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¿La rebelión de las máquinas? Falsos mitos en torno a los robots

Por Mar Gulis

 El uso de robots que realizan tareas mecánicas es habitual en la industria automovilísitca / Wikipedia

El uso de robots que realizan tareas mecánicas es habitual en la industria automovilísitca. / Wikipedia

Recientemente muchos medios de comunicación se han hecho eco del accidente que ha provocado la muerte de un trabajador en una planta de Volkswagen en Alemania. Los fallecimientos en el puesto de trabajo –que, por desgracia, ocurren con relativa frecuencia– no suelen ocupar un espacio relevante en la información diaria. Sin embargo, en este caso parece haberse dado una circunstancia llamativa: el accidente ha sido causado por un robot.

Así, el titular más repetido sobre el suceso incluye la frase “Un robot mata a…” Con otro título, el artículo de El país ‘El robot letal de la planta de coches’ incluye frases como “la muerte de un trabajador reaviva los temores sobre nuestra relación con máquinas cada vez más poderosas” –a modo de subtítulo– y alude a “la posibilidad muy remota de que máquinas con capacidad para tomar decisiones puedan hacer daño a seres humanos de forma voluntaria”.

Sin duda, el debate sobre las aplicaciones de la robótica y otras tecnologías basadas en el conocimiento científico es necesario. No obstante, para que sea útil debe ser un debate informado, y no basado en prejuicios o mitos más propios de la ciencia ficción.

Elena García Armada, investigadora del CSIC en el Centro de Automática y Robótica, aclara que este tipo de máquinas, empleadas en industrias como la automovilística para hacer tareas repetitivas, no son algo nuevo. “Se utilizan desde los años 60 y son lo más lejano que existe en robótica a un Terminator o cualquier robot de los que aparecen en la ficción”.

La capacidad de estas máquinas es muy limitada porque están programadas para realizar una acción muy concreta. “Son autónomas solo para desempeñar una determinada función, no tienen capacidad de toma de decisiones, ni voluntad alguna. Es imposible que decidan nada por sí solas. Este robot ha hecho el movimiento para el que está programado”, dice, en referencia al suceso de Alemania. Es decir, alguien lo accionó y se puso en marcha.

De hecho, este planteamiento coincide con la descripción del accidente que hace el artículo mencionado: “Las primeras investigaciones apuntan a que un compañero que se encontraba fuera de las instalaciones accionó por error al robot, que aprisionó al fallecido por el tórax, arrastrándolo hasta una placa metálica”.

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Generalmente trabajadores y robots operan en espacios separados por motivos de seguridad. / Wikipedia

García Armada señala que ya existen robots mucho más sofisticados que incorporan sensores para saber si hay alguna persona cerca y así evitar que puedan hacer daño. “Los hay que sí tienen esa capacidad sensorial para detectar la presencia de humanos porque están concebidos para trabajar con personas”, añade. Por eso considera que, con la información disponible, no se puede atribuir el fallo al robot, “ni tan siquiera a un fallo humano, sino de los mecanismos de seguridad de la planta”.

Según la investigadora del CSIC, en este tipo de fábricas trabajadores y máquinas están en espacios separados. “La seguridad se garantiza aislando los robots, de manera que si una persona accede a su recinto, se acciona un mecanismo de seguridad y los robots se detienen. Desconozco los detalles de lo que pasó, pero por lo leído deduzco que falló el sistema de seguridad de la planta, y no el robot”.

Su valoración de las informaciones que transmiten una imagen negativa de los robots es crítica. García Armada cree que “alentar el miedo hacia los robots es contraproducente”, ya que buena parte de la robótica “contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas”.