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Las gulas, un manjar de Navidad a buen precio gracias a la ciencia

Por Mar Gulis

Fue en las navidades de 1991 cuando por primera vez pudimos encontrar gulas en los supermercados. Este habitual de la cocina en estas fechas constituye un sucedáneo de la angula (el alevín del pez anguila) que se ha hecho popular como alternativa más barata.

Gulas

Las gulas (sucedáneo de las angulas) cumplen estas navidades 23 años. /Juan Mejuto. Wikimedia Commons.

Sus inventores fueron los investigadores del CSIC Javier Borderías Juárez y Margarita Tejada Yabar, del Instituto del Frío, y su titular, Angulas Aguinaga S.A., quienes registraron la patente en 1989 con el ‘sugerente’ título: “Procedimiento de fabricación de un producto análogo a la angula y producto así obtenido”.

La anguila es un pez catádromo, es decir, mitad oceánico y mitad continental: vive en agua dulce, pero desova en el mar, concretamente en el mar de los Sargazos, al sur de las islas Bermudas. Desde allí las larvas (las angulas) recorren miles de kilómetros hasta llegar a nuestras costas y empezar a remontar los ríos. Es en ellos donde alcanzan su madurez sexual hasta convertirse en anguilas. Después inician el retorno hacia el mar donde nacieron para reproducirse y finalizar su ciclo vital.

Debido a la pesca sin control de esta especie, “a principios de la década de los 80 la captura de la angula cayó drásticamente”, cuenta Rosina López en su libro Las proteínas de los alimentos (CSIC-Catarata). La disminución de la oferta hizo que su precio alcanzase cifras desorbitadas (en 2010, la angula de la ría asturiana del Nalón batió un récord histórico: el kilo se llegó a pagar a 2.113 euros).

Esta coyuntura propició una alianza entre la ciencia, a través del entonces Instituto del Frío del CSIC (hoy integrado en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición y en el Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación), y el mundo empresarial, representado por Angulas Aguinaga S.A. Su objetivo era dar con la fórmula para producir un sucedáneo más apto para todos los bolsillos. El resultado fue la gula, que cumple ahora 23 años.

Este derivado de la escurridiza angula se fabrica con pescados de descarte, es decir, de escaso valor comercial. Concretamente se obtiene a partir del músculo de pescado blanco; aunque normalmente se emplea el abadejo, también se fabrica con bacalao, jurel, caballa o incluso calamar. El proceso de fabricación de la gula es un ejemplo exitoso de surimi. Esta palabra japonesa designa los productos creados a partir de pescados de carne blanca que son “desmenuzados, enjuagados y mezclados con aditivos y condimentos” para imitar el sabor y la textura del cangrejo, el langostino, la vieira o las angulas, describe López.

En este caso, el resultado –nuestras populares gulas– contiene “un 11% de proteínas de buena calidad, es poco graso y muy digestivo”, añade. Además, se gelifica con calor y su textura y sabor se potencian con almidones y clara de huevo, saborizantes como extracto de anguila o almeja, y tinta de calamar para pintar el lomo y los ojos.

La gula constituye, a nivel gastronómico, un buen ejemplo para ilustrar en qué consiste la transferencia de conocimiento de la que tanto se habla en los centros de investigación. Y que no es otra cosa que la transmisión de los avances científicos y tecnológicos al tejido social y productivo.

 

Física cuántica en Navidad

Por Ángel S. Sanz (CSIC)*

Ciencia en Navidad 2014

‘Ciencia en Navidad’ es un proyecto del CSIC inspirado en las ‘Christmas Lectures’ y desarrollado con el apoyo de la FECYT.

Últimamente, y cada vez más, los medios de comunicación hablan de física (o mecánica) cuántica. Y cuando se escucha este término, no podemos por menos que echarnos las manos a la cabeza pensando que se trata de una teoría altamente compleja e ininteligible, sólo apta para unos pocos, capaces de entender su lenguaje matemático y los misterios que encierra.

Hace un par de años, a raíz del descubrimiento del bosón de Higgs (pieza clave en el puzle de partículas elementales que es el modelo estándar), la física cuántica saltó a primera línea y, desde entonces, las conferencias en torno a esta temática comenzaron a popularizarse. La física cuántica está de moda. Pero, ¿qué sabemos en realidad de esta teoría? ¿Es tan compleja e ininteligible como se nos presenta o, por el contrario, nos resulta simplemente absurda? ¿Cómo es posible esta situación de incertidumbre si una gran parte del producto interior bruto de los países industrializados está directa o indirectamente basado en la física cuántica?

El bosón de Higgs ha sido la última partícula que se ha descubierto, pero ése es un viaje que ha trazado la Humanidad desde los tiempos de Demócrito, cuando se debatía si la materia era continua o, por el contrario, estaba constituida de pequeñas partes, los átomos. Precisamente, una vez se comprendió que la materia parecía estar constituida por átomos, el siguiente paso fue intentar entender cómo eran posibles, es decir, atacar lo que se conoce como el problema de la estabilidad de la materia, que engloba además una serie de cuestiones inabordables con las teorías físicas del siglo XIX. Este sería el germen de la mecánica cuántica, que comenzó explicando el átomo de hidrógeno y la tabla periódica, y finalizó con el bosón de Higgs. Aunque hay que tener en cuenta que la física cuántica es mucho más, porque al mismo tiempo que nos explica la estabilidad de la materia, también nos dice que el mundo es mucho más rico en matices de lo que estamos habituados a percibir en la vida cotidiana. Esto es, un sistema cuántico puede ser localizado en varios lugares al mismo tiempo, lo que el físico austríaco Erwin Schrödinger ilustró con la vívida idea de que un gato metido dentro de una caja, y cuya vida está sometida al capricho de la desintegración de un pedazo de sustancia radiactiva, estará vivo y muerto al mismo tiempo.

Ciencia en Navidad 2014

‘¿Qué tienen que ver los gatos con el bosón de Higgs?’, el 22 de diciembre a las 18h.

En la Navidad de 1825, el físico autodidacta inglés Michael Faraday lanzó desde la Royal Institution una serie de conferencias anuales, las Christmas Lectures®, en las que se presentaba y explicaba al gran público avances en las diferentes disciplinas científicas de interés de la época. Salvo por la interrupción de cuatro ediciones debida a los bombardeos de Londres durante la Segunda Guerra Mundial, esta tradición se ha mantenido vigente hasta la actualidad.

¿Y por qué les cuento todo esto? Recogiendo ahora el guante de Faraday, por un lado, y ese interés por el misterioso mundo cuántico, por otro, este año se pretende lanzar desde el CSIC la primera experiencia en esa línea, un proyecto ilusionante e ilusionador, que ayude a acercar la ciencia a la sociedad de una manera muy amena, sencilla y, sobre todo, humana.

El propósito de la primera conferencia (¡no al uso!) de ‘Ciencia en Navidad’ es introducir la física cuántica al público general. Se trata de que el público comprenda que la base de la física cuántica es relativamente simple y que, cuando mire a la pantalla de su televisor, toque la pantalla de su móvil, encienda sus leds navideños o simplemente se mire al espejo, recuerde que en todo ello hay un gato que está vivo y muerto a la vez, o que los electrones que hay en esos dispositivos alguna vez, en el pasado, adquirieron su diminuta masa gracias a un bosón de Higgs.

* Ángel S. Sanz es investigador en el Instituto de Física Fundamental (CSIC) y va a inaugurar ‘Ciencia en Navidad’ con la sesión “¿Qué tienen que ver los gatos con el bosón de Higgs?”, que se celebrará el lunes 22 de diciembre a las 18h en el Salón de actos del CSIC (c/ Serrano, 117, Madrid). Entrada libre y gratuita.