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El 98% del hábitat de los mamíferos en España, amenazado por las carreteras

Por Mar Gulis (CSIC)

El lince ibérico es una de las especies más afectadas por el aumento de las carreteras / Wikipedia

Mamíferos como el lince ibérico ven deteriorado su hábitat natural por el aumento de las infraestructuras humanas / Wikipedia

En 2050 nuestro planeta tendrá más kilómetros de carreteras asfaltadas que los que nos separan del planeta Marte. Aparte de facilitar el transporte de mercancías y personas, ¿qué otras consecuencias tiene la construcción frenética de estas infraestructuras?

Una investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y de la Concordia University of Montreal analiza sus efectos sobre la vida y supervivencia de aves y mamíferos. El estudio señala que “las carreteras y edificaciones fragmentan y deterioran el medio natural impidiendo que muchas poblaciones animales dispongan de las áreas que necesitan para sobrevivir”.

¿Por qué suponen las carreteras semejante amenaza? Aurora Torres, investigadora principal del proyecto, apunta varias causas, si bien no todas operan por igual en cada una de las especies afectadas. “En primer lugar está la mortalidad por atropello, pero también se ha detectado un efecto barrera; las especies que evitan cruzar las carreteras se quedan cada vez más aisladas, lo que a su vez puede provocar una pérdida de diversidad genética en sus poblaciones”, explica. “Además, estas infraestructuras producen un deterioro del hábitat que puede conllevar una pérdida de recursos para algunos animales”.

Tras cartografiar el entramado de infraestructuras de transporte del continente europeo, la investigación ha constatado una presencia masiva de las mismas. Torres señala que el aumento de carreteras “implica que los animales no tienen muchas posibilidades de vivir alejados de la influencia humana».

En el caso de España, la situación es paradójica. En nuestro país, igual que en algunos escandinavos y bálticos, todavía existen zonas relativamente grandes alejadas de infraestructuras humanas. Pero, al mismo tiempo, la región mediterránea, una de las de mayor biodiversidad del planeta, es la que más desarrollo urbano ha experimentado en los últimos años. Esa circunstancia tiene un impacto sobre la distribución de especies. Por ejemplo, en la Península Ibérica, “el oso pardo, el águila imperial o el lince ibérico muestran una mayor prevalencia en zonas alejadas del ser humano, de ahí la importancia de conservar las áreas con escasa influencia de infraestructuras”, explica el investigador del MNCN Juan C. Alonso.

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En las próximas décadas, el 90% de las carreteras se construirá en los países en vías de desarrollo / Teo Gómez

A través de análisis que describen cómo se reduce la densidad de aves y mamíferos cerca de las infraestructuras, los autores del estudio estiman que el 98% de hábitat de los mamíferos sufre el impacto de las carreteras. En el caso de las aves, un 55% del territorio que utilizan se ve afectado. Además, los modelos predicen una disminución demográfica global de un 22% para las aves y un 47% para los mamíferos con respecto a lo que ocurriría en una situación ideal, sin infraestructuras. “La mera existencia de carreteras no va a provocar en la mayor parte de los casos la extinción, pero sí puede causar una reducción del número de individuos. Esto, sumado a otras presiones, sí puede poner en peligro a varias especies”, explica Torres.

Realizado el diagnóstico, ¿qué se puede hacer? Básicamente, prevenir la pérdida de biodiversidad. El estudio puede ser una herramienta para evaluar los efectos de futuros desarrollos de infraestructuras en distintos escenarios. Los investigadores miran especialmente a los países en vías de desarrollo, con ecosistemas menos fragmentados y todavía ricos en biodiversidad. “Es en estas áreas donde se construirá el 90% de las carreteras en los próximos 40 años”, señala Torres. “Nuestra investigación puede servir para tomar decisiones más acertadas respecto al de trazado de las carreteras o para determinar si compensa o no la construcción de infraestructuras que comporten una importante pérdida de biodiversidad”, concluye.

¿Por qué los mamíferos se llaman mamíferos?

Marta I. GonzálezPor Eulalia Pérez Sedeño y Marta I. GonzálezEulalia Pérez Sedeño

“El hombre puso nombre a los animales…”, cantaba Bob Dylan. Lo que no cuenta la canción es que también los clasificó en géneros, familias, clases… A esta tarea se dedicó con empeño Carlos Linneo, padre de la taxonomía moderna.

En 1758 Linneo introduce el término Mammalia en la décima edición de su Sistema naturae para englobar a aquellos animales que tienen pelo, tres huesos en los oídos y un corazón con cuatro cavidades, como humanos, elefantes, murciélagos o delfines. Obviamente, ‘mamíferos’ hace referencia a otra característica común: las mamas. Sin embargo, éstas solo son funcionales en las hembras que dan a luz y únicamente durante la lactancia. ¿Por qué las eligió Linneo entonces como elemento aglutinador? Esta misma pregunta se hizo en 1993 Londa Schiebinger, profesora de Historia de la Ciencia en la Universidad de Standford.

Dibujo de Linneo

En este dibujo, Linneo compara al personaje mitológico de Andromeda con una pequeña planta a la que luego le dio su nombre. Andrómeda, hija de Casiopea y Cefeo y mujer de Perseo, significa ‘gobernante de los hombres’.

A mediados del siglo XVIII, el aristotélico Quadrupedia (cuadrúpedos) necesitaba renovarse. Por una parte, dejaba fuera animales como las ballenas o los delfines; por otra, los humanos no se sentían cómodos con esa etiqueta. Aunque, en realidad, tampoco se sentían cómodos con la idea de ser clasificados entre los animales. Había alternativas: Pilosa (con pelo), propuesto por el naturalista inglés John Ray; Aurecaviga, que hace referencia a la disposición de los huesos del oído; o Tetracoilia, relativo a la estructura del corazón. Linneo, no obstante, se decide por el novedoso ‘mamífero’, que también tenía sus ‘peros’, ya que los caballos machos no tienen pezones y las hembras de los monotremas (mamíferos que ponen huevos, como el ornitorrinco o la equidna) segregan la leche a través de poros de su abdomen y no tienen mamas propiamente dichas. Además, los pezones de los machos de estas especies resultaban un enigma de difícil explicación. Sin embargo, ninguno de los ilustres científicos de la época podía negar que hubieran sido amamantados por sus madres (o sus amas de cría).

Según el análisis de Schiebinger, Linneo no eligió este término basándose solo en características descriptivas, sino que habría razones de “política sexual” en su decisión. Las mamas y su función, una característica propia de las hembras y ligada a la reproducción y la crianza, le sirvieron para vincular a los seres humanos con el reino animal, en un contexto en el que se revalorizaba la lactancia materna. Pero era muy importante también subrayar lo que nos separa de los demás animales, y para ello eligió la racionalidad, introduciendo la definición del ser humano como Homo sapiens en esa misma edición del Sistema naturae. Adivinad en honor a cuál de los dos sexos…

Ahí os dejamos una cuestión más sobre la que reflexionar mañana 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

 

Eulalia Pérez Sedeño es investigadora del Instituto de Filosofía del CSIC y Marta I. González es profesora de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Oviedo.