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¿Sabías que el funicular de las cataratas del Niágara lo inventó un español?

Por Mar Gulis

Spanish Aerocar

Foto: wikipedia

¿Os dice algo el nombre de Leonardo Torres Quevedo? Para quienes contesten con un ‘no’, aquí va la primera pista: cada año alrededor de 250.000 personas de diversas nacionalidades viven una pequeña aventura en su famoso transbordador. Estamos hablando del Spanish Aerocar, una genial obra de ingeniería que permite a turistas de todo el mundo contemplar de cerca las cataratas del Niágara y escuchar el estruendo que produce el agua al caer. Esta experiencia sucede a 60 metros de altura a bordo del artilugio que diseñó Torres Quevedo hace ya un siglo.

Inaugurado el 8 de agosto de 1916, el original transbordador sigue funcionando a la perfección. Las reformas que se acometieron en 1961, 1967 y 1984 fueron suficientes para que, hasta hoy, haya continuado trasladando a millones de pasajeros sin haber sufrido ningún percance.

Durante los 10 minutos que dura la travesía, el Spanish Aerocar recorre 580 metros suspendido de seis cables. El transbordador es en realidad un funicular aéreo que une dos puntos de la orilla canadiense del río Niágara. A lo largo del trayecto discurre sobre un paraje conocido como El Remolino (The Whirpool) y llega a entrar en varias ocasiones en territorio estadounidense. Para su diseño, Torres Quevedo se inspiró en otro funicular que él mismo ideó unos años antes, en 1907, y que fue el primer medio de transporte de este tipo apto para el traslado de personas. Situado en el Monte Ulía de San Sebastián, estuvo solo operativo hasta 1912, pero abrió el camino para que otros países apostaran por este ingenio.

El Spanish Aerocar fue inaugurado en 1916.

El Spanish Aerocar fue inaugurado en 1916.

El Spanish Aerocar tiene capacidad para 35-40 pasajeros y realiza su trayecto a una velocidad de 7 km/h. Su construcción, que comenzó en 1914, corrió a cargo de la empresa española The Niágara Spanish Aerocar Co. Limited y se basó en una patente, también española, denominada ‘Enganche y freno automáticos para transbordadores aéreos’.

Pero volvamos al artífice de este artilugio. Ingeniero de caminos, Torres Quevedo (Molledo, Cantabria, 1852-Madrid, 1936) fue también un gran inventor y se le considera precursor de la automática y de la informática. Aunque desde el punto de vista científico no sea su contribución más relevante, el Spanish Aerocar es una de sus obras más famosas. Pero su legado va mucho más allá. A lo largo de su vida diseñó también dirigibles, como los denominados Astra-Torres, que empezaron a construirse en 1911 en colaboración con una empresa francesa, o el dirigible trasatlántico Hispania, que diseñó en 1918 en colaboración con otro ingeniero, Emilio Herrera Linares.

Leonardo Torres Quevedo

Leonardo Torres Quevedo / Wikipedia

También fueron importantes sus contribuciones matemáticas. Construyó varias máquinas analógicas de cálculo, todas de tipo mecánico. La más famosa fue ‘El ajedrecista’, un invento considerado por muchos como el primer videojuego de la historia y que a sus coetáneos les pareció propio de la ciencia ficción. Presentado en la feria de París de 1914, consistía en un tablero de ajedrez que, utilizando electroimanes, jugaba automáticamente una final de rey y torre contra el rey de un oponente humano.

El Telekino, un autómata -máquina que imita la figura y los movimientos de un ser animado- que ejecutaba órdenes transmitidas mediante ondas hertzianas, y varias patentes sobre las máquinas de escribir fueron otras de sus aportaciones.

En su honor uno de los centros del CSIC lleva su nombre: el Centro de Tecnologías Físicas Leonardo Torres Quevedo, ubicado en el número 144 de la madrileña calle de Serrano.