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¿Somos los ‘Homo sapiens’ los únicos humanos que hemos habitado la Tierra?

Por Antonio Rosas (CSIC)*

Hasta muy recientemente, ‘ser humano’ significaba pertenecer a nuestra especie Homo sapiens. Otras formas similares más antiguas y arcaicas, como Homo erectus o los neandertales, aun siendo incluidas en el género Homo, eran vistas con cierta distancia y carentes de los atributos básicos que asociábamos al concepto de humano.

La evolución humana se percibía –y aún hoy muchos la siguen asumiendo– como una secuencia lineal y ascendente de especies. La condición más primitiva del género la definía la especie Homo habilis, de cara muy prominente y cerebro aún reducido (aproximadamente 700 cm3 de volumen encefálico). La fase intermedia venía definida por Homo erectus, caracterizada por un mayor encéfalo (aproximadamente 1.000 cm3). Y, por último, en la fase final aparecería la especie actual, Homo sapiens, con un gran volumen encefálico (aproximadamente 1.400 cm3), una cara muy reducida y una sofisticada cultura material. ¡Para algunos el zénit de la evolución!

Cráneos

Varios cráneos de neandertales y, al final de la hilera, un cráneo de sapiens. / Comunicación CSIC

Hoy en día la situación es algo más compleja y la respuesta a la pregunta ¿qué significa ser humano? ya no resulta tan inmediata. El avance de la ciencia ha puesto de nuevo en entredicho conceptos que teníamos casi por absolutos. En la actualidad sabemos que hace apenas 100.000 años coexistieron en el planeta Tierra al menos cinco linajes (especies) humanos, cada uno con un acervo cultural propio.

Durante algún tiempo, los humanos anatómicamente modernos (nosotros: H. sapiens) habitábamos el África subsahariana; los neandertales (H. neanderthalensis), centrados en Europa, poblaban el extremo occidental de Eurasia; los pequeños H. floresiensis, cuyo cuerpo conserva reminiscencias muy arcaicas, vivían en la Isla de las Flores (Indonesia); las últimas poblaciones de H. erectus perduraban en la Isla de Java y quizá también en el continente asiático; y un nuevo linaje humano –los llamados ‘denisovanos’ –, descubierto recientemente en las cuevas de Denisova (Siberia) e identificado a partir de su ADN fósil, habitó extensas áreas de Asia. En resumen, nada menos que cinco linajes humanos coexistiendo, cuya simple enumeración detrae un buen pedazo de arrogancia a nuestro ego de ‘especie elegida’.

Filogenia 5 expecies

Esquema de la filogenia de las cinco especies humanas. / Antonio Rosas

¿Cómo impacta sobre la noción de humanidad el hecho de haber existido diferentes especies humanas? En buena medida, creo que carecemos de los conceptos formales que nos permitan pensar con solidez en este asunto. Nos enfrentamos colectivamente al reto de articular un nuevo discurso antropológico basado en el conocimiento empírico y serio de la paleontología humana.

Pero, además, la definición de lo humano encuentra nuevas dificultades. Actualmente existe un interesante debate en torno al origen del género Homo y quienes fueron sus representantes. Así, mientras algunos especialistas consideran que la primera especie humana fue H. habilis, –de la que se han encontrado evidencias de hasta 2,8 millones de años–, para otros, entre los que me encuentro, dicha especie debería ser excluida del género, cuyo origen sería mucho más reciente.

En paralelo, la producción de herramientas ha sido, desde que así fuera propuesto por Darwin, uno de los rasgos más sintomáticos y esenciales de lo humano. Sin embargo, hoy conocemos herramientas, así como las marcas de su uso dejadas sobre los restos de animales, encontradas en yacimientos con antigüedades que rondan los 3,3 millones de años y que se remontan a tiempos muy anteriores al origen de Homo. Obviamente fueron otras criaturas las artífices de estos utensilios, que asociamos con alguna especie de Australopithecus. Por toscos que puedan ser esos utensilios son, de facto, herramientas concebidas y elaboradas por homininos no humanos.

Por lo común, la noción clásica de humanidad –conjunto de todos los seres humanos actuales y la manifestación de sus capacidades– encierra el carácter de ‘ser única’. De forma implícita, se admite que humanidad solo hay una. Visto desde el presente, por muy dispares que pudieran parecer los grupos raciales o sus etnias, hoy reconocemos en todos ellos una comunidad de rasgos y cualidades que los agrupan bajo una misma entidad que llamamos H. sapiens. Frente a concepciones racistas, admitimos que todos los seres humanos tenemos un mismo estatus evolutivo y jurídico.

Sin embargo, acabamos de nombrar cinco linajes humanos diferentes. ¿Debemos acaso hablar de cinco humanidades diferentes? Ante la pregunta de qué es el ser humano, la ciencia nos pone hoy frente a una cuestión previa: ¿de qué ser humano hablamos? ¿Hablamos de los humanos anatómicamente modernos: H. sapiens? ¿Nos referimos a H. floresiensis? ¿O acaso hablamos de los neandertales? Nuestra humanidad “sapiens” podría ser solo un subconjunto de lo potencialmente humano.

 

* Antonio Rosas es investigador del CSIC en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y autor de los libros de divulgación Los neandertales, Los primeros homininos y La evolución del género ‘Homo’ (CSIC-Catarata). El texto del post ha sido extraído de este último libro. 

Venimos del mono… pero no del chimpancé

Por Antonio Rosas (CSIC)*Antonio Rosas

‘Venimos del mono’. Este enunciado, que sintetiza la noción popular de que el ser humano desciende evolutivamente de antepasados primates, suele emplearse en contraposición a la doctrina creacionista, según la cual los seres vivos no son fruto de la evolución, sino de un acto creador. Sin embargo, la idea de que venimos del mono está, por lo general, mal entendida. Por supuesto que descendemos de antepasados primates. Pero no ‘venimos’ de ninguna especie de mono actualmente viva. Una anécdota personal puede ilustrar lo que pretendo decir. Hace ya bastantes años me preguntaba mi abuelo, incómodo e incrédulo ante su dificultad de entender la lógica del proceso evolutivo humano: “Si la evolución es cierta, ¿por qué no siguen saliendo humanos de los monos?” (queriendo decir de los chimpancés; en el imaginario popular, el mono del que venimos se encarna en estos animales). “¿Por qué no siguen evolucionando los monos en hombres?” Una pregunta, por cierto, a la que se enfrentan con frecuencia los profesores de instituto ante sus alumnos. Mi respuesta ese día no fue del todo aclaratoria, y ya lo siento. Creo que hoy respondo mejor diciendo: sencillamente, nunca ‘salieron’ humanos de los monos (los chimpancés). Los chimpancés nunca fueron nuestros antepasados. Son, en un sentido amplio, nuestros hermanos evolutivos. Ambas especies descendemos de un antepasado común que vivió en las selvas africanas del Mioceno. El género Pan (chimpancés) y el género Homo (humanos) compartimos un antepasado común a partir del cual cada linaje siguió su propio rumbo. Los chimpancés son especies vivas que tienen su propia historia evolutiva. Nosotros hemos seguido la nuestra.

 

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Los planteamientos de Antonio Rosas se alejan de una concepción lineal de la evolución humana, y se alinean con una visión centrada en la diversificación de especies. (Imagen de portada del libro ‘Los primeros homininos. Paleontología humana‘)

La idea de asociar a los chimpancés actuales con la expresión ‘venimos del mono’ arraiga en una idea antigua, equivocada, pero extraordinariamente anclada en nuestro pensamiento. Se trata de una noción preevolucionista que se fundamenta en Aristóteles y fue formulada en la Edad Media. Me refiero a la noción de la gran cadena de los seres o Scala Naturae, que ordena a los seres vivos en una secuencia lineal y ascendente, en la que se incrusta la noción de complejidad creciente y progreso. Es en esta noción donde se instala el concepto equívoco de eslabón perdido, con el que se expresa el vínculo intermedio de la cadena de la vida entre los monos y nosotros. La gran cadena de los seres, muy arraigada en el pensamiento occidental, se expresa de forma paradigmática en todos esos esquemas lineales de la evolución humana perpetuados hasta la saciedad, incluso en logos de diseño de instituciones académicas de reciente creación. Del mono peludo que anda a cuatro patas al humano actual, erguido y lampiño, por lo general varón y blanco. Como alternativa, mi posición está más acorde con los modelos centrados en la diversificación de las especies y por eso la imagen que acompaña a este artículo descarta la representación lineal de la evolución humana.

La evolución de los homínidos la entendemos hoy como un proceso de bifurcaciones sucesivas que podemos visualizar como las ramas de un árbol. Cada bifurcación origina dos linajes evolutivos en cuya base se localiza un hipotético antepasado común de esos dos linajes. Si nos concentramos en nuestra relación con los simios africanos visualizamos el proceso evolutivo como la bifurcación de las poblaciones de un hipotético antepasado común que dio origen, por un lado, al linaje de los gorilas y, por otro, al linaje de unos simios que, en su posterior evolución, darán lugar al ancestro común exclusivo de chimpancés y humanos. Desde este último antepasado común de chimpancés y humanos (UAC Homo-Pan) tendrá lugar una nueva bifurcación (división de poblaciones) que dará origen de nuevo a dos ramas. Por un lado, al linaje de los chimpancés y, por el otro, al linaje de los homininos, del que eventualmente surgirá la especie humana. Así, entendemos la evolución como una sucesión jerarquizada de antepasados comunes de los que fueron divergiendo linajes, algunos con representantes vivos, muchos otros extintos antes del presente.

 

* Antonio Rosas es paleoantropólogo en el MNCN (CSIC). Este texto está extraído de su libro Los primeros homininos. Paleontología humana, editado por el CSIC y Los Libros de la Catarata.