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¿Sabías que dieron el Nobel de Medicina al responsable de las primeras lobotomías?

Mar Gulis

Lejos del recién otorgado premio Nobel de Medicina por identificar las células que sirven para orientarnos en nuestro cerebro, algunos de estos galardones han sido polémicos. Es el caso del que recibió en 1949 el responsable de las primeras lobotomías en humanos, el neurocirujano portugués Egas Moniz, “por su descubrimiento del valor terapéutico de la lobotomía en determinadas psicosis”.

Egas Moniz

Egas Moniz// nobelprize.org . PD-Sweden-photo.

Hoy día la lobotomía cerebral, sección quirúrgica de fascículos nerviosos del lóbulo frontal, es percibida como una de las no pocas barbaries que se cometieron en el siglo pasado. Sin embargo, desde 1935 y hasta 1967, año en que se realizó la última cirugía de este tipo de forma legal, fue una práctica ampliamente avalada por la comunidad científica.

Casos clínicos como la extraordinaria historia de Phileas Gage, un trabajador del ferrocarril que sufrió un cambio de ‘personalidad’ tras el daño en la cabeza sufrido en un accidente en 1848, apoyaban la hipótesis de que la corteza frontal está implicada en el control de la conducta y la gestión de las emociones.

A partir de 1935, Moniz realizó, junto con su colega Almeida Lima, las primeras leucotomías prefrontales (un procedimiento que separaba la conexión entre la corteza prefrontal y el resto del cerebro) en pacientes internados en una institución psiquiátrica. Uno de sus objetivos era disminuir la agresividad asociada a ciertos problemas mentales, una ‘solución’ en instituciones mentales con escaso personal, sobrepobladas y con nulos recursos terapéuticos para controlar estas manifestaciones.

Con anterioridad, el neurofisiólogo estadounidense John Fulton había probado la intervención en dos chimpancés. Moniz se saltó la fase de experimentación con otros animales y practicó directamente con personas, sin ni siquiera citar a Fulton como inspirador.

Para contarlo todo, hay que reseñar que en los años 30 el portugués ya era una eminencia mundial en su profesión por haber inventado la angiografía cerebral (procedimiento de diagnóstico por rayos X para visualizar las arterias y venas del cerebro), aportación por la que sonó su nombre como candidato al Nobel. No lo conseguiría, como hemos visto, hasta casi dos décadas después, compartido con el neurólogo suizo Walter Rudolf Hess, y por motivos muy distintos.

En 1938, un paciente de Moniz le dispara ocho tiros, dejándole paralítico.

No obstante, el máximo exponente de la ‘fiebre lobotómica’ sería el neurólogo y psiquiatra estadounidense Walter Freeman, quien montado en una camioneta, el ‘lobotomóvil’, viajó por todo EE UU y realizó miles de lobotomías junto con el doctor James Watt, incluida la de Rosemary Kennedy, la hermana de J.F. Kennedy, cuando tenía 23 años. Tras la operación quedó gravemente impedida.  Freeman recomendaba este procedimiento, que llegó a hacer en 10 minutos y ‘en cadena’,  para una amplia gama de trastornos: psicosis, depresión neurosis o criminalidad. Uno de sus casos más famosos fue el del niño de 12 años Howard Dully, operado a petición de su madrastra.

Freeman convirtió sus intervenciones en verdaderos espectáculos.

Freeman convirtió sus intervenciones en verdaderos espectáculos.

El psiquiatra, que se convirtió en un showman e invitaba a la prensa a las intervenciones,  popularizó  el método de la llamada lobotomía trasorbital o ‘técnica del picahielo’, que consistía en introducir un estilete (inicialmente usó un picahielos) a través de la órbita ocular y, golpeándolo con un mazo de goma, hacerlo llegar al cerebro cortando las conexiones nerviosas del lóbulo frontal.

Una de las lobotomías más famosas de Freeman fue la realizada al niño Howard Dully.

Una de las lobotomías más famosas de Freeman fue la del niño Howard Dully.

La lobotomía producía cambios en la personalidad de los enfermos, haciéndolos apáticos e indolentes y favoreciendo su docilidad y manejo.  Con la aparición de los psicofármacos esta técnica cayó en desuso y ha terminado siendo considerada como una “tortura que destruía la conciencia” practicada a sujetos despojados de sus derechos, como nos recuerda Rafael Huertas en La locura (CSIC-Catarata). Las  asociaciones de familiares de ‘víctimas de la lobotomía’  han reclamado que se retire a Egas Moniz el Premio Nobel.