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De diosas y peces: la muerte en los pueblos iberos

Por Susana González Reyero (CSIC) y Carmen Rueda Galán (Universidad de Jaén)*

¿Qué hay al otro lado? Al igual que sucede en muchas otras culturas, un mundo de incertidumbre se abre al pasar el umbral de la muerte entre los iberos. Estos pueblos, que habitaron la península ibérica entre los siglos VI y I antes de nuestra era, crearon su propia concepción del mundo del más allá como un espacio lleno de monstruos, entes irreales y seres híbridos entre lo humano y lo divino, con la facultad de traspasar los límites del mundo físico.

Para ellos, el allende era un espacio complementario al de la vida, donde se daban dualidades (que no contradicciones). Las metáforas que utilizaron para explicar esos reflejos, opuestos y complementarios al mismo tiempo, mostraban esa idea de continuidad entre el mundo de la vida y el más allá, donde destaca una representación del ideal del renacimiento, la juventud y la fecundidad.

Urna cineraria de Galera

Caja funeraria en piedra encontrada en el túmulo 76 de la necrópolis de Tutugi (Galera, Granada).

De este modo, el otro mundo es también el espacio de una divinidad acogedora, que en ocasiones se presenta sentada, esperando la llegada del difunto. Así ocurre en la cista o caja del túmulo 76 de la necrópolis de Tutugi (Granada). En esta imagen la deidad, que está sentada en su trono, es cercana y comprensivaEs el ideal de la divinidad protectora, ‘diosa’ y ‘madre’, que con posterioridad será expresado en diferentes series de terracotas de diosas nutricias halladas en otros contextos funerarios. Es protección pero al mismo tiempo es fertilidad sagrada. La muerte, en estos casos, se plasma a través de su opuesto: la transmisión de la vida.

Esta dualidad de significados se expresa también a través de algunos signos de la naturaleza, como es el caso de los platos de pescado. Son unas piezas de vajilla que adoptan un modelo muy mediterráneo de origen griego. En las producciones ibéricas se presentan como platos llanos repletos de pescados que se suelen distribuir de manera circular. En ellos se representan peces de diferentes formas y tamaños, muestra de la diversidad y riqueza del espacio marino. Estos platos no se usan en ambientes domésticos como vajilla de mesa, sino que aparecen en contextos sagrados como santuarios y necrópolis y su significado y función es ritual, con un sentido dual. Por un lado, son imágenes para la vida, que transmiten el poder engendrador de la naturaleza que es controlada por la divinidad. Pero al mismo tiempo tienen un sentido funerario, como metáfora del tránsito a la muerte, reflejando la abundancia que domina el mundo del allende. Y es que los peces se asocian al tránsito y fecundidad del mar.

*Susana González Reyero y Carmen Rueda Galán son investigadoras en el Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, del CSIC, y la Universidad de Jaén, respectivamente. El texto ha sido extraído del libro de la Colección Divulgación Imágenes de los iberos. Comunicar sin palabras en las sociedades de la antigua Iberia (CSICCatarata), del que son autoras.

¿Quién es quién en esta ‘foto’ de familia ibera?

quien es quien

¿Quién es quién en este detalle del relieve de Las Atalayuelas? / CSIC-Catarata.

Por Susana González Reyero y Carmen Rueda Galán*

¿Sabrías decir cuál de estos rostros, de una misma familia, pertenece a un hombre o a una mujer? ¿Y sabrías adivinar su edad aproximada? ¿Son los rostros de los componentes más jóvenes? Es imposible contestar a estas preguntas con un flash parcial de esta pieza. Se trata del relieve de Las Atalayuelas (una ciudad ibera cerca de Jaén), un ‘retrato de familia’ de la época de los iberos.

Con el nombre de iberos nos referimos a un conjunto de pueblos que habitaron casi toda la Península Ibérica en la Antigüedad. Se distribuyeron por la fachada mediterránea, por el sur y el centro peninsular, así como por el Languedoc francés. Su tiempo abarca desde los siglos VI al I antes de nuestra era, hasta que Roma ocupa su territorio tras la Segunda Guerra Púnica e impone poco a poco una realidad sociopolítica nueva.

Retrato Atalayuelas

‘Retrato de familia’ de la época de los iberos / CSIC-Catarata.

El relieve de Las Atalayuelas es una ‘fotografía’ tallada en una lastra de piedra arenisca que fue depositada hace aproximadamente 2.200 años en un pequeño santuario cerca de Fuerte del Rey, Jaén, en la ciudad que se conocía con el nombre de Las Atalayuelas. La imagen representa a siete individuos, diferenciando a los hombres de las mujeres a través del atuendo, pero es tal la abstracción o generalización que unos son copia de los otros.

Si nos fijamos en la imagen, vemos que todos ocupan una misma escena: cuatro personajes masculinos en el lado izquierdo y tres femeninos en el lado derecho. Es una disposición homogénea y sistemática, todos llenan un espacio similar, aunque un rasgo salta a la vista: no todos tienen el mismo tamaño. Se trata de un recurso importante no solo en esta imagen, sino en otros ejemplos de la plástica ibérica, que puede hacer referencia a un rango de edad. Es el único aspecto que diferencia a unos personajes de otros, aparte del atuendo.

Todos se representan de la misma forma: rostro y cuerpo frontal, con los brazos separados del tronco  y las manos abiertas (observad cómo se individualiza el pulgar, un recurso muy ibérico). Parece como si se tocaran, aunque no llegan a cogerse, más bien se rozan.

Los pies se orientan todos hacia el mismo lugar y los rostros resultan impersonales. No existen peinados o tocados individualizados, todos aparecen con una cabeza redonda y despejada y rostros esquematizados. Apenas algunas incisiones marcan sus rasgos: cejas rectas que acaban en una nariz larga, los ojos son unas pequeñas líneas, lo mismo que la boca, que en algunos casos parece simular una ligera sonrisa. Los personajes masculinos visten túnica corta, con falda acampanada, lisa y ceñida por un cinturón atado con un nudo que deja caer dos cordones. Las mujeres llevan túnica lisa larga hasta los tobillos, ceñida del mismo modo que los varones, pero con una cinta más larga.

No hay jerarquización aparente, salvo el hecho de que en la zona central aparezca el cabeza de familia. Solo parece existir una intención de ordenar por género, posiblemente una prescripción de un ritual.

¿Qué papel juega cada uno en el seno familiar? ¿Se buscaba reforzar la pertenencia a un mismo grupo familiar o es simplemente fruto de una esquematización? Estas cuestiones son difíciles de contestar. Nos faltan argumentos. No podemos hacer una lectura directa desde los parámetros de familia nuclear que hemos heredado: padre, madre e hijos. La realidad de esta sociedad antigua podría ser mucho más diversa. Es necesario seguir investigando…

*Susana González Reyero y Carmen Rueda Galán son investigadoras en el Instituto de Historia, Centro de Ciencias Humanas y Sociales, del CSIC, y la Universidad de Jaén, respectivamente. El texto ha sido extraído del libro de la Colección Divulgación Imágenes de los iberos. Comunicar sin palabras en las sociedades de la antigua Iberia (CSICCatarata), del que son autoras.