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Monstera deliciosa, ¿una planta suicida?

foto Valladares TVE 2013xiomara

 

Por Xiomara Cantera y Fernando Valladares (CSIC)*

Existe una planta que nada más germinar inicia lo que parece una estrategia suicida para un organismo fotosintético: se dirige a las zonas más oscuras de las selvas tropicales. En ese momento se comporta como una especie escototrópica –del griego escoto, oscuridad, y tropos, movimiento–, es decir, que se mueve hacia la oscuridad. Sin embargo, no busca autodestruirse sino ‘alojarse’ en la base de los árboles más altos, que normalmente son las zonas más oscuras que puede haber en una selva. Cuando localiza una superficie vertical con poca luz, sufre una metamorfosis y se convierte en una planta trepadora. Sube por el árbol y, una vez que encuentra algo de luz, vuelve a metamorfosearse para adoptar su forma adulta.

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Conocida como Costilla de Adán, esta planta es capaz de sobrevivir con los valores lumínicos más bajos / X. Cantera

Estamos hablando de Monstera deliciosa, una planta que en España conocemos como Costilla de Adán o filodendro y que en otros países es llamada manos de gigante por el gran tamaño y la forma peculiar de sus hojas. Junto con algunos musgos y helechos, esta planta es capaz de hacer la fotosíntesis con los valores lumínicos más bajos.

Los organismos fotosintéticos convierten la luz en biomasa, generando así la materia orgánica de la que nos alimentamos el resto de especies. Pero cada organismo ha evolucionado para adaptarse a su entorno lumínico y, por tanto, ha optimizado su sistema biológico para maximizar la utilización de la radiación de luz solar, potenciando su absorción cuando es escasa y disipándola cuando es excesiva.

Así, la cantidad mínima de fotones que necesita cada planta para crecer y poder cerrar su ciclo vital varía según las especies. No es lo mismo un romero, Rosmarinus officinalis, o un tomillo, Thymus vulgaris, ambos amantes del sol, que la mutante Costilla de Adán, Monstera deliciosa, capaz de vivir en ambientes muy oscuros.

Las plantas acomodan su forma y su fisiología a los niveles de intensidad con que la luz del sol llega a los distintos puntos de un ecosistema. A pleno sol la radiación ronda los 2000 micromoles de fotones por metro cuadro y segundo, pero hay factores como la nubosidad o la densidad de vegetación que la reducen. De hecho, en el sotobosque (conjunto de arbustos, hierbas y matorrales que se desarrollan debajo de los árboles) de una selva tropical la radiación es extraordinariamente baja. Aunque nuestros ojos se adapten y podamos ver bajo las copas de los árboles de estos bosques, la radiación disponible es de menor intensidad que en una noche de luna llena.

Salpicaduras de sol

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Monstera deliciosa aprovecha al máximo los destellos de sol para realizar la fotosíntesis / F. Valladares

¿Cómo logran las plantas completar sus ciclos vitales con una radiación tan baja? Pues hay truco. La luz en el sotobosque no es siempre mínima sino que hay breves momentos de mayor intensidad, cuando los destellos de sol logran atravesar la cubierta vegetal. El dosel de cualquier bosque no es continuo, siempre hay rendijas, hojas que se mueven, ramas que se rompen, huecos por los que se cuela el sol dando lugar a momentos puntuales de luz solar directa. Estos destellos –sunflecks, salpicaduras de sol, para los ingleses– suponen el extra de radiación que necesitan las plantas de estos entornos sombríos para hacer la fotosíntesis y completar su ciclo vital: florecer, crecer, reproducirse…

Las plantas han desarrollado fascinantes estrategias para aprovechar la escasa luz difusa del sotobosque y la luz directa que aportan estos destellos de sol. Para ello hay que tener una maquinaria fotosintética muy dinámica y finamente ajustada, capaz de activarse con rapidez cuando la luz solar directa incide sobre las hojas, o de mantener las tasas de fotosíntesis una vez que el destello desaparece. Estos mecanismos fisiológicos se asientan a su vez en adaptaciones anatómicas (hojas finas y extendidas) y estructurales (ramas planas y estructuras que evitan el autosombreado) que permiten que no se pierda ni un rayo del valioso sol que puntualmente alcanza el sotobosque.

 

* Fernando Valladares es investigador en el Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC. Xiomara Cantera trabaja en el área de comunicación del mismo centro y dirige la revista NaturalMente.