Entradas etiquetadas como ‘hormona’

¿Qué pasa cuando te sube la adrenalina?

Armando-AlbertPor Armando Albert (CSIC)*

Verano. Han terminado las clases y hay mucho tiempo libre. Javier se levanta tarde, apenas desayuna y sale a la calle. Tarde o temprano se encontrará con sus amigos en la esquina de siempre. Con su calma habitual, cruza con el semáforo en rojo. Los pitidos de los coches no le molestan. Únicamente piensa: “¡Qué calor, no hay quien aguante el sol!”. Mientras, empieza a sudar ligeramente y entorna los ojos.

Por su camino se cruza una amiga de sus padres. Javier nota sus labios en la mejilla en el momento del beso de rigor. Un segundo después se encuentra con Marina. Bien vestida, derecha y muy guapa. Esta vez, el encuentro se produce sin palabras, sin contacto y con un saludo que se queda en un simple gesto con la cabeza. Javier siente vergüenza, un estremecimiento en el cuerpo y el pulso acelerado. Pasa de largo. Instantes después, nada de nada, normalidad. Aparecen sus amigos y, aunque siente hambre, se va a dar una vuelta.

 La adrenalina, también conocida como epinefrina, es una hormona y un neurotransmisor / Wikipedia

La adrenalina, también conocida como epinefrina, es una hormona y un neurotransmisor / Wikipedia

Los estímulos que Javier percibe, el pitido de un coche, el calor, la luz del sol o la sensación de hambre, tienen asociada una respuesta a nivel celular y a nivel molecular. Este tipo de respuestas fisiológicas no están socialmente condicionadas y son comunes para la mayoría de los organismos superiores. Asimismo, cuando alguien se cruza con la persona que le gusta, como le sucede a Javier con Marina, su organismo suele segregar una sustancia química al torrente sanguíneo, la adrenalina. Esta hormona es secretada en situaciones de alerta o de peligro.

La adrenalina es un neurotransmisor, es decir, una molécula que transmite información de una neurona (un tipo de célula del sistema nervioso) a otra. Se trata además de una molécula que es reconocida específicamente en la superficie de nuestras células. Cuando esto sucede se desencadena un proceso que implica la contracción del corazón y, por tanto, el incremento de la frecuencia cardiaca; la producción de azúcar en el hígado; una aceleración de la respiración y la dilatación de los conductos del aire. El cuerpo debe estar preparado para lo que pueda ocurrir. Lo mismo sucede en las horas previas a un examen, ante un encuentro inesperado o frente a la amenaza de un posible asalto. La adrenalina actúa ante una situación de tensión, sea esta agradable o desagradable, a la que el cuerpo debe adaptarse. En otras palabras, su presencia es una respuesta involuntaria frente a la percepción del riesgo.

En situaciones de alerta o peligro, nuestro organismo segrega adrenalina / Flickr

En situaciones de alerta o peligro, nuestro organismo segrega adrenalina / Flickr

Cuando alguien se encuentra en peligro o alerta, es el hipotálamo, situado en el cerebro, el que ordena a las glándulas suprarrenales la liberación de adrenalina y otras hormonas al torrente circulatorio. En cuestión de segundos el cuerpo responde. Es lo que se conoce como ‘subidón de adrenalina’, que facilita una respuesta física potente. Dilatar las vías aéreas permite captar una mayor cantidad de oxígeno, lo que mejorará el rendimiento físico para responder a un aumento de actividad repentino (por ejemplo, la huida ante un depredador u otro tipo de amenaza). La contracción de los vasos sanguíneos redirige la sangre para movilizar más energía a los músculos. Incluso pueden mejorar temporalmente ciertos tipos de memoria y afinarse los sentidos.

Volvamos a la historia de Javier. Marina pasa de largo y unos segundos después todo vuelve a la normalidad, las alteraciones físicas desaparecen. ¿Pero qué ha sucedido exactamente en los instantes anteriores? Para comprender el proceso podemos explicar la respuesta celular en tres etapas. En la primera, una señal o estímulo (en este caso, la adrenalina que segrega Javier al encontrarse con Marina) llega a la superficie de la célula y allí activa un receptor. La segunda etapa implica que el receptor activado transmita la información al interior de la célula, codificándola en una señal química. Por último, esta señal o mensaje secundario activa un sistema amplificador –sistema efector– que modifica el comportamiento de la célula en función del estímulo primario. A partir de ahí se desencadenarán progresivamente las alteraciones físicas antes descritas.

 

* Armando Albert trabaja como investigador en el Instituto de Química Física Rocasolano del CSIC. Este post se ha extraído del libro A través del cristal. Cómo la cristalografía ha cambiado la visión del mundo (CSIC-Catarata).