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¿Podrán los robots tener inteligencia emocional?

armada57Por Elena G. Armada (CSIC)*

Tras analizar los tests realizados a 10.000 personas, el Instituto Carnegie de Tecnología de EEUU llegó a la siguiente conclusión: el 15% del éxito profesional se debe a la inteligencia académica y el 85% a la inteligencia emocional. Esta última implicaría cuestiones tan dispares como la conducta, la observación, la imaginación creadora, la intuición, la habilidad organizativa, la adaptabilidad o la expresión. En definitiva, todo lo relacionado con la personalidad y la capacidad para tratar con otras personas.

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La inteligencia emocional se hallaría localizada en el hemisferio derecho del cerebro.

Cuando hablamos de inteligencia conviene aclarar a qué nos estamos refiriendo. El Coeficiente de Inteligencia Intelectual (CI) se utiliza desde principios del siglo XX para clasificar la inteligencia de las personas a partir de un test escrito. Concretamente una serie de preguntas sirven para calificar los conocimientos matemáticos, lingüísticos y de razonamiento de quien es examinado.

Sin embargo, ya en los años 80 el psicólogo de la Universidad de Harvard Howard Gardner refutó este concepto de CI a través de su libro Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences. A lo largo de sus páginas el autor defiende la existencia de otros tipos de inteligencia, refiriéndose a las siguientes variedades:

  1. Inteligencia verbal, asociada al lenguaje y a la inteligencia académica.
  2. Inteligencia lógico-matemática, asociada con la inteligencia académica en el razonamiento matemático.
  3. Inteligencia espacial, asociada con el arte.
  4. Inteligencia kinestésica, asociada al baile y al deporte.
  5. Inteligencia musical, vinculada a la música.
  6. Inteligencia personal, que caracterizaría a los líderes.
  7. Inteligencia intrapsíquica, que es lo que conocemos como intuición.

Mientras que las dos primeras corresponden a lo que el CI puede medir, las cinco restantes quedarían fuera de este índice y se corresponderían con lo que denominamos inteligencia emocional.

Según el planteamiento del Carnegie, la inteligencia emocional se encuentra localizada en el hemisferio derecho del cerebro, mientras que la académica se halla en el lado izquierdo. Esta parte es analista, calculadora, detallista, lógico-racional, secuencial y objetiva. Al actuar secuencialmente, procesa la información de una en una. Su velocidad de procesamiento es de 40 bits por segundo.

En cambio, el hemisferio derecho procesa la información de forma global; no analiza sino que sintetiza, capta el todo y llega a las partes. Es sentimental, soñador, holístico, subjetivo. Y trabaja de forma simultánea, es decir, procesa la información a un mismo tiempo, a una velocidad de entre 1 y 10 millones de bits por segundo, siendo mucho más rápido que el izquierdo.

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Los robots pueden realizar cálculos más rápido que los humanos, pero carecen de intuición. / Wikipedia

Esto tiene importantes implicaciones para el desarrollo de la inteligencia artificial. La capacidad de cómputo de los procesadores es mucho más rápida que la de un ser humano. Un robot puede analizar todas las combinaciones de acciones posibles en milésimas de segundo. A partir de ahí, puede escoger una y tomar una decisión en base a un criterio matemático (por ejemplo, la trayectoria más rápida o el movimiento que menos energía consume). Esto es posible porque, gracias a la investigación y la tecnología, los humanos hemos replicado nuestro hemisferio izquierdo -el racional, el académico- en máquinas y procesadores de todo tipo.

Pero para que un robot pueda tomar decisiones humanas y aprender como lo hace un niño, tendrá que llegar el día en el que entendamos cómo funciona nuestro hemisferio derecho y, más aún, aprendamos a modelarlo matemáticamente.

La inteligencia artificial aplicada a la robótica ha permitido resolver muchos problemas computacionales de toma de decisión, todos ellos basados en teoría de probabilidades. Sin embargo, aún no se ha conseguido emular el comportamiento del cerebro. Quizá porque pretendemos programar la inteligencia cuando todavía no sabemos con certeza qué es y de dónde proviene.

 

*Elena G. Armada es investigadora en el Centro de Automática y Robótica (UPM-CSIC). Este post es un extracto de su libro Robots. Al servicio del ser humano (CSIC-Catarata).