod / Wikipedia.

Imagen de McLeod / Wikipedia.

Por resumir, ya he explicado aquí que la simple correlación entre dos series de datos no implica una dependencia de causa y efecto, por mucho que nos atraiga la tentación de inventarnos un vínculo: ni el chocolate adelgaza, ni mirar tetas alarga la vida, ni los herbicidas producen autismo, ni los huracanes son más letales cuando se les pone nombre de mujer, ni la Viagra aumenta el riesgo de melanoma, ni los desodorantes provocan cáncer… Es decir, mientras no se demuestre funcionalmente esa relación directa de causa y efecto. Todo ello es mala ciencia (excepto lo de las tetas, que fue una broma tomada por muchos como cierta), según los criterios estrictos del método científico. Y a pesar de ello, hay revistas especializadas que viven preferentemente de este tipo de investigaciones, y hay medios que dedican sus páginas de ciencia preferentemente a cualquier estudio que descubra una conexión llamativa hasta ahora insospechada (nótense todas las cursivas).

El grado al que llega esta epidemia de epidemiología creativa lo delata el hecho de que ni siquiera las revistas más prestigiosas del mundo se abstienen de publicar estudios que revelan nuevas y sorprendentes correlaciones. Como ejemplo, el caso que vengo a contar. En 2012 el doctor Franz H. Messerli, director del Programa de Hipertensión en el Centro Hospitalario St. Luke’s-Roosevelt de Nueva York y al parecer una autoridad mundial en su especialidad, publicó un estudio en el que descubría una correlación positiva entre, prepárense, el consumo per cápita de chocolate en cada país y su número de premios Nobel. Messerli llegaba a la conclusión de que los flavanoles del cacao (con «a», un tipo de flavonoides, como los flavonoles con «o»), a los que atribuye el poder de «mejorar la función cognitiva» (proclama no validada por las autoridades alimentarias), podrían hacer más lista a la población en su conjunto y por lo tanto engrosar la colección de premios Nobel de un país. Messerli lo describía en otros términos, pero viniendo a decir lo mismo.

Y este estudio, amigos, por llamarlo de alguna manera, se publicó en The New England Journal of Medicine. Eso es. Junto con The Lancet, la revista médica más prestigiosa del mundo.

Evidentemente, esta afrenta a la ciencia y a la inteligencia, incluso la de quien jamás haya probado el chocolate, no podía quedar sin respuesta. Esta llegó al año siguiente en forma de otro estudio firmado por tres investigadores belgas y publicado en la revista The Journal of Nutrition (desmontar un bonito titular siempre se vende peor). Entre otros argumentos, los tres científicos muestran que no hay correlación entre el número de premios Nobel de un país y el consumo de otros alimentos también ricos en flavanoles, como el té o el vino.

Pero a continuación, y esta es mi parte favorita, los científicos belgas hacen un ejercicio similar al que practiqué yo mismo cuando demostré (véase la cursiva) la correlación entre el crecimiento del autismo y el aumento de mujeres británicas centenarias, los ingresos globales de la industria turística o la producción de petróleo en China. Lo transcribo en sus mismas palabras:

Encontramos una correlación increíblemente alta entre el número de tiendas de muebles Ikea y el número de premios Nobel (r = 0.82; P < 0.0001), aunque no pudimos elaborar ninguna relación de causa mutua –y dudamos de que nadie pudiera defender en serio que Ikea limita su mercado principalmente a países que han ganado el premio Nobel, o que la necesidad de entender y aplicar las instrucciones para ensamblar los muebles de Ikea mejora la función cognitiva de la población general.

«A nivel estadístico, merece la pena recordar que correlación nunca implica causalidad», advierten los investigadores.

¿Y entonces? Naturalmente, hay otra explicación para la observación de Messerli, y esta sí es de sentido común, o más bien de cajón de madera de pino. Cuando los belgas comparan el consumo de chocolate con el PIB de cada país, descubren que, como no podía ser de otra manera, ambos datos se relacionan: en los países ricos se consume más chocolate. Y por tanto, los países más ricos, que suelen coincidir con aquellos que más invierten en investigación científica, ganan más premios Nobel. Así, sí.

Los autores cierran su artículo con lo que ahora suele llamarse un zasca a Messerli: «Esperamos haber ayudado a los lectores a situar correctamente la relevancia del informe inicial y a evitar las malas interpretaciones de correlaciones que obstaculizan la investigación en nutrición y salud».

1 comentario

  1. Dice ser Optica Calvo

    La mayoría de las veces, es para llamar la atención, ¡y lo consiguen!

    Por ejemplo: yo he escrito varias veces en foros:

    para corregir la miopía sin cirujía, escribir en Google «orto-k en carabanchel» y pinchar en el pirmer enlace. Las visitas a nuestra sección de Orto-K en la web aumentan sensiblemente; sobre todo si es un artículo de belleza o medicina. A partir de ahí, puede hacer lo mismo que Vd. explica también arriba, y creerme que el número de personas que desean Orto-K está relacionado con aquellas que ven artículos de medicina o belleza, cuando, seguramente, sea por la curiosidad.

    Un saludo.

    14 octubre 2015 | 11:04

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