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Humanos y setas: una relación de amor-odio

Por Mar Gulis

 Ejemplares de Amanita muscaria / Flickr

Ejemplares de Amanita muscaria / eLKayPics

En la actualidad está muy extendida la consideración de los hongos como un manjar. Cuanto menos, los espacios naturales donde suelen crecer ‘tiemblan’ en esta época de lluvias otoñales, en la que personas expertas o aficionadas con más o menos conocimientos se echan al monte para ‘coger setas’. No es extraño que cada vez haya más recomendaciones (en libros, guías, webs, blogs, aplicaciones, etc.) sobre cómo distinguir los tipos comestibles de los venenosos, así como sobre los modos de recogida menos perjudiciales para la biodiversidad y más indicados para asegurar la regeneración de dichos organismos. Es decir, para que ‘coger’ no implique ‘arrasar’.

Pero esta querencia humana por los hongos no siempre fue así. Nicandro de Colofón, en el siglo II a.C, los suponía “nacidos cerca del antro de la víbora y rozados por el aliento nocivo de su boca”. Otros los relacionaban directamente con el demonio, como el botánico francés S. Veillard, quien a finales del siglo XVIII los definía como una “invención del diablo, ideada por él para perturbar el resto de la naturaleza creada por Dios”. Y es que la toxicidad de algunos hongos ha provocado un halo de misterio sobre el conjunto de estos organismos. Carolus Clusius fue el primero, en 1601, en dividirlos en comestibles y venenosos. Intoxicaciones, muertes y envenenamientos han contribuido para que sea precisamente este último grupo, el de los tóxicos, el que haya recibido una mayor atención a lo largo de la historia.

Ha sido tan fuerte este amor-odio del ser humano con los hongos, que una posible clasificación de los pueblos sería en función de su relación con ellos. Así lo establecieron Valentina P. Wasson y R. Gordon, etnomicólogos que en los años 50 del pasado siglo dividían a las poblaciones en micófilas o micófobas, según su relación con estos organismos fúngicos. Es curioso cómo, al aplicar esta clasificación en España, la micofilia quedaba restringida a vascos, catalanes y mallorquines, mientras que el resto de habitantes de nuestro país formaban parte del nutrido grupo de micófobos, es decir, el de quienes sienten aversión por los hongos.

Frente a las creencias negativas, Lynn Margulis y Dorion Sagan, ya a finales del siglo XX, sostenían que “la vida se renueva y los hongos, en su calidad de recicladores, contribuyen a mantener rebosante de vida la superficie entera del planeta”.

Setas silvestres / Flickr

Setas silvestres / Aureusbay

Pero, sin duda, ha sido la gastronomía la que ha popularizado la afición por los hongos, o mejor dicho, por algunos de ellos (de todo el reino Fungi que se conoce, las setas representan en torno al 10%), jugando un papel esencial en el claro aumento de la micofilia en nuestras sociedades. Como expone la investigadora del CSIC Teresa Tellería en su libro Los hongos (CSIC-Catarata) de la colección ¿Qué sabemos de?, la micofilia es una clara consecuencia de la micofagia (acto de comer setas). Así, hoy día es muy común que los aficionados se acerquen a la micología a través de agrupaciones culturales, grupos de excursionistas, gastronómicos, etc., y que los más entusiastas acaben interesándose por su conocimiento y estudio más exhaustivo.

Y tú, ¿te consideras una persona micófoba o micófila? Si formas parte del último grupo y te vas a aventurar en la recogida de setas este otoño, es menester estar bien informado. Como decíamos, existen multitud de guías que se pueden consultar. Una de ellas es FungiNote, una aplicación móvil desarrollada por el Real Jardín Botánico de Madrid (CSIC), disponible para Iphone.

Entre las recomendaciones más comunes a la hora de coger setas se encuentran el respeto a la naturaleza (tanto a la flora como a la fauna); no dañar el micelio (la parte de la seta que está bajo tierra); usar un cesto de mimbre para recogerlas en lugar de una bolsa de plástico, para que sus esporas puedan esparcirse por otros lugares del bosque y seguir reproduciéndose… Y por supuesto, por nuestra seguridad, no se deben comer las especies que no se conocen o de las que tengamos dudas. Son las menos, pero las setas venenosas existen. Y como afirma el dicho, ‘todas las setas se pueden comer, pero algunas una sola vez’.