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Viejas y nuevas enfermedades de transmisión sexual: Mycoplasma genitalium

Por Mar Gulis (CSIC)

Cuando parecía asumido que el uso del preservativo estaba extendido, en junio de 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un comunicado en el que decía que cada día más de un millón de personas contraen una infección de transmisión sexual curable y que estas se transmiten principalmente a través de relaciones sexuales sin protección. En España, el uso del condón entre los jóvenes de entre 15 y 18 años ha descendido un 9% desde 2002, según el estudio HBSC 2018 sobre Conducta Sexual. Datos como estos explican que enfermedades de transmisión sexual (ETS), como la clamidiosis, la tricomoniasis, la gonorrea y la sífilis, sigan estando a la orden del día. Y que, además, en los últimos años, haya comenzado a extenderse un nuevo patógeno, Mycoplasma genitalium (Mge), responsable de varias infecciones genitourinarias, como uretritis y cervicitis, entre otras.

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Desde 2015, la bacteria Mycoplasma genitalium es considerada por la OMS como un patógeno de transmisión sexual emergente de importancia creciente. En la actualidad, alrededor del 1% de la población mundial de entre 16 y 44 años está infectada por Mge. Entonces, ¿por qué en 2020 se sigue considerando emergente? “Porque los casos de infecciones siguen aumentando y, además, la bacteria se está volviendo resistente a muchos de los antibióticos actuales”, asegura David Aparicio, investigador del CSIC en el Instituto de Biología Molecular de Barcelona (IBMB) y primer autor de un trabajo que explica cómo la bacteria Mge se engancha a las células humanas para iniciar el proceso de infección.

Tras el descubrimiento del mecanismo de adhesión de la bacteria a las células humanas, el siguiente paso del grupo de investigación al que pertenece Aparicio es determinar cómo esta bacteria es capaz de desplazarse, lo que supone otro factor de patogenicidad. Su hipótesis de trabajo se basa en que el movimiento de Mge se articula mediante un mecanismo de cuatro proteínas que están en la superficie de la bacteria (dos de ellas son P110, proteína que apareció en el estudio del mecanismo de adhesión, y las otras dos son P140, que podrían ser complementarias). Se cree que estas cuatro proteínas realizan una serie de movimientos entre ellas. Así logran que la bacteria, aparte de engancharse a una célula, se mueva y siga infectando a otras células. “Funcionaría como cuando escalamos. Te agarras a una piedra con una mano, con la otra mano te coges a otra, y así sucesivamente vas cambiando de lugar de anclaje para seguir subiendo. Estas bacterias harían una cosa similar utilizando las proteínas como manos”, aclara Aparicio.

Mge

Imágenes de microscopia electrónica de transmisión, en las que se observa la bacteria Mycoplasma genitalium (Mge) adherida a la superficie de una célula humana (imágenes superiores) y penetrando en el interior (imágenes inferiores). Las imágenes han sido editadas para facilitar la identificación de Mge (coloreado en azul).

Resistencia antibiótica

Conocer cómo se produce el movimiento de estos microorganismos podría ayudar a entender la forma en que infectan a las células y con ello a definir nuevos tratamientos para combatirlos. Según explica el investigador, debido al mal uso de los medicamentos, algunas cepas de Mge se han hecho resistentes a la mayoría de los antibióticos disponibles. A pesar de que algunos fármacos sí funcionan con bacterias que todavía no han adaptado el sistema de defensa de las más resistentes, estas últimas se irán propagando y es cuestión de tiempo que intercambien información y finalmente sobrevivan las resistentes a antibióticos. Además, en muchos casos, estos medicamentos solo actúan durante un tiempo. Aparicio hace un símil con Helicobacter pylori, la bacteria que causa acidez estomacal, que “se combate con antibióticos y desaparecen los síntomas durante un tiempo, pero luego vuelven a surgir debido a la resistencia o a que no se ha eliminado por completo la bacteria”. La sífilis, la gonorrea o la clamidia son otras ETS que también plantean estos problemas de resistencia a antibióticos.

Otra cuestión aún por estudiar, asegura el científico, es la elevada coexistencia de Mycoplasma genitalium y el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH o HIV, por sus siglas en inglés), que casi siempre se encuentran juntos. “No sabemos cuál es el motivo, pero los datos clínicos indican que hay una relación bastante íntima”, apunta Aparicio. Mientras la comunidad científica sigue investigando la forma de combatir la aparición de resistencia a los antibióticos de las ETS, el número de infectados por Mge y otros patógenos sigue aumentando. El uso del preservativo sigue siendo la mejor fórmula para evitar el contagio de esta y otras enfermedades.

¿Existen personas resistentes al VIH?

Por Beatriz Pacheco (CSIC)*B. Pacheco

Como comentábamos en el post anterior, los virus de la inmunodeficiencia humana (VIH-1 y VIH-2) provienen de la transmisión a los humanos de unos virus muy parecidos: los virus de la inmunodeficiencia de simios (SIVs), que infectan determinadas especies de monos africanos. En su huésped natural los SIVs no suelen causar enfermedad. Sin embargo, cuando uno de estos virus salta de una especie a otra sí puede hacerlo. Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, con el virus que infecta macacos (SIVmac) y el VIH que infecta humanos. ¿Por qué en su huésped natural los SIVs no causan inmunodeficiencia y en los humanos el VIH sí causa enfermedad? Para responder esta pregunta, los científicos tratamos de entender la patogénesis del virus y los mecanismos de transmisión entre especies.

Diversos estudios han confirmado una coevolución entre los virus y sus huéspedes naturales. Cuando un virus salta a una nueva especie y consigue establecerse y transmitirse produciendo alguna enfermedad grave, la selección natural tenderá a seleccionar los individuos más resistentes a este virus. Por su parte, el virus tenderá a evolucionar para escapar del sistema inmune del huésped. En esta batalla por la supervivencia existen varios escenarios posibles. Podría ocurrir que el virus llegase a eliminar a la nueva especie (esto es lo menos probable). Otra posibilidad es que la nueva especie evolucione hasta hacerse completamente resistente al virus y lo elimine. Sin embargo, lo más probable es que el virus y el huésped coevolucionen y, tras muchos años de coexistencia, se llegue a una situación de tablas en la cual ambos coexistan sin causarse mucho daño mutuo. El patógeno se habrá adaptado para evadir parcialmente el sistema inmune del huésped (y establecer una infección), pero a cambio habrá perdido patogenicidad (no causará una enfermedad grave). Para el virus (patógeno) esta situación puede ser más beneficiosa que matar a su huésped o causarle una enfermedad grave, pues esto podría llevar a la eliminación del mismo y a la selección de individuos más resistentes.

Virus VIH. / Kanijoman. Flickr

Virus VIH. / Comunicación CSIC

Durante al menos 100.000 años los SIVs que infectan de forma endémica determinadas especies de monos africanos han estado conviviendo con sus huéspedes naturales. La selección natural ha llevado a esa situación de equilibrio en la que el SIV puede infectar estos primates sin causarles inmunodeficiencia. Sin embargo, nosotros sólo llevamos conviviendo con el VIH aproximadamente un siglo, que a nivel evolutivo no es mucho tiempo. Si dejásemos al virus del SIDA evolucionar por su cuenta durante muchos años, probablemente llegaría un momento en que, como ocurre en otros primates, la infección por HIV en humanos sería asintomática o casi asintomática, convirtiéndose en una infección crónica (como la causada por el virus del herpes simple). Por un lado, la selección natural en humanos favorecería a aquellos individuos con mayor resistencia al virus. Por otro lado, los virus con patogenicidad atenuada podrían verse beneficiados frente a otros más patógenos, ya que al no matar a su huésped tendrían más oportunidades de transmitirse a uno nuevo. Sin embargo, nosotros no vamos a esperar a que esa adaptación tenga lugar.

La pregunta es: ¿existen personas completamente resistentes al VIH? Probablemente no. Pero sí sabemos que hay individuos más resistentes a la infección por VIH, que tienen menos probabilidades de infectarse con el virus en caso de exposición al mismo, o que si se llegan a infectar no desarrollan síntomas de SIDA en ausencia de tratamiento. Numerosos estudios han investigado los mecanismos responsables de esta resistencia parcial al VIH y en algunos casos se han descubierto los factores implicados.

Para entrar en la célula, el VIH necesita utilizar un receptor llamado CD4 y un correceptor, que puede ser CCR5 o CXCR4. Hay personas que tienen una mutación (Δ32) en las dos copias del gen que codifica la proteína CCR5; esa mutación produce un CCR5 con una deleción en uno de sus extremos (es decir, a la proteína le falta un trozo). Como el VIH no es capaz de utilizar ese CCR5 más corto, los individuos con esta mutación son resistentes a las cepas de virus que necesitan esa proteína para entrar en las células y replicarse, que son la mayor parte de los virus circulantes. También hay personas infectadas por el VIH pero que en ausencia de tratamiento son capaces de mantener la carga viral a niveles muy bajos o incluso indetectables, y que no desarrollan SIDA. Pero desafortunadamente representan un porcentaje muy bajo de la población infectada. Los motivos de esta mayor resistencia intrínseca al virus parecen ser heterogéneos. A veces simplemente estos individuos se han infectado por cepas menos virulentas (virus que tienen alguna mutación que hace que sean menos patogénicos). Otras veces se debe a factores intrínsecos del sistema inmune innato de estos individuos. Y en algunos casos aún se desconocen los motivos.

Tití común (Callithrix jacchus). Laszlo Ilyes/Flickr

Tití común (Callithrix jacchus) / Laszlo Ilyes. Flickr

Estudiar los factores responsables de la resistencia natural frente al SIV en ciertos primates, así como la capacidad de algunas personas de controlar la infección por VIH, podría abrir el camino al desarrollo de nuevas terapias que permitan eliminar el virus en pacientes infectados o evitar nuevas infecciones.

Hasta la fecha no se ha identificado ningún virus similar al VIH o SIV que infecte de modo natural a monos de Latinoamérica, que parecen resistentes a ellos. Uno de ellos es el tití común. En la actualidad estamos estudiando a qué se debe su resistencia natural a la infección por VIH-1. Hemos visto que en sus linfocitos (las células diana del VIH) existen múltiples bloqueos a la replicación del virus. Nuestro proyecto ‘Innate intracellular blocks to HIV-1 in New World monkeys’ se centra en identificar y caracterizar los factores (proteínas celulares) responsables de estos bloqueos.

 

* Beatriz Pacheco trabaja como investigadora en el Centro de Biología Molecular “Severo Ochoa” gracias a un contrato JAE-Doc cofinanciado por el Fondo Social Europeo. Su proyecto de investigación está financiado por el 7º Programa Marco de la UE a través de un Marie-Curie Creer Integration Grant (grant agreement number 332623).