‘Jurassic World’, sangre nueva para una ciencia que se renueva

Sé del caso de algún paleontólogo que lloró viendo Parque Jurásico, la primera. Y no de pena, sino de emoción. No me sorprende; la ciencia excita un fuerte componente pasional en muchos de quienes la seguimos y la practicamos (en mi caso, pretérito perfecto), como amamos la música u otros aman el fútbol. Un paleontólogo es un biólogo que llegó tarde, y es natural que algunos arrastren una indisimulada frustración por no llegar jamás a ver, escuchar, sentir y tocar los seres a los que dedican su vida, y de los cuales hasta hace unos años no les quedaba más que polvo y hueso.

Cartel de la película 'Jurassic World'. Imagen de Javier Yanes.

Cartel de la película ‘Jurassic World’. Imagen de Javier Yanes.

Hoy estamos ya tan acostumbrados al CGI, los gráficos digitales, que cada vez es más difícil para los artistas de la imagen conseguir efectos visuales que lleguen a impresionarnos (y añado, tal vez no estaría de más compensar esta saturación con un cierto regreso al barro y la madera). Pero en 1993, cualquier sala de cine que proyectara la primera película de la saga era el paraíso de toda mosca en busca de boca.

Parque Jurásico logró algo que nada ni nadie había logrado hasta entonces, de un modo que nada ni nadie había logrado hasta entonces. Bastaba con colocar allí a unos cuantos actores y con arroparlo todo en una música envolvente para que la película grabara una muesca imborrable en la memoria de todos quienes por entonces la vimos en el cine; y con esa última secuencia de Alan Grant (Sam Neill) contemplando el vuelo de los pelícanos sobre el océano, un plano resumen de condensada e inmensa grandeza evolutiva.

Yo, en mi sola mismidad, soy benevolente a la hora de evaluar el rigor de las películas de sustrato científico que no juegan con la ignorancia de la gente, y que consiguen decorar las paredes de las habitaciones de los niños y llenar los bancos de las facultades; aportan más a la popularización de la ciencia que la mayoría de quienes critican sus posibles inexactitudes y licencias argumentales. Lo cual no quita que sea conveniente hacer notar las pequeñas vacaciones científicas que eventualmente pueda tomarse el guión de una película, pero solo con fines didácticos; nunca para actuar como martillo de herejes.

Por todo lo anterior, no me voy a quedar corto con Jurassic World: esta nueva maravilla insufla nueva sangre de dinosaurio a una saga que tal vez esté agotando el factor sorpresa –y, como el resto del cine de acción de hoy, saturando nuestros receptores de imagen digital–, pero a la que podrían quedarle recursos narrativos para alguna secuela más, a poco que los guionistas continúen asesorándose sobre el enorme desarrollo que la paleontología está alcanzando desde que se abrió a eso tan difícil de pronunciar, la multidisciplinariedad.

En Jurassic World me sorprendió favorablemente que el personaje de Gray (Ty Simpkins), el niño cienciófilo, insinuara la posibilidad de que en el futuro lleguen a secuenciarse fragmentos de material genético extraídos de restos de tejido blando hallados en los fósiles. Los expertos no suelen atreverse a especular algo así, pero estoy seguro de que este objetivo está en la mente de muchos desde que se logró obtener secuencias parciales de proteínas de algunos fósiles de dinosaurios.

Esto último ha sido posible precisamente gracias a esa interdisciplinariedad. Hace unos meses, con motivo de la búsqueda de los restos de Cervantes en Madrid, escribí sobre las diferencias entre este proyecto y el de Ricardo III en Inglaterra. La genetista Gloria González-Fortes, que participó en este último durante su estancia en la Universidad de York, se lamentaba de que en España la interdisciplinariedad no ha llegado a la arqueología en el mismo grado que en otros países. En la paleontología, la biología molecular, la química y la física están aportando nueva vida a una ciencia que no se ha quedado anclada en el martillo y el pincel, sino que hoy utiliza sincrotrones, espectrómetros de masas y modelos bioinformáticos avanzados.

Hace unos días expliqué en otro medio cuánto de lo que proponen Parque Jurásico o Jurassic World sería posible hoy, y es más de lo que muchos pensarían. Pero si la espectrometría de masas ya ha logrado secuenciar parcialmente el colágeno de un dinosaurio, ¿quién se atrevería a poner límites a lo que podríamos llegar a conseguir dentro de unas pocas décadas?

1 comentario

  1. Dice ser alejo

    La película se aleja bastante de la exactitud científica pero al menos han tenido en cuenta animales reales para crear el espectacula I-Rex: http://documentalium.blogspot.com/2015/06/las-especies-que-forman-el-indominus.html

    20 junio 2015 | 02:23

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